Strigoiu: "Cartas a Rambo" (2) - Tortuga
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Strigoiu: "Cartas a Rambo" (2)

Miércoles.21 de mayo de 2008 677 visitas Sin comentarios
No se vayan todavía, aún hay más... #TITRE

Vuelve Strigoiu. Cartas a Rambo (1)

¡Soy un fascista!


CARTAS A RAMBO (2)

Por Strigoiu

El dinero es un estiércol estupendo como abono, lo malo es que muchos lo toman por la cosecha.

Joseph Joubert

Querido Rambo:

Agradezco que respondieras a mi carta en español (traducida por tu sirviente hispano, pero la intención es lo que cuenta). Eso posibilitará una comunicación más fluida, porque mi inglés hablado y escrito es como el de Bela Lugosi y podría dar lugar a equívocos.

En tu carta mencionabas, aparte de lo mucho que quieres al coronel Trautman, lo distintos que son nuestros países y culturas y, aún con parte de razón, cabe reseñar que también existen muchas semejanzas, como seguidamente se demostrará.

En primer lugar, Johnny, has de saber que durante el siglo XX y lo que llevamos de XXI España ha sido gobernada por gente que Freud, Jung y otras eminencias de la sicología definen con los términos científicos de: ”tontos de los cojones” o “gilipollas” y no negarás que es un perfil calcado al de la mayoría de los presidentes que habéis padecido por allí.

También coinciden los estadistas de nuestros países en su amor por el dinero, aunque la diferencia radica en que los políticos estadounidenses suelen ser millonarios antes de formar parte del gobierno, mientras que los españoles se hacen millonarios durante y después de formar parte de él; como dijo una ministra socialista: “...es que el dinero público no es de nadie...”. Para que te hagas una idea: en España es raro el año que no salta un escándalo como el arquetípico que tuvisteis vosotros; me refiero al famoso escándalo de Elk Hill y Teapot Dome. No te ofendas, querido Rambo, pero un neoyorquino como tú me dijo en cierta ocasión que conozco más historia americana que la mayoría de los estadounidenses; así que ,por si acaso, te refrescaré la memoria:

En los años veinte del siglo pasado fue elegido presidente Warren C. Harding. No tengo idea de si en su campaña electoral alardeó de su pertenencia al Ku Klux Klan, aunque desde luego les apreciaba mucho, porque se sacó una ley de la manga por la cual se les concedía a los miembros un salvoconducto que les autorizaba a saltarse todos los semáforos del país sin que les multasen. Menuda joya de hombre. Por supuesto, según entró en la Casa Blanca hizo lo mismo que los presidentes españoles al conseguir el cargo: constituir un gobierno formado por amiguetes (como también ocurre en mi país, se buscó el aprecio personal antes que la catadura moral del personaje o la competencia para desempeñar un cargo), y la prensa americana, que siempre ha tenido muy mala baba, los bautizó como “la banda de Ohio”.

Elk Hill y Teapot Dome eran dos terrenitos en cuyo subsuelo existían bolsas de petróleo reservadas por el Estado para la marina en caso de necesidad de combustible. En los años veinte era escaso el riesgo de verse implicados en una guerra, así que Harding decidió arrendar la explotación de esos yacimientos a particulares mediante subasta pública. Al instante apareció un empresario amigo del ministro Albert Fall (el colega de la banda encargado de la licitación), le puso en su escritorio un maletín lleno de dólares y le fue adjudicada digitalmente (a dedo) dicha explotación sin permitir que nadie pujara. La colusión pasó más o menos inadvertida hasta que el empresario implicado se percató de que en las lindes de aquellos terrenos se levantaban pequeñas refinerías privadas que, según él, perforaban en oblicuo para gorronear su petróleo, algo así como cuando inclinamos una pajita en un vaso de refresco y sorbemos. El tipo fue a ver a Fall, le recordó lo mucho que se apreciaban (y la pasta que le había donado) y el ministro, en un alarde táctico digno de Pericles, tuvo la genial ocurrencia de mandar a los marines para que sacaran a guantazos a aquellos sedicentes chupópteros. A los petroleros expulsados les faltó tiempo para acudir en tropel a prensa y tribunales y se organizó la marimorena.

Fue tan enorme el follón que en aquella época la gente se entretenía por igual mirando en los periódicos los resultados deportivos y la marcha del juicio a la banda de Ohio y demás coleguitas. Finamente Albert Fall y varios compinches acabaron entre rejas mientras su íntimo, el Presidente Harding, eludió el impreachment (una especie de moción de censura) al morir de un ataque al corazón; según su viuda provocado por la angustia producida tras ver a sus inocentes amigos crucificados por la opinión pública y encarcelados tan injustamente.

¿Lo ves, Rambo? En ambos lados del Atlántico se da la misma historia de amor entre gobernantes y hombres de negocios emprendedores que les plantan en el despacho una maletín repleto de dinero. Sólo existe una diferencia: en España normalmente lo niegan todo, insultan y se querellan con el periodista que descubre la corruptela y los damnificados, no dimite nadie y nadie acaba en la cárcel. Será que todos son inocentes. Pobres. En fin, seguiremos en contacto.

P.S. La mamá de Rambo, Jaqueline, desconcertante mezcla entre Aramis Fuster y Conan el Bárbaro, antigua luchadora de pressing catch y futuróloga, ha perpetrado la página web: www.jaquelinestallone.com en la que por un módico precio te hace la carta astral leyendo las líneas de tu trasero (pide que le envíes la foto del culete, claro). No es broma, de hecho la tipa se lo toma muy en serio. Si os sobran unos dólares ya sabéis.