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Otra vuelta de tuerca

Lunes.22 de noviembre de 2004 1465 visitas Sin comentarios

Llegan noticias de nuestras amigas y amigos antimilitaristas de Chile. La cumbre de la APEC ha traído el efecto indeseable de que la policía del estado, allí conocida como “los pacos” por fin ha superado los traumas de la resaca de los años de plomo y ya vuelve a reprimir, golpear, herir, detener etc. como en los mejores tiempos de Pinochet. La sociedad de aquel hermoso país, reacia a la brutalidad policial tras el periodo de la dictadura, ahora consiente la vuelta a la “normalidad” y permite salvo honrosas excepciones críticas, que los pacos hagan de las suyas impunemente.

Va un@ a acabar pensando que estas cumbres las idean teniendo en cuenta la posible respuesta de l@s manifestantes, y la coartada que proporcionan para que las diversas policías den las correspondientes “vueltas de tuerca” en sus métodos represivos.

Por otra parte como noticia de actualidad nos estremeció recientemente que el tren de transporte de residuos nucleares entre Francia y Alemania -el tren CASTOR-, arrollara en la frontera a un joven manifestante, a quien arrancó sus dos piernas primero y la misma vida después (ya que murió desangrado) en medio de un cúmulo de sospechosas circunstancias de negligencia por parte de la autoridad.

A este hecho fuimos particularmente sensibles, ya que en la figura de este manifestante antinuclear fallecido (o asesinado) no dejábamos de ver a la de nuestr@s compañer@s que detuvieron un tren de la OTAN en València, hace mes y medio, encadenándose con tubos a los raíles, y que también hubieron de soportar maneras violentas y dolorosas por parte de los antidisturbios que les desalojaron de las vías.

Por último reseñamos también una información que nos llegó la misma semana que la del tren Cástor. La justicia suiza absolvía a los policías que habían cortado una cuerda de la que pendían dos manifestantes catalanes que protestaban contra la celebración de una cumbre en el país helvético de los mandamases de turno. Esa actuación policial estuvo a punto de costarles la vida, y les ha dejado secuelas físicas y psíquicas permanentes. Según el juez, la culpa fue de los activistas por crear una situación de riesgo. La policía hizo lo que debía hacer. Así de claro.

Y todo esto sin hablar de la violencia brutal y silenciada por parte del mismo estado que sufre la población civil indefensa en lugares como Colombia.

O de las torturas, que siguen dándose con impunidad en el estado español, en medio del desconocimiento y la negación por parte de casi toda la sociedad.

Y sin hablar tampoco de la violencia brutal y -esta sí- televisada a que nos han acostumbrado las televisiones en relación con la represión del Pueblo Palestino, y en estas fechas recientes con la salvaje carnicería que ha supuesto el asalto a la ciudad iraquí de Faluya.

La otra vuelta de tuerca consiste en convencernos del poco valor de la vida humana.

Consiste en convencernos de que hay enormes amenazas que acechan nuestro bienestar actual.

Consiste en convencernos de que es necesaria la policía para tener todo en orden, y bien conjuradas esas amenazas. Y además, de que al lado de lo que le pasa a l@s resistentes de Faluya, por ejemplo, lo que aquí nos pueda ocurrir no es nada.

Consiste en convencernos de que la policía hace lo que debe, y que en caso de exceso, tal exceso se da en todas las ciudades y países, con lo que nosotr@s no podemos hacer nada por cambiarlo.

Consiste en convencernos de que ahora toca hablar de orden y seguridad en lugar de hacerlo de justicia y derechos humanos.

Pero aquí estamos para seguir denunciando su violencia, y sus atropellos. Para gritar a los cuatro vientos su desprecio de la vida, y de los más elementales principios.

Pueden seguir dando vueltas de tuerca, pero no podrán acallar todas las voces. La injusticia de la sociedad que se empeñan en construir está llegando a tales cotas que a ellos mismos se les hace inmanejable.

Y siempre vamos a quedar personas dispuestas a ejercer la palabra, y dispuestas a la desobediencia a sus mandatos injustos, y dispuestas a enfrentarnos con las armas de la noviolencia a sus maquinarias bélicas y a sus policías represivas.