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¡Que no falte de ná! Ahora también hay filósofos empotrados en el ejército

Lunes.5 de abril de 2021 501 visitas Sin comentarios
Nuevas armas con IA, que toman decisiones en las guerras ellas solas, y "filósofos" que defienden la conveniencia y moralidad de su uso y desarrollo. #TITRE

Agustín Velloso
Tortuga.

Con el título ¿Son los “robots asesinos” el futuro de la guerra? (Are ‘killer robots’ the future of warfare?) la periodista de la BBC (British Broadcasting Corporation) Suzanne Kianpour pregunta en este episodio radiofónico de la serie The Inquiry (la consulta), si la humanidad está trasladando la toma de decisiones en tiempos de guerra a las máquinas y qué consecuencias podrían resultar.

Cuatro expertos la responden por su parte individualmente en los 23 minutos que dura esta emisión internacional.

La BBC añade la siguiente presentación sobre este episodio: “Los avances de la inteligencia artificial entran sigilosamente poco a poco en casi todas las facetas del mundo, incluida la guerra. Suzanne Kianpour explora la tecnología, los miedos e incluso las ventajas potenciales de desarrollar armas autónomas.”

Como introducción al tema se presenta el asesinato del destacado científico nuclear iraní, Mohsen Fakhrizadeh, el 27 de noviembre de 2020, en una carretera al este de Teherán, por medio de una ametralladora dotada de inteligencia artificial (IA) controlada vía satélite, según las autoridades iraníes.

La elección de este caso por parte de la BBC es tan inocente como la elección del presidente de Iraq, Sadam Husein, por parte del Trío de las Azores que planeó y lanzó la guerra contra Iraq en 2003. Es una jugada típica del imperialismo británico, que consiste en escoger a un malo entre los que están siempre a mano y luego relatar una historia para instruir deleitando a ciudadanos y extranjeros al alimón, un homenaje al imperio romano.

Todo es propaganda de guerra, antes, durante y después, así hasta el siguiente episodio. La historia real es la de miles y miles de víctimas ejecutadas ilegalmente a bombazos, que en ese mismo acto pasan automáticamente a la lista de enemigos combatientes abatidos o a la menos heroica de daños colaterales.

La primera experta dice que la palabra clave sobre la cuestión de la IA es ‘autonomía’, es decir, que se dota a la máquina de la capacidad de tomar decisiones por sí misma, es decir, sin la intervención de una persona.

Señala además dos cuestiones. La primera es que esta autonomía no se ha de entender en blanco o negro, más bien hay diversos grados, desde algo sencillo a lo más complejo. La segunda es que no se refiere a un asunto del futuro, sino que ya existen armas autónomas.

A continuación cita los países más adelantados en este campo y en su opinión China aparece como el más interesado en buques y submarinos para lanzar sus armas IA, Israel se decanta en colocar las suyas en tanques, todoterrenos y artillería, lo mismo que hace Rusia, mientras que Estados Unidos está interesado en todos los sistemas anteriores y sobre todo en la aviación, igual que el Reino Unido, lo que incluye drones. Añade que Irán, por su parte, como no tiene portaaviones, se especializa en potentes planeadoras que atacan en forma de enjambre contra un objetivo mayor, una modalidad de la guerra asimétrica.

Después aclara que no todas las actuaciones en este campo se dedican a diseñar y fabricar robots asesinos, sino que cubren una gama que incluye fines de reconocimiento, apoyo, etc., aunque también armas letales muy serias.

La experta también muestra su preocupación por quién dirige estos programas de desarrollo de armas dotadas de IA. Según ella los países occidentales tienden a ser refractarios al riesgo y hacen muchas pruebas con sus sistemas. Sin embargo, dice, Rusia tiende a innovar rápidamente y a realizar pruebas reales sin pasar por otras iniciales que garanticen que esos sistemas son seguros.

Entonces -reflexiona en voz alta- hay un área grande que me deja perpleja: su tendencia a desplegar sus tropas en países vecinos, su actitud ante el riesgo, su tendencia a operar en zonas civiles; todo esto hace que me preocupe más, porque desplegar esos sistemas en entornos muy arriesgados sin haberlos probado adecuadamente, es un guion que conduce al desastre.

No aporta ninguna prueba sobre esa ‘tendencia’ de Rusia y desde luego ni siquiera cita el historial de EEUU, lo cual es algo más que sospechoso pues además de ser estadounidense, tiene entre sus méritos el haber dado testimonio ante la ONU. En este momento el oyente, harto de la propaganda, lo único que se pregunta es si la BBC escoge bien a sus invitados.

En lugar de cometer esta tropelía con el pretexto de una entrevista de gran interés, la BBC podría haber recurrido a “Los grandes inventos del TBO”, la sección de información tecnológica más útil a la Humanidad doliente, de la revista TBO, fundada 15 años antes que la emisora británica y más fiable.

Lo cierto es que incluso hasta la enciclopedia estándar por Internet ha publicado que EEUU tiene algo más de mil bases militares desplegadas por el planeta.

Además, la lista de sus asesinatos de combatientes enemigos, objetivos a abatir y sobre todo inocentes celebrando una boda, durmiendo en su propia cama, estudiando en el colegio, curándose en un hospital y hasta protegiéndose en un refugio antiaéreo para civiles, es inconmensurable.

El segundo experto es presentado así: ha pasado años reflexionando profundamente sobre los efectos de la guerra. Éste lo corrobora: he estado cinco años en el ejército británico, esta experiencia ha tenido un efecto formativo en mí personalmente y me ha hecho interesarme en cuestiones de tecnología y seguridad.

Actualmente es profesor asociado de Filosofía y Políticas Públicas en la Universidad de Oxford y manifiesta desde el principio que defiende el uso de robots para realizar tareas peligrosas que de otro modo harían los hombres.

Así, de sopetón, no parece una escuela muy canónica de filosofía, pero ya se sabe que ‘las ciencias adelantan que es una barbaridad’. Además hay que recordar que desde muy antiguo ya había sacerdotes en el ejército y que nueve de cada diez capellanes castrenses, guiados por las Sagradas Escrituras, a su vez inspiradas por Dios, recomiendan el ejército para hacer llegar el mensaje de amor y paz al prójimo.

No hay que olvidar que también había cocineros y que en 1894 se publicó en Madrid un Tratado teórico-práctico de los productos alimenticios que son objeto del comercio y de que hace uso el Ejército en paz y en campaña.

Gracias a nuevos adelantos, cien años después triunfan entre las huestes españolas de finales del siglo XX, “las nuevas raciones de campaña con sus envoltorios estancos, dan mucha más garantía de conservación y agilidad para su distribución y consumo” a los soldados.

Lo curioso de tanta mejora es que incluso con el alma elevada hacia Dios, la panza llena y una remuneración extra en el bolsillo por las ‘misiones de paz’, el ejército hubo de ofrecer además equipos psicológicos de apoyo a la soldadesca, lo que en España tuvo su inicio en 1999, con la entrada de la Psicología en el Cuerpo Militar de Sanidad.

Según la edición de diciembre de 2019 de la Revista Española de Defensa, publicada por el Ministerio de Defensa, atender a las instrucciones dictadas por el psicólogo militar es para la tropa “una de las actividades que las unidades programan periódicamente para ayudar a reducir la carga mental y emocional en situaciones de estrés”.

El Ministerio de Defensa afirma en 2021 que “Ser militar es aspirar a tener una vida diferente, llena de emociones fuertes y experiencias inolvidables. (…) Es saber que trabajarás con orgullo al lado de los mejores expertos ayudando a los demás en cualquier parte del mundo. Es descubrir cosas nuevas todos los días y construirte un futuro a tu medida.”

La primera afirmación es la típica gilipollez que se usa en cualquier promoción publicitaria, desde automóviles a preservativos, aunque aquí puede fungir como advertencia para despistados desnortados desmadrados.

La segunda es otra gilipollez similar, la diferencia está en que es mentira. Si fuese verdad no haría falta ninguna de las nuevas ‘ayudas’ para la tropa.

La verdad es que el ejército necesita ir incorporando una tras otra desde la más antigua, el saqueo, todas resultan insuficientes por razones que son evidentes e innombrables en algunos ambientes.

En el artículo publicado dos años antes, 2017, por la revista adicciones con el título “Factores asociados al consumo de drogas en una muestra de militares españoles desplegados en “Bosnia-Herzegovina” y el objetivo de “evaluar el nivel de consumo de drogas en militares españoles que realizaban misiones en Bosnia-Herzegovina, e identificar las posibles variables asociadas con dicho consumo”, se lee:

“En conclusión, hay consumo de drogas en la zona de operaciones multinacionales, y este uso parece incrementarse cuando se tiene amigos consumidores de drogas ilegales y disminuye cuando se dispone de un mayor apoyo social. Por tanto, sería importante aplicar medidas de prevención teniendo en cuenta que dicho consumo podría afectar a un desempeño adecuado de las misiones encomendadas.”

No es extraño que al propio ministerio no le guste hablar de su más fuerte competidor en cuanto al tratamiento de las penas asociadas a la vida militar: la adicción de los uniformados a las sustancias psicotrópicas como el alcohol y otras drogas legales e ilegales.

Según la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, “La causa exacta del consumo de drogas se desconoce. Los genes de una persona, la acción de las drogas, la presión de compañeros, el sufrimiento emocional, la ansiedad, la depresión y el estrés ambiental pueden ser todos factores intervinientes”.

Conclusión: tras el cura, el cocinero, el salario y el loquero, ahora es preciso enrolar en el ejército a los padres, abuelos y bisabuelos, a los compañeros colgaos, a los amigotes crápulas, etc.

Si además tenemos en cuenta el nivel de estrés del ambiente que disfrutamos últimamente, hay que llamar a filas también al jefe de la empresa, para el que tenga empleo, al funcionario que atiende a los de la cola del subsidio de desempleo, al policía que da porrazos al que se resiste a ser desahuciado de su piso, al juez que manda al talego a quien opine mal del rey…

Lo malo es que a esta conclusión le sobra de lógica lo que le falta de logística. No hay logística que aguante este chorreo de gente trasegando Citalopram, marihuana, cocaína y cubatas a costa del ISFAS, a su vez sufragado por los contribuyentes.

Se puede afirmar que veinte años después de inaugurado este nuevo apoyo al ejército, “entre todos lo mataron y él solo se murió”.

El segundo experto comienza diciendo que hay un argumento moral positivo: al desarrollar estos sistemas podemos salvar la vida de seres humanos y para el gobierno se trata de salvar la vida de sus propios soldados, algo que éste tiene claramente la responsabilidad de hacer.

Casi dos mil años después del ‘Si vis pacem, para bellum’, parece que poco ha cambiado en la filosofía de la guerra, como no sea la degradación de los filósofos actuales. ¿No se le ha ocurrido que la mejor forma de salvar a sus soldados es no tener ninguno y tampoco armas?

El ejército no puede curar la depresión de los soldados ni con todas las ayudas que les proporciona y tampoco se atreve a pensar siquiera que la causa principal es el mismo ejército. ¿Cómo van a comprender sus filósofos que las armas IA son tan inútiles como el resto de ayudas?

El punto de ironía lo ponen los medios de comunicación en Estados Unidos, desde la Radio Pública Nacional hasta los privados, incluidos los de la derecha, que son mucho más sinceros que en España, donde se pasa de puntillas sobre este asunto y la cobertura oficial es lamentable por decirlo piadosamente.

En referencia a los soldados que controlan drones desde bases en Estados Unidos (por ejemplo, Nevada) y otras en Alemania, etc., con los que abaten combatientes enemigos y civiles no implicados en acciones bélicas en países atacados en Oriente Medio y África principalmente, se pregunta el New york Times:

“Incluso los soldados que participan en la guerra desde una distancia segura se sienten traumatizados. ¿Podría ser su dolor de tipo moral?”

Como suele decirse: No comment, o sea, “no te digo nada y te lo digo todo”. Pero da igual porque “no hay peor ciego que el que no quiere ver”, excepto un filósofo malogrado.

Seguidamente añade que el peligro que la gente lógicamente ve y le preocupa es que los sistemas tomen decisiones erróneas y maten a la gente equivocada. En tanto que soldado humano mi responsabilidad consiste en determinar si un objetivo es legítimo o es un inocente, mientras que la preocupación es que un sistema automatizado no haga esto correctamente.

Lo siguiente entonces -se pregunta- es ¿con qué nivel aceptable de riesgo hay que actuar? Algunos pensarán que el nivel aceptable es cero, por tanto no usarían estos sistemas de ninguna manera, lo cual no es mi punto de vista; yo diría que estos sistemas deberían usarse solamente si el nivel de riesgo que supone su uso para los no combatientes es más bajo que el que supone un soldado humano.

Uno puede pensar fácilmente en este tipo de situación: un piloto en un caza con 20 o 30 sistemas en el avión y una vez que se tiene definido el teatro de operaciones, si verifica que no hay nadie en el área excepto combatientes, los sistemas pueden actuar letalmente de forma muy muy segura.

Es patente que este experto no pertenece a la escuela empírica, mejor dicho, ni siquiera ha asistido a una escuela de enseñanza primaria. Antes de colocar a las víctimas como conejillos de indias, debería probar de forma personal y empírica su propio argumento. Es una prueba realmente fácil: basta con que se coloque dentro de uno de esos teatros de operaciones en los que participan pilotos de guerra de EEUU: salones de bodas, hospitales, casas… y que verifiquen que no hay mucho peligro para no combatientes.

Añade otro argumento más en su defensa del uso de robots a partir de esta entradilla de la periodista: hay una cuestión clara, el genio ha salido de la botella y aunque nosotros no usemos estos sistemas, nuestros enemigos lo harán.

El filósofo entonces dice que lo que se debe plantear a los defensores de la prohibición es si dentro de 20 años hay ejércitos que tienen estos sistemas y nuestras fuerzas son completamente incapaces de defenderse. Si esto sucede tendremos entonces una población que se volverá hacia el gobierno y le dirá: esto fue una mala decisión, la primera obligación del gobierno es mantener la seguridad a la nación.

Un gobierno responsable debe adoptar una política y un compromiso de no ser el primero en usar esos sistemas, pero esto permite desarrollarlos con fines defensivos.

En primer lugar no hay ninguna población en el mundo que se vuelva contra el gobierno 20 años después y lo peor es que tampoco contra los filósofos.

En segundo lugar el último argumento sobre el gobierno responsable es propio de la escuela sofista y no necesita mucha interpretación.

Fuente de la imagen: https://paolarevilla.tumblr.com/ima...


Ver también:

Al rescate de la Humanidad: Programadoras contra filósofos

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