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La otra guerra que también recordamos (y denunciamos) este mes: Siria

Viernes.24 de mayo de 2024 251 visitas Sin comentarios
Con motivo de las convocatorias mensuales por la Paz. #TITRE

Grup Antimilitarista Tortuga

Este día 24 de mayo se cumplen dos años y tres meses del inicio de la guerra de Ucrania, hecho que nos convoca cada día 24 de mes para pedir el final de las acciones bélicas e instar a las partes enfrentadas a resolver sus diferencias mediante el diálogo.

No obstante, como bien sabemos, la de Ucrania y la de Palestina no son las únicas guerras que asolan a la humanidad. Queremos aprovechar estas convocatorias para recordar otros escenarios igualmente destructores de la vida y dignidad humana y la naturaleza, que no se suelen nombrar en los medios de comunicación.

Hoy vamos a hablar brevemente sobre la guerra de Siria.

Se trata éste de un conflicto muy complejo y multifactorial cuya interpretación generó en su día fuertes polémicas entre analistas y activistas de todo Occidente. La razón hay que buscarla en el papel que la Siria de los Assad venía jugando tradicionalmente en la delicada región de Próximo Oriente: un país alineado en su día con la antigua Unión Soviética (y hoy con Rusia e Irán), y perennemente enfrentado a los intereses zonales de EEUU e Israel. Ciertamente, eran muchos los actores externos interesados en un cambio de régimen y de alineamiento internacional de Siria o, al menos, en su debilitamiento como pequeña potencia regional.

Pero esta no es la única causa del largo conflicto bélico que atraviesa el país. Siria es un crisol de culturas, étnias y religiones, no siempre bien avenidas entre sí. La larga dictadura de los Assad ha privilegiado a la minoría alahuí, apostando por un modelo de estado de corte laico, y ha generado un largo enfrentamiento, a menudo reprimido a sangre y fuego, con la mayoría islamista moderada suní, representada por la organización internacional Hermanos Musulmanes. En los últimos tiempos, la dictadura también venía resultando fuertemente represiva hacia los movimientos internos pro-democracia occidental como los que se dieron en la conocida como Primavera Árabe.

Es precisamente en el contexto de la Primavera Árabe, en 2011, cuando las iniciales protestas antigubernamentales, mayoritariamente de carácter pacífico, derivan en pocos meses en enfrentamientos armados entre el ejército regular sirio y distintas milicias y organizaciones de carácter islámico en diferentes puntos del país. El conflicto se internacionaliza rápidamente y las organizaciones insurgentes, gracias a la financiación y suministro de armas de las monarquías del Golfo Pérsico y de EEUU, se convierten en auténticos ejércitos que catapultan la contienda a dimensiones bélicas de gran consideración. La entrada en la guerra de Irán y del propio ejército de Rusia escalan aún más los impactos de la guerra, que llega a vivir atroces batallas, como el asedio y conquista de Alepo.

Una vez el ejército gubernamental, con la ayuda militar rusa, se hace con el control de la mayoría de las zonas costeras del país y las principales ciudades, a partir de 2017, las acciones bélicas, sin cesar del todo, pierden mucha intensidad. En la actualidad la guerra se mantiene latente en varios frentes: Por una parte, persiste el enfrentamiento entre el gobierno sirio y la oposición islamista moderada, que mantiene independencia en la región de Idlib. Por otra, se desarrolla la guerra entre Turquía, que aprovechó la ocasión para invadir y apoderarse de algunas regiones al norte del país, y las milicias kurdas de Kobane, también independientes en la zona nordeste de Siria. Por su parte, diferentes facciones armadas hostigan a las tropas de EEUU, que se hicieron presentes en el país con la excusa de combatir al Estado Islámico, y que mantienen la ocupación militar de algunas zonas de Siria, en las que saquean su petróleo. Por último, hay que nombrar el permanente conflicto entre Siria e Israel, que provoca periódicos ataques y bombardeos del estado sionista contra objetivos militares y civiles en Siria.

Las consecuencias de esta guerra son devastadoras. En 2014, la ONU calculaba un total de 191.000 muertes violentas causadas por la guerra, cifra que cálculos de la oposición islámica elevaban a casi medio millón. Unas once millones de personas, aproximadamente la mitad de la población del país, tuvo que desplazarse forzadamente, generando una ola de refugiados que, en su día, alarmó a las fuerzas conservadoras de Europa y alimentó potentes movimientos xenófobos. Como suele suceder en estos contextos, fue y es común la práctica de la violación a gran escala, el saqueo y la limpieza étnica. Además, las diferentes partes se acusan entre ellas de violaciones sistemáticas de los derechos humanos: detenciones arbitrarias, torturas, ejecuciones extrajudiciales, asesinatos masivos y un largo etcétera. Informes de diferentes organismos, por ejemplo Amnistía Internacional, subrayan la gran magnitud de este tipo de acciones por parte del gobierno sirio o del Estado Islámico. El rico patrimonio cultural sirio también resultó afectado, dándose la destrucción y saqueo a gran escala de museos, monumentos y restos arqueológicos.

En Siria, como en Ucrania y Palestina, es urgente el cese de toda acción militar, de toda injerencia externa, la salida inmediata del país de todo agente bélico extranjero, especialmente Turquía, Irán, Rusia y EEUU, y el desmantelamiento completo de sus bases militares. También que las personas y grupos que integran la dictadura presidida por Bachar Al Assad, abandonen sus cargos dirigentes y den un paso a un lado que posibilite un amplio proceso de diálogo, en el que verdaderos representantes populares de todos los grupos políticos, étnicos y religiosos de Siria puedan decidir y diseñar el tipo de sociedad en que desean vivir en paz.

Por un mundo sin guerras, con tolerancia, entendimiento, empatía y cooperación entre personas, pueblos, étnias, religiones y culturas. Con respeto al medio ambiente. Por un mundo en Paz.


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