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Crece la brecha entre los periodistas y políticos, y la gente normal al hablar sobre la guerra de Afganistán

Viernes.13 de julio de 2007 675 visitas - 1 comentario(s)
Jaume Richart en Kaosenlared #TITRE

Afganistán. Haciendo historia

Al igual que la brecha entre pobres y ricos del mundo cada año se va abriendo más, cada vez más se ensancha la sima mental y moral entre periodistas y políticos con su metalenguaje y su proverbial falta de escrúpulos, por un lado, y los ciudadanos comunes con nuestra moral natural o clásica, por otro.

Jaime Richart (Para Kaos en la Red)

Ellos razonan por su cuenta y ordinariamente sin sensibilidad, y nosotros por la nuestra quizá con excesiva sensibilidad para lo que merecen esas gentes. De aquí tantos desafinos entre su discurso y el nuestro, y tantos desatinos en el suyo...

Esto viene a cuento de que mucho hablan los círculos mediáticos de la invasión de Irak a manos del infame yanqui, pero qué poco denuncian la ocupación de Afganistán. Algo, que la ciudadanía normal rechaza como la primera barbaridad del siglo XXI, aunque los medios y los políticos europeos lo traten como justificado simplemente porque la canalla obtuvo en su momento el placet apresurado de la ONU.

Sin embargo, es una ocupación tan inicua, o más, que la iraquí. Una invasión que se amparó en el ataque imaginario a Estados Unidos por un extranjero imaginario aquel 11 de setiembre, a las 8 de la mañana, cuando no había más que ciudadanos de segunda que no eran sino trabajadores de tercera. Imaginario extranjero, porque con toda probabilidad fue urdido por el propio monipodio mafioso de la Casa Blanca y el Pentágono, que simularon verse obligados a contraatacar apresando a un fantasmal enemigo -el fabuloso Osama Bin Laden-, cebándose de paso en crueldad con aquel desgraciado país.

Las naciones, entonces, en un momento crepuscular de la ONU propiciado por los mismos actores de la bárbara invasión, sin salir de su asombro y presas todavía de la indignación artificial contagiada por el jefe de la banda, dan sumisamente el nihil obstat a la barbarie. Imaginando que eran soberanas y que no estaban mediatizadas por el imperio, y al mismo tiempo esperando obtener tarde o temprano ventaja, conceden el permiso administrativo de la Resolución que “autorizaba” el ataque, para revestir a la atrocidad que iba a cometerse de la legitimidad de que carecía.

En efecto, un guión de cómic escrito al más puro estilo vaquero, se escenifica seguidamente en vivo y en directo: el malo es perseguido hasta las montañas del Karakorum, a donde el jefe de la banda perseguidora apunta con el dedo como escondite del malvado. Luego, una vez en el lugar, la banda quema tiendas de campaña, chozas y viviendas a diestro y siniestro. No deja títere con cabeza; bombardea y mata con sus propias manos a niños, mujeres y viejos, y arrasa cuanto encuentra en su camino de muerte. Pero resulta que, siendo la todopoderosa banda de vaqueros dueña de la vida y de la muerte de todo el planeta, o así actúa, cinco años después el malo sigue en ignorado paradero.

Toda una epopeya usaamericana de la que sin duda debe estar orgullosa su adorable sociedad.

Esta es la historia de un acto más de los muchos que esa nación odiada viene ejecutando contra el mundo y la Humanidad desde que se erigió en la campeona de la guerra contra el nazi. Lo he referido en muchas ocasiones: centenares de invasiones suyas han sido cometidas en el siglo XX en parte por ese altanero motivo.

Pero es que la cosa no para aquí. A la mentira, a la estupidez de esa inculpación inicial seguida de tanta atrocidad en un país riquísimo para el ojo codicioso occidental, se suman desde entonces los países de la OTAN. Es decir, la plana mayor militar de los europeos se unieron muy pronto a los invasores, y siguen allí unidos a la banda de cuatreros principales, convertidos ya en otros cuatreros más. Gas natural, petróleo, carbón, cobre, cromita, talco, baritinas, azufre, plomo, cinc, mineral de hierro, sal, piedras preciosas y semipreciosas son el botín. El reparto está ya hecho, y hay que custodiar a los recaudadores de los respectivos países intervinientes, entre ellos España, por esas compañías de militronchos que algunos periodistas de medio pelo ven como equipos deportivos de una macabra competición de la Champions League por sobresalir.

Y siguen y siguen presentándonos los medios a los ciudadanos del mundo que no sabemos de maniobras políticas, económicas, financieras y militares, como una campaña de altura que exige refuerzos para conseguir la pacificación de lo que despacificó el yanqui. La logística fue: yo les meto en guerra, los aplasto con mi armamento infernal, y luego sigo matando para llevar la paz. Más tarde, para participar canallescamente en el pillaje, ya acudirán a rematar nuestro lustroso trabajo los altivos europeos que pasan por civilizados.

Este, el de Afganistán, es por eso mismo el caso de una intervención militar del imperio más abyecta todavía que la ejecutada en el país iraquí. Y es, por eso, por esa complicidad que convierte a los países europeos en socios criminales de lujo, del bárbaro estadounidense.

En resumen, cuando todos los periodistas del mundo debieran haberse dedicado a desmontar el embuste y la ominosa desproporción entre la supuesta causa de la destrucción del WTC y la represalia brutal que sufrió Afganistán para sintonizar con el ciudadano de la calle; cuando todos los bien nacidos debieran recordarles a los canallas yanquis que buscar la aguja Bin Laden en un pajar de la extensión de Texas fue una canallesca excusa al nivel de las inexistentes armas de destrucción masiva de Irak, se dedican a hacer análisis estúpidos acerca de los percances con ocasión de la noticia de agencia del día. Como si la invasión no hubiera sido una monstruosidad, y la ocupación por las tropas de la OTAN que siguió después no fuera la continuación de la misma monstruosidad.

Sigan, sigan así los medios y los políticos alejados de la ciudadanía hasta que esto reviente. En el fondo los mortales a excepción de ellos, poco tenemos que perder y nos da igual que el mundo salte por los aires...