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La violación masculina, arma de guerra generalizada en una Libia sin ley

Domingo.4 de marzo de 2018 231 visitas Sin comentarios
Vídeos y testimonios evidencian las brutales tácticas utilizadas por varias facciones armadas en conflicto. #TITRE

theguardian

Cécile Allegra - Túnez y Libia

En Libia se utiliza sistemáticamente la violación masculina como instrumento de guerra y dominación política por facciones enfrentadas, de acuerdo con múltiples testimonios obtenidos por investigadores.

Una organización basada en Túnez lleva años trabajando en el tema y ha elaborado informes con testimonios desgarradores de las víctimas, así como obtenido grabaciones de vídeo en las que aparecen hombres sodomizando a sus víctimas con varios objetos, incluidos cohetes y palos de escoba, según ha podido ver una periodista de Le Monde.

Los testigos sostienen que en ocasiones se dejaba a la víctima en una habitación con otros prisioneros, a los que se les ordenaba que le violasen o que le matasen.

Los combatientes perpetran estas atrocidades para humillar y neutralizar a sus oponentes en un país sin ley y dominado por las milicias. La violación masculina es un tabú de tal envergadura en las sociedades árabes que a menudo las víctimas se sienten demasiado dañadas como para reincorporarse a la vida política, militar o civil.

Un hombre, Ahmed, señala a los investigadores que estuvo detenido durante cuatro años en una prisión en Tomina, a las afueras de Misrata. "Te separan para subyugarte", sostiene. "Subyugar a los hombres, esa es la expresión que utilizan para que que no vuelvas a levantar la cabeza. Y lo grababan todo con sus teléfonos".

"Cogen una escoba y la fijan a la pared. Si quieres comer, tienes que quitarte los pantalones, darte la vuelta hacia la escoba y quedarte quieto hasta que el carcelero vea cómo fluye la sangre. Nadie puede escapar de ello", asegura.

Ahmed recuerda que había detenidos unos 450 hombres en su parte de la cárcel. "Había un hombre negro, un migrante. Por la tarde, le lanzaron a una de nuestras celdas y gritaron: ’¡O le violáis o estáis muertos!’".

Durante la revolución de 2011 que derrocó a Gadafi, su régimen fue acusado de utilizar la violación como arma de guerra. Hasta ahora no ha habido ninguna prueba concluyente. "Los leales a Gadafi utilizaban la violación durante la revolución", sostiene Ramadán, uno de los libios exiliados en Túnez. "Una vez que fueron derrotados, sufrieron el mismo tipo de violencia", añade.

El centro de la investigación es una pequeña oficina en la capital de Túnez, donde Ramadán y su colaborador principal, un hombre grande llamado Imed, han pasado tres años recogiendo pruebas.

Un lanzacohetes entre las nalgas

En un vídeo mostrado a esta periodista se ve a un hombre sentado en la arena con su cabeza agachada, aterrado. Un hombre en ropa militar le levanta, le baja los pantalones, los calzoncillos y coloca un lanzacohetes entre sus nalgas. La cámara da la vuelta. Ramadán, también. "¡Para, es sádico!".

El vídeo no se puede verificar de forma independiente y es imposible identificar al grupo armado responsable y el lugar donde ocurrió la violación.

Imed ha viajado a Libia este año con esta periodista para recoger algunos testimonios. En el sur de Trípoli se reunió con un colega, Mouna, que ha documentado decenas de casos. En uno de ellos, un antiguo soldado leal a Muamar Gadafi aseguró que fue violado en varias ocasiones: "¿Con el palo de una escoba fijado a una pared?", le preguntó Imed. Mouna asintió con la cabeza. "A todos se les violaba así".

Un grupo de socios con base en un pequeño edificio cerca de Trípoli sacó más pruebas a la luz. El grupo entregó a Imed 650 documentos ordenados alfabéticamente. Muchos contienen acusaciones de violación elaboradas por la tribu negra Tawergah, acusada en su momento de apoyar a Gadafi y de violar a a sus enemigos durante la revolución. La tribu sufrió una venganza terrible. Su ciudad, Tawergah, fue incendiada y 35.000 de sus habitantes tuvieron que huir a campos de refugiados en Bengasi y Trípoli.

Un hombre llamado Ali recuerda su experiencia en uno de los campos, al sur de Trípoli. Tiene 39, pero parece que tiene 65 y camina con un bastón. "Algunos pasamos toda una noche desnudos y encerrados en un cuarto junto con grupos de migrantes. Los guardias no les liberaban hasta que todos se habían violado unos a otros. Afortunadamente, yo no pasé por ello, solo por el palo y la rueda".

La "rueda" consiste en introducir a la víctima doblada y desnuda en un neumático que cuelga del techo para facilitar así a los torturadores penetrar a su víctima con su arsenal. Ali asegura que ahora tiene problemas físicos, "pérdidas", como él lo llama.

En otro campo al sur de Trípoli, Fathia cuenta que las mujeres no eran inmunes. Asegura que toda su familia fue violada a manos de una milicia de Misrata, especialmente los hombres. "Me arrastraron a la calle, en frente de todo el mundo y diciendo: ’Violasteis a nuestras niñas, ahora os haremos lo mismo’". "Lo peor que me hicieron fue violarme delante de mi hijo mayor", dice entre susurros. "Desde entonces no me habla". Cuando se le pregunta sobre otros presos que pudieron sufrir experiencias similares, Fathia contesta: "Solo escuchaba voces de hombres. Gritaban día y noche".

El año pasado, la fiscal del Tribunal Penal Internacional, Fatou Bensouda, pidió al Consejo de Seguridad más fondos para fortalecer y ampliar sus investigaciones sobre los crímenes de guerra cometidos en Libia.

Por primera vez el Tribunal Penal Internacional ha admitido como prueba vídeos de ejecuciones sumarias cometidos supuestamente por Werfalli, comandante militar, y subidos a Facebook.

En Túnez, esto ha animado a los investigadores. Ahora saben que sus testimonios en vídeo serán legalmente válidos si se acusa de crímenes de guerra a los responsables de las violaciones sistemáticas. También esperan que más víctimas de cárceles clandestinas al este de Libia denuncien su experiencia.


Cécile Allegra contribuyó en esta información para Le Monde. Fue compartida con the Guardian como parte de una serie de Politiken, Le Monde, El País, La Stampa, Der Spiegel y the Guardian.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

El Diario