Reflexiones en torno a la Noviolencia, apoyándonos en Jean-Marie Muller - Tortuga
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Reflexiones en torno a la Noviolencia, apoyándonos en Jean-Marie Muller

Domingo.19 de febrero de 2017 233 visitas Sin comentarios
Correo Tortuga - Colectivo Nena. #TITRE

Profundidad de la violencia. (1)

Para que la NV. encuentre ese espacio de aceptación que necesita, para que sea vista como una alternativa posible y deseable, primero será necesario atravesar y presentar en sus múltiples aspectos, con toda profundidad, conocer las múltiples caras con las que se presenta la VIOLENCIA, esa violencia con mayúscula que atraviesa nuestra vida en conjunto. Presentar los múltiples mecanismos, las múltiples vías, las múltiples caras, con las que la VIOLENCIA se introduce en nuestra vida cotidiana, en nuestras relaciones sociales, en nuestros comportamientos. Primero será necesario descubrir cómo acabamos aceptando que nuestras relaciones sociales, se asiente en estructuras y comportamientos violentos. Hay quienes nos transmiten la convicción de que la violencia está inscrita en el corazón humano, que somos seres violentos por naturaleza y que por tanto es inevitable nuestra respuesta violenta. Sin embargo los psicólogos nos dicen lo siguiente:

LA VIOLENCIA (2)

· La violencia estalla en todo hombre como la chispa misma del genio de nuestra especie.

· El hombre es un ente de violencia en el sentido de que ésta pueda darse en el ser humano sólo a condición de que pueda también no darse. Y es que el hombre no es violento en y por razón de su animalidad, su condición salvaje, su ferocidad, en fuerza de las cuales se vería encadenado a sus instintos violentos.

· La violencia del hombre no debe considerarse como regresión a una animalidad enteramente a merced de los movimientos con los que se defiende la vida.

· La violencia no se da en el ser humano sino a condición de que pueda también no darse.

· La violencia del hombre no radica en su naturaleza, … Son espirales enrolladas en el interior de sí mismo las que actúan de resortes de la violencia del hombre.

· Captamos así el doble sentido que realmente tiene en el corazón del hombre, como si fuese la pulsación de su existencia: el de violencia centrífuga dirigida hacia los demás (a favor o en contra), y el de violencia centrípeta orientada (a favor o en contra) de sí mismo.

· La violencia es siempre objeto de una elección, mediante la cual consigue precisamente su forma auténticamente moral o inmoral, la de elegir ponerse violentamente en contra o a favor de los demás, o de uno mismo, y prolongando aún más la autodeterminación de su voluntad, ordenar a la violencia sumida para que sea la de un bien conforme a la Ley o la de un mal que la traspase.

· Todos los libres movimientos de la violencia que conocemos como violencia de nuestras pasiones, como violencia perversa de nuestros vicios y violencia heroica de nuestras virtudes; violencia fanática de nuestra rebelión, de nuestro amor y de nuestro odio, violencia de nuestra ambición, violencia de nuestro desafío, de nuestro ideal, de nuestro sacrificio; la furia violenta de nuestra indignación, de nuestra sed de justicia y la de un deseo desenfrenado de gozar –todas estas violencias, todos esos estados, todas esas formas de violencia, ya se vayan desencadenando en una curva constante de violencia sistemáticas o estallen en escenas tragicómicas, emocionales, teatrales, patéticas o burlescas– todas ellas irradian de un mismo núcleo, el ser, no ya como acciones paroxísticas o conductas insólitas, automáticas, cuya fulguración se mostrase tan sólo en el horizonte o periferia de la existencia, sino como decisión preconcebida como de un plan, como su propio centro.

· Justamente en este sentido, la violencia es inmensamente multiforme para seguir precisamente las modulaciones de la libertad humana. Lo que acabamos de decir de la violencia en el plano de la libertad individual es válido igualmente en el plano de la libertad colectiva.

EL PROBLEMA DE LAS VIOLENCIAS NOCIVAS
DE LA HUMANIDAD SOLO PUEDE RESOLVERSE
A NIVEL DE LA CONCIENCIA Y DE LA ETICA.

Por tanto, entendemos que nuestra respuesta violenta sí es controlable, pues si fuéramos seres violentos por naturaleza, la sociedad ya se habría destruido, nuestras respuestas, por naturaleza, no suelen ser generalmente violentas sino que ante agresiones violentas normalmente nuestra respuesta no es la violencia, sino que solemos esconder la “cabeza bajo el ala”, en contadas ocasiones respondemos con violencia y en otro número importante de reacciones nuestra respuesta es NV. Si somos capaces en determinados momentos y sin planteárnoslo fehacientemente, contener y transformar los impulsos y nuestras reacciones de violencia, cuanto más, no vamos a ser capaces si nos lo planteamos directamente y elaboramos estrategias para que la NV sea posible. De aquí la necesidad de hablar de violencia sólo cuando nos estemos refiriendo a la violencia destructiva, más bien, cuando nos refiramos a esa chispa que estalla en toda persona, como la chispa misma del genio de nuestra especie, la denominaremos agresividad, pues entendemos que sería absurdo hablar de noviolencia si consideráramos que la violencia está tan presente en el corazón de la historia de la humanidad, que tendríamos que pensar que está inscrita en el mismo corazón del hombre y por lo que hablar de noviolencia sería ir contra la ley misma de la naturaleza. Por tanto, no es la violencia lo que está inscrito en la naturaleza humana sino la agresividad y que esta agresividad no tiene forzosa y fatalmente que manifestarse por violencia. La agresividad es una potencia de lucha, de afirmación de uno mismo, que forma parte de la propia personalidad. Sin agresividad yo sería incapaz de asumir el conflicto que me opone al otro. Sin agresividad yo estaría permanentemente huyendo de las amenazas del otro, estaría aprisionado por el miedo, que me impediría combatir a mi enemigo. Este miedo está en cada uno de nosotros. Espontáneamente tenemos miedo del otro; pero no se trata, de ninguna manera de reprimir este miedo, sino más bien, al contrario, de tomar conciencia de él e intentar asumirlo. El miedo es un mal consejero, porque nos aconseja o bien la huida o bien la violencia. Al controlar el propio miedo controlamos al mismo tiempo la propia agresividad, de modo que ésta pueda manifestarse por otros medios que no sean los de la violencia destructiva. Desde ese momento mi agresividad se convierte en un elemento fundamental de mi relación con el otro, que puede ser entonces una relación de justicia y de respeto y no ya de dominio y de alienación. “La noviolencia no se fundamenta en la esperanza de vivir un día en un paraíso inanimado en el que unas viejas señoritas saquen de pasear a leones herbívoros.” En un primer momento la acción noviolenta tiene precisamente como objetivo crear el conflicto y despertar la agresividad de quienes sufren la injusticia. Abusamos de las palabras relacionadas con rebelión, revolución y violencia. De hecho, si nos fijamos bien en la historia de la humanidad –tanto en la vida cotidiana de los individuos como en la historia de los pueblos– nos damos cuenta de que, muy a menudo, frente a la injusticia su capacidad de resignación es mucho mayor que su capacidad de rebeldía. Cuando el esclavo está sometido a su amo no hay conflicto; al contrario, cuando se opone al orden establecido, y se hace consciente de sus derechos y se levanta para reivindicarlos es cuando aparece el conflicto.

LA VIOLENCIA (2)

· La violencia aparece en un conflicto en el momento que éste engendra un proceso que conduce a la destrucción y a la muerte de uno de los adversarios que se enfrentan.

· El objetivo de la violencia, el fin que persigue directa o indirectamente, es la muerte del otro; o algo peor.

· En el momento que tomo conciencia de la violencia como instrumento de muerte y que pervierte mi relación con el otro, es cuando estamos en condiciones de rechazar cualquier justificación de la violencia.

· El obstáculo para la reconciliación del hombre consigo mismo y con el otro, se encuentra precisamente en la violencia.

· Cuando nos encontramos con la violencia, es cuando nos damos cuenta de que la verdadera vida está ausente.

· Cuando rechazamos cualquier acomodación a la violencia es cuando podemos esperar que la vida cambie.

· La violencia introduce un sinsentido a la existencia del hombre, y cuanto más se transige con ella más prisionero de un destino absurdo se hace uno mismo.

· El fracaso de las ideologías dominantes está precisamente en haber justificado la violencia, haberla legitimado, haberla conciliado con los ideales de justicia y libertad.

· Mientras la ideología legitime la violencia, el hombre puede instalarse en la práctica de la violencia sin sentir que es una contradicción fundamental en relación con las aspiraciones profundas de la humanidad.

· Es esencial, sea cual sea la referencia cultural ante la que nos situemos, tomar conciencia del sinsentido inherente a cualquier tipo de violencia.

· No podemos conformarnos con hablar de la violencia en singular. En realidad, no nos encontramos con “la violencia”, sino con “las violencias”. Sería demasiado simple condenar de la misma manera todas las violencias, sean las que sean y vengan de donde vengan, metiéndolas a todas en el mismo saco. Por tanto conviene hacer como mínimo tres distinciones fundamentales: (3)

1.– La violencia de las situaciones de injusticia

La primera violencia, la madre de todas las violencias, es la violencia de las situaciones de injusticia, es la violencia económica que mantiene a millones de personas en condiciones de subdesarrollo y de malnutrición, es la violencia ideológica y política que, por medio de sistemas totalitarios, mantiene a millones de personas en situaciones de opresión, privándoles de sus libertades fundamentales y negando sus derechos esenciales. Estas situaciones de violencia alienan a las personas, los mutilan y los hacen morir. Esta es la violencia que hay que denunciar y combatir en primer lugar.

2.– La violencia de las acciones de liberación

La segunda violencia es la que nace de la rebelión de los oprimidos cuando intentan liberarse del yugo de la opresión que pesa sobre ellos.

3.– La violencia de las acciones de represión.

Las acciones de represión están ligadas intrínsecamente a la de las situaciones de opresión con la que, quienes mantienen el poder establecido, intentan ahogar a los movimientos de liberación.

Violencias de opresión, violencias de liberación y violencias de represión se entremezclan en una espiral de violencia que corre el peligro de no tener fin. Para acabar con ella hay que salir de la lógica de la violencia e inventar una nueva lógica.

(1) (Estrategia de la acción no-violenta. Jean-Marie Muller. Nova Terra. 1980

(2) (La Violencia, Doctor Enrique Ey. Psicoanálisis de la Violencia. DDB Nuestro tiempo, 1969).

(3) (Espiral de la violencia. Helder Cámara. Ediciones Sígueme.1970)

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