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Navantia en pérdidas

Miércoles.19 de agosto de 2020 620 visitas Sin comentarios
Y nosotros tan contentos. #TITRE

Juan Carlos Rois
Tortuga.

Dos noticias recientes han puesto, de nuevo, en la agenda de lo noticioso a NAVANTIA, la empresa que construye los barcos de guerra made in Spain.

La primera, difundida en diversos medios, dice que NAVANTIA ha aumentado más de un 77% su «carga de trabajo», un curioso eufemismo para encubrir la venta de armas que encubre ese indecoroso trabajo de NAVANTIA. La segunda, también con una difusión nada despreciable, nos da noticia de las movilizaciones en los astilleros de San Fernando y Puerto Real, convocadas por la Coordinadora de Trabajadores del Metal de la Bahía de Cádiz, pidiendo más encargos para la industria de la guerra.
Asombra la unión de intereses de los señores de la guerra y la «clase trabajadora» en torno a NAVANTIA, a la que invoca habitualmente un sindicalismo ajado, retórico y complacido en las regiones condenadas al monocultivo militar de Cádiz, Cartagena o Ferrol. Y asombra porque, mientras parece fácil de explicar que los primeros se empeñen en hacer de la guerra y su preparación su negocio y en pedir más leña al mono, no se ve tan claro que, para esa llamada clase trabajadora, colaborar con el militarismo sea una opción que fortalezca su interés de clase y el proceso de lucha social por un mundo más justo. O, en román paladín, que, con su grito de vivan las cadena, no estén tirando piedras contra su propio tejado.

Pero como me parece estéril confrontar con esa amalgama de intereses creados que pide fabricar armas como solución laboral saludable, me ocuparé más bien de NAVANTIA, que, recientemente, ha publicado hace poco sus cuentas anuales de 2019.

1) Las grandes cifras de NAVANTIA.

Empecemos por sus grandes cifras.

Conforme a la formulación de cuentas 2019 que realiza, NAVANTIA ha tenido una cifra de negocio en 2019 de 1.213,17 millones de euros, ha incrementado su cifra de negocio cerca de un 15% respecto al año 2018 (1.088,89 millones de euros) y ha sufrido unas pérdidas de 146,26 millones de euros (227,72 millones de pérdidas en 2018).

Tal situación ha supuesto que se haya reducido su patrimonio neto en -1.168,61 millones de euros (es decir, ha perdido valor).

Normalmente la pérdida patrimonial monumental que tiene NAVANTIA debería suponer entrar en situación técnica cercana a la disolución obligatoria (entre otras causas por reducirse el patrimonio neto a más de la mitad del capital social) o, cuando menos, llevar a la reducción de capital en aplicación de la Ley de Sociedades de Capital, cosa que no ha pasado por una solución contable que comentaremos más adelante.

Aumentar las cifras de negocio, pero incrementar las de pérdidas a la vez, se me antoja a mí, que no entiendo nada de gestión empresarial y aplico la regla rajoiniana de ver qué pasa en una casa donde las gallinas que entran son menos que las que salen, una desastrosa ecuación . . . salvo que alguien te inyecte dinero por otro lado para tapar el desastre, algo que en el caso de NAVANTIA ha ocurrido muchas veces gracias a la generosa e invisible mano del Estado ¿por qué?

Se me ocurre ahora la pregunta del millón: ¿Cómo ha logrado NAVANTIA, con cifras de negocio tan desastrosas e inviables (inviables porque las pérdidas se producen en realidad año tras año de forma continuada), eludir su disolución?, pues con un sencillo apunte contable que implica, o al menos así me lo parece, un salto adelante y un aplazamiento del problema para que estallé más adelante. Ha convertido los «préstamos participativos» que percibe de la SOCIEDAD ESTATAL DE PARTICIPACIONES INDUSTRIALES (SEPI) y que tiene que devolver (1.324,24 millones de eurazos hasta ahora) en «patrimonio neto» a efectos contables. Dejemos para más adelante estos préstamos participativos y las otras «vitaminas» que SEPI (que, por cierto, recibe ingresos anuales de los presupuestos generales del Estado, por lo que, de algún modo, habría que contabilizar parte de los ingresos del PGE a SEPI como gasto militar) ofrece a NAVANTIA y sigamos con la cifra general.

Otro de los datos en bruto que contamos de NAVANTIA es el de su «personal», que al finalizar 2019 supone un total de 3.865 personas, el 87% hombres y sólo el 13% mujeres, porque la industria militar, al parecer, también muestra este sesgo de género.

Podríamos comparar el número total de trabajadores de NAVANTIA con el total de población activa de las provincias de Cadiz (554000 personas según la última EPA referida al primer trimestre de 2020) o Ferrol (55.900) y Cartagena (99.074) para desmentir el enorme impacto en el empleo que NAVANTIA y sus voceros cacarean como parte de su argumentario.

De todo el personal de NAVANTIA, 11 son personal de alta dirección (7 hombres y 4 mujeres); 1.246 son directivos o técnicos (935 hombres y 31 mujeres), 1119 son auxiliares y administrativos (958 hombres y 161 mujeres) y personal subalterno el resto 1465 hombres y 25 mujeres).

No aparece la cifra total de gasto por salarios y seguridad social que aplica NAVANTIA sobre su cifra de gastos, lo que nos serviría para saber qué proporción de los resultados de NAVANTIA repercuten en el personal y cuál se va por otros desagües.

NAVANTIA mantiene una cartera de pedidos por importe de 8.257,18 millones de euros (4.671,28 en 2018) que se distribuyen en

A pesar de los esfuerzos de NAVANTIA por publicitarse como una empresa de muy variada producción y no sólo enfocada a lo militar (ponen como ejemplo al eólica y la tecnología de uso y aplicaciones también civiles para ello) el cuadro anterior desmiente ese enfoque alternativo y desenmascara la falta de estrategias de la empresa para su conversión a actividades socialmente útiles.

En cuanto al pago de impuestos, si he entendido bien la farragosa explicación de la memoria (lo cual es una entre muchas posibilidades) lo cierto es que los impuestos los paga SEPI, porque NAVANTIA forma parte del grupo fiscal 9/86, que integra las empresas participadas por la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales, pero más o menos lo que le correspondería son 30 millones de euros, un retorno que se nos antoja muy pequeño para la cifra de negocio que mantiene la entidad y, desde luego, una insignificancia en comparación con el chorro de pasta que por diversos canales insufla el Estado a NAVANTIA.

Esta fotografía refleja una entidad que ofrece pérdidas abrumadoras desde hace años. Y ello a pesar de que cuenta con constantes encargos y ayudas (más adelante hablaremos de ellas) que percibe de SEPI, del Ministerio de Defensa, del de Industria, de las subvenciones de las comunidades autónomas de Murcia, Galicia, Andalucía o de la Unión Europea y que resulta de difícil viabilidad.

A pesar de todo ello, contra viento y marea, los intereses creados de nuestro complejo militar-industrial y sus complicidades políticas e institucionales, no hacen sino inyectarle dinero de todos que, como todo bien escaso, deja de invertirse en algo más viable y saludable, por ejemplo, en las personas y en las regiones atizadas por el paro y por la dependencia de NAVANTIA.

2) Los negocios de NAVANTIA

NAVANTIA opera en varios mercados internacionales y presta sus «servicios» en negocios de forma muy internacionalizada.

Ahora que se ha puesto de moda el temita del emérito, y a pesar de que acabamos de conocer dónde está Wally, me da un poco de apuro recordar los constantes apoyos monárquicos a la internacionalización de NAVANTIA (véanse las noticias de El Mundo de 14 de enero de 2017, referido al vigente, o la de El país de 9 de abril del 2013, referido al pretérito). También podríamos recordar otros apoyos institucionales con no son moco de pavo, como el apoyo del ICEX, o la fracasada (por corrupta) empresa de defensa DEFEX.

Según el mapa que acompaña a la memoria de actividades de la entidad tiene presencia internacional en Noruega, EEUU, Turquía, Oriente Medio, la India, Australia y España y obtiene más del 53% de sus ingresos en la media de los últimos años de la exportación (de armas, añadimos nosotros), porcentaje que se eleva a más del 66% en el ejercicio de 2019, mostrando la tendencia de la entidad a participar en la promoción del armamentismo y la exportación de la conflictividad militar de manera significativa.

Podemos ofrecer una evolución de ese énfasis exportador y que representamos con el siguiente cuadro elaborado a partir de los datos proporcionados por NAVANTIA.

NAVANTIA ha formado a su vez compañías para la fabricación conjunta y comercialización de armas. De ellas en tres ostenta más del 50% de su capital: SAMI-NAVANTIA (Arabia Saudí); SAES SA (Madrid) y NAVANTIA-Australia PTY Lda (Australia). En otras tres mantiene una porción menor de participación: SOCIBER (Chile), INMIZE Sistemas SL (con Indra y NBDA) para el desarrollo de misiles, NAVANTIA Brasil Projetos Navais LDA (Brasil) y SANA NAVANTIA Naval industries.
Durante el ejercicio 2019, amén de los encargos de años anteriores en los que venía trabajando, NAVANTIA destaca las siguientes actividades que dan cuenta de su actividad:

1) La firma de la orden de ejecución para construir 5 fragatas F-110 para la armada española (abril)
2) El desarrollo de la construcción de las cinco corbetas para la Armada de Arabia Saudí
3) La construcción del BAM de intervención subacuática de la Armada española y del Buque de Transporte logístico para el ejército de tierra.
4) La interminable y desastrosa construcción del Submarino S80 Plus.
5) Las turbinas LM 2500 de la Armada y la negociación de un nuevo acuerdo de suministro con la Armada
6) Los estudios de Modernización para la Marina noruega
7) Las actividades de mantenimiento de los ALHD de la marina australiana
8) El diseño de un buque multipropósito para la armada australiana
9) Diversas unidades eólicas para los parques de Kinkardine (parque marino flotante en Aberdeen, Escocia), Oil&Gas de Johan Sverdrup (Noruega) y la contratación para la construcción de 62 estructuras tipo Jackets para el parque marino de Saint Brieuc (Francia)
10) La creación de una empresa mixta «Joint Venture» entre NAVANTIA (51% de participación) y la estatal saudí SAMI para la construcción de nuevos barcos militares.
11) La prospección de negocio para construir fragatas y corbetas para otros «clientes» calientes, como Egipto, Emiratos, Kuwait, etc.
12) El intento de penetrar en el negocio militar de EEUU (del que parece ser que ha salido el tiro por la culata).
13) La apuesta por entrar en el mercado de India, otro estado con veleidades militares en alza, y Turquía, otro que tal baila.
14) La acción comercial para colocar armas españolas donde se pueda (se refieren entre otros Reino Unido, Holanda, Polonia, Portugal Grecia, Perú, Colombia, Chile México, Singapur, Tailandia, Malasia y Marruecos.
15) Así como la prestación de servicios para la central nuclear de Trillo y para las centrales diésel de Endesa, un perfecto ejemplo de la simbiosis entre el oligopolio eléctrico y la industria militar.
Todo ello refleja una clara vocación de vender armas a troche y moche, principalmente a clientes que no cuentan con muy buena valoración desde el punto de vista de la justicia y la paz.

3) Las vitaminas de NAVANTIA

NAVANTIA subsiste gracias a las constantes y muy variadas inyecciones económicas que recibe del Estado y de múltiples administraciones, dado que su cuenta de resultados suele ser negativa casi siempre.
Hay diversos tipos de ayudas que con un poco de suerte creo que podré explicar.

3.1 Créditos a interés cero del Ministerio de Industria para PEAS .

Primero, se encuentran los famosos créditos a interés «cero» que NAVANTIA consigue del Ministerio de Industria para la «prefinanciación» de los barcos de guerra y materiales que el Estado español le encarga dentro de los diversos programas especiales de armamento (PEAS).

En la actualidad la prefinanciación del Ministerio de Industria a NAVANTIA, desde sus inicios con la creación de esta empresa nacional y sumada a las transferencias previas a la empresa IZAR de cuya disolución nación NAVANTIA, no la he encontrado reconocida en su cifra total (y escalofriante) en ningún documento oficial disponible, aunque estimaciones realizadas en algunos estudios algo inciertos la sitúan en más de 7.000 millones de euros.

Por lo que se refiere a 2019, la memoria aneja a las cuentas anuales de la entidad, el importe de créditos concedidos por el ministerio fue de 1.409,70 millones de euros (y 2.046,45 en 2018), una vitamina nada despreciable vinculada a los nuevos contratos de barcos de guerra encargados por el Ministerio a esta entidad.

El funcionamiento de los créditos a interés cero es singular, porque se entrega el dinero ahora en forma de préstamo para unos productos (es decir, barcos de guerra) que se servirán por NAVANTIA dentro de muchos años, y que teóricamente NAVANTIA devolverá (sin intereses lo que quiere decir que el precio del dinero y su depreciación lo asume el Estado con cargo a los impuestos que nos casca a la cautiva ciudadanía) una vez realice la entrega de los barcos y cobre del ministerio de Defensa el precio de dichos encargos (casualmente sobrevalorado por término medio por encima del 40% del inicialmente presupuestado). En el mejor de los casos (que devuelvan el préstamo, cosa que hasta la fecha no consta que ocurra) el Estado palma la diferencia entre el valor real del dinero que presta y el valor del mismo una vez se devuelve muchos años después sin intereses ni correcciones por depreciación del precio del dinero.

3.2 Subvenciones y ayudas del Ministerio de Industria en apoyo de la industria militar .

Industria ofrece una segunda modalidad de ayudas a NAVANTIA vía la partida que destina anualmente a apoyo de la industria militar, programa 464B de los Presupuestos generales del Estado, destinados, hasta la fecha, a la financiación del interminable submarino S80, al BAM y las fragatas F110 y, según mi sospecha, que sufrirá en los presupuestos de 2021 un considerable aumento con el nuevo encargo de Defensa de 5 fragatas más F18, la construcción (una vez que consigan botar el primero) de los otros tres submarinos previstos, los BAM recientemente comprometidos y los nuevos proyectos que la Armada nos tiene preparados.

3.3 Subvenciones y ayudas del Ministerio de Industria en apoyo a la innovación tecnológica .

Se trata de una partida de la que ni siquiera habla la memoria que analizamos de forma expresa, pero de la que hay constancia de la participación de NAVANTIA en sus líneas de acción.

3.4 Subvenciones, donaciones y legados.

En este capítulo, la memoria habla de subvenciones procedentes de las Comunidades Autónoma de Murcia, Andalucía Galicia, Administración central, Ministerio de Industria y Unión Europea, que, afirma, alcanzaron en 2019 0´33 millones de euros, 0´34 en 2018 y 0´36 en 2017.

3.5 Préstamos de la Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI).

Se dividen en tres tipos distintos de vitaminas:

1) Préstamos al 0% para proyectos I+D
2) Préstamos para financiación general
3) Prestamos participativos

El monto para el ejercicio 2019, sumando todos, alcanza los 1447,64 millones de euros, cantidad con la que cualquiera de nosotros, sin tener ni idea, somos capaces de gestionar, sin mayores conocimientos, una entidad tan a la deriva como NAVANTIA y hacerlo al menos igual de mal que los actuales gestores.

Vamos a verlos por separado

A) Préstamos al 0% para proyectos de I+D

No queda claro si se tratan de los mismos préstamos que ofrece Defensa para la prefinanciación de los programas de Defensa (parece que no, sobre todo porque en el informe del Tribunal de Cuentas del año 2016 sobre los PEAS no habla para nada del SEPI como instrumento de pago de estos).

En todo caso, la vitamina para este año ha sido de 33,54 millones de euros para financiación a largo plazo y otros 61,63 millones para financiación a corto plazo (total 95,17 millones de euros), cantidad que se superó el ejercicio de 2018 en que los créditos a largo plazo fueron de 132,12 millones de euros.

B) Préstamos de la SEPI para fines generales de NAVANTIA

En este caso durante 019 se han otorgado 27,90 millones al interés del 0´28% (209 en 2018 al 0,42%).

C) Préstamos participativos de la SEPI a NAVANTIA.

Se trata de aportaciones en forma de préstamo que endiña la SEPI a NAVANTIA para evitar que caiga en causa de disolución.

El pequeño problema es que no se trata, al menos en teoría, de una ampliación de capital sino de un préstamo (teóricamente hay que devolverlo) que NAVANTIA apunta como patrimonio para evitar la aplicación de la ley que obligaría a su disolución.

En 2019 se tienen consignados 1.324,24 millones de euros por esta partida (979,78 millones en 2018).

Las aportaciones periódicas que SEPI viene haciendo para evitar que se le caigan a NAVANTIA los palos del sombrajo son de 267 millones de euros en 2015; 93 millones en 2016; 299 en 2017; 302,75 en 2.018 y 350,49 en 2019

4) Cesión de espacios.

Además de la pasta que insuflan a NAVANTIA para que se mantenga a flote, resulta que el patrimonio militar le tiene cedidos a título gratuito los espacios donde actúan en San Fernando, Ferrol y Cartagena, lo que supone un considerable ahorro de costes y un trato de favor que acabamos pagando entre todos, porque resulta que esos territorios militares están además exentos del pago de impuestos de bienes inmuebles y otros impuestos y tasas municipales y autonómicas, lo que quiere decir que los servicios municipales de que disfrutan (carreteras y accesos, alumbrado, etc.) los acabamos pagando entre todos.

5) Estrategia de subsistencia.

Es evidente que una empresa que necesita para subsistir constantes inyecciones de dinero y que arroja pérdidas constantes, es inviable a medio plazo o llevará a la ruina a los que la apoyan.

El gobierno ha venido inflando la actividad de NAVANTIA encargándole periódicamente sistemas de armas que, en realidad, no son necesarias y que acaban teniendo un conste muy superior del que teóricamente debería resultar del mercado sanguinario de las armas. Lo hace, se dice, por el valor estratégico de su actividad, pues tener armas le resulta un objetivo deseable a los que nos gobiernan y depender de otros productores lo consideran un riesgo.

Ahora bien, si producir estas armas resulta demasiado caro, su coste de oportunidad es tal que no generan en realidad beneficio alguno y crean más problemas de los que evitan, sin tener en cuenta los sonados fracasos y chapuzas de NAVANTIA y su catálogo de productos de mala calidad, la única manera de no empobrecernos metiendo dinero a ese saco sin fondo es, precisamente, producir mucho y venderlo fuera.

Esa es la principal estrategia de NAVANTIA. Que las armas que producimos para nuestro ejército acaben transfiriendo su enorme e inasumible coste a otros países que nos compren más unidades.

Así es como NAVANTIA ha emprendido una alocada carrera por competir en cualquier mercado donde estén ansiosos de comprar armas.

Y para han utilizado cualquier estrategia comercial: desde prestar los barcos de guerra que teóricamente necesitamos para nuestra defensa (como pasó con Australia) para que compraran otros similares, hasta venderlas con grandes contrapartidas a regímenes tan cuestionables como Arabia Saudí u ofrecerlas en concursos internacionales de lugares de una considerable beligerancia, como india, Indonesia, o Turquía.

Todo vale.

Y todo tiene consecuencias, porque con ello contribuimos a expandir la conflictividad y la polarización militar, dado que el «conflicto» y el peligro militar son el hábitat preciso para vender armas y potenciar el peligro de guerra, por tanto, una oportunidad de negocio innegable.

¿Será que en los países arrasados por guerras donde nuestro material bélico tiene un cierto protagonismo la clase trabajadora atrapada en la guerra no es tan digna de protección como la de los tres mil y pico trabajadores de NAVANTIA? ¿Será esa la solidaridad que exporta nuestra clase trabajadora, si aquello existe, a la de otros pueblos igualmente oprimidos por el capitalismo? ¿Será que no va con nosotros?
Muchas preguntas para ponernos la cabeza caliente.

6) NAVANTIA es nuestro problema .

La gravedad de todo esto, con ser mucha, sería menor si el dinero con el que juega NAVANTIA fuera de inversores particulares que arriesgan su capital y la cagan por u propio mérito, pero ocurre que en gran parte del pastuzal con el que juega NAVANTIA acaban saliendo de fondos públicos y de presupuestos financiados con los impuestos, lo que quiere decir que en nuestro nombre se mantiene con ventilación asistida a NAVANTIA a costa de nuestros impuestos y de relegar necesidades sociales infradotadas o despreciadas.

Me pregunto yo si con 1.324,24 millones de Euros que se han enchufado a NAVANTIA por parte de la SEPI, o con los más de 1.409,70 de créditos a interés cero, o con las otras subvenciones y ayudas que le inyectan para mantenerla con vida, no se podría haber hecho un verdadero plan de sostenibilidad para las tres grandes zonas de monocultivo militar actual, Ferrol, Cádiz.

Una mera razón egoísta debería llevar a los trabajadores de las zonas atrapadas en el sumidero de NAVANTIA a preguntarse si no se pueden exigir las mismas inversiones no para NAVANTIA, sino para generar posibilidades de vida y trabajo dignas y sostenibles en esas zonas.

Con el esfuerzo que hace el Estado en el negocio de la guerra, podrían solventarse de forma alternativa los problemas seculares de las zonas deprimidas por la industria militar, porque la industria militar y sus apoyos no piensan en desarrollar las zonas en las que actúan ni en dignificar a sus pueblos y trabajadores, sino en engrosar su cifra de resultados. Y, mutatis mutandi, a los políticos que deciden la inversión militar y no otra civil para desarrollar las regiones resignadas a padecer los efectos depresivos de la industria militar, lo que les interesa no es el desarrollo de dichas zonas, sino la fortaleza del negocio militar.

En fin, que NAVANTIA no nos sorprende porque su chapuza es un clásico. No nos sorprende pero nos joroba porque al fin y al cabo su excrecente presencia en nuestra vida y en nuestra moralidad nos tiene como cautivo bobos, pues todo el mundo sabe que, amén de la mancha pestilente que sobre nuestra moral supone la venta de armas (que NAVANTIA con la inestimable colaboración de los medios de comunicación no dejan de ponernos delante de los ojos y por eso no podemos decir que no conocemos) se suma el desagüe de dinero de toda la sociedad que en nuestro nombre tiran al sumidero de las pérdidas nuestros gobernantes ineptos y nuestros no muy sagaces (o puede que todo lo contrario) gestores de la empresa susodicha.

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