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Los desafíos de la izquierda en el siglo XXI

Jueves.15 de mayo de 2008 382 visitas Sin comentarios
Correo Tortuga - José López #TITRE

José López

Los desafíos de la izquierda en el siglo XXI

Tras la eclosión ideológica del siglo XIX y las experiencias prácticas del siglo XX, la izquierda en el siglo XXI se enfrenta al desafío de cómo subsistir y relanzarse en una sociedad donde el poder económico (el capitalismo) está a punto de exterminarla para siempre.

El fracaso de la izquierda

El siglo XIX se caracterizó básicamente por el desarrollo teórico de la ideología moderna de la izquierda (el Marxismo y el Anarquismo fundamentalmente). Dicha teoría
se intentó llevar a la práctica a finales del siglo XIX y durante el siglo XX en un contexto de grandes cambios sociales (Revolución Industrial). Hubo intentos de llevar a la práctica el Anarquismo y el Socialismo (como transición hacia el Comunismo). Las experiencias anarquistas fueron muy breves y limitadas (en la mayor parte de los casos fueron reprimidas) y las experiencias socialistas fracasaron por diversos motivos (sustitución del capitalismo por el capitalismo de estado, exceso
de burocracia, represión de libertades, divisiones ideológicas, degeneración y
traición de los ideales iniciales, etc). Los regímenes que se declaran actualmente
comunistas (dentro de la misma izquierda se ha denunciado que dichos regímenes han
desvirtuado el término) tienen un sistema económico cada vez más parecido al
capitalismo. Por otro lado, los llamados partidos socialistas o socialdemócratas de
las democracias liberales hace tiempo que han renunciado a cambiar el sistema y se
conforman con simplemente darle cierto rostro más “social”.

En definitiva, hay que
reconocer que la izquierda (cuyo objetivo básico es transformar la sociedad para
mejorar las condiciones de vida de la mayoría de las personas) ha fracasado en gran
medida, se han conseguido algunos logros pero son insuficientes y además están en
peligro de ser liquidados o en claro retroceso. Sin embargo, hay que reconocer que
su fracaso es en cierto modo comprensible y previsible, es muy difícil cambiar las
cosas, es muy difícil ir contracorriente, es muy difícil luchar contra el poder, es
muy difícil adaptarse a unas circunstancias tan cambiantes como las de nuestra
reciente historia. Quizás se ha intentado cambiar mucho en muy poco tiempo.

El triunfo de la derecha

El poder capitalista ha conseguido sobrevivir a la explosión izquierdista de finales
del siglo XIX y principios de siglo XX mediante su “contención” inicial a través del
fascismo y del nazismo y a continuación sobretodo mediante un “contraataque”
ideológico sustentado en el poder del control de masas (aprendido y desarrollado con
las experiencias fascistas), ayudado por la caída del modelo de los países llamados
socialistas. Los medios de comunicación de masas se han convertido en la principal
herramienta del sistema porque permite controlar la forma de pensar de las personas.

Nunca en la historia el sistema ha tenido tantos medios para controlar el
pensamiento global. Así se ha impuesto el pensamiento único. El sistema capitalista
ha conseguido engañar masivamente al pueblo (haciéndole creer que tiene el poder) a
través de democracias “controladas” donde no tiene miedo de preguntarle qué piensa
porque previamente se encarga (mediante una práctica continua de “lavado de
cerebros”) de hacer que piense lo que él quiere. Ha conseguido crear en la mayoría
de los ciudadanos la falsa sensación de que vive en democracia y libertad, de que la
izquierda forma parte del sistema, de que hay pluralidad, cuando realmente la
democracia es muy escasa, la libertad sigue siendo una utopía y la izquierda
transformadora, la verdadera izquierda, ha desaparecido prácticamente del mapa
político. Por supuesto además del control de los medios de comunicación, que se han
convertido en auténticos creadores de opinión, y que se usan para fomentar el
bipartidismo, el sistema tiene sus mecanismos legales de “defensa” para que las
democracias llamadas representativas no permitan el acceso al poder de fuerzas
políticas “peligrosas”. Por ejemplo, una ley electoral diseñada para fomentar el
bipartidismo y relegar a la marginalidad a fuerzas políticas “non-gratas”, un
sistema de financiación que haga depender a los partidos políticos por un lado del
poder económico y por otro del Estado, de tal manera que si un partido no llega a
tener representación en las instituciones no es financiado por el Estado y sólo
pueden llegar a dichas instituciones los partidos que tienen la suficiente promoción
es decir aquellos que reciben la suficiente financiación por parte del poder
económico (la “pescadilla que se muerde la cola”) haciendo prohibitivo en la
práctica (aunque por supuesto nunca en la teoría) el acceso a las instituciones a
partidos no controlados por el poder económico, una Constitución que “blinde”
ciertos aspectos del sistema político-económico (jefatura de estado con ciertos
poderes “en la reserva”, imposición por ley del capitalismo o economía de mercado,
etc). Aún así cuando dichos mecanismos no impiden la llegada al poder político de
alguna fuerza que va contra el poder económico en algún país, el “capitalismo
internacional” se encarga de “poner toda la carne en el asador” para acosar y
desprestigiar al gobierno de dicho país a través de campañas mediáticas
internacionales (la “guerra mediática” o el “terrorismo mediático”) e incluso a
través de operaciones de desestabilización interna. El capitalismo ha aprendido la
lección de la historia reciente y sabe que no puede permitirse el lujo de que la
izquierda triunfe en ningún lugar de un planeta cada vez más globalizado como el
nuestro. La “Internacional Comunista” ha sido realmente sustituida por la
“Internacional Capitalista” (Globalización económica, Trilateral, Fondo Monetario
Internacional, ...). En esta labor de “lavado de cerebros” que ha hecho el capitalismo
en las últimas décadas se ha buscado fomentar aquellas características del ser
humano que interesan al sistema (egoísmo, individualismo, pasividad, sumisión,
conformismo, pensamiento de grupo o “gregarismo intelectual”, pesimismo, estoicismo,
estupidez, cobardía, pereza, comodidad, ...) y se ha buscado reducir o eliminar en
la medida de lo posible aquellas características del ser humano que no le interesan
(altruismo, solidaridad, activismo, rebeldía, pensamiento crítico y libre,
inteligencia, curiosidad, independencia, inquietud, optimismo, valentía, ...). Y en
gran medida lo ha conseguido, ya no hay esa unidad de la clase trabajadora ni ese
espíritu de lucha que permitieron, entre otras cosas, las revoluciones. Ya no existe
esa conciencia de clase que describió Marx, se ha impuesto la hegemonía cultural del
capitalismo. La historia le ha enseñado que la conciencia de clase ha sido el
catalizador de las revoluciones y ha complejizado las relaciones de clase para
diluir dicha conciencia de clase. Además el sistema ha conseguido tener a la mayor
parte de la población endeudada (y por tanto sometida) dificultándole (aunque no
impidiéndole) el acceso a ciertas necesidades básicas como la vivienda y creándole
necesidades artificiales mediante el consumismo ilimitado.

De esta manera el pueblo
no se revoluciona porque “va tirando” porque sus necesidades básicas están más o
menos satisfechas (al menos a corto plazo) y se somete fácilmente por la “amenaza”
que ejerce el sistema de actuar en su contra en cualquier momento para dejar de
satisfacer dichas necesidades. El sistema capitalista ha aprendido la lección de la
historia, sabe que debe satisfacer unas mínimas necesidades básicas del pueblo para
que éste no se revolucione y ponga en peligro los privilegios de la clase dirigente
y ha complejizado la satisfacción de dichas necesidades (difiriéndola en el tiempo).
En cierto modo el capitalista ha cedido lo mínimo y se ha adaptado a los tiempos
para poder sobrevivir, esa es quizás la única “victoria” real de la izquierda, ha
obligado a la derecha a “autolimitarse”. El poder ha aprendido a “no tensar
demasiado la cuerda para que no se rompa”. Aunque por supuesto el capitalismo no ha
conseguido eliminar del todo aquellas características del ser humano “peligrosas”
(probablemente porque nunca podría conseguirlo por la propia naturaleza humana),
siempre queda un “germen” o “semilla” que en cualquier momento puede volver a
crecer. Y además, el capitalismo, por su propia naturaleza está probablemente
condenado a su propia autoextinción a largo plazo, tiene siempre el peligro latente
de su autodestrucción debido a su carácter intrínsecamente inestable, por lo que se
readapta constantemente en un desesperado intento de sobrevivir (las crisis cíclicas
que describió Marx). Esto puede llevar al falso optimismo de que, dado que tarde o
pronto puede desaparecer, entonces no merece la pena luchar contra el sistema
capitalista, pero no hay que olvidar que el capitalismo actual no es más que una de
las muchas formas de dominación de la humanidad por parte del poder. La humanidad
debe liberarse de toda forma de opresión independientemente de cómo se exprese ésta.

El poder ha aprendido a “reinventarse”, a “camuflarse”, a “cambiar de disfraz” para
sobrevivir. Ha aprendido a “no dormirse en los laureles”, a “no relajarse”, a
“rematar la faena”, a “seguir trabajando” por imponerse, aunque parezca que ya no
haya nada que pueda ponerle en peligro. En definitiva ha aprendido que la mejor
defensa es un buen ataque, que hay que hacer la “guerra ideológica preventiva
continua” para evitar que la “semilla germine”. Ha conseguido imponerse y no va a
dejar de esforzarse por mantenerse en dicha hegemonía.

La necesidad actual de la izquierda

Ante este panorama a la izquierda no le queda más remedio que aprender de sus
propios errores, de los aciertos del “enemigo” y a adaptarse a los tiempos para
utilizar la estrategia adecuada en esta “guerra ideológica” en que está sumida la
humanidad por su emancipación. Con el agravante de que ahora la izquierda está en
“peligro de extinción”. Por tanto lo primero es reconocer la situación y ser
consciente de la necesidad de un “renacimiento”. Pero para ello es imprescindible
que la propia izquierda esté convencida de su utilidad, sino nunca podrá convencer a
la sociedad. El hecho de que haya habido intentos fracasados de construir un mundo
mejor no debe impedir ver la necesidad de seguir intentándolo. Dado que el mundo es
cada vez más injusto y desigual, sigue siendo necesaria la izquierda. Nuestra
civilización peligra no sólo por el cambio climático sino también debido a los
grandes desequilibrios socio-económicos. Un mundo con tantas desigualdades
crecientes es cada vez más inestable y la inestabilidad implica peligro de
existencia. Si bien es cierto que la sociedad actual occidental (mención aparte
merece el llamado tercer mundo) ya no padece las graves desigualdades de principios
del siglo XX, la mayor parte de las causas que dieron lugar a las revoluciones que
se produjeron en dicha época siguen vigentes. Sigue habiendo grandes desigualdades
sociales y lo preocupante es que de una época con cierta tendencia a la disminución
de dichas desigualdades (por la iniciativa de la izquierda) hemos pasado a una época
en la que, al contrario, las desigualdades vuelven a aumentar (por la iniciativa de
la derecha). A esto hay que añadir el retroceso en derechos laborales
(fundamentalmente) que se está produciendo, el capitalismo está “deshaciendo” lo
poco que consiguió el socialismo. Por tanto la izquierda es necesaria para, en
primer lugar, mantener las conquistas sociales que tanto costaron lograr, y en
segundo lugar, para conseguir todos aquellos objetivos justos y legítimos que no se
pudieron alcanzar. La izquierda defiende unos ideales que benefician a la mayoría de
la humanidad en detrimento de una minoría que en todo caso perdería unos privilegios
injustos.

Los desafíos de la izquierda

La izquierda tiene mucho por hacer porque transformar la sociedad es muy difícil y
porque el sistema capitalista ha hecho muy bien su trabajo de controlar la sociedad
en su beneficio llegando incluso al punto de casi eliminar a la izquierda. Por esto
la verdadera izquierda (la que no ha renunciado a transformar la sociedad ni ha
claudicado ante el capitalismo) se enfrenta pues a los siguientes desafíos:

1) Recomposición interna

La izquierda tiene que volver a recuperar la iniciativa ideológica, el debate
interno, la democracia “radical” interna y la unidad de acción.
Debe analizar las causas de los fracasos del pasado, debe aprender de sus propios
errores. Debe “rearmarse ideológicamente”, haciendo un análisis profundo de la
sociedad actual y adaptando sus postulados ideológicos tradicionales (basados en la
situación de finales del siglo XIX y principios del XX) a los tiempos actuales. Debe
adaptar su discurso a los tiempos modernos haciendo un esfuerzo de concreción y debe
evitar caer en dogmatismos. La izquierda debe ser flexible, pragmática e inteligente
porque el “enemigo” es listo y se readapta y “rearma” continuamente. La izquierda
debe hacer un esfuerzo por seguir desarrollando las teorías del anarquismo y del
comunismo pero experimentando en la práctica sus postulados para ir refinando dichas
teorías mediante el “método científico”. Debe ir practicando sus principios haciendo
“experimentos limitados y controlados” en sus organizaciones y aprendiendo de la
experiencia adquirida en aquellas otras entidades que practican métodos
“revolucionarios” de gestión y organización (cooperativas, empresas autogestionadas,
organismos locales, comunas, sindicatos, etc). Si se quiere construir un mundo
mejor, ¿porqué no empezar a ponerlo en práctica en las propias organizaciones de la
izquierda?.

La verdadera izquierda debe diferenciarse claramente de la derecha y de la “falsa
izquierda” no sólo por el fondo (por las ideas que defiende) sino que también por la
forma (por la manera en que defiende sus ideas), practicando en “sus propias carnes”
lo que predica, dando ejemplo. La izquierda debe ser ejemplar en sus comportamientos
sino nunca tendrá credibilidad. Hay que pasar del discurso a los hechos para ayudar
al pueblo a distinguir entre los que están de su parte y los que lo engañan y
someten. Pero debe usar la fuerza de la razón y no la razón de la fuerza porque la
derecha desea fervientemente que la izquierda cometa el error (como ya hizo en el
pasado) de usar métodos condenables para desvirtuar sus causas ante el pueblo. Se
trata de no dar ningún argumento al “enemigo” que pueda usar en su contra.

Y, no menos importante, la izquierda tiene que hacer un enorme esfuerzo de
“integración” de sus distintas corrientes (siempre con un escrupuloso y democrático
respeto de las mismas) dando prioridad a los objetivos comunes frente a las
divisiones de opinión de cómo alcanzarlos. Este es quizás uno de los mayores retos
de la izquierda del siglo XXI: la reunificación de la izquierda, sólo con una
izquierda verdaderamente unida (pero diversa) es posible volver a tener presencia en
la sociedad y en las instituciones. Como siempre “la unión hace la fuerza”, pero
dicha unión para que sea verdadera y sólida debe construirse correctamente desde el
respeto y la auténtica democracia.
Finalmente, la izquierda tiene que ser activa, no puede permitirse el lujo de
“acomodarse” porque sino el sistema se encargará de “enterrarla”, así como el
capitalismo “no se duerme en los laureles” la izquierda no puede permitírselo nunca
porque tiene una labor mucho más ambiciosa: cambiar el mundo y cambiar es un verbo
activo.


2) Recuperación de la comunicación con la sociedad

Uno de los grandes logros de la derecha ha sido la hegemonía cultural. La derecha
que realmente defiende los intereses de unos pocos contra los intereses de la
mayoría ha conseguido que ésta asuma sus postulados (se ha impuesto la falsa
conciencia de clase que describiera Marx). La izquierda debe hacer un gran esfuerzo
por transmitir a la mayoría sus postulados, por “desprogramar” a la población
general, por hacerle ver que sus ideales son beneficiosos para la gran mayoría y son
justos y legítimos. La izquierda debe esmerarse en recuperar lo mejor del espíritu
humano que tanto se ha empeñado el capitalismo en intentar anular. Para ello debe
esforzarse en llegar a la gente corriente mediante el uso de un lenguaje sencillo,
claro, contundente, concreto y cercano, así como debe esforzarse por llegar al
conjunto de la población a través de todos los medios de que disponga y en todos los
frentes (en la calle, en los medios de comunicación, en Internet, etc). Pero además,
para llegar al mayor número de personas posible, el discurso de la izquierda debe
superar los prejuicios que ha impuesto la hegemonía cultural capitalista y ello
implica evitar el uso de palabras que el sistema ha demonizado (como por ejemplo
comunismo, anarquismo, marxismo), ya que su uso, desgraciadamente, provoca
automáticamente el rechazo de mucha gente a seguir escuchando. Ello no significa
renunciar a los ideales defendidos por dichas palabras, ni mucho menos, sino que
simplemente se trata de sobrepasar la “barrera cultural inicial”. Hay que defender
las ideas que representan dichas palabras pero evitando el uso de las mismas. Una
vez superada dicha “barrera inicial” ya habrá tiempo posteriormente de hacer
comprender a la gente de que aquellas ideas defendidas que tan razonables le parecen
se llaman comunismo, anarquismo o marxismo. Marx planteó la emancipación de la clase
trabajadora a través de la conquista de los medios de producción mediante la previa
concienciación de clase. La información siempre ha sido el verdadero poder, pero
ahora en la Sociedad de la Información esto es más cierto que nunca. Y la conciencia
de clase no puede existir sin la libre comunicación de ideas. La izquierda debe
comprender que sin la “conquista” de los medios de comunicación nunca podrá
producirse la “conquista” de los medios de producción. Pero la “conquista” de dichos
medios debe ser más bien su “liberación”, no la sustitución de unos poderes
dominantes por otros. La izquierda debe luchar para que los medios de comunicación
no estén monopolizados por el poder económico, para que sean libres de cualquier
dominación. La izquierda debe centrarse PRIORITARIAMENTE en la conquista de las
libertades (conquista que aún no se ha culminado, por mucho que la derecha haya
“vendido” lo contrario), especialmente la libertad de prensa y de expresión.

Mientras éstas no existan de verdad los postulados de la izquierda nunca podrán
llegar a la mayoría de la población. La izquierda debe intentar por todos los medios
posibles y mediante la inteligencia, la imaginación, la originalidad y la
insistencia, hacerse oír. Debe ir contracorriente más que nunca. Debe ser más activa
que nunca y en todos los frentes, aprovechando las posibilidades de las nuevas
tecnologías de la información como Internet (participando en todos los foros
posibles, incluso en aquellos de los medios de comunicación “oficiales” hostiles)
sin descuidar las viejas formas de activismo.

3) Desarrollo de la democracia

La derecha ha conseguido imponer un modelo de democracia “controlada” que le sirve
para someter al pueblo engañándolo. La izquierda debe deshacer este engaño y
denunciar claramente los defectos de la democracia actual y centrar su lucha
PRIORITARIAMENTE por conseguir una verdadera democracia. Sólo con verdadera
democracia los postulados de la izquierda tienen alguna posibilidad de llevarse a
cabo. De forma natural, cuando haya verdadera libertad la humanidad podrá
emanciparse porque inevitablemente todas aquellas causas justas, legítimas y lógicas
se irán imponiendo, cuando el pueblo tenga el verdadero poder entonces es cuando
podrá mejorar sustancialmente sus condiciones de vida. La lucha por el desarrollo
democrático debe ser PRIMORDIAL y PRIORITARIA por parte de la izquierda para su
propia subsistencia. El modelo de democracia impuesto por el capitalismo condena a
la verdadera izquierda a la marginalidad a corto plazo y a la extinción a medio y
largo plazo. La izquierda debe aprovechar todos los resquicios y contradicciones del
sistema para ponerlo en evidencia ante el pueblo y para poder cambiarlo
progresivamente desde dentro a corto plazo sin renunciar a cambiarlo radicalmente a
medio y largo plazo (sin renunciar al Comunismo y al Anarquismo, pero teniendo en
cuenta que no se podrá llegar a ellos más que con una labor continua y larga en el
tiempo). La izquierda no debe agarrarse a la idea de que “una revolución vendrá en
el futuro” y debe iniciar una “revolución tranquila pero continua”, paso a paso (la
revolución permanente que decía Trotsky), es decir sin prisas pero sin pausa. Las
experiencias revolucionarias han demostrado que las prisas, la improvisación y la
desesperación no son los mejores “compañeros” para construir un mundo nuevo.

Transformar la sociedad es una labor ardua y no puede caerse en el autoengaño de que
puede hacerse en poco tiempo y desordenadamente. Requiere de una constante labor de
construcción planificada a corto, medio y largo plazo. Lo primordial es sentar las
bases del sistema político que permita el avance de nuestra sociedad, una vez
establecido un modelo de estado auténticamente democrático con unos medios de
comunicación verdaderamente libres, la sociedad avanzará inexorablemente hacia su
transformación, es necesario “desatascar la tubería para que fluya el agua”. La
democracia verdadera es la auténtica herramienta de la transformación social. Además
la derecha no ha podido impedir que la idea de la democracia sea aceptada como algo
beneficioso por el conjunto de la población, y lo único que ha podido hacer es
ocultar la falsedad de las democracias actuales para que el ciudadano no piense que
pueden mejorarse sustancialmente o que en todo caso crea que las posibles mejoras no
repercutirían en su vida cotidiana. La izquierda debe esforzarse por hacer ver al
pueblo que es posible y necesario mejorar notablemente la democracia y que ésta es
fundamental para conseguir mejores condiciones de vida. La causa del desarrollo
democrático es una causa fácil de defender y de ser aceptada por el conjunto de la
población. Por tanto se puede convertir en el auténtico “catalizador” del
renacimiento de la izquierda si ésta sabe abanderarla adecuadamente.

4) Transformación de la sociedad

Una vez conseguida una verdadera democracia será inevitable la transformación de la
sociedad porque en cuanto el pueblo tenga realmente libertad y poder se plantearán
todas aquellas causas justas y legítimas de forma natural y la clase dominante no
podrá evitar perder sus privilegios. Por esto la derecha se esfuerza tanto en evitar
la auténtica democracia porque sabe que, al contrario que la izquierda en la
“democracia formal” actual, sus postulados no tienen ninguna posibilidad de
mantenerse en la “democracia real” futura. “Una vez desatascada la tubería, el agua
fluirá naturalmente y nadie podrá impedirlo”.

Esto no impide intentar ir avanzando ya en la mejora de la sociedad, pero el diseño
de las democracias representativas actuales acota enormemente el grado de
transformación alcanzable. La izquierda no debe caer en el engaño de creer que en
dichas “democracias” todo es posible, porque no es así, el objetivo de las
“democracias” actuales es precisamente por un lado impedir grandes transformaciones
sociales y por otro lado crear la falsa sensación de que no hay ningún impedimento,
es decir ocultar lo primero. Son falsas democracias, democracias “aparentes”,
democracias “controladas” o más bien dictaduras “camufladas” (hay quién las llama
oligocracias o partitocracias). La idea es que la gente crea que todo es posible en
teoría pero no se hace en la práctica, no tanto por limitaciones del modelo
democrático, sino porque no hay alternativas. La idea de falta de alternativas se
impregna en el pensamiento global del pueblo a través de los medios de comunicación
y se afianza por el “control” de dichas democracias. Se evita el planteamiento de
alternativas mediante un “monopolio de la distribución de las ideas” (a través de
los medios de comunicación) y un “monopolio político” (a través del “diseño técnico”
del Estado “democrático”).
Por consiguiente la verdadera lucha de la izquierda debe ser antetodo el desarrollo
democrático y de las libertades porque sólo una vez culminado éste podrá
transformarse la sociedad para conseguir mayor justicia y por tanto mejores
condiciones de vida para la inmensa mayoría de la población.

Conclusiones

La izquierda tiene grandes desafíos en el siglo XXI, debe resurgir cual ave fénix y
debe priorizar sus esfuerzos por conseguir la libertad y democracia que se necesitan
como paso previo e imprescindible, como condición necesaria pero no suficiente para
lograr la anhelada transformación de la sociedad. Lo tiene muy difícil porque el
sistema capitalista se ha afianzado en las últimas décadas aprovechando los fracasos
de la izquierda en el siglo XX. Sin embargo, esa fortaleza del sistema capitalista
es más aparente de lo que puede pensarse a primera vista. El sistema lo sabe y por
esto se esmera en “cerrar todo los flancos”. Pero “cualquier grieta en el barco del
capitalismo puede inundarlo y precipitar su hundimiento”. En cuanto se ponga en
evidencia el sistema “democrático” que ha “montado” para perpetuarse pueden
precipitarse los acontecimientos. Cuantas dictaduras que parecían inquebrantables se
han precipitado repentinamente al abismo!. El problema es que las dictaduras no
engañan a nadie y sin embargo las falsas democracias engañan a la mayor parte de la
población. Por tanto la izquierda debe hacer una labor de “desenmascaramiento” de
tales “democracias”. Debe ser beligerante con ellas y debe ponerlas en evidencia en
todos los frentes, en especial en el “frente de las ideas” (que es donde está la
verdadera “guerra”). Debe aprovechar los resquicios y contradicciones legales del
sistema para denunciarlo y sobretodo debe hacer una labor de concienciación masiva a
través de todos los medios de que disponga para comunicarse con la gente. Debe
adaptarse a los tiempos y utilizar las nuevas tecnologías para propagar sus ideas
siendo lo más activa posible. La derecha lo único que puede hacer es posponer los
anhelos del pueblo por la justicia y la libertad. Como dijo Rosa Luxemburgo poco
antes de morir: "El liderazgo ha fallado. Incluso así, el liderazgo puede y debe ser
regenerado desde las masas. Las masas son el elemento decisivo, ellas son el pilar
sobre el que se construirá la victoria final de la revolución. Las masas estuvieron
a la altura; ellas han convertido esta derrota en una de las derrotas históricas que
serán el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y esto es por lo que la
victoria futura surgirá de esta derrota.’¡El orden reina en Berlín!’ ¡Estúpidos
secuaces! Vuestro ’orden’ está construido sobre la arena. Mañana la revolución se
levantará vibrante y anunciará con su fanfarria, para terror vuestro: ¡Yo fui, yo
soy, y yo seré!

En España tenemos una democracia que además de tener los defectos del modelo de las
democracias “occidentales”, tiene defectos propios debido a las peculiaridades de
nuestra historia reciente. La degradación de la democracia no es un fenómeno genuino
de España porque se produce en otros muchos países, aunque en ninguno con la misma
intensidad y desfachatez. Nuestro grado de democracia es menor que el de nuestros
vecinos por la herencia de la “transición” desde el régimen franquista. Necesitamos
en nuestro país culminar la Transición a través de una reforma profunda y amplia de
las bases de nuestro Estado (referéndum para elegir entre república y monarquía,
reforma de la Constitución, reforma de la ley electoral, reforma de la financiación
de los partidos políticos, impulso de la libertad de expresión, etc). El “esqueleto”
de nuestro estado “democrático” está mal construido y es necesario, sino urgente,
arreglarlo antes que nada para poder seguir avanzando. “Antes que arreglar las
paredes o las goteras de un edificio hay que arreglar su esqueleto, sus cimientos”.
Por tanto la izquierda verdadera española tiene además la inmensa labor de culminar
la “transición” para por lo menos ponernos al nivel de “democracia” de nuestros
vecinos europeos. Debe abanderar prioritariamente la “regeneración” democrática de
nuestro país. Más aún ahora que el diseño de esta “democracia” la ha casi eliminado
de las instituciones.

José López
Abril 2008