Pepe Carvalho, un detective irónico y sentimental para la historia del fracaso - Tortuga
Administración Enlaces Contacto Sobre Tortuga

Pepe Carvalho, un detective irónico y sentimental para la historia del fracaso

Lunes.27 de octubre de 2008 861 visitas Sin comentarios
Cinco años de la muerte de Manuel Vázquez Montalbán #TITRE

Diagonal

PABLO ELORDUY

Han pasado cinco años desde que Vázquez Montalbán murió de un infarto en el aeropuerto de Bangkok. Ensayo, poesía, una autobiografía de Franco... Montalbán dejó miles de páginas y creó al primer detective de la novela negra española.

De día, la calle se llenaba de trapos azules, de críos desocupados y peatones miedosos. “Las aceras de los barrios populares podían constituir un zoco transitorio y a veces clandestino, de hebra de tabaco obtenida de las colillas o de cancioneros cantados por vocalistas con la ayuda de un amplificador embudo o de curanderos olorosos en ungüentos de serpiente para curar sabañones de posguerra o de descubridores de prodigios sintéticos, ya fuera gasolina elaborada a partir de las hierbas de los ribazos de los ríos o un café obtenido a partir de la achicoria”. Como hastiado por el empeño de imponer el crimen a base de desfiles, surge un imaginario que se arraiga en la memoria de Montalbán y que evocan marginales supervivientes como Bromuro, el confidente de Pepe Carvalho. Es un paisaje tabernario, una bohemia paupérrima que se nutre de historias protagonizadas por toreros, artistas, guapos y chulos : “Las canciones que más gustaban eran las canciones de putas o protagonizadas por la puta, o por la amante o la mujer infiel, como La otra, de Conchita Piquer, o La guapa”. De este mundo irregular, de alguna mujer que daba lumbre a soplones y al topo “que renunciaba a su identidad y que perdía incluso la memoria” es hija la Charo, la compañera de la que Carvalho se despega para ganar su soledad en la montaña (“Cuatro noches en casa de Charo eran muchas noches”) a la que vuelve, infiel si salta la liebre, y a menudo apaleado.

En esa Cataluña ocupada en la que crece Montalbán, la burguesía de-toda-la-vida recupera lentamente su estatus. La acomplejada resistencia se multiplica, clandestina, a la misma velocidad con la que Franco se convierte a la religión capitalista. La cierta tolerancia del movimiento a las protestas de la generación universitaria, de la gauche divine, contrasta con los castigos que padecen los ‘charnegos’, emigrantes de segunda generación como Biscuter, ladrón de coches deportivos. Amigo, consejero, cocinero y ocasional agente canijo de Carvalho.

¿Quién es Carvalho?

“La pregunta levanta cejas, hunde omoplatos, pone en huida muchas miradas”. Carvalho detective gastrónomo, huérfano de emigrantes gallegos, antiguo agente de la CIA, ex comunista (“Todo ex comunista o es un apóstata o es un renegado”). Carvalho no es una fórmula : “La literatura de género es unidimensional y cerrada. La literatura ha de ser pluridimensional y abierta”. Como señala su autor, entrega a entrega sólo permanecen los personajes. Da la sensación de que ambos, Montalbán y Carvalho, son demasiado sentimentales para dejar en la cuneta a Biscuter y Charo, pero puede que suceda justo lo contrario.
Conforme transcurren los años, Carvalho se revela como el nostálgico de un futuro improbable : “Aparentemente renuncia a comprender el mundo, pero opera con una lógica fundamental que asume y que es la que le obliga a ese distanciamiento, el darse cuenta de que a la hora de la verdad todo se reduce a un juego de poder, a relaciones de fuerza, a relaciones entre gente poderosa y gente que no lo es. A todos los niveles, desde el económico al psicológico”. Aunque escueza, Carvalho es un pretexto, no para una biografía disimulada sino para que Montalbán se desmarque de sus ambiguas sanciones : los detectives privados son los termómetros de la moral establecida. Barcelona dibuja un skyline que es una síntesis de Samaranch, Cobi y Cruyff. Carvalho toma la temperatura a un desfile de conversos, de ufanos desarrollistas, de Corcueras y fantasmas, descubre discretamente atónito que hay quien defiende la democracia en las cloacas.

“La serie Carvalho refleja ese fracaso de las expectativas de los años ‘60 a medida que se va acercando el final del milenio (...). Esa sensación de que todo era posible en los años ‘60 y ese miedo al futuro y casi desaparición del futuro como religión”. Casi de madrugada, tras la cena, Carvalho quema libros “porque considera que la cultura le ha separado de la vida”. La cultura sólo cobra sentido si ocupa la vida y hay un único medio de que lo haga : “La ironía, como una especie de melancolía ética, como la nostalgia de una capacidad de intervención de la literatura”.

‘Los mares del sur’ (1979)

En su tercera aparición, Carvalho reconstruirá por encargo la caída del industrial Stuart Pedrell. Desde las alturas del patriciado barcelonés desarrollista hasta los oscuros solares donde habitan los navajeros de la ciudad satélite, el detective quemalibros arroja luz a su paso sobre un gran personaje en sombras que es la Barcelona a medio cocinar de la Transición. Una novela que funciona tanto en su vertiente de género, la acción detectivesca propiamente dicha, como en el retrato certero de las clases sociales en juego.

‘Asesinato en el comité central’ (1981)

El Secretario General del Partido ha sido asesinado. Para investigar las circunstancias del suceso nadie mejor que un comunista renegado, ex agente de la CIA, ¿no les parece? Una novela microcósmica, cargada de ironía y mala uva, escrita por alguien que conoció de primera mano los intersticios de un partido que se hallaba en plena crisis del eurocomunismo. Casi tan interesante como la novela en sí es el epílogo escrito por Santiago Carrillo para la reedición del 25º aniversario de Carvalho.

‘El Premio’ (1996)

Carvalho regresa a Madrid 25 años después, al filo de una segunda transición. Con la resaca del ‘92 llamando a la puerta y las alcantarillas del Estado rebosantes, el detective se hallará en el centro de un episodio nacional concebido sobre la estructura más clásica del género. Un muerto, 500 sospechosos encerrados en un hotel y nuestro hombre. El fiambre es un nuevo rico engominado que concede un premio literario; los invitados son caricaturas con pulso propio de lo más granado de la villa y corte. ¿Quién lo hizo?

‘La Aznaridad’ (2003)

Editado después de su muerte, en La Aznaridad Montalbán da un cáustico repaso al primer presidente que posó para los medios en pantalones cortos, a su mujer, a sus socios y a toda la corte. A mitad de camino entre el riguroso análisis y la sátira, las páginas del libro están pobladas de curiosos personajes de ésos que aún pululan por los informativos. El lector se queda con las ganas de saber qué análisis hubiera hecho Montalbán de los acontecimientos posteriores al atentado de Madrid. La Aznaridad es el canto del cisne de la punzante cosmovisión del autor, necesaria y añorada a partes iguales.