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Sobre trabajos, sudores y panes: la centralidad social del trabajo

Martes.28 de octubre de 2008 828 visitas - 1 comentario(s)
Raúl Beltrán Benages, en Diagonal #TITRE

Fuente

RAÚL BELTRÁN BENAGES (Sociólogo y miembro del Grupo de Análisis, Intervención y Estudios Sociales)

TRABAJO ¿QUÉ ES ESO?

La reciente directiva europea que permite ampliar la semana laboral hasta las 65 horas nos recuerda que las relaciones laborales se pueden desregular mucho más. Entre deslocalizaciones, ERE y amenazas de desempleo masivo, aportamos dos visiones contrapuestas de lo que se entiende por trabajo.

Voy a empezar con lo que puede parecer una obviedad : toda sociedad humana para resultar viable necesita de trabajo(s). Esta afirmación no representa necesariamente la forma histórica que la organización de ese ‘trabajo socialmente necesario’ adopte y, en este sentido, no implica tener que aceptar la forma capitalista de organización del trabajo (su venta a cambio del salario). Lo que sí implica es una definición del trabajo en sentido amplio, como actividad humana indispensable para el sostenimiento y desarrollo de la vida.

Elemento central

Es obvio, como decía. Pero hay que diferenciar cuándo se habla de trabajo en sentido capitalista, como mercancía vendida a precio de salario, y cuándo lo hacemos como actividades socialmente útiles. El primero describe las condiciones en que ese trabajo se desarrolla, y sus consecuencias para la organización social y las condiciones de vida de la clase trabajadora. El segundo implica aceptar una condición ontológica del ser social humano, una característica natural mediante la cual se satisfacen colectivamente las necesidades sociales, y que nos puede servir de pista, de orientación, para conocer cómo podría ser el trabajo : ¿Hay otras formas de trabajar ?, ¿las ha habido ?, ¿las puede haber ?, ¿hay sociedades sin trabajo(s) ?... Creo que una crítica del trabajo hoy debe partir de la relación del primer concepto con el segundo, y por tanto hay algunos aspectos que habría que matizar.

Por un lado, deberíamos descartar la idea del ‘fin del trabajo’ –y de la clase trabajadora–, tan repetida durante los últimos 30 años por parte de algunos autores desde sus tribunas tanto de carácter neoliberal, como tecnocrático o posmoderno. Como demuestran innumerables estudios, datos y evidencias, durante estos años el trabajo en el mundo no ha hecho más que aumentar (incremento global de producción, incremento del número de trabajadores/as, industrialización de nuevos espacios...). Aunque nuestro entorno inmediato esté sufriendo un proceso de reestructuración industrial/ empresarial y de recomposición de los trabajos, no existe una sociedad ideal donde los bienes que consumimos crecen en los árboles. Lo que sí existe es la división social, sexual e internacional del trabajo.

En segundo lugar, se afirma muchas veces que el trabajo ya no es un elemento central en la vida de las personas, que nuestra identidad y nuestra realización personal se encuentra en otros aspectos de la existencia. Este hecho puede ser cierto en términos generales, pero no lo es en sentido cuantitativo. Actualmente, más de 20,5 millones de habitantes del Estado español se encuentran ocupados y ocupadas laboralmente, sin contar la economía sumergida o el trabajo no remunerado como el doméstico o los cuidados. De estas, casi 17 millones perciben un salario a final de mes. Además es en el Estado español, en el contexto de la UE, donde más horas se dedican al trabajo. Por tanto, si bien puede ser cierto que ya no es tanto fuente de identidad y realización personal, sí que es un elemento central por la cantidad de tiempo y energía que le dedicamos la mayoría de personas.

Perspectiva económica

En tercer lugar, es evidente la crisis y declive del movimiento obrero después de la catarsis de los años ‘60 y ‘70. La cuestión obrera como fuente de asociación y acción ya no tiene un papel central en el conflicto social capitalista. A partir de la crisis de los años ‘70, se consolidan los que se han venido a llamar ‘nuevos movimientos sociales’, en parte surgidos de la crítica a la integración del obrerismo por la vía del Estado de bienestar, así como por la reestructuración capitalista. Las siguientes décadas estarán caracterizadas por la hegemonía del neoliberalismo, en especial en el ámbito del mercado (nueva gestión empresarial, flexibilización de mercados, reducción de gasto público, individualización de las relaciones laborales…). Mientras, los movimientos sociales, la nueva izquierda y la crítica cultural al capitalismo parten de otras dimensiones y análisis para atacar el sistema : ecologismo(s), feminismo( s), nacionalismo(s), minorías étnicas y culturales, liberación(es) sexual( es)… Como argumenta S. Zizek, la reacción de los movimientos sociales críticos y radicales, frente a la ofensiva neoliberal y su hegemonía en el mundo académico y en el pensamiento económico, ha sido refugiarse en estos aspectos parciales o sectoriales de la lucha social, renunciando a la perspectiva económica del conflicto como un terreno en el que se reconoce la “autoridad” de la doctrina neoliberal, del pensamiento único. El inmediatismo, el vitalismo, el hedonismo, la liberación sexual, que caracterizan la praxis de los ‘60, se canalizan por parte del capitalismo reestructurado a través de la sociedad del consumo masivo, agudizando la esclavitud asalariada a cambio de un consumismo inmediato y compulsivo.

En buena parte, el neoliberalismo introduce la idea de la no centralidad social del trabajo para flexibilizar e individualizar el mercado, impulsando el consumo y el endeudamiento, y desarmando a la clase obrera y su acción política e histórica. La individualización de las relaciones laborales implica la ‘desubjetivización’, la pérdida de identidad en el entorno de trabajo, la fragmentación de itinerarios laborales, la intermitencia, el desarraigo y la inseguridad social. A pesar de que el salario sigue siendo el mecanismo básico e imprescindible para la subsistencia, y que el trabajo continúa ocupando la mayor parte de nuestro tiempo, la crítica al capitalismo se sitúa muchas veces en otros parámetros, en ocasiones en contra de la realidad evidente.

Trabajo liberado

Finalmente, creo que es bueno no confundir, en nuestros análisis de la situación social, lo que es con lo que ‘debería ser’. Si bien es posible y muy deseable desde una perspectiva anticapitalista la desvinculación del trabajo respecto del salario, la abolición de la relación salarial, no hay que olvidar que esta acción se ha de impulsar partiendo de la propia relación salarial, de su análisis y su crítica. En este sentido, no hay que olvidar tampoco que ya no son efectivas las viejas fórmulas, que ya no existe el proletariado clásico de hace un siglo, como tampoco existe aquel modelo de capitalismo. Lo que sí puede seguir existiendo, y debe trabajarse de forma crítica y realista para que sea viable, es la idea de un trabajo liberado, creativo, asociativo y útil a la sociedad. No condicionado a la relación salarial de explotación, basado en la organización y confianza de los y las trabajadoras, y que demuestre la viabilidad de otras formas de creación y reparto de la riqueza a escala humana y no mercantil.