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Situación de las cárceles y el intento de reforma penitenciaria en Venezuela

Miércoles.6 de junio de 2007 6576 visitas Sin comentarios
Diagonal #TITRE

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SISTEMA PENITENCIARIO: ARRANCA LENTAMENTE EL ESPERADO ‘PLAN DE HUMANIZACIÓN’

Reforma carcelaria en Venezuela.

Fernán Chalmeta / Caracas (Venezuela)

Con una media de un muerto y dos heridos cada dos días en las cárceles, el sistema penitenciario es una de las grandes asignaturas pendientes del proceso bolivariano. Una amplia reforma busca revertir esta situación.

Como en el resto de América Latina, el sistema penitenciario venezolano tiene mucho de cámara de los horrores. 30 penales, con aproximadamente 19.000 personas recluidas, y 19 Centros de Tratamiento Comunitario (CTC), de régimen abierto, muchos de ellos en un lamentable estado de deterioro, sin apenas infraestructuras ni medios.

Predominan los varones (93%) jóvenes (el 60% son menores de 30 años) habitantes de zonas urbanas, fundamentalmente barrios marginales (61,3%). Ocho años de gobiernos de Hugo Chávez no han logrado alterar la situación heredada tras 20 años de abandono anterior. El ‘Plan de Humanización’ podría revertir esta situación. En muchos casos, las únicas actividades que los aproximadamente 4.000 carceleros, muy mal pagados y formados, realizan a diario con los presos son las de recuento, traslados y alimentación. Para el resto, los reclusos se autoorganizan. Así, en los módulos, gobernados a través de estructuras jerárquicas por jefes o ‘pranes’, los presos viven en una especie de régimen feudal extremadamente violento: tienen que pagar impuestos como el ‘diezmo’ o la ‘causa’, cuyo impago puede suponer la muerte.

Existe el derecho de pernada sobre las familiares. Los presos rechazados por el resto se alojan donde pueden (áreas administrativas, zonas insalubres a la intemperie, etc.). Las diferentes bandas se enfrentan constantemente, a veces con armas de guerra (granadas de fragmentación, etc.), incluso durante las visitas de los familiares, por el control efectivo de cada zona y el negocio que eso les representa. Los hechos de violencia quedan impunes. Son constantes las denuncias, por parte de los reclusos, de malos tratos y de la obligación de pagar sobornos. Y cercando los penales, la Guardia Nacional, cuerpo militar-policial reputado por sus abusos y corrupción (son los únicos que no son registrados al entrar en los penales), se encarga de que nadie se fugue.

Causas estructurales

Así las cosas, las cárceles son escenarios de constantes protestas: de enero a marzo de 2007, ha habido 11, entre huelgas de hambre, cosidas de boca, huelgas de sangre (los reclusos se autolesionan y desangran) y autosecuestros de los familiares (éstos se niegan a salir del penal al finalizar la visita), por reivindicaciones diversas (denunciar abusos, exigir traslados o más visitas...), todas ellas resueltas por los actuales responsables de la Dirección General de Custodia y Rehabilitación del Recluso (DGCRR) con la negociación.

A este panorama han contribuido numerosos factores: el retraso judicial (muchos de los presos han superado en prisión el tiempo fijado por la ley), a lo que se suma la mezcla de los presos ya condenados con los preventivos (alrededor de un 50% de los personas presas), la corrupción, la burocracia (la DGCRR no tiene el control sobre buena parte del sistema penitenciario, repartido entre varios organismos) y, sobre todo, el desinterés general ante lo que es considerado lo peor del cuerpo social.

Aislamiento reforzado por una cobertura mediática sensacionalista, centrada en los hechos negativos, como forma de atacar al Gobierno. En 2004, el presidente Chávez declaró la emergencia penitenciaria, y se inició entonces el diseño de una profunda reforma. Tras varios cambios ministeriales, y con el asesoramiento cubano y español, un ambicioso Plan de Reforma veía la luz en abril de 2007. Su aplicación se ha iniciado muy discretamente.


FABRICIO PÉREZ, DIRECTOR DE CUSTODIA Y REHABILITACIÓN DEL RECLUSO: “La visión de las cárceles ha cambiado radicalmente”

F. C. / Caracas (Venezuela)

FABRICIO PÉREZ. Criminólogo y director de la DGCRR desde enero de 2007.

DIAGONAL: ¿Cuál es la situación del sistema penitenciario?

FABRICIO PÉREZ: El sistema penitenciario es herencia de un sistema capitalista que ha permitido la vulneración sistemática de los derechos humanos y el llegar al nivel de degradación, no obstante el esfuerzo y la atención de la revolución, en el que se encuentra hoy. Tradicionalmente, la IV República vio el sistema penitenciario como un depósito de los que consideraba que atentaban contra sus intereses, privilegios y medios de producción.

No podemos negar, hoy, la gravedad de la situación, los cambios son paulatinos y lentos, aunque profundos e irreversibles. Pero ya se empiezan a ver los resultados: se ha incorporado nuevo personal, las infraestructuras en 14 centros penitenciarios se han mejorado, y se han construido otros nuevos. Buscamos dar solución estructural a las condiciones de las instalaciones sanitarias, cocinas y comedores. Hay 50.000 millones de bolívares [unos 17 millones de euros] para tal fin. Y hemos dotado de medicamentos al 80% de los centros penitenciarios por importe de 230 millones de bolívares. Por último está lista para su entrega en los próximos días la primera Clínica Móvil Integral de las ocho que están contratadas y que llegarán en las próximas semanas. Paralelamente hay toda una serie de inversiones sociales, deportivas, culturales, de salud, que se han ido volcando al sistema penitenciario para tratar de revertir las graves condiciones en las que se encuentra. Además de un esfuerzo en la resolución del retardo judicial y la aplicación efectiva de los derechos penitenciarios.

D.: Chávez habla de su pasado como preso político. ¿Cómo es vista la cárcel hoy?

F.P.: La visión del sistema penitenciario y del individuo que forma parte de ella como preso ha cambiado radicalmente. El modelo que queremos construir apuesta por el derrumbe simbólico de los muros, un modelo de puertas abiertas tanto para la comunidad como para el entorno social de los centros, como para que los propios individuos tengan un contacto permanente con el exterior, para que sus familias puedan acceder a ellos, para que la comunidad pueda interactuar profundamente con los internos en un marco donde predomine el régimen abierto, extramuros.
Un modelo con la menor cantidad de muros posibles, que garantice la reinserción del individuo, la participación de la comunidad intramuros (a través de la constitución de cooperativas, tanto de familiares de los internos como de las comunidades aledañas, que presten los servicios penitenciarios como la alimentación, el mantenimiento de las áreas). Es la propia comunidad la que puede garantizar la reinserción efectiva de los individuos, ya que conocen mejor sus aciertos y carencias.

Ciertamente Chávez tiene experiencia penitenciaria. Es por eso mismo que se ha empeñado en encabezar una transformación profunda, que se plasma en la puesta en marcha del Proyecto de Humanización del sistema penitenciario. A través de éste, se quiere instrumentalizar una nueva visión filosófica socialista humanista, donde el hombre, la condición humana, sea lo que prime sobre el resto de los elementos del sistema penitenciario bolivariano.

D.: ¿En qué consiste el Plan de Humanización?

F.P.: Es un plan ambicioso, integral, radical y estructural. Incluye la construcción de una nueva infraestructura (15 nuevos centros penitenciarios y 24 CTC): aunque con más muros no se resuelve el problema, es necesario cerrar urgentemente las viejas cárceles. Propone la incorporación de nuevos recursos humanos, con formación profesional y en los valores socialistas y éticos.

Implica un nuevo marco jurídico, a través de la reforma del art. 272 de la Constitución, que hoy abre la posibilidad de privatizar los centros. Ahora, éstos serán transformados en centros de desarrollo endógeno y humanista integrales, donde se propondrá la corresponsabilidad entre el Estado y los órganos de poder nacional, regional y local. Con ello ratificaríamos nuestro interés por un sistema penitenciario como parte integrada en la sociedad.


INÉS PÉREZ, ACTIVISTA SOCIAL ESPECIALIZADA EN PRISIONES:
“Las políticas deben ser sociales, no persecutorias”

F.C. / Caracas (Venezuela)

“Desde 2005, en el ‘Programa de sensibilización, formación en valores y desarrollo de la capacidad creadora’ en el centro penitenciario de Yare II, hemos realizado actividades de educación no formal, que permitan primero un diálogo directo con las personas privadas de libertad, algo que ya de por sí es muy difícil, y luego, a través de actividades lúdicas, recreativas y culturales, proponer reflexiones sobre temas que son relevantes: justicia, proyecto de vida, vocación, relación con el trabajo, valores, etc. Por último tratamos de fortalecer y promover las dinámicas de organización y el diálogo entre los distintos grupos y personas que conforman esa población. Por otra parte trabajamos en el seguimiento de los que salen y que han trabajando con nosotros, para seguir promoviendo la organización y enfrentar la problemática, potenciando la reflexión sobre la estigmatización de las poblaciones reclusas.


DIAGONAL: ¿Y la relación con la institución penitenciaria?

INÉS PÉREZ: Ha sido muy difícil, buena parte de las prácticas de la institución penal se sustentan sobre valores y estigmas en los que nosotros no creemos, por ejemplo, en el supuesto gran peligro que podemos correr al trabajar directamente con las poblaciones, sin los custodios, así que las autorizaciones se complican y retrasan. Es evidente la corrupción que agrava las condiciones de privación de libertad. Nos desmarcamos de estos hechos para que no se nos identifique con estos comportamientos. Hemos buscado espacios de diálogo con la dirección de la institución penitenciaria, sin éxito. Pero de alguna manera nos han dejado hacer, porque nos han dado los permisos.

D.: En el contexto bolivariano ¿cómo veis una política penitenciaria?

I.P.: La problemática de fondo es la exclusión: las políticas deberían ser sociales, de acompañamiento, seguimiento y prevención, y no punitivas, persecutorias. La organización de las mismas personas que han sido privadas de libertad, el diálogo con ellas y la promoción de la organización popular facilitaría el proceso. La situación de las cárceles, hoy, no tiene solución mágica, pero sí propondría la formación de las personas que trabajan vinculadas al área. Hay mucha insensibilidad y falta de preparación, de vinculación y de crédito en la rehabilitación. Sentimos que el sistema penitenciario es el chivo expiatorio de la sociedad, y que allí se concentra parte de la problemática.


D.: ¿Qué sentido tendría la cárcel dentro de la propuesta del socialismo del siglo XXI?

I.P.: En un sistema más justo, con menos exclusión, por las experiencias que tenemos, el problema debería de ser mucho menor, y eso implicaría reducir al mínimo las situaciones de reclusión propiamente dichas. Sin separar a la persona de su contexto y familia, ésta tendría el compromiso de asistir a una institución educativa donde pueda revisar lo que lo lleva a situaciones de violencia y delincuencia. Pensaríamos en el acompañamiento de las comunidades, en el seguimiento del entorno, una propuesta que ya están planteando grupos que están trabajando el tema. Las problemáticas de delincuencia y violencia (familiares y del contexto socioeconómico y afectivo) se inician desde la infancia. Si la sociedad cree en la rehabilitación, tenemos que trabajar coherentemente en ese fin independientemente de lo que la persona haya hecho.