Imagino que al esquivar los coches te regocijaste pensando en la dicha de dos recién enamorados que intercambiaban sus teléfonos para encontrarse a la luz de la luna tras la clase de chelo.
Sin embargo, la tranquilidad que precede a la tormenta es una señal infalible ¿Cómo no te puso en alerta esta situación?
Por lo visto te olvidaste el Eclesiastés en casa al salir a montar en bicicleta: “No seas demasiado justo, ni seas sabio con exceso; ¿por qué habrás de destruirte?” (7, 16-18)
El juez debería meterte en la trena por exceso de confianza en la ley. Consuélate pensando (...)