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Mikel Laboa in memoriam

Sábado.12 de diciembre de 2009 489 visitas Sin comentarios
Iñaki Uriarte | Para Kaos en la Red #TITRE

Hace ahora un año el entrañable cantautor euskaldun Mikel Laboa abandonó definitivamente su familia, la tierra, el país, nuestra Euskal Herria y se encontró allá, en lo alto, con sus txoriak.

Hace ahora un año, el 1 de diciembre de 2009, el entrañable cantautor euskaldun Mikel Laboa (Donostia 1934-2008) abandonó definitivamente su familia, la tierra, el país, nuestra Euskal Herria y se encontró allá, en lo alto, con sus txoriak. Aquella noticia recibida con sorpresa y dolor como imposible por la eternidad espiritual que poseen los grandes artistas, dejó un silencio, un vacío no sólo creativo y comunicativo, sino que significo también la pérdida de una excepcional personalidad, humanista y amable, discreta y generosa, genial y admirable.

Su aportación a la cultura vasca ha sido, y seguirá siendo, trascendental en nuestra historia contemporánea, un período fundamental en la creación artística: Ez Dok Amairu, el euskara batua, los grupos artísticos Gaur, Emen, Orain, Danok, la estatuaria del santuario de Arantzazu, etc. Supuso la incorporación de una forma de expresión musical oral de indudable vanguardia partiendo de referencias compositivas basadas en las raíces peculiares de un pueblo, sus creencias, tradiciones y un idioma singular que revalorizó en su condición y capacidad de novedoso lenguaje musical.

Laboa alcanzó, desde una humildad personal y austeridad escénica, una grandiosidad absoluta creando en sus actuaciones una atmósfera poética sencilla a la vez que profunda, entre la forma y el fondo. Una voz entrañable con unos registros sorprendentes, compuestos de dulzura, armonía, sentimiento y capaz de desgarros vocales plenos de matices que creaban tonalidades épicas. Repletas de una conmovedora semántica, transmitiendo unos contenidos penetrantes de ancestralidad, de múltiples memorias en ocasiones casi olvidadas, alusivas a la etnografía, la naturaleza, la vida, el sufrimiento, el euskara y el país impregnando la sensibilidad de los asistentes y componiendo un tiempo emocional diferido, como una reverberación.

Su fraseo cálido, cariñoso, sumamente expresivo apreciado en directo con su presencia, poseía además de profundidad una gama de sensaciones contagiosamente enternecedoras que suscitaban en ocasiones temáticamente un llanto espiritual y cuantas veces real. Actualmente y en el futuro, su abundante discografía, enriquecida con las artísticas portadas de su gran amigo, el extraordinario pintor Jose Luís Zumeta, nos permitirá la recreación de momentos inolvidables.
Quienes además tuvimos la ocasión de conocerle personalmente desde hace muchos años, en su época de especialidad médica en Barcelona, apreciamos ya su entrañable estructura humanista arraigada en los valores más tradicionales de un pueblo que generaron su amplia faceta inspirativa. Solidario con todas las afecciones y problemas de Euskal Herria, es preciso recordar, por lo significativo del momento, la asistencia junto con otros destacados artistas vascos, a la Biennale di Venezia en 1976 bajo el lema Amnistía Denontzat. Mikel, como también casi todo el arte vasco comprometido con su país ha sido miserablemente ignorado en España.

Quizá uno de los momentos más sublimes y merecidos de su vida como artista, por la dimensión estética, la singularidad orquestal, y la multitudinaria y afectiva acogida popular, fue el concierto de agosto de 1999 en el Victoria Eugenia Antzokia de Donostia junto con Donostiako Orfeoia y Euskal Herriko Gazte Orkestra en tres temas que representan epopeyas musicales: Gernika (Lekeitio 4), Txoría txori y Baga Biga Higa (Lekeitio 2). Su declamación respondida y respaldada por el magnifico arrope colectivo, vocal e instrumental, crea parajes musicales inconmensurables, incluso en sintonía con la dialéctica estética vasca entre el vacío, en este caso su canto, y el lleno, el coro y la orquesta. La creación de Mikel Laboa, si fuésemos un país elementalmente culto debería ser analizada en su totalidad y tener, como genuino e irrepetible por muy diversos valores, una consideración y calificación de monumento sonoro perteneciente al Patrimonio Cultural Inmaterial Vasco.

El pasado 8 de agosto en la Donostiako Musika Hamabostaldia quienes acudimos a su merecido homenaje, Laboaren Munduak, con la participación de sus colaboradores más habituales y grandes creadores musicales Iñaki Salvador y Josetxo Silguero, pudimos de nuevo apreciar con una gran carga emocional el gran reconocimiento y afecto popular y la inmensa trascendencia de su legado musical que quedará para siempre.

En este contexto cultural, fuera de Gipuzkoa como si fuera un artista provincial, resulta absolutamente denigrante que llegado ya este primer aniversario no se haya programado ningún acto en su memoria por culpa de toda esta extirpe de políticos asalariados de la cultura que padecemos. ¡Qué vergüenza, semejante injusticia y agravio a la cultura vasca! perpetrado desde el gobierno-rapiña vascongado-españolista hasta una diputada de Cultura en Bizkaia y una concejala de Cultura en Bilbo, ambas del PNVascongado, cuyas aficiones más conocidas en esta materia, con la que siempre desde hace décadas especulan demagógicamente, son las matanzas de toros, los estrenos de la ópera, las cenas del Guggenheim para poder posar y mostrar vestimenta. Gente verdaderamente despreciable acreditada por su absoluta indiferencia, insensibilidad e incapacidad. Más si comparativamente vemos en ocasiones qué tipo de personajes y espectáculos se contratan para el Arriaga y Euskalduna.

Finalmente, en la memoria colectiva su entrañable figura y la monumentalidad de su obra permanecerán siempre como un inmortal patrimonio sentimental de Euskal Herria. Por todo y por tanto, ¡mila esker! Mikel Laboa.