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Vivir y educar en las colectividades rurales

Miércoles.8 de octubre de 2008 1336 visitas Sin comentarios
Movimiento rural: XI Encuentro Ibérico de Ecoaldeas en El Bierzo (León) #TITRE

Diagonal

Raúl Guillén / Matavenero (León)

Del 7 al 10 de agosto, la ecoaldea de Matavenero y Poibueno (León) acogió la XI edición de los encuentros de la Red Ibérica de Ecoaldeas. 300 personas participaron en un evento donde la educación fue en uno de los ejes centrales de debate.

Definir demasiado lo que son las ecoaldeas no es conveniente, pues se trata de proyectos de vida basados en las ganas de construir y de aprender a compartir entre personas. “En el momento que eliges definirte o incluso llamarte de una manera, el proyecto puede fijarse de modo que cierta gente deje de identificarse o que se limite demasiado”, comenta Mauge, de la ecoaldea navarra de Lakabe y prosigue : “Sobre todo hay que evitar definiciones en función de una ideología, la ideología es la forma más fácil de que un proyecto no funcione”.
Así, para que un proyecto forme parte de la Red Ibérica de Ecoaldeas (RIE) no hay criterios estrictos. En primer lugar, desde luego, la voluntad de formar parte de ella, cuestión que muchas veces sólo puede plantearse una vez alcanzado cierto nivel de consolidación. Después de cumplir con un par de principios muy generales consistentes en estar comprometidos con la creación de un espacio sostenible y ecológico en sentido amplio y desarrollar un sistema de toma de decisiones en común.

La Red Ibérica de Ecoaldeas

La propia existencia de la red tuvo su origen en la necesidad de poner en relación diferentes proyectos y así favorecer la comunicación y el trabajo conjunto, de forma que finalmente la RIE reúne tanto proyectos como colectivos consolidados y asociaciones de apoyo. Pero si lo verdaderamente determinante es existir y consolidarse se puede decir que en la RIE, en la que se encuentran seis proyectos verdaderamente consolidados –Lakabe, Matavenero y Poibueno (León), Valle de Pinos de los Condes (Ávila), Valle Sensaciones (Granada), Arcadia (Girona), Valdepiélagos (Madrid)–, no están todos los que son. Algunos proyectos que podrían encajar perfectamente en la Red no han deseado o no se han planteado formalizar su pertenencia a ella por motivos como los expuestos arriba. En este sentido, el Global Ecovillage Networt (GEN) cifra en 15 las ecoaldeas españolas.

En cualquier caso sería engañoso reducir a los habitantes permanentes de las distintas ecoaldeas la gente que de un modo u otro participa en ellas. En conversación con cualquiera de los colectivos sale a la luz rápidamente la gran cantidad de personas que de alguna manera están asociadas a estos proyectos, por definición, lugares de encuentro y de colaboración [ver información sobre Matavenero más abajo].

Matavenero 2008

Talleres y charlas autoorganizados por los participantes en el encuentro de El Bierzo ilustraron los diferentes aspectos y problemáticas ligados a las iniciativas ecoaldeanas, prestando especial atención, este año, a la educación libre y autogestionada [ver recuadro]. Más allá de los espacios para el intercambio y la reflexión, en el XI Encuentro de la RIE hubo ocasión de tomar contacto con la Red Cantábrica de Permacultura o la Red de Construcción con Balas de Paja, así como de conocer a los Copiratas, que intentaron sacar a relucir los puntos comunes que unen las iniciativas ecoaldeanas con el software y las licencias libres de derechos de autor. Igualmente estuvo presente el lado más espiritual, con diferentes talleres de meditación y mejora personal, así como el lúdico, con talleres de danza.

Las jornadas terminaban por la noche en el dome, cúpula geodésica construida en metal y madera, donde la música y el baile animaron el final del día. En particular los Mountain Kids de Matavenero nos deleitaron con algunas de las canciones de su acervo folclórico, del que quizás merezca la pena recordar este estribillo : “Yo no quiero volver a ser / uno más de sus farsantes / yo no quiero volver a ser / uno más de los del rey. / Siempre trabajando / siempre trabajando / siempre trabajando / trabajando para el rey”.

Educación autogestionada

Uno de los grandes ejes de los talleres y charlas autoorganizados en las jornadas de Matavenero y Poibueno lo formaron las prácticas de educación libre y autogestionada y los problemas legales a los que éstas se enfrentan. Los propios proyectos ecoaldeanos implican en cierta medida un cuestionamiento de la educación institucionalizada. La imposición de una serie de conocimientos que no respetan el propio desarrollo de los intereses y la curiosidad del niño está orientada, en última instancia, a su inserción en un mercado laboral que plantea un modo de vida al que precisamente se están buscando alternativas. En sus aspectos legales, por otra parte, si bien es cierto que las diferentes y escasas denuncias de absentismo están teniendo como resultado fallos a favor de las iniciativas de educación en casa o educación libre, no es menos cierto que, allí donde ocurren, los padres se ven sometidos a dificultades y presiones que les hacen desistir.


MOVIMIENTO RURAL: LA ECOALDEA DE MATAVENERO APARECE HOY CONSOLIDADA TRAS UNOS PRIMEROS AÑOS REPLETOS DE DIFICULTADES

Veinte años de vida en común en El Bierzo

R. G. / Matavenero (León)

60 personas dan vida a una ecoaldea que, nacida al calor del movimiento ‘hippy’, ha llegado a tener 120 habitantes. 30 niños han crecido en sus casas.

El impulso del que nació lo que hoy es Matavenero y Poibueno vino del movimiento Rainbow. Éste surgió a principios de los ‘70 en EE UU con la intención de mantener vivos los valores de comunidad, paz, libertad y armonía con la naturaleza que se habían desarrollado durante los ‘60, principalmente de la mano del movimiento hippy. Los encuentros europeos de este movimiento que tuvieron lugar en 1987 y 1988 en el norte del Estado español llevaron a un grupo de personas a optar definitivamente por una alternativa a la vida que llevaban. Se empezó por recorrer varios pueblos abandonados de la zona de El Bierzo durante el mes de febrero de 1989, eligiéndose finalmente la aldea de Matavenero. El acceso era difícil, encaminar el agua al pueblo era complicado y los inviernos eran duros, pero este relativo aislamiento aseguraba un marco natural incomparable y cierta tranquilidad.
Eran conscientes de que la recuperación de lugares más accesibles despertaba más inquietud entre las autoridades y los habitantes de los pueblos cercanos. Ese mismo invierno, el grupo, formado principalmente por gente de Europa central, empezó a trabajar en su reconstrucción instalado en tipis, las tiendas de los indios americanos.

La tarea no fue fácil, ya que el pueblo había sido asolado por varios incendios desde su abandono, 20 años antes. Sólo quedaban en pie los muros de algunas casas. Mientras, había que desbrozar los campos y limpiar los caminos a golpe de machete. Desde el principio, grupos de amigos y simpatizantes acudieron para participar en los trabajos de reconstrucción. Como comenta Cristina, habitante de la aldea desde hace 18 años, “Matavenero son las miles de personas que han pasado por aquí”.

Las autoridades y los habitantes de la zona pensaron que estos ‘vikingos’, como los llamaban, no aguantarían ni un invierno. De aquello hace ahora ya casi 20 años, periodo en el cual han nacido más de 30 niños, que han crecido y se han educado en el propio pueblo de la mano de sus familias o de la escuela que muy pronto se creó en el lugar.
Hoy en día, Matavenero cuenta con unos 60 habitantes permanentes después de haber llegado hasta los 120. Muchas cosas han cambiado, sobre todo las formas de decisión y la obtención de un estatus público como junta vecinal. Siguen intactos, sin embargo, el “deseo de vivir en armonía y en estrecho contacto con la naturaleza y de desarrollar sistemas sociales donde no exista un anonimato creciente”.