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Mujeres en las guerras, mujeres contra las guerras

Sábado.14 de octubre de 2006 942 visitas Sin comentarios
Isa (Agrupación Jes-Futuro) #TITRE

Bellaciao

Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Caty R.

Durante los conflictos armados y después ellos, las mujeres sufren violencias de toda clase: privaciones, torturas, violaciones, prostitución, exilios... Aseguran la supervivencia de los niños en condiciones espantosas en nombre de intereses que no son los suyos, de estados que no respetan sus derechos, de sociedades cuyo fundamento es su opresión.

Las feministas en lucha por la paz ya designaron a su enemigo: el patriarcado, el sistema de dominación que permite todos los demás. Estamos muy lejos de un pacifismo teñido del concepto de “bondad innata” que se les vende a las mujeres para relegarlas mejor a la maternidad. Creando redes que ignoran las divisiones por nacionalidades, etnias o religiones, las feministas pacifistas persiguen un proyecto pacifista y demuestran que se puede realizar.

Hay ahora mismo treinta países que están inmersos en guerras o saliendo de ellas. Mientras los combatientes van a guerrear, los bombardeos y las invasiones del “enemigo” diezman las poblaciones civiles. Hoy los conflictos armados se cobran más víctimas civiles que militares, entre las que están las mujeres y sus hijos que no han sido enrolados.

Las guerras matan y mutilan sin distinción de sexo. Pero las mujeres padecen otros sufrimientos, los que ya les son infligidos en tiempos de paz, que se exacerban en situación de conflicto: las violencias sexuales, entre las que están las violaciones. Que los soldados violen por dondequiera que pasan es una tradición secular de la que casi nunca se habla. La resonancia mediática de las violaciones en Bosnia recordó que lejos de haber desaparecido, se perpetuaban con los estímulos de ciertos mandos. Violar a “sus” mujeres, es un modo de herir al enemigo, de invadirle “contaminando” su descendencia. Ahí reside el “placer” de la violación de guerra: ofender a otros machos. Muchas de las mujeres utilizadas de esta forma después serán rechazadas por su propia comunidad, porque su sufrimiento no vale nada comparado con la herida en el orgullo del macho, dueño del cuerpo que ellas no defendieron como debían. Por eso a menudo las víctimas no confiesan. Cuando los hombres se sientan a la mesa de las negociaciones, “olvidan” estos crímenes ya que los violadores actúan en todos los bandos.

Cuando acaban las guerras las mujeres siguen siendo víctimas de la pobreza, el hambre, la falta de cuidados y las penurias inherentes a todos los conflictos armados. Muchas sufren la violencia conyugal de sus maridos decepcionados en el frente. Para el consuelo de las fuerzas de conservación de la paz, se abren burdeles. Millares de mujeres caen en las garras de redes de proxenetas que saben cómo sacar provecho de la miseria y el desorden.

Muchas de ellas se convierten en cabezas de familia en una situación económica catastrófica y después se les relega a su rol familiar cuando el macho vuelve -si vuelve- o se les reduce a asegurar la supervivencia diaria con un trabajo que no es precisamente emancipador.

El cuento de la guerra “emancipadora” nos lo sirvió en bandeja el presidente Bush que se jactaba de “liberar” a las mujeres afganas. Además del cinismo de sus declaraciones (tomar a una población entre las más oprimidas del planeta como la coartada para una guerra económica, como las otras), ¿con qué derecho un “estado” se declara “libertador” de un pueblo? Años después las afganas siguen sufriendo discriminaciones y violencia en un país todavía más devastado de lo que estaba.

Detrás de las bellas palabras de los miembros de la ONU: “las mujeres, que conocen tan bien el precio de los conflictos, son a menudo las que están en mejores condiciones de prevenirlos o resolverlos”, ¿dónde están los hechos? Si esto es así, ¿por qué no se sientan ellas en las mesas de negociaciones? Sin embargo, las que en países en conflicto son tachadas de traidoras por sus posturas feministas y pacifistas, demuestran una gran valentía. Rechazan la violencia en cualquiera de sus formas, el modelo patriarcal para el que la guerra es un honor. ¿Cómo mantener una dominación sin violencia? El feminismo es irreconciliable con el nacionalismo y el militarismo, no porque las mujeres sean “pacifistas por naturaleza”, sino porque mientras haya dominación de unos seres humanos sobre otros y se ejerza la violencia para someterlos, otro mundo no será posible.

En este momento se prepara otra guerra de la que no estamos seguros de que podamos escapar. ¿Guerra del bien contra el mal o de la superpotencia bélica y económica contra Irán? Muchas ciudadanas de Estados Unidos se están movilizando contra esta guerra porque nosotras, las mujeres, no queremos seguir sufriendo y reparando, sino que queremos proponer, decidir, actuar para un mundo igualitario y en paz.

Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, la traductora y la fuente.

Tomado de Rebelión