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Una forma disidente de comprender la realidad

Domingo.29 de diciembre de 2024 122 visitas Sin comentarios
Capítulo 8º del libro «De la pseudociencia a la conspiración: Un viaje por la espiritualidad New Age». #TITRE

«De la pseudociencia a la conspiración. Un viaje por la espiritualidad New Age»
Pablo San José Alonso.

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Conviene señalar a todas aquellas personas que contemplan desde cierta conciencia de superioridad a quienes confían en teorías pseudocientíficas, que poseer dichas creencias, además de, como decíamos, no evidenciar per se una menor capacidad intelectual o formativa, tampoco implica una renuncia total a la dimensión lógica y la racionalidad. El discurso pseudocientífico no presume de falta de racionalidad; muy al contrario, defiende una suerte de derecho, o libertad, para emplear metodologías probatorias y procesos lógicos alternativos a los convencionales y académicos. Recordemos una vez más el desafío que la posmodernidad ejerce sobre los paradigmas de conocimiento con pretensiones objetivas. Una persona con mentalidad moderna-racionalista exigirá validaciones «homologadas» para establecer la veracidad o eficacia de cualquier propuesta con pretensiones de verdad: método científico de investigación, doble ciego, revisiones por pares, publicación en determinadas revistas reconocidas por la «comunidad científica», etc. En cambio, la persona con mentalidad New Age, en guerra contra tal forma de establecer certezas que, por su estrechez y normatividad, considera una cárcel para la verdad y un instrumento para que la facultad de definir qué es lo verdadero sea monopolizado por determinadas élites académicas (que pueden estar instrumentalizadas a su vez por otro tipo de élites), apostará por lógicas de averiguación y verificación más abiertas, más simples, más «democráticas». Por ejemplo, la garantía de la validez o eficacia de algo por la razón de que hay un cierto número de gente que asegura que le «funciona» (o que es cierto), con independencia de que sus supuestas propiedades puedan o no estar homologadas por algún tipo de instancia con autoridad reconocida para ello. Y lo cierto es que la mayoría de la población recurre con más frecuencia de lo que se piensa a este tipo de «empirismo testimonial» como lógica demostrativa de sus propios convencimientos. De hecho, rara es la persona que siente curiosidad suficiente para comprobar la validez de, siquiera, algunas pocas cuestiones que podrían suscitar dudas, conformándose inconscientemente con argumentaciones como la descrita u otras semejantes (por ejemplo, haberlo oído o leído en determinada fuente mediática).

Desde dicha mentalidad «democratizadora» del conocimiento, la persona New Age se arrogará la libertad y el derecho a mantener una opinión propia sobre cualquier tema en el que es lego, incluso cuando exista un consenso entre los considerados expertos en dicha cuestión. No solo eso: también exigirá que su perspectiva personal goce de la misma consideración y legitimidad que la de los entendidos y, en su caso, obtenga los posibles beneficios (o esté exento de los inconvenientes) de sus aplicaciones prácticas. Pensemos, por poner un ejemplo sobre lo dicho, en las reivindicaciones del movimiento antivacunas.

Por otra parte, y a pesar de lo dicho, el discurso New Age, en su afán y necesidad de mostrarse cierto, no se desmarca por completo de las fórmulas que emplea el academicismo para establecer sus afirmaciones. Es común, por ejemplo, que los divulgadores de las diferentes teorías conspirativas o pseudocientíficas traten de presentarlas de una forma conveniente con el fin de aumentar su cuota de seguidores. Así será frecuente que imiten el estilo y la forma estructural de la investigación oficial (1), den un «sabor universitario» a los títulos y formatos de sus publicaciones y recurran a titulares de artículos científicos reconocidos, párrafos y citas de los mismos, empleados de forma descontextualizada. Así, a veces se hace difícil distinguir la erudición verdadera de la impostada.

También es común que se emplee la llamada falacia de la autoridad (2), es decir, apoyar la afirmación que se pretende divulgar mediante la opinión de un falso experto o la de un experto reconocido en la materia cuyas afirmaciones al respecto han sido descontextualizadas. Asimismo se recurre a figuras de reconocido prestigio que, desmarcándose personalmente del consenso establecido en su respectiva materia, han evolucionado hacia posturas New Age (3), al tiempo que se descalifica e incluso se emplea el ataque personal hacia los auténticos expertos, logrando así la generación de falsas polémicas.

En su pulso contra los discursos oficiales, los «negacionistas» (4) y divulgadores de las teorías New Age suelen recurrir al llamado cherry picking, es decir, destacar la excepción que interesa de una cuestión obviando la generalidad. También emplean debates trampa que exigen criterios de validación imposibles de satisfacer para el tema dirimido impidiendo así una posible conclusión objetiva. O el hecho de dirigirse directamente a la ciudadanía a través internet eludiendo participar en un debate científico con auténticos expertos. Podrían añadirse algunas fórmulas más.

En realidad, la pseudociencia y el conspiracionismo nunca lo inventan todo: habitualmente parten de hechos reales. Son las conexiones causales las que suelen ser incorrectas. Una teoría alternativa para poder ser acogida por el público solo ha de cumplir dos requisitos: contener una cierta cuota de verdad y resultar mínimamente razonable. Para esto segundo se emplean las estrategias que hemos resumido arriba. Una vez se ha generado la duda, puede circular libremente el mensaje, especialmente cuando éste se centra en hechos que son difíciles de evidenciar o de refutar.

Cabe mencionar también la responsabilidad de la ciencia «oficial» en la proliferación del pensamiento New Age. El exceso de racionalidad, la pretensión de exclusividad, el elitismo, la falta de apertura hacia otras formas de comprender la realidad, sin duda, son causa de que exista una reacción epistemológica en la sociedad occidental. Dice la filósofa Laura Nuño de la Rosa: «El empirismo ingenuo continúa siendo la filosofía implícita por defecto de los científicos y domina sin duda la percepción ciudadana sobre la naturaleza de la ciencia».

Ya a principios del siglo XX los filósofos de la llamada Teoría Crítica reflexionaban sobre este problema: «Jürgen Habermas habla del “conocimiento experto” como una importante consecuencia del predominio cientifista-racional en las sociedades de la modernidad. En éstas, la elaboración del cuerpo ideológico que interpreta la realidad y la forma de alcanzar los conocimientos necesarios para ello (la epistemología), al fundamentarse en el esfuerzo racional y la aplicación de la investigación científica, no puede suceder de forma espontánea, desde la propia interacción entre los individuos. Se hace preciso delegar dicha tarea en las manos de personal cualificado. Estos “expertos” adoptarán el formato de un colegio impersonal, anónimo, automático y estarán estrictamente vinculados a los centros del poder político; los Estados. Desde su tribuna (centros de enseñanza, medios de comunicación...) serán quienes establezcan la significación de los conceptos y las pautas vitales que han de ser seguidas, convirtiéndose así en la instancia que constituye y construye la sociedad como tal. (…) Para los pensadores de la Escuela de Frankfurt, especialmente para Marcuse, el imperio de la razón lógica matemática que se da en la modernidad adquiere un denostable carácter absoluto. Incapaz de mirar por encima de los límites que ella misma establece, de adquirir una comprensión de la realidad más allá de dichos parámetros, finalmente deviene una forma totalitaria de comprender que, a causa de eso mismo, es el sostén ideológico de la sociedad burgués-capitalista vigente. En contrapartida, la Teoría Crítica supondría una nueva propuesta de racionalidad capaz de incluir en su seno otro tipo de dimensiones analíticas, más subjetivas y no tan sujetas a cuantificación.» (5). De tal forma, según venimos estudiando, esta, digamos, dictadura epistemológica del empirismo racional con residencia en los centros académicos y políticos, no puede dejar de despertar animadversiones, resistencias y disidencias. El New Age es hoy la más destacada.

Una vez alguien abre su mente a la forma conspirativa de comprender la realidad es como si hubiera creado una brecha por donde, una tras otra, irán entrando todo tipo de teorías de este tenor. Raro es el caso de quien es capaz de desandar tal camino. Como dice el periodista y estudioso de esta cuestión Noel Ceballos, «es como ponerse unas gafas nuevas para ver el mundo. Te proporcionan una cosmovisión que siempre va a responder a ese impulso por desconfiar de la realidad material e imaginar hilos invisibles detrás de cada noticia. A veces tendrás que golpear algunos datos con un martillo para darles la forma deseada, pero al final todo lo que ocurra va a pasar a ser una confirmación más de tu teoría».

En la misma línea se expresaba hace unas décadas la pensadora Hannah Arendt, en una cita que, analizando cómo el dogmatismo ideológico socava la capacidad personal de pensar, es de perfecta aplicación a la mentalidad New Age que estamos describiendo: «Pero la vida es caótica. Entre el caos y la incertidumbre de la existencia humana, necesitamos una sensación de lugar y sentido. Necesitamos raíces. Y las ideologías, como las sirenas en la Odisea de Homero, nos atraen. Pero quienes sucumben al canto de sirena del pensamiento ideológico deben apartarse del mundo de la experiencia vivida. Al hacerlo, no pueden confrontarse consigo mismos al pensar porque si lo hacen se arriesgan a socavar las creencias ideológicas que les han dado su concepción de propósito y lugar. Por decirlo de manera muy sencilla: la gente que se suscribe a una ideología tiene ideas, pero es incapaz de pensar por sí misma».

1- El historiador Richard Hofstadter definió este proceder como «erudición paranoide».

2- Otra forma de validación es lo que se conoce como la falacia del rebaño de los disidentes: somos muchos quienes lo vemos así, por lo tanto hemos de tener razón.
Cabe hablar también de la conocida como falacia de Galileo: si una persona es ridiculizada y, más aún, perseguida por mantener un punto de vista diferente (como le ocurrió a Galileo), tal circunstancia demuestra que esa persona tiene razón.
Ambas falacias se emplean con profusión en el pensamiento New Age.

3- Los seguidores a nivel mundial de la homeopatía invocan al Premio Nobel francés Luc Montagnier como aval de sus teorías. Montagnier, tras participar decisivamente en la investigación para aislar el virus del SIDA, hecho que le proporcionó el premio, posteriormente derivó hacia posturas contrarias a las vacunas. Más adelante, centró sus investigaciones en polémicos experimentos sobre la «memoria del agua» y su transmisión por medios electromagnéticos. Si bien no tan notorios, existen más casos similares, los cuales también se dan a menor escala. En el caso español, seguidores de diversas teorías New Age validan sus creencias con los estudios de diversos científicos «disidentes» en materias como biología, sociología, lingüística, historia, etc.

4- «...El negacionismo … es caracterizado como la negación sistemática de una postura científica respecto a la cuál hay un consenso generalizado entre los expertos involucrados». Hamsson, S.O. (2017) Sciencie denial as a form of pseudosciencie. Studies in History and Philosophy of Sciencie. Part A, 63, 39-47.
«...El lego puede no estar interesado en identificar al mejor (grupo de) expertos. Debido a sesgos cognitivos o a determinados intereses (personales, económicos, partidistas…) El lego puede simplemente querer identificar el grupo de expertos que defienda una tesis acorde con sus ideas e intereses, o que satisfagan cierta propiedad (p.e. compartir su credo religioso). Los negacionistas cuando consideran a los diferentes expertos involucrados en un debate, lo hacen de una forma sesgada e interesada. Se centran en expertos (o supuestos expertos) especialmente críticos y que permiten arrojar dudas sobre el consenso científico, con independencia del dictamen de la evidencia secundaria.» María Jiménez Buedo y Susi Pérez González. Conocimiento experto en la crisis sanitaria de la covid-19. Revista de La Sociedad de Lógica, Metodología y Filosofía de la Ciencia en España. Especial: Filosofía en tiempos de pandemia. Enero 2021.

5- Cito de mi propia obra: Pablo San José Alonso. El ladrillo de cristal. Estudio crítico de la sociedad occidental y de los esfuerzos para transformarla. Ediciones Revolussia, Cáceres, 2019.

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