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Quedarse con la boca abierta: el auge de la soberanía alimentaria

Martes.13 de septiembre de 2011 502 visitas Sin comentarios
#TITRE

ANÁLISIS | RELACIONES ENTRE EL CONTEXTO EUROPEO Y LA NECESIDAD DE REPENSAR EL MODELO ALIMENTARIO

Gustavo Duch Guillot

Ya tenemos aquí los primeros ajustes estructurales que los gobiernos europeos están imponiendo a su población, con el único interés de salvar el capitalismo y sus grandes beneficiarios (la banca privada, los grupos inversores y las grandes corporaciones). Y todo hace pensar que en los próximos meses estas políticas antisociales se endurecerán y extenderán. Ya tenemos aquí, también, las primeras movilizaciones generales (en Grecia y España fundamentalmente) para advertir y denunciar los sistemas económicos y de gobernanza que nos han conducido a este escenario. Y entre los diferentes espacios de resistencia y transformación, ya tenemos aquí –creativa y enérgicamente– la respuesta de los movimientos sociales europeos preocupados por un modelo de agricultura global en parte responsable de la crisis”.

Con estas palabras se abre la Declaración Final del trabajo de más de 400 personas del mundo rural, agrario, ecologista, consumidores y consumidoras, etc. reunidas en la ciudad de Krems (Austria), y se presenta la soberanía alimentaria como alternativa a la crisis capitalista en la que nos encontramos. Quienes conocemos la trayectoria de los movimientos a favor de la soberanía alimentaria, liderados por la Vía Campesina, no podemos dejar de sorprendernos al valorar su rápida expansión. En unos 15 años de existencia, hemos visto contagiarse su mensaje por todo el planeta.

Encontramos su compromiso con un mundo rural vivo en los más insospechados rincones campesinos. Ha sido, además, aglutinador de muchas de las preocupaciones que desde otros colectivos no agrarios existían respecto a la alimentación y el uso y cuidado de los bienes que nos ofrece la naturaleza. Nos ha demostrado, a veces contra todo pronóstico y con métodos casi sobrenaturales, una infinita capacidad de coordinación y trabajo conjunto, algo nada sencillo para un colectivo de más de 200 millones de personas; y muchas lenguas y lenguajes. Han estado presentes, y con resultados admirables, en muchos de los momentos más significativos del contraataque neoliberal de estos años poniendo, por ejemplo, contra la espada y la pared a la todopoderosa Organización Mundial del Comercio.

Y aun con esta experiencia, nos quedamos con la boca abierta al observar como el paradigma de la soberanía alimentaria se convierte también en uno de los elementos de combate fundamental para enfrentarse a la crisis abierta, y en particular al escenario que se está desplegando por los teatros europeos.

¿Cómo llega la soberanía alimentaria a catalizar luchas anticrisis? La soberanía alimentaria, en primer lugar, ha tenido la virtud de identificar con claridad quién es el responsable de la situación de crisis que se vive en el medio rural desde ya hace demasiado tiempo: un sistema agroindustrial diseñado para lo opuesto a su obligación; en lugar de centrarse en la producción de alimentos sanos, justos y buenos para los pueblos, se dedica a todo aquello que pueda generar beneficios económicos como los monocultivos de agrocombustibles, piensos para animales o plantaciones papeleras. Todo verde pero incomestible. Así, como resultado, tenemos (y padecemos) por un lado una masiva desaparición de fincas agrarias y de las personas que con ellas tenían su medio de vida (sólo en España en los años ‘90 se contabilizaban de promedio el cierre de tres fincas por cada hora). En segundo lugar, ha sabido interpretar este modelo agroindustrial como un reflejo del sistema capitalista de crecimiento infinito que, como dice la Declaración, “no reconoce la limitación de los recursos como el agua, la tierra y la energía; es responsable de drásticas pérdidas en la biodiversidad; contribuye al cambio climático; somete a miles de personas en trabajos sin el reconocimiento de los derechos más elementales; y se aleja de una relación armoniosa con la naturaleza”.

Y, en tercer lugar, todo su análisis se complementa desde siempre con un trabajo colectivo, participativo y democrático, y con un proceso de creación de verdaderas y genuinas alianzas. Lo cual, es muy valorado en este momento donde crecen las reivindicaciones frente al déficit de soberanía democrática (o popular) por el que vamos transitando. De hecho, cambiar nuestros sistemas de producción y consumo de alimentos es un primer paso hacia un cambio más amplio en nuestras sociedades. Producir y consumir soberanamente alimentos es capital para luchar contra esta crisis, pues permitiría sentar las bases de una nueva economía relocalizada y campesinizada, dando lugar a un robusto sector primario. La soberanía alimentaria a partir del encuentro de Krems, añade a sus vocaciones la de ser marco para movimientos y organizaciones de países de la Europa del Este. En el encuentro hemos podido observar cómo para poblaciones que han pasado de modelos de planificación autoritaria a sistemas de ‘la ley del más fuerte’, la exigencia por recuperar espacios de participación en políticas públicas sociales y solidarias, se corresponde en buena medida con sus empeños. Sus poblaciones en muchos casos mantienen aún una buena proporción de campesinado, pero con la desaparición del Estado, las políticas neoliberales, el dumping interno europeo y el aterrizaje de muchas multinacionales que llevan ahí sus producciones más conflictivas, su futuro se hará cada vez más difícil, como ha pasado ya en muchos otros lugares.

Veamos pues, con la confianza renovada, cómo en los próximos meses los movimientos europeos y todo el tejido asociativo y redes que han ido conformando en estos tiempos, será capaz de ‘europeizar’ una lucha a favor de una alimentación anticrisis.

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AUSTRIA | FORO POR LA SOBERANÍA ALIMENTARIA

Europa se plantea qué y cómo come

Un sistema alimentario social y ecológicamente sostenible pasa porque haya más personas que trabajen en el campo.

Blanca G. Ruibal / Daniel López García / Krems (Austria)

En la localidad austriaca de Krems, a orillas del Danubio, se ha celebrado durante seis días del mes de agosto el Foro de Nyéléni: el Foro Europeo para la Soberanía Alimentaria.

Nyéléni, diosa de la fertilidad, legendaria campesina maliense que cultivó y alimentó bien a su pueblo personifica la soberanía alimentaria a través del trabajo duro, la innovación y el cuidado de su gente. Ella fue la inspiración para nombrar al primer Foro Internacional para la Soberanía Alimentaria, que tuvo lugar en 2007 en Sélingué, Malí. El Foro de Nyéléni Mali constituyó un hito para las personas y organizaciones que luchan en todo el mundo por dar la vuelta al sistema agrario y alimentario. De aquel encuentro surgió el llamamiento a impulsar y fortalecer el movimiento en todas las regiones.

En respuesta a esta llamada más de 400 personas, en representación de 120 organizaciones (campesinas, ONG, organizaciones rurales y otras), y provenientes de 34 países (desde Portugal hasta Azerbayán, de Noruega a Turquía), se reunieron en Krems para compartir, discutir y avanzar juntas hacia la soberanía alimentaria en Europa. En estos momentos en que Europa está experimentando los primeros ajustes estructurales que los gobiernos imponen a la población, surge con especial fuerza y creatividad la respuesta de los movimientos sociales europeos preocupados por un modelo de agricultura global que es reflejo exacto del modelo capitalista que la dirige. En este contexto, el principal objetivo del foro era el de catalizar el movimiento por la soberanía alimentaria en Europa, reuniendo a las organizaciones ya involucradas en ello, para debatir sobre cómo concretar este concepto en la realidad europea, qué obstáculos hay, y qué acciones pueden desarrollarse de forma conjunta en el futuro para retar al sistema agroalimentario predominante.

En el foro se ha consensuado una declaración y un plan de acción conjuntos para los próximos años. El movimiento se ha visto reforzado, y entre otros avances, se han dado los primeros pasos para aumentar la relación entre las organizaciones sociales de Europa occidental y las de Europa del este o entre los países del Mediterráneo. Las discusiones se estructuraron en base a cinco ejes que de alguna forma dibujan la agenda europea por la construcción de la soberanía alimentaria, a la vez que suponen “un paso hacia un cambio más amplio dentro de nuestras sociedades”.

PRODUCCIÓN Y CONSUMO. Cambiar cómo se producen y consumen los alimentos

Se estableció la meta de trabajar por la ‘resiliencia’ en los sistemas productivos, entendida ésta como su estabilidad para cubrir las necesidades alimentarias de la población europea, frente a la especulación financiera o el cambio climático. Esta resiliencia se concibe en base a modelos ecológicos de producción y pesca, con un amplio manejo y conservación de la biodiversidad y los recursos naturales, y se basa en población campesina que cultive huertos urbanos y personas que se dedican a la pesca artesanal que produzcan alimentos locales. La lucha contra los alimentos transgénicos y la privatización de los recursos genéticos ocupa un lugar central; así como la protección, promoción y divulgación de las variedades vegetales y razas ganaderas tradicionales, y de las culturas alimentarias locales, diversas, de temporada, y en la reducción en el consumo de productos de origen animal bajo producción industrial.

DISTRIBUCIÓN. Cambiar las maneras en que se distribuyen los alimentos

de alternativas locales, descentralizadas y diversificadas de distribución que reduzcan los intermediarios y devuelvan el poder de decisión a productores y consumidores. El objetivo común es conseguir precios justos para ambos extremos y llevar alimentos de calidad y sostenibles al conjunto de la sociedad. Se trabaja por lograr una normativa higiénico-sanitaria que diferencie la transformación alimentaria local y campesina de la agroindustria; en el desarrollo de infraestructuras locales que apoyen a la pequeña producción; y en compartir recursos y conocimientos en la construcción de organizaciones entre producción y consumo y redes logísticas alternativas.

CONDICIONES DE TRABAJO. Poner en valor y mejorar las condiciones sociales

Las organizaciones agrarias y las redes que trabajan por los derechos del trabajo migrante en el sector agroalimentario coinciden al responsabilizar de la explotación y la degradación de las condiciones sociales a la violencia que ejercen los bajos precios alimentarios en origen, en todo el planeta. Para ello se plantean “construir alianzas más amplias entre las personas que trabajan dentro del sistema alimentario”; entre las organizaciones europeas y las del “sur global”; y con el consumo de cara a obtener precios justos. A su vez reclaman criterios de justicia social en el reparto de las ayudas públicas.

DEFENSA DEL COMÚN. Reclamar el derecho a nuestros bienes comunes

La privatización de los bienes comunales –la tierra, las semillas, las razas de ganado y bancos pesqueros, los bosques, el agua, la atmósfera y el conocimiento– avanza en todo el planeta, y también en Europa. Ello supone graves problemas ambientales y sociales, y un impedimento central para avanzar hacia la soberanía alimentaria. Por ello, las organizaciones asistentes se oponen a “la mercantilización, la financiarización y el patentado de nuestros bienes comunes”. Señalan la necesidad de recuperar el control comunitario de estos recursos, más allá de la gestión pública y fuera del control por parte de los mercados, como forma de asegurar la justicia social “y el respeto de los derechos de la madre tierra”.

A ESCALA HUMANA. Cambiar la gobernanza del sistema agrario y alimentario

Las organizaciones asistentes se hacen eco de los graves impactos sociales y ecológicos que las políticas agrarias de la UE, y la globalización agroalimentaria que ésta impulsa, están generando sobre el campo europeo y sobre otros territorios forzados a la agroexportación. Por ello impulsan un cambio de rumbo hacia el derecho a la alimentación y la justicia climática, que pasa por deslegitimar el poder de las grandes transnacionales agroalimentarias y agroquímicas. Las políticas agroalimentarias europeas deben garantizar precios justos y estables, prácticas agroecológicas, y avanzar hacia la reforma agraria; y en último término “deben tener como resultado un incremento del número de campesinos y campesinas en Europa”. Se reclaman políticas que prohíban la especulación alimentaria y el acaparamiento de tierras; derogar la política europea de agrocombustibles; y resituar los debates globales en el marco de la Food and Agriculture Organization (FAO) –un organismo político– para sacarlo del de la Organización Mundial del Comercio (OMC) –meramente comercial–.

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