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Los nuevos mercenarios

Jueves.18 de octubre de 2007 1373 visitas Sin comentarios
La guerra se privatiza #TITRE

Extraído de CASC

José María Pérez Gay. La Jornada

En las últimas décadas, las compañías militares privadas están presentes en todos los escenarios bélicos del mundo y, sin duda, se han convertido en una suerte de minas de oro internacionales. No sólo han adquirido enormes sumas de dinero, sino también han cambiado, al parecer, el rumbo de la política internacional. El instituto de investigaciones British American Security Information Council (BASIC) publicó, en septiembre de 2005, un amplio informe en el que revela que sólo en Irak se encuentran 68 compañías militares privadas oficiales con diferentes contratos y mandatos secretos específicos -la cifra no oficial asciende a más de 105 compañías militares privadas.

Las compañías militares privadas cuentan con 25 mil efectivos en Irak, constituyen la segunda fuerza de ocupación, después de Estados Unidos y superior al Ejército británico. Un recuento hasta 2005 arroja el suguiente resultado: 928 mercenarios muertos y unos 4 mil heridos. Según un informe de la Oficina de la Contraloría de Estados Unidos (Government Accountability Office) desde 2003 se han otorgado contratos por un valor de más de 766 millones de dólares a las compañías privadas de seguridad.

El informe de BASIC resume las actividades de las compañías militares privadas en Irak: la compañía Airscan vigila por la noche con cámaras especiales los oleoductos y los pozos petroleros; la Blackwater vigiló y protegió, entre muchos otros políticos, a Paul Bremer, director de Reconstrucción y Asistencia Humanitaria en Irak -de abril a mayo de 2004- y puso a su disposición “grupos móviles de seguridad”. La ISI Group tiene a su cargo la protección de personas y edificios dentro de la llamada zona verde, donde están los edificios del gobierno de Irak. La Cochise y la OS&S han custodiado a personalidades importantes (VIP), y la Centurion Risk entrena a personas de organizaciones internacionales y humanitarias, así como también a varios corresponsales de la prensa extranjera y medios televisivos, para enfrentarse a situaciones de extremo riesgo y peligro.

Triple Canopy obtuvo el resguardo armado de convoyes y transportes militares irakíes. Las firmas Titán y WWLR han enviado equipos de traductores, han efectuado tareas de traducción durante los interrogatorios a prisioneros de guerra y han enseñado a las tropas no sólo los principios elementales del árabe, sino de otros dialectos; la CACI International y la MZM enviaron también especialistas en lengua árabe a Bagdad, fueron asistentes en interrogatorios y “operaciones sicológicas”; la Vinell debía reconstruir y entrenar al nuevo ejército irakí; la Dyn Corp reorganizar a la policía de Bagdad y sus escuelas de aprendizaje; la Ronco desarmar, desmovilizar y reintegrar al antiguo ejército iraquí. De acuerdo con el contrato de Group 4 Securiror (G4S), su tarea la desempeñan hombres armados y vigilan personas, objetos, edificios y custodian pilotos aviadores de combate. Combat Support brinda apoyo al ejército estadunidense en acciones de combate, sobre todo a las unidades de asalto. Mantech mantiene 44 especialistas en radiotransmisiones en un centro de telecomunicación cerca de Bagdad. Kellog, Brown &Root es responsable de la logística en territorio de Irak, cuenta con algo más de 50 mil personas, desde albañiles hasta mecánicos de automóviles, ingenieros electricistas y cocineros. “En su mayoría son individuos reclutados en los países del tercer mundo -sostiene el informe de BASIC-, sobre todo filipinos.”

Las compañías militares privadas no sólo se han establecido en Irak, sino en casi toda la península árabe. Un ejemplo contundente: en Arabia Saudita han cubierto casi todos los frentes y han desplazado al ejército o la policía nacionales. La lucha contra el terrorismo, la planeación estratégica y táctica militares, las recomendaciones de seguridad y las informaciones secretas, la red de espionaje contra los grupos islámicos integristas, la guerra sicológica, todas estas actividades están en las manos de corporaciones militares privadas. La Vinnell tiene a su cargo el entrenamiento de la guardia nacional y brinda protección a las zonas de máxima seguridad; la Bozz Allen dirige y controla la Academia Militar Saudita; la O’Gara custodia y protege a la familia real y se dedica a formar fuerzas de seguridad locales; la Cable and Wireless se encarga del entrenamiento de las fuerzas de seguridad en el combate contra el terrorismo y adiestra comandos en la guerra urbana.

Tim Spicer, ex oficial británico, es el creador de las “compañías militares privadas contemporáneas”, y además uno de sus más grandes empresarios. En su autobiografía: An unortodox Soldier. Peace and war and the Sandline Affair (Un soldado poco ortodoxo. Paz y guerra y la aventura de Sandline) describió sus experiencias como soldado raso en las filas de los Scott Guards, la guardia escocesa, los cursos en la reconocida academia militar Sandhurst, las misiones suicidas como miembro de los comandos especiales británicos; además combatió en la guerra civil en Irlanda del Norte, en Chipre, en las islas Malvinas y, al paso el tiempo, luchó también en Bosnia, en la guerra de los Balcanes y participó en la destrucción de Yugoslavia.
Spicer ha sido distinguido con altas condecoraciones, abandonó el Ejército de su majestad a los 43 años y se convirtió en director para Medio Oriente de la compañía de inversiones británica Foreign and Colonial. Durante 10 meses visitó todos los países árabes, estableció multiples relaciones políticas y militares y fundó su propia compañía militar privada: Sandline International.

A finales de 1975, el Estado de Papúa-Nueva Guínea, al norte de Australia, declaró su independencia; sin embargo, en marzo de 1989 dio comienzo una sangrienta guerra civil en el Estado independiente, sobre todo en una de sus provincias lejanas, la isla de Bougainville, donde se encuentran grandes minas de cobre en manos de ingleses y australianos, verdadera causa de la disputa. Durante nueve años (1989-1997), la guerra civil en Papúa-Nueva Guínea cobró la vida de miles de personas; el movimiento independentista Bra se fortaleció, ocupó varias ciudades y sus guerrilleros avanzaron sobre Kieta. En 1997 Julius Chan, jefe de gobierno de Papúa-Nueva Guínea, llamó en su ayuda a Sandline International, firmó con esta compañía militar privada un contrato de tres meses por 45 millones de dólares. Así nació la historia contemporánea de las compañías militares privadas.

En febrero de 1997, Julius Chan, jefe de Gobierno del Estado Independiente de Papúa-Nueva Guinea, admitió que no tenía otra alternativa que contratar a Sandline International para someter a las fuerzas insurgentes. La compañía militar privada debía prestar los siguientes servicios: poner a su disposición unidades de mercenarios con vasta experiencia, capacidad de fuego de largo alcance y grupos selectos de combate que instruyeran a las tropas papúas en tácticas militares y operaciones de inteligencia y espionaje. Sin embargo, una desafortunada indiscreción en el gabinete de Julius Chan dio a conocer el contrato a los medios de comunicación. De modo que Australia se interpuso para defender sus importantes inversiones financieras en Papúa-Nueva Guínea, y el ejército nacional papuense se opuso con toda energía al compromiso con Sandline International. El golpe de Estado de los militares papuenses terminó con el contrato; 48 mercenarios fueron detenidos -ingleses, sudafricanos, italianos, franceses, etíopes, noruegos y filipinos-, sus armas, entre ellas cuatro helicópteros de origen bielorruso, fueron decomisadas; pero cuatro semanas después, por presiones políticas inexplicables, los 48 mercenarios fueron puestos en libertad y expulsados de la isla.

Tim Spicer, dueño de Sandline International, presentó ante los tribunales internacionales una demanda por incumplimiento de contrato y, para sorpresa de muchos jueces, se le dio la razón y ganó el litigio: el nuevo gobierno de Papúa debió pagar los 18 millones de dólares restantes. El escándalo levantó un torbellino en la prensa británica; se hablaba de los nuevos mercenarios patrocinados por gobiernos y consorcios financieros. En su autobiografía, Spicer afirmó que el gobierno británico estaba informado con todo detalle de la Operación Bougainville, la intervención mercenaria en Papúa-Nueva Guínea. A principios de 1998, un nuevo escándalo político sacudió a Inglaterra y casi llevó a Robin Cook, ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, a presentar su renuncia irrevocable. A pesar del embargo de armas impuesto por la ONU a Sierra Leona, Tim Spicer y la Sandline transportaron en un Boing 727 de carga 30 toneladas de armas de fuego -de fabricación búlgara- con destino a Freetown, capital de Sierra Leona, país donde la guerra civil se desplegaba con toda furia, un genocidio perpetrado por los señores de la guerra. Spicer había firmado un contrato millonario con el depuesto presidente Ahmad Tejan Kabbah, exilado en Inglaterra para restituir su gobierno.

Tim Spicer fue acusado y se declaró inocente. Por esos días argumentó que no sólo había informado a su gobierno, sino que la política británica era clara y distinta: restablecer el gobierno del presidente Kabbah. Los escándalos no arruinaron los negocios de Spicer, sino, por el contrario, lo acreditaron como “un empresario de una seriedad incuestionable”.

En mayo de 2001 fundó otra compañía militar privada, Trident Maritime, dedicada a la protección de las compañías aseguradoras de navieras; el caso más sonado y espectacular fue su intervención en Sri Lanka. Lloyds of London, la conocida marca de seguros, rehusaba firmar la prima para proteger a la flota mercante de Sri Lanka, porque la guerrilla tamil multiplicaba las condiciones de inseguridad, y la piratería de los Tigers of Tamil Eleam en el océano Índico se había vuelto un verdadero peligro. Los piratas acechaban a las flotas de Sri Lanka, en cualquier momento sucedían los ataques; por ejemplo, en agosto de 1997, el asalto al contenedor Nedlloyd Sao Paolo frente al puerto de Colombo puso en alerta a la compañía de seguros. Seis lanchas se lanzaron al abordaje cuando las alarmas sonaron, los piratas habían saqueado el inmenso contenedor y habían dejado marineros asesinados y heridos.

La compañía Lloyds exigió una sola condición para firmar el contrato: Trident Maritime se haría cargo de la custodia de las flotas mercantes. El gobierno de Sri Lanka debatió durante tres días y al final aceptó las condiciones de Lloyds ante el temor de un colapso inminente del abastecimiento nacional. A partir de ese día, los buques blindados de Trident Maritime escoltaron a las flotas mercantes de Sri Lanka y controlaron la corriente de mercancías por el golfo de Mannar. Al principiar la guerra de Irak, Tim Spicer estrenó y se puso al frente de una nueva compañía militar privada, Aegis Defence Services, quizá la más célebre de sus empresas. Durante la guerra de Irak, las compensaciones netas de Aegis Defence Services sumaron 293 millones de dólares, uno de los contratos más lucrativos de una compañía militar privada.

En Guerreros corporativos: el ascenso de la industria militar privada, Peter W. Singer señala que uno de los rasgos distintivos de los estados democráticos reside en el control de la violencia militar dentro de un marco establecido, y la restricción de su influencia en el mundo de la política y de la sociedad civil. La privatización de la violencia ha llevado, sin embargo, al dominio de las compañías militares privadas, a su reglamentación de modo directo o indirecto de los conflictos bélicos internacionales, imponiendo sus estrategias y tácticas militares. Por lo común estas compañías tienen sus cuarteles generales en los países ricos e industriales de Occidente; pero sus campos de acción y dominio se encuentran en las naciones pobres y hambrientas, que antes se llamaban “tercer mundo”, entidades caóticas e ingobernables que necesitan sólo de un pantano de miseria, corrupción, trafico de influencias, fraudes fiscales y señores de la guerra energúmenos, como en el caso de Sierra Leona, para disponer el arribo de los comandos militares privados al servicio de intereses particulares o estatales. El monopolio de la violencia legítima, como Max Weber definía al Estado, parece haber desaparecido.

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