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Propuestas para un cambio en la política de defensa

Viernes.18 de mayo de 2018 94 visitas Sin comentarios
Topo Tabernario. #TITRE

Comentamos el último trabajo del Colectivo Utopía Contagiosa, publicado a mediados de febrero pasado. Es literalmente la última aportación que ha realizado este colectivo, de más de 25 años de militancia, en el análisis y la divulgación antimilitarista, antes de anunciar su final y el cierre definitivo de su actividad.

Como en artículos anteriores, Utopía Contagiosa se esfuerza por traernos en términos comprensibles y documentados la realidad del militarismo, y dibuja un horizonte, en realidad poco asumido socialmente, cara a la desmilitarización como tarea y agenda política imprescindible.

El trabajo, que se titula Datos, análisis y alternativas pormenorizadas del presupuesto del Ministerio de Defensa 2017, cuenta con 164 páginas y se puede descargar en línea completo en Scribd[1].

La estructura del trabajo cuenta con tres apartados («datos», «análisis» y «alternativas») que van desgranando, programa por programa, el presupuesto del Ministerio de Defensa y ofrece algunas pistas para irlo desmilitarizando gradualmente (transarme) hacia una política y una alternativa de defensa social noviolenta.

El estudio intenta desgranar en qué se gasta el inmenso presupuesto del Ministerio de Defensa, algo menos de la mitad del gasto militar español, «antes de deuda». Es decir, antes de contabilizar la repercusión que en dicho gasto va a tener el coste financiero y los intereses de la deuda que año tras año se suscribe para sostener tan inmenso gasto.

El gasto militar español es extremadamente opaco y desmesurado, a la par que peligroso y antisocial. En 2017 fue de más de 22 758 millones de euros, mientras que el gasto consignado en el Ministerio de Defensa únicamente alcanzó alrededor de 7638 millones de euros, con un gasto oculto de más de 15 100 millones de euros. Una diferencia que, de haberse gastado en necesidades sociales prioritarias, hubiera servido para dinamizar un verdadero cambio social y una verdadera defensa de los derechos sociales, que vienen siendo degradados por el sistema y su retórica de seguridad.

Lamentablemente, la política cotidiana no presta atención a esta posibilidad y se traduce en parabienes, con mayor o menor disimulo, al militarismo y a su aparente necesidad.

Debemos hacer una advertencia respecto al aumento de casi 2000 millones de euros en el presupuesto del Ministerio de Defensa de 2017 respecto del año anterior. En realidad, el aumento es aparente, porque precisamente en 2017 se ha introducido por primera vez una partida que hasta ahora se ocultaba (1847 millones de euros) destinada a pagar los plazos a la «industria militar» por los Programas de Armas comprometidos desde tiempos de Aznar y Zapatero (30 000 millones de euros de deuda).

Deuda que no decrecerá, porque ya han anunciado un nuevo ciclo inversor en armas, por otros 15 000 millones de euros al menos hasta 2030.

Es llamativa la apelación de esa clase política extractiva que ahora reclama un aumento del gasto militar: ¿se refieren a aflorar el que ya gastan?; ¿se refieren además a aumentar la ya brutal cifra del gasto militar español? Parece que la atonía de una sociedad sumisa y despreocupada les permite hacer una y otra cosa.

Nos surge una pregunta inquietante, en la que el Colectivo Utopía Contagiosa tanto ha insistido en los últimos años de su vida militante: ¿cómo es posible que una situación tan escandalosa no forme parte de la agenda operativa de lucha de los movimientos sociales y de las propuestas alternativas?. ¿Cómo es posible que no aparezcan dinámicas más potentes de lucha contra este gasto militar y para su conversión en gasto socialmente útil?

Pero si nos fijamos en algunas de las explicaciones del informe que comentamos, veremos, con sorpresa, que además de enorme, el gasto militar español es algo peor.

Citamos el informe: «El presupuesto del Ministerio de Defensa se gasta, fundamentalmente, en dos capítulos: personal e inversiones reales; con un volumen total de 6720,9 millones de euros, un 87,98 % del total del gasto del Ministerio de Defensa»

Ya tenemos una primera afirmación: ¿en qué se gasta el presupuesto del Ministerio de Defensa? En pagar sueldos y en comprar armas. ¿Cuál es la principal actividad, por tanto, del Ministerio de Defensa? Pagar sueldos, por encima de todo, y pagar armas; contentar a los militares y a sus intereses.

Y en la respuesta tenemos, además, el apunte sobre los principales males endémicos de todo el tinglado de defensa montado en España desde tiempo inveterado:

El gigantismo de su personal: un personal desmesurado, innecesario, que cuesta anualmente 4530 millones de euros (de los 7638,54 totales del Ministerio de Defensa), con una ratio, entre personal con rango de oficial y el total, de 1 cada 1,7. Un personal en gran parte incompetente, de baja cualificación, y que lastra el presupuesto e impide cualquier tipo de actividad y de orientación alternativa. Un personal además altamente costoso y vergonzosamente privilegiado.

Se da el caso sangrante (al que nadie quiere meter mano) de contar con un programa de reserva militar, que cuesta anualmente más de 570 millones de euros, para mantener sueldos de unxs 15 000 oficiales que sobran y que están en una especie de «reserva» y apartados de la actividad militar; aunque con derechos adquiridos y la posibilidad de realizar otras actividades lucrativas privadas mientras viven de la sopa boba presupuestaria.

La tremenda y tupida red de intereses entremezclados entre la política de defensa y las industrias militares, con el multimillonario presupuesto estatal comprometido en la compra de armas y un enfoque político orientado a potenciar la venta de armas (y conflictos con ellas). Armas que, según un Secretario de Estado de Defensa ante el Parlamento, son innecesarias y cuyo compromiso de compra no respondía a necesidades reales de la defensa. Y todo ello en un contexto en el que las puertas giratorias entre el sector de los señores de la guerra y el Ministerio de Defensa, ha alcanzado, incluso, a algunxs ministrxs.

El texto de Utopía Contagiosa analiza, programa por programa, qué se hace con el dinero asignado, destacando y analizando:

El tremendo despilfarro y despropósito de algunos de los gastos asignados: atenciones protocolarias del órgano central de la defensa por importes de un millón de euros; pago a fundaciones e instituciones privadas militaristas; gastos para comprar 821 302 litros de gasolina para los 102 coches de dicho órgano; publicidad institucional y propaganda para el reclutamiento por importe de dos millones de euros; fondos reservados; subvenciones a organismos militares para producir armas, y un largo etcétera.

El anacronismo o la insolidaridad de algunas unidades existentes: un cuerpo para recibir a personalidades con música militar; una unidad de emergencias altamente criticada por acaparar recursos de los que carecen las autoridades y sistemas de protección civil; un cuerpo del Ejército para hacer de guardias del rey; un exceso de generales respecto a los permitidos legalmente, etcétera.

Una reserva dorada de más de 15 000 oficiales que cuesta al año más de 567 millones de euros.

El gasto encubierto para producir armas y para la especulación inmobiliaria, mediante la transferencia de partidas brutales a los organismos autónomos militares INTA, encargado de fabricar y homologar armas; e INVIED, encargado de vender y especular con el patrimonio del Ministerio de Defensa.

La enorme millonada que desde Defensa se transfiere al Isfas (Instituto Social de las Fuerzas Armadas), destinada a promocionar que este organismo pueda transferir fondos a las principales entidades privadas de sanidad, para privatizar la sanidad militar.

El panorama es un gasto militar desmesurado y despilfarrador, lleno de privilegios inaceptables; pero también de un sistema de defensa irracional y al servicio de la guerra que no defiende lo que la sociedad necesita.

Utopía Contagiosa hace una descripción de la política de defensa que desarrolla España, la mayor parte gracias a los otros más de 15 000 millones de euros que gasta fuera del Ministerio de Defensa en once de los trece ministerios.

Intervencionista: 69 operaciones militares en el exterior desde Felipe González a la fecha. Actualmente 12 y con pretensión de mantener una presencia importante militar para pintar algo en el mundo global y en el reparto del pastel montado de dominación-violencia.

Nos constituye en uno de los principales actores mundiales con tropas desplegadas en el exterior: el quinto país con más soldados fuera; y el segundo, después de Francia, de Europa.

Ha militarizado nuestra política exterior en detrimento de la solidaridad internacional y la apuesta por una solución justa a los problemas globales.

Nos hemos fijado una doctrina de «fronteras avanzadas» que sitúa nuestros intereses militares en el Sahel y el Índico, y que legitima la intervención militar, solos o bajo el mando de la OTAN y de la UE, en cualquier parte del mundo.

Promovemos el armamentismo y nos beneficiamos como sexto país exportador de armas del mundo.

Utopía Contagiosa no se ha conformado en este estudio con apuntar y desgranar cuánto y para qué se gasta en el Ministerio de Defensa, sino que ha procurado, a modo de ejemplo, proponer cambios y procesos de transarme. Estas propuestas sugieren un cambio gradual hacia un sistema de defensa noviolenta que suprima el modelo militar y lo sustituya por otro de seguridad humana basada en el trabajo social de base y no violento. El objetivo de estas propuestas sería desmilitarizar nuestro sistema de defensa y trasvasar recursos a necesidades sociales evidentes, sustituyendo el modelo actual.

Esta propuesta de medidas alternativas busca promover cambios profundos en varios ejes:

Reorientar la política de defensa: ¿realmente queremos tener una política exterior que se implemente manu militari, siendo uno de los países más intervencionistas del mundo? ¿No sería mejor dedicar esfuerzos y recursos a una política que promocionase las conversaciones de paz, que buscase conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible en los países vecinos? ¿No nos daría frutos más positivos una política de cooperación verdadera en la que colaborásemos en el desarrollo sostenible de nuestros países vecinos y no en la venta de unas armas que podrían ser usadas contra nosotrxs?

Redimensionar la política de defensa: ¿queremos realmente dedicar 22 758 millones de euros en 2017 al militarismo? ¿No hay otras políticas —de vivienda, sanitarias, de educación, de ecología— más importantes y necesarias? ¿No estamos manteniendo un ejército con una cantidad de personal y con unos gastos de armamento muy por encima de nuestras posibilidades? ¿De verdad necesitamos ser un país con un Ejército tan intervencionista? ¿Qué nos ha aportado esta política? ¿Se ha evaluado alguna vez con seriedad?

Reestructurar el Ministerio de Defensa: ¿son realmente necesarias muchas de las unidades de las FF AA actuales que no tienen nada que ver con la «defensa nacional»? ¿Son necesarios submarinos que no flotan, o aviones de transporte incapaces de pasar las normativas de aeronavegabilidad? ¿Ocurriría algo grave en los próximos años si desmilitarizásemos efectivamente a la Guardia Civil?

Iniciar una política de transarme que acompañase y potenciase las anteriores políticas hacia fines más pacíficos, defensivos y que utilizase medios noviolentos. La propuesta desde el pacifismo noviolento no es solo quitar cuerpos militares o reducir gastos en armamento; también nos parece igualmente importante iniciar e ir dando consistencia a una política alternativa y noviolenta en las relaciones de defensa e internacionales con otros países. Para iniciar estas políticas, se podrían usar aquellos fondos liberados del redimensionamiento y la reestructuración de la política de defensa; así como aquellos liberados de la renuncia a PEAS agresivos y los que provengan de las políticas de lucha contra el despilfarro.

Como decíamos al principio, Utopía Contagiosa guardará silencio a partir de ahora. Hoy sabemos mucho más del militarismo y de sus prácticas opacas y mortíferas. Les cuesta mucho más ocultar su desmesura, y nadie puede creerse que los ejércitos y el estado de guerra permanente que promueven los Estados contribuyan ni un ápice a la paz, a la seguridad humana o al desarrollo de los pueblos. Mucho se ha avanzado.

La labor constante de iluminar estos puntos oscuros del militarismo y de proponer alternativas para su desinvención, sigue siendo una urgencia que, hasta ahora, ha tenido pocos referentes.

Todo esto provoca un reto al propio movimiento antimilitarista: el de mantener encendida la llama de la divulgación del militarismo y sus caras poliédricas, desde un enfoque crítico y no entreguista; y el de seguir aportando ideas solventes para la construcción de políticas de desmilitarización social y para la imprescindible lucha por superar el modelo de «defensa militar».

Amigas de El Topo: Sección Antimilitarista

[1]Para más información consulten el informe original, que será publica también en la web: https://es.scribd.com/document/3715....

Fuente con gráfico: http://eltopo.org/propuestas-para-u...