No cabe la menor duda. Cada vez es más necesario y difícil cambiar el mundo: abolir el capitalismo y las formas de poder asociadas a él. Pero podemos comenzar reconociendo que hemos apuntado mal. Enfrentamos la tarea de entender por qué las revoluciones son abortadas, en su loable empeño por acabar con las sociedades clasistas, racistas y heteropatriarcales. Una de las direcciones hacia la que posiblemente hayamos apuntado mal, ha sido priorizar y centrar toda la acción revolucionaria en la (...)