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Mediación penal: el verdadero camino es la reconciliación

Domingo.3 de junio de 2007 1748 visitas Sin comentarios
Estremecedores testimonios de encuentros entre víctimas y verdugos #TITRE

José Luis Segovia Bernabé

EN LA PRÁCTICA... MEDIACIÓN PENAL Y PENITENCIARIA.

Los auténticos valores morales no se pueden quedar en el plano de las buenas razones. La paz como actitud puede y debe traducirse en mediaciones institucionales. Veámoslo en la práctica:

¿Quién podría pensar que aquel hombre tetrapléjico por un disparo de un atracador de gasolineras, años después de padecer el infierno de su cambio radical de vida, de quedar atado a una silla de ruedas, perder su novia... aún
le quedase una pregunta a la que no respondió todo el entramado del proceso penal: "¿por qué? ¿me quería matar, en verdad?". El "teatrillo" del proceso penal, con sus necesarias presunciones, derechos y formalismos no deja
hueco al sentimiento y, muchas veces, poco espacio a la verdad material.

Sólo la justicia restaurativa, que busca restablecer el diálogo roto, no sólo ni principalmente castigar al culpable, puede ir más allá, Por eso, bastantes años
después de los dolorosos hechos, la víctima solicitó de los mediadores entrevistarse con su agresor que cumplía una larga pena privativa de libertad.

El encuentro se produjo en un locutorio especial de la prisión, cara a cara, y con solo el mediador por medio. Antes había prevenido la víctima: "sólo quiero
verlo si me va a contar la verdad, si no, prefiero continuar malviviendo con mi dolor". Después de presentar el gasolinero discapacitado todo lo que había padecido a causa del fatal disparo (el agresor lloraba en silencio), tomó la palabra el segundo y le aseguró que no había olvidado aquel día, que aunque en el procedimiento negó los hechos (la defensa intentó basarse en un error en el reconocimiento en rueda) asumía la autoría por completo y aún "sin palabras para expresárselo" quería pedirle perdón. A preguntas de si le quiso matar, contesta que no, que la mejor prueba es que llevaba una pistola cargada con 15 balas y sólo disparó una, la que iba recamarada. Que si
hubiera querido hacerlo, habría tardado poquísimo tiempo más en vaciar el cargador y asegurarse un resultado letal. "No quise matarlo, le vi hacer un movimiento extraño, pensé que llevaba un arma escondida e instintivamente disparé. Siempre me arrepentiré de aquel maldito instante que tanto ha cambiado la vida de los dos".

Después de un emotivo diálogo no mucho más largo, la víctima se despide y pide acercarse al infractor: "Sé que para usted este momento también ha sido muy difícil y le agradezco que haya aceptado encontrarse contigo. Hace años, la ultima vez que nos vimos usted y yo, usted tenia la mano extendida hacia mí portando el arma con que me arruinó la vida; permítame que, hoy, le tienda la mía desnuda deseándole suerte". Nadie pudo evitar sobrecogerse. A la salida, la víctima, insistió en que se hiciera constar
en el expediente penitenciario del infractor que, si llegado el momento, no tuviese ningún tutor para hacerse cargo de su libertad condicional este hombre, de indescriptible calidad humana, lo avalaría.

Naturalmente, buena parte de las mediaciones no son tan dramáticas y se refieren a hechos patrimoniales de mucha menor entidad. Pero si hemos reseñado estas circunstancias es para mostrar que la mediación, incluso en
supuestos difíciles, permite que aflore lo mejor y más sorprendente de los seres humanos, mientras que el procedimiento convencional de justicia vindicativa pareciera que invite a sacar precisamente lo peor. En el infractor, todo su cinismo y todas las herramientas para desvirtuar la palabra de quien soporta el sufrimiento; por parte de la acusación, todo el deseo de venganza
de la víctima y lucro de sus abogados... La sensación de cierto "mercadeo" se hace inevitable, sin que queden claros los beneficios para nadie.

Mucho más recientemente, se indultaba a T.A.L. por el Consejo de Ministros de una pena de varios años por robo con intimidación y lesiones, merced a la petición de indulto suscrita por la propia víctima, después de un proceso de mediación en la que el agresor amén de reconocer los hechos y pedir perdón por ellos, culminó con éxito un proceso de deshabituación a las drogas y, en cuanto pudo reincorporarse al trabajo, estuvo durante dos años abonando
toda la responsabilidad civil.

La mediación no es un medio: es un fin. No tiene carácter instrumental. Forma parte del marco de la Justicia restaurativa. Se desvirtúa cuando "sirve" para
bajar la pena o cobrar la responsabilidad civil. Es un instrumento de pacificación social, de restablecimiento del diálogo roto por la violencia del delito. Es una forma no violenta de solventar determinados supuestos violentos. Tampoco supone una victoria para nadie. La victoria jamás conduce a la paz. La paz tampoco conduce a la victoria. Lo decía S. Weil: "la paz es una fugitiva que se ha escapado del campo de los vencedores".