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La controversia entre intelectuales “de izquierda” del estado español sobre la guerra de Libia

Viernes.23 de septiembre de 2011 4781 visitas - 25 comentario(s)
José ramón Cervera Grau responde del polémico artículo de Santiago Alba Rico #TITRE


Sobre el artículo de Santiago Alba ’Libia, el caos y nosotros’
(Ver abajo)

Un artículo de José Ramón Cervera Grau, miembro de "Ojos para la paz".-

Hay una frase lapidaria y muy certera en el artículo de Alba: Nosotros no decidimos. No puedo estar más de acuerdo. Son los poderosos los que deciden, además lo hacen por nosotros. Aprovechan hasta nuestra misma ansia transformadora en forma de revolución pendiente, soñada y anhelada, para vendernos una profecía que se cumple a si misma: "Si los individuos definen las situaciones como reales, son reales las consecuencias". Se nos acabó la filosofía, ahora le toca el turno al burdo sociologismo de la manipulación social que ha calado hasta en las mismas mentes bienintencionadas de muchos intelectuales que han bajado la guardia del rigor racional para caer, obviando los hechos, en la confusión entre la realidad y el deseo.

Un resumen apresurado de todo lo acontecido en Libia, tiene mucho que ver con la profecía autocumplida. Aquí se puso en marcha una maquinaria inmensa de propaganda y manipulación de la que ha participado más gente que nunca, para gestar del todo la guerra humanitaria y que fuese no sólo disculpable sino aceptada y normalizada. Se han desplegado todas las energías bélicas, de la propaganda y de las conciencias, en la línea de confirmar los apriorismos y crear realidades virtuales que optan a reales por el mero hecho de la opinión común no contrastada. Los individuos se han apresurado a definir como reales lo que les contaban… y las consecuencias para el 1% de la población libia asesinada no pueden ser más reales. Y por convención no reflejada en casi nada, Alba apunta a una liberación del mundo árabe que no vemos, más que él y los que siguen con la profecía que se cumplirá a base de extender la narración de ese discurso.

Del artículo se infiere la normalización de este tipo de agresión manipuladora. Y cuestionando a la izquierda monista, se da por sentado desde el “monismo” de Alba que no se puede negar el carácter espontáneo de la revuelta. No sé que pruebas tiene el autor al respecto, pero son abrumadoras las que hablan en sentido contrario. Con su misma rotundidad y falta de pruebas, pero bajo la luz de la sospecha, yo le afirmo también que Túnez y Egipto son lugares gatopardianos (pardo es el astuto gato, en efecto...y cada vez más), donde se sabe que provocar cambios que no cambien nada dejaron a Libia desprotegida para asestarle la puñalada. De esta guerra se jactan sus artífices, y con razón, de que es el nuevo modelo exportable a todo país que decidan los poderosos. Les falta añadir: Y que humanitariamente auspicien ciertos “progresistas”. Si, esos que dicen sin despeinarse que tenemos que aceptar la idea de que el mundo árabe inevitablemente será gobernado por el islamismo en los próximos años. Y ahí los tenemos con esa alternativa y empeñados en ello, contra estados laicos como Libia o Siria, que deben y pueden mejorarse, pero que en modo alguno merecen un retorno al feudalismo para beneficio de Occidente.

Se ha consumado la profecía. Se invocaron masacres hacia la población como pretexto para intervenir y se hicieron reales en el imaginario bienpensante. Pero resulta que sólo se plasman en hechos reales con la intervención de la OTAN. Se ha maquinado de modo perverso, inventando un conflicto armado, idealizando unos rebeldes prefabricados y mercenarios, se hablaba de avances y rendiciones como si la invocación tuviera propiedades mágicas de hacerlas efectivas, se habló de la OTAN en misión "protección de los civiles", como si esa denominación tuviese atribuciones balsámicas ante lo que no es sino una masacre atroz, cobarde y vergonzosa. Como si la profecía de la protección hiciese devenir por convención social al crimen en salvación. Se inventan un gobierno-amalgama de golpistas de más que dudosa trayectoria democrática y como profecía que se autocumple por fuerza mayor, se le otorga por vía mediática y de presión diplomática la condición de gobierno provisional, arrinconando al que así admite como legítimo el derecho y los acuerdos internacionales. Se llevan adelante razzias contra seres humanos de color porque en la profecía autocumplida se dijo que Gadafi tenía mercenarios y eran negros…Y todo trabajador subsahariano o oriundo de color, tiene por lo tanto que ser linchado para ajustarse al guión de la tragedia. La profecía es también teatral: Si recreas un escenario en Qatar que represente la Plaza Verde tomada por los “rebeldes”, la Plaza Verde y Trípoli se tomarán inexorablemente, estaba también escrito en el guión de la profecía.

La profecía bíblica tiene su lado bufonesco: Muchos intelectuales han actuado como “deus ex machina” de esa misma profecía, han contribuido a consumarla. El tirano de dimensiones cósmicas, encarnación de todos los males, pero en el fondo extraído en concepto de película de Serie B de Fu Manchú; ha sido el falso señuelo al que han entrado a trapo los que se supone que están sobre todo para pensar. No importaba lo exagerado, lo grotesco, la focalización, la ridiculización, el sospechoso empeño en mencionarlo como cortina que esconde y legitima los crímenes contra personas inocentes. No, el sesudo intelectual entraba bien a gusto en este debate interminable, mucho más cómodo de manejar que el de las revueltas asistidas por la OTAN. Y en una profecía con destino manifiesto de consolidarse como verdad revelada, bíblica; nada mejor que un malo diabólico, puesto que al final no deja de ser la película de serie B que nos han contado y todo aquello de la lucha del bien y del mal. Por eso el magnicidio y el infanticidio pasan sin pena ni gloria ni mención en el relato de los actores del guión profético.

¿Monismo de la izquierda?. ¿Y como le llamamos a la concepción del tirano de una pieza?, ¿Cómo le llamamos al etnocentrismo de pretender de modo directo o velado que nuestras democracias resultan superiores moralmente en el contexto del Norte de Africa al sistema de gobierno que tenían y quieren mantener la mayoría de los libios?. ¿nuestras democracias son mejores, cuestionadas dentro y ensangrentadas fuera por las guerras de rapiña?, ¿un tirano de una pieza como el que nos ofrece Alba y todos los demás es creíble en un líder que se podía haber marchado con sus “millones” y con alfombra roja y prefiere quedarse y resistir de un modo sobrehumano y agonal?. ¿Es tan “monista” el asunto que aquí sólo esta Gadafi, no hay nadie detrás, no hay apoyo del pueblo, no hay incontables muertos por culpa de esa resistencia numantina a doblegarse ante el Imperio, doblemente despótico puesto que ahora les asiste la colaboración en la práxis de muchos pensadores?. ¿Monismo? ¿Y como le llamamos al hecho de que para el autor tiene más significación lo que opine un minoritario Partido Comunista de Túnez que lo que digan los libios en manifestaciones masivas de apoyo a su gobierno y en contra de ser “protegidos” por la OTAN?. En efecto, esas manifestaciones Santiago Alba no las vio puesto que aquí en nuestras democracias no se emitieron, tiraban por tierra las razones más básicas de la guerra. Pero es extraño que no las viese, puesto que insinúa que él está más cerca del terreno que la izquierda maximalista. Y sin embargo, unos y otros tienen conexión a Internet.

Monismo. ¿No será que queremos la historia sin aristas, la queremos “mona” y como nos sale fea y ensangrentada, en vez de bajar de las alturas de las disquisiciones metafísicas y esconder la soberbia intelectual que no permite admitir que nos hemos equivocado, optamos por el “sostenella y no enmendalla”?. ¿Qué opinión le merecerá ahora al autor la profecía que pretende cumplirse a si misma en el caso de Siria y sus rebeldes ya prefabricados también en otro CNT?, ¿también apoyaría esa “revuelta” por delegación en la OTAN?. La lectura de su artículo nos hace pensar que si: Para el autor, es aceptable y defendible otra intervención grosera de la OTAN, permitida tanto en cuanto según Alba evita más daños que causa, siempre que exista la connivencia necesaria con unos “rebeldes” que no importa si son auténticos o prefabricados, nada hace falta rastrear en torno a esto: Es suficiente la mera condición de tales por pura adjetivación y nuestra ensoñación revolucionaria y romántica en nuestro empeño de cumplimentación de la profecía.

Coincidencia curiosas: El “tirano” de la focalización y de la satanización que esgrime la OTAN está dibujado con los mismos trazos gruesos que el de Santiago Alba y los rebeldes resultan también descritos desde el mismo tono de simpatía, no importa que el “rebelde” jefe militar de Trípoli esté vinculado con Al Qaeda. ¿No es sospechosa para el autor que de esta guerra se jacten sus artífices, y con razón, de que es el nuevo modelo exportable a todo país que decidan?, ¿qué la hace tan inédita y magnificada sino es nuestro colaboracionismo bienpensante que no se sorprende en la coincidencia con los medios empleados por los belicistas, cuando se supone que son distintas las expectativas respecto de los fines perseguidos entre ellos y los "progresistas"??

En definitiva, yo no veo ese monismo en la izquierda consecuente. Veo prioridades. Más calor humano en la compasión humana que en la frialdad oracular de los que sacrifican o dejan que puedan ser inmolados en el altar de la historia seres humanos inocentes, como tributo al espíritu absoluto de la revolución mundial desde el salón comedor y por delegación en la OTAN. Veo ese monismo en la actitud de mono, aunque sea monosabio, del que no quiere oir lo que retumba en sus oidos, del que no quiere ver aunque lo tenga delante de sus ojos y del que no quiere hablar de lo importante, de la vida humana como valor supremo por encima de los catecismos y de los explotadores que se sirven de ellos; con pruebas abrumadoras al respecto.

Y si al monismo Alba le contesta con el dualismo, algo no encaja en su más que probada capacidad de pensar. Creo que desde la izquierda tradicional “monista” se ha apuntado hacia una tercera vía, el plan de paz de la Unión Africana que hubiese permitido un alto el fuego y elecciones libres. El propio régimen de Gadafi viendo que se le venía encima el Séptimo de Caballería, más los predicadores e incluso hasta los tradicionales indios, optó desde el principio del golpe de estado por aceptar el diálogo. Este dualismo Ni-NI, sí es monista: Se permite el lujo para ignorantes de obviar la posibilidad real de ese alto el fuego y de esas elecciones. Y no se despeina al ver otra vez esas curiosas concomitancias con todo el aparato de la propaganda y las únicas dos opciones que nos brinda: OTAN o Gadafi.

Hay mucho de idealismo hegeliano y nada de marxismo en pretender que una especie de espíritu absoluto de la historia hace buenas y efectivas supuestas revoluciones por si mismas, que hay como una teleología que dirige a la humanidad al progreso, a base de revueltas buenas por definición y por extensión. No importan las pruebas objetivas del apoyo externo previo al alzamiento armado, que los rebeldes se compongan en gran parte de fundamentalistas, que no existan esos consejos obreros libios, que haya más mercenarios extranjeros que libios….la profecía que se cumple a si misma se despliega como el espíritu absoluto sobre la arena de la historia y va cumpliéndose como una predestinación liberadora. Y ahora bajamos al suelo:

Nunca en la historia de la humanidad existieron diferencias de clase tan grandes, nunca tantas guerras, nunca tanto hambre, nunca tanto colaboracionismo bienpensante y buenista haciendo tanto daño ahora y mañana…¿existe esa línea continua del progreso humano entonces?. No la vemos por ninguna parte. En todo caso, la testarudez de los hechos y la fantasía deshumanizada de algunos ideólogos nos hace anhelar a algunos aquello que se le atribuye a T. Mann: Las cosas estarían mejor si Marx hubiese leído a Hölderlin.

Desde el marxismo, ¿es la democracia burguesa fundamentalista y con sharia la receta de cierta izquierda para los parientes pobres de Africa?, ¿está prevista la destrucción total de un país para saquearlo y devolverlo al paleolítico en algún plan indescifrable del espíritu absoluto?. No podemos aceptar ningún credo ni profecía que sepulte a los seres humanos entre cascotes. Nada puede disculpar esto, como no merece disculpa Santiago Alba como contador de cadáveres cuando afirma que la intervención de la OTAN ha evitado más muertos de los que ha provocado. ¿La nueva filosofía sociologista de la profecía autocumplida es también oracular y estadística?, ¿qué sensor o máquina del cuento y del recuento lleva al autor a realizar afirmaciones tan rotundas y científicas?. No sólo no me ha gustado este artículo como relato alejado de la realidad inmediata, sino que me entristece ver como el listón del rigor intelectual ha bajado hasta el extremo de tener que decirle al autor que su imaginación bienpensante estaría mejor otra vez en la redacción de los guiones de programas infantiles, como aquel de tan grato recuerdo de “La bola de cristal”. Esta profecía autocumplida en la que nos han hecho incurrir, sí es una “bola” de cristal...y de nieve: Cuando caiga al suelo, esperemos que sólo quede hecha añicos ella misma.

http://www.insurgente.org/index.php...


Libia, el caos y nosotros

Santiago Alba Rico
Gara/Rebelión

La última semana de agosto, tras la entrada de los rebeldes en Trípoli, el mundo árabe estalló en un grito de alivio y júbilo. En Yemen y Siria las manifestaciones populares contra las dictaduras de Ali Saleh y Bachar Al-Assad multiplicaron su número e intensidad al calor de esta victoria que todos los pueblos de la región vivieron como propia. En Túnez, los días 22 y 23 de agosto, refugiados libios y ciudadanos tunecinos celebraron en las calles de la capital, pero también en Sfax, Gabes y Jerba, la caída de Gadafi. Los propios partidos de izquierda se sumaron a la celebración. Así el Partido Comunista Obrero de Túnez, de Hama Hamami, uno de los opositores más perseguidos por el régimen de Ben Ali, difundía el 24 de agosto un comunicado en el que felicitaba “al hermano pueblo de Libia por su victoria sobre el despótico y corrupto régimen de Gadafi, confiando en que ahora el pueblo libio pueda decidir su propio destino, recuperar sus libertades y derechos y construir un sistema político basado en la soberanía que le permita regenerar su país, movilizar sus riquezas en favor de todos los ciudadanos y establecer profundas relaciones de hermandad con los pueblos vecinos”. Durante los últimos seis meses, en todas las capitales árabes donde la gente protestaba contra los dictadores locales, a menudo jugándose la vida, se han celebrado manifestaciones de solidaridad con el pueblo libio; nos guste o no, aún tratándose de una de las zonas más anti-imperialistas del mundo, no ha habido ninguna protesta contra la intervención de la OTAN.

Durante estos últimos meses he tenido a veces la impresión de que mientras la derecha coloniza y bombardea el mundo árabe, la izquierda (una parte de la izquierda europea y latinoamericana) le indica cuándo, cómo y de quién debe liberarse. No voy a entrar en una polémica muy pugnaz que ha fracturado el campo anti-imperialista; sólo quiero dejar constancia de que el único lugar donde esa polémica no ha existido ha sido curiosamente el lugar donde se producían los acontecimientos. Mientras la izquierda occidental se intercambiaba bofetadas en torno a la intervención de la OTAN, los pueblos árabes, acompañados por una izquierda regional a la que ni Europa ni América Latina han escuchado, se dedicaban y se dedican a combatir las dictaduras con medios y en condiciones que ningún análisis marxista habría previsto y probablemente tampoco deseado. El caso es que tampoco las potencias occidentales habían previsto ni deseado lo ocurrido y el resultado de su improvisación chapucera, tan hipócrita como diligente, es aún una incógnita.

Uno de los errores del esquemático análisis de un sector de la izquierda occidental (tan occidental en esto como occidentales son las bombas de la Alianza Atlántica) es el de llamar la atención sobre los intereses euro-estadounidenses en Libia, como si esos intereses no hubieran estado asegurados bajo Gadafi y como si, en cualquier caso, de una enumeración de intereses se desprendiese necesariamente una intervención. No se interviene donde y cuando se quiere sino donde y cuando se puede. Los intereses interesan, sin duda, pero no hacen posible una intervención militar. En el caso de Libia, a mi juicio, son dos los factores que la han hecho posible.

El primero es que se trataba, como reconocieron enseguida los pueblos y las izquierdas árabes, de una causa justa. La rebelión popular comenzada en Bengasi y abortada en el barrio de Fashlum de Trípoli el 17 de febrero prolongaba, con igual legitimidad y espontaneidad, las revoluciones de Túnez y Egipto. Escribía Jean-Paul Sartre en 1972 que “el poder utiliza la verdad cuando no hay una mentira mejor”. En este caso ninguna mentira era mejor que la verdad misma: “el monstruoso tirano” Gadafi era un monstruoso tirano y los “rebeldes libios” eran realmente rebeldes libios. Al convertir occidente la verdad en propaganda, la izquierda esquemática -muy alejada o con poco conocimiento de la zona- cayó en la trampa y se puso a repetir ingenuamente, frente a ella, un montón de mentiras o medias verdades, regalando a los bombardeadores una causa justa y asumiendo la ignominia de defender una injusticia.

El segundo factor tiene que ver con el aislamiento del régimen de Gadafi. Aparte de Nicaragua y Venezuela, muy alejados del escenario, los únicos amigos que tenía Gadafi en el mundo eran unos cuantos dictadores africanos y unos cuantos imperialistas occidentales. Abandonado por estos últimos, ningún Estado con autoridad geoestratégica -ni la Liga Arabe ni China ni Rusia- iban a oponer resistencia a la intervención de la OTAN. Al contrario de lo que ocurre en Siria, un avispero de equilibrios muy sensibles en el que Bachar Al-Assad vende en todas direcciones la carta de la “estabilidad” mientras mata impunemente a miles de revolucionarios, Gadafi y su régimen no representaba nada en la región. Al contrario, todos los intereses, también los políticos, lo volvían vulnerable: más que el petróleo, entre los factores desencadenantes de la intervención de la OTAN hay que incluir las presiones de Arabia Saudí sobre unos EEUU muy renuentes y la oportunidad para Francia de "represtigiarse" en su “patio trasero” natural, el norte de Africa, tras el batacazo sufrido en Túnez y Egipto, donde el apoyo a Ben Alí y a Moubarak (con el escándalo de las vacaciones pagadas de sus ministros) habían dejado a Sarkozy completamente fuera de juego.

El otro error en el que ha incurrido un cierto sector de la izquierda tiene que ver precisamente con su esquematismo o, mejor dicho, con su monismo. Los pueblos y las izquierdas árabes, jugándose la vida sobre el terreno, han comprendido enseguida la imposibilidad de escapar a la incomodidad analítica si querían derrocar a sus dictadores. Han sabido que había que afirmar muchos hechos al mismo tiempo, algunos contradictorios entre sí. En el caso de Libia, esos cinco o seis hechos son los que siguen: Gadafi es un dictador; la revuelta libia es popular, legítima y espontánea; la revuelta es enseguida infiltrada por oportunistas, liberales pro-occidentales e islamistas; la intervención de la OTAN nunca tuvo vocación humanitaria; la intervención de la OTAN salvó vidas; la intervención de la OTAN provocó muertes de civiles; la intervención de la OTAN amenaza con convertir Libia en un protectorado occidental. ¿Qué hacemos con todo esto? Podemos dejar a un lado la realpolitik, acudir al realismo y tratar de analizar la nueva relación de fuerzas en el contexto de un mundo árabe en pleno proceso de transformación. O podemos afirmar Un Solo Hecho -monismo- y someter todos los demás a sus latigazos negacionistas. Así, si sólo afirmamos la intervención de la OTAN, con sus crímenes y amenazas, nos vemos enseguida obligados, por una pendiente lógica que nos aleja cada vez más de la realidad, a negar el carácter dictatorial de Gadafi y afirmar, aún más, su potencial emancipatorio y anti-imperialista; a negar el derecho y espontaneidad de la revuelta libia y afirmar, aún más, su dependencia mercenaria de una conspiración occidental. Lo malo de este ejercicio de monismo es que deja fuera precisamente los datos que más importan a los pueblos árabes y a las izquierdas árabes y los que más deberían importar a los anti-imperialistas de todo el mundo: la injusticia de un tirano y la reclamación de justicia del pueblo libio.

El monismo simplifica las cosas allí donde son muy -muy- complicadas. La OTAN misma es consciente de esta complejidad, como lo demuestra el hecho de que -tal y como recuerda Gilbert Achcar- ha bombardeado muy poco Libia con el propósito de alargar la guerra y tratar de gestionar una derrota del régimen sin verdadera ruptura con él; lo contrario, es decir, de lo que demanda el pueblo libio. El conflicto entre la OTAN y una parte de los rebeldes es manifiesto, como lo es entre los rebeldes y la cúpula dirigente del CNT. Hemos escuchado en los últimos días las denuncias muy agresivas -dirigidas tanto a EEUU e Inglaterra como a Mustafá Abdul Jalil y Mahmud Jibril- de Abdelhakim Belhaj e Ismail Salabi, comandantes rebeldes vinculados al islamismo militante. Como en Túnez y en Egipto, los islamistas están bien organizados y tienen fuerza, pero no son ellos los que comenzaron las revueltas. Es muy triste ver de pronto a un cierto sector de la izquierda unirse al coro de la “guerra contra el terrorismo” y la “amenaza de Al-Qaeda”, precisamente cuando las revoluciones árabes demuestran su escasísimo ascendiente sobre la juventud árabe. Cualquiera que sea o haya sido la relación entre Al-Qaeda y el Grupo Combatiente Musulmán Libio, las declaraciones públicas de sus líderes en favor de “un Estado civil” y una “verdadera democracia”, muy poco creíbles, demuestran un gran conocimiento de la corriente que empuja en estos momentos la región. Desde la izquierda tenemos quizás que aceptar la idea de que el mundo árabe inevitablemente será gobernado por el islamismo en los próximos años -si se le hubiese dejado gobernar hace veinte hoy se habrían librado ya de ellos-, pero la triunfal visita de Erdogan a Egipto, Túnez y Libia indica que ese islamismo ya no será el de la yihad y el atentado suicida, como interesaba a la UE y EEUU, sino un “islamismo democrático” cuyos límites, en todo caso, se revelarán también enseguida a los ojos de una población juvenil excedentaria crecientemente integrada en las redes de información global.

Como quiera que sea, la izquierda, que carece de armas y dinero, sólo debería atreverse hablar después de haber imaginado qué haría con ellas -armas y dinero- si las tuviera. ¿Se las habría dado a Gadafi? ¿Se las habría dado a los rebeldes anticipándose a la OTAN? Lo que debe saber la izquierda occidental es que apoyando a Gadafi, no apoya a Chávez (contrapunto democrático del tirano libio, no obstante sus absurdas declaraciones) sino a Aznar y a Berlusconi y, aún peor, a Ben Ali y Moubarak. La izquierda árabe, muy realista, sabe lo que habría significado una victoria de Gadafi para la Primavera Arabe aún en curso. No hay que olvidar que Gadafi apoyó al dictador tunecino tras su salida del país, amenazó a su pueblo y trató de desestabilizar sus nuevas instituciones para restablecer a la familia Trabelsi en el poder hasta que -precisamente- la rebelión popular libia del 17 de febrero frustró todos sus planes. El sofocamiento a sangre y fuego de la revuelta libia hubiera puesto en peligro los logros revolucionarios de Túnez y Egipto, alentado una represión aún mayor en Yemen y Siria y congelado todas las protestas que retoñan de nuevo en Marruecos, Jordania y Bahrein. No se puede -no se puede, no- estar a favor de las revoluciones árabes y de Gadafi al mismo tiempo. Paradójicamente, los que apoyan a Gadafi apoyan sin darse cuenta la ofensiva contrarrevolucionaria de la OTAN en el norte de Africa.

Quizás prefiramos un orden malo, con tal de que sea invencible, mejor que un desorden ambiguo en el que existe alguna posibilidad de vencer, aunque sea a largo plazo; quizás hubiéramos preferido que el metepatas de Mohamed Bouazizi no se hubiera inmolado incendiando toda la región (con lo tranquilos que estábamos); quizás hubiéramos preferido que los pueblos árabes no se hubieran levantado si no podían ser marxistas y si al final no va a servir para nada o sólo para que gobierne el islam o para que un puñado de humillados y ofendidos respiren un poco. Pero no somos nosotros quienes decidimos. Lo cierto es que los pueblos árabes, incluido el libio, han decidido desembarazarse de las dictaduras más largas del planeta, “descongelando” una región del mundo petrificada desde la primera guerra mundial y condenada a servir una y otra vez intereses ajenos; y con esa decisión la han devuelto a “la corriente central de la historia”. Podemos dejarnos llevar por nostalgias de guerra fría; podemos ver tranquilizadoras conspiraciones de los mismos malos de siempre, ahorrándonos así el esfuerzo de acercarnos a nuestros afines sobre el terreno y de analizar con cuidado los nuevos actores que intervienen en el escenario global; podemos hacer discursos en lugar de hacer política; y regañar a los árabes en lugar de aprender de ellos. O podemos solidarizarnos con los pueblos que en estos momentos están tratando de terminar una historia o de empezar una nueva; con los que, como Siria, Yemen, Bahrein, tratan de sacudirse el yugo de sus dictadores y con los que, como Túnez, Egipto y Libia, tienen que intentar librarse, a partir de ahora, de distintas modalidades de intervención extranjera.

http://www.gara.net/paperezkoa/2011...


Entrevista al ensayista y escritor Santiago Alba Rico: “En Libia se ha producido una revolución popular”

Es muy triste incurrir en dobles raseros muy semejantes a los que tanto condenamos en el imperialismo y distinguir entre dictaduras buenas y dictaduras malas y pueblos con derechos y pueblos sin ellos.

Salvador López Arnal

Santiago Alba Rico es es ensayista y escritor, vive desde hace muchos años en Túnez y ha traducido algunas obras del árabe. Entre sus últimos libros publicados, cabe destacar Capitalismo y nihilismo (Akal, 2009) y, junto con J. D. Fierro, Túnez, la revolución (Hiru, 2011).

Si te parece podríamos empezar con un poco de historia. ¿Podrías dar cuenta, en media página, no te dejo más, de la historia reciente de Libia?

En pocas palabras: en 1912 Italia, que había quedado fuera del reparto colonial de la conferencia de Berlín (1884), invadió Libia, formalmente parte del imperio otomano, pero de escasa importancia para los turcos. Por cierto, fue el teniente Giulio Cavotti el primero que lanzó una bomba desde un avión y fue precisamente en 1911 y sobre Libia, a las afueras de Trípoli, en el oasis de Tagara. En 1922 Mussolini reforzó la presencia italiana y, bajo su dictadura colonial, el gobernador Italo Balbo unió la Cirenaica y la Tripolitana, fijando las fronteras del país actual. En 1940 vivían allí 140.000 colonos italianos, a los que se había instalado en las mejores tierras, proceso de despojamiento al que desde el comienzo se opusieron las tribus y cofradías beduinas y especialmente la Sanusi, cuyo líder, Sidi Idris, llegaría a ser rey tras la independencia del país. Los últimos 20.000 italianos fueron expulsados en 1970 por Gadafi. Para que nos hagamos una idea de la ferocidad colonial italiana, basta con recordar que los desplazamientos forzosos de población ordenados entre 1928 y 1932 por el mariscal Badoglio acabaron directa o indirectamente con la vida de medio millón de libios, según los datos del historiador estadounidense de origen libio Ali Abdellatif Ahmida. En ese periodo fue capturado y ahorcado el héroe de la resistencia Omar Al-Mukhtar, cuyo nombre reivindican por igual gadafianos y antigadafianos. Una famosa frase del mariscal fascista italiano recuerda, por cierto, las amenazas de Gadafi en su primer discurso de febrero contra sus compatriotas rebeldes: “no tendré piedad con los que no se sometan, ni con ellos ni con sus familias ni con sus rebaños ni con sus herederos”.

El rey Idris proclama la independencia de Libia en la Nochebuena 1951. Dieciocho años más tarde entra en escena el entonces coronel Muamar el Gadafi. Te pido casi lo mismo que en caso anterior: ¿puedes hacer un resumen del papel histórico de Gadafi? ¿Fue realmente un defensor del panarabismo? En media página, como en la pregunta anterior.

Gadafi formaba parte del sector izquierdista del ejército libio y se reclamaba seguidor de Abdel Gamal Nasser, el líder panarabista egipcio que moriría apenas un año después, en 1970. Su muy errática trayectoria se inició, en efecto, en esa dirección, con una fugacísima unión con Egipto y Siria y algunas medidas claramente soberanistas. Seminacionalizó la banca, cerró las bases militares de Inglaterra y EEUU y nacionalizó el 51% de las compañías petrolíferas extranjeras. Pero como dice el periodista comunista Farid Adley, huido de Libia a Italia en los años setenta, este “impulso” acabó muy pronto. He aquí el resumen que hacía él en Il Manifesto el pasado mes de marzo: “Ya en 1973, de la revolución de los Oficiales Libres no quedaba nada, salvo la implacable represión de toda disidencia. Las horcas en la Universidad, la expulsión de los compañeros de lucha, la supresión de cualquier tipo de oposición, la prohibición de los sindicatos, la anulación de cualquier acción independiente de la sociedad civil, el asesinato en el extranjero de los opositores (Italia fue el escenario favorito para ese tipo de acciones terroristas) y las operaciones militares contra civiles que protestaban pacíficamente en contra de la voluntad del tirano (años 80 y 90 en Derna y Benghazi), así como la masacre de Abu Selim (26 de junio de 1996 ), son ejemplos del dominio de esta nueva clase dirigente que, de hecho, se ha reducido a la familia de Gadafi y a un pequeño círculo de sus seguidores”. Otro escritor árabe, en este caso libanés, René Naba, anticipa a 1971 la deriva del régimen: “A partir de esa fecha”, dice, “cada año trajo su cuota de desolación, como el secuestro de un avión comercial inglés para entregar a Sudán a los dirigentes comunistas, decapitados a continuación en Jartum; la misteriosa desaparición del jefe del movimiento chií libanés Moussa Sadr o el resuelto apoyo al presidente sudanés Gaafar al-Nimeiry, a pesar de que fue uno de los artífices de la transferencia a Israel de varios miles de judíos etíopes «falashas»”.

¿Cuáles han sido a lo largo de estos 42 años las relaciones de Gadafi con las potencias occidentales? Si no ando muy errado, Ronald Reagan ordenó el bombardeo de Trípoli y Bengasi, las dos principales ciudades libias, en 1986 (una hija adoptiva de Gadafi, Jana, murió durante los bombardeos). Luego las cosas cambiaron un poco.

Así es. Al mismo tiempo que entregaba al carismático líder del partido comunista de Sudán Abdel Khaleq Mahjoub, hacía desaparecer al líder chiita libanés Moussa Sadr y perseguía a sus propios opositores de manera implacable, dentro y fuera de Libia, apoyaba en el exterior a distintos grupos armados que los EEUU consideraban, unos justamente y otros no, “terroristas”. Eso llevó a la ruptura de relaciones diplomáticas en 1981 y a la prohibición por parte de la administración Reagan de importaciones de petróleo libio en 1982. Mientras Gadafi asesinaba a los autores de la tentativa de golpe de 1984 -los Consejos Revolucionarios de Base emitieron una orden que legalizaba el asesinato de todos los disidentes- él mismo se convertía en el blanco de las iras de su mellizo Reagan, quien en efecto bombardeó Trípoli en 1986. Una serie de atentados atribuidos al régimen de Gadafi (la voladura de dos aviones comerciales sobre Escocia y Chad y la de una discoteca en Berlín, con centenares de víctimas civiles, en 1988 y 1989) fundamentaron el bloqueo impuesto por la ONU en 1992 y que duró diez años. Pero en 2003, como recuerda René Naba, Gadafi “se rindió sin condiciones al orden estadounidense”: entregó su programa nuclear a George Bush hijo desvelando al mismo tiempo todo un sector de la cooperación de los países árabes y musulmanes en el ámbito de la tecnología nuclear; reprivatizó parcialmente el sector petrolero permitiendo el retorno de las grandes compañías occidentales; aceptó convertirse -el paladín del panafricanismo- en el carcelero homicida de los emigrantes subsaharianos que trataban de alcanzar Europa (historia terrible que cuenta en detalle el periodista Gabriele del Grande); contrató dos empresas estadounidenses de relaciones públicas para cabildear en su favor en EEUU; colaboró, como revelan los papeles publicados hace unos días por The Independent, con la CIA y el M-16 en la entrega y tortura de presuntos islamistas radicales; recibió una y otra vez a Toni Blair como asesor de J.P. Morgan y comenzó reformas de liberalización económica por las que fue felicitado por el propio Strauss-Khan, presidente entonces del FMI, en enero de 2011, un mes antes del estallido de la rebelión popular.

En la voz “Libia” de la Wikipedia en castellano se puede leer: “Actualmente al país se le adjudica la esperanza de vida más alta de África continental (si se cuentan a las dependencias sólo es superada por la isla británica de Santa Elena), con 77,65 años. También cuenta con el PIB (nominal) per cápita más alto del continente africano, y el segundo puesto atendiendo al PIB per cápita en paridad de poder adquisitivo (PPA). Además, Libia ocupa el primer puesto en índice de desarrollo humano de África, y se le puede comparar en términos de PIB per cápita con países tan desarrollados como Argentina o México”. No son malos indicadores.

No sé si Argentina y México son buenos indicadores, pero en este caso me limitaré a relativizar esos datos con una cita de nuestro compañero Tariq Alí, extraída de su libro “Protocols of the Elder of Sodom”, el cual incluye una reseña de su estancia en Libia en 2006: "Libia obtiene del petróleo 36 mil millones de dólares al año. Su presupuesto anual es de 10 mil millones. Su población es de aproximadamente seis millones Naturalmente nadie se muere de hambre. Los comercios están llenos de comida, pero el nivel de la educación y los servicios de salud son primitivos. Miles de libios tienen que cruzar a Túnez para recibir tratamiento médico. El contraste con Cuba, una isla siempre corta de dinero, es instructivo. La Universidad de Medicina de las Américas en La Habana forma y educa a cientos de estudiantes del norte y el sur de América (principalmente afro-estadounidenses e hispanos). El nivel de la cultura y la educación es muy alta. ¿Por qué no en Libia? (…) Uno de los hijos de Gaddafi, Saif al-Islam, se está preparando para la sucesión. Como es estudiante de doctorado en la London School of Economics y un enamorado del occidente neoliberal, hay pocas críticas aquí sobre la propuesta de traspaso. Gadafi, después de todo, ya no es el dirigente de un "estado canalla" sino un "gran estadista" (en palabras de Jack Straw) y ha recibido a Blair en su tienda. Esto ayuda a mantener la pretensión de que él cedió ante Londres, no ante Washington. Es muy sencillo: Saif quiere privatizarlo todo y convertir a Libia en un pequeño estado del Golfo". Hasta aquí la cita de Tariq Alí. Como vivo en Túnez desde hace años, puedo confirmar lo que dice sobre los libios que visitan las consultas médicas privadas a las que los tunecinos no pueden acudir. Por lo demás, me cuesta trabajo aceptar este criterio económico como principio de legitimación del derecho o no de los pueblos a la rebelión. Con mucho menos motivo lo tendrían los bahreiníes, cuya renta per capita es mucho más alta que la de los libios.
¿Y tendríamos que reprochar a los saudíes que reclamaran democracia en la calle a la brutal teocracia wahabita o aceptar que se disparara sobre ellos si decidieran rebelarse? ¿Y no nos dice la derecha española precisamente que el movimiento 15-M no tiene fundamento, pues ninguna generación de jóvenes españoles ha vivido con tantas comodidades y ventajas como la actual?

Me centro en los últimos acontecimientos. ¿Se ha producido una revolución popular en Libia? ¿Similar a lo ocurrido en Túnez, Egipto, Yemen o Bahrein por ejemplo? ¿Debería incluir Siria también?

Sin lugar a dudas. Y debes incluir a Siria, por supuesto. Es muy triste, muy doloroso, encontrarse con compañeros dignos de todo respeto (que además reivindican para sus propios países procesos populares de democratización como los que están produciéndose en el mundo árabe) incurrir en dobles raseros muy semejantes a los que tanto condenamos en el imperialismo y distinguir entre dictaduras buenas y dictaduras malas y pueblos con derechos y pueblos sin ellos. He insistido muchas veces en que esta posición aplica automatismos de bloque enteramente superados por la historia y proyecta sobre el mundo árabe clichés eurocentristas (¡eurocentrismo latinoamericano también!) asimilables a los de la propaganda islamofóbica occidental tantas veces denunciada: los árabes pueden sublevarse por pan o por Dios, pero no por democracia; las revoluciones que comienzan en París o en Caracas pueden tener consecuencias en otros lugares de Europa o de América Latina, pero las que comienzan en Túnez no (pese a todo lo que une este país a los del resto del mundo árabe). Si como recuerda Carlos Varea no hay ningún régimen progresista en esa zona del mundo, si todos los regímenes son además autoritarios, autocráticos, dictatoriales o tiránicos, ¿no es lo natural que sus pueblos se levanten? ¿Y no debería alegrarnos en lugar de despertar nuestras suspicacias y reservas? Repito de nuevo algo que he dicho muchas veces. Negar el carácter espontáneo y legítimo de las revueltas libia y siria supone cometer una doble injusticia: la de defender a dos tiranos que disparan sobre sus pueblos y la de ofender a los pueblos que tratan de acabar con ellos. Me resulta muy difícil conciliar esa doble injusticia con los principios de la izquierda.

¿Por qué crees que ha intervenido la OTAN a favor de los rebeldes? No ocurrió esa intervención otánica en el caso de Túnez o Egipto por ejemplo. ¿Es de nuevo un intento de liquidar, como en el caso de Yugoslavia, algo que aunque sea remotamente huele a “socialismo”?

Nada de eso. Creo que ha quedado ya claro qué clase de socialismo había en Libia. Ni siquiera había ya un soberanismo limitado que objetivamente, como en Iraq, obstaculizase el abrazo del imperialismo. Es demasiado obvio -y aún así, por supuesto, verdadero- hablar de los intereses económicos, que en realidad ya estaban asegurados. Los intereses pueden justificar una intervención, pero no permitirla. Por así decirlo, se interviene cuando se puede, no cuando se quiere. Para entender la intervención de la OTAN hay que inscribirla en el contexto de la región -una región sacudida por un seísmo inesperado- y contemplarla al mismo tiempo como una gran improvisación. Y en este caso hay que tener muy en cuenta dos factores coadyuvantes, sin los cuales la intervención militar de la OTAN habría sido imposible, y dos intereses directamente políticos -no económicos- sin los cuales quizás tampoco habría tenido lugar o no del modo en que finalmente se ha producido. El primero de los factores coadyuvantes es el hecho, en efecto, de que se trataba de una causa justa. No hay que confundir propaganda y mentira. Como escribía Sartre en los años setenta “el poder utiliza la verdad cuando no hay una mentira mejor”; y en este caso, al contrario que en el de Iraq, no había ninguna mentira mejor que la propia verdad: había una “dictadura feroz” que era de veras una dictadura feroz y unos “rebeldes libios” que, al menos al principio, eran en realidad unos rebeldes libios. El segundo factor coadyuvante es que el régimen de Gadafi cumplía un papel marginal en la geoestrategia de la zona; aparte de unos cuantos dictadores africanos y unos cuantos imperialistas, no tenía amigos. En cuanto los imperialistas le retiraron su apoyo, se volvió enteramente vulnerable. La Libia de Gadafi podía ser atacada sin que nadie opusiera resistencia, como así, en efecto, ocurrió: ni siquiera Rusia y China utilizaron su derecho al veto para impedir la resolución 1973. Respecto de los dos “intereses” directamente políticos, uno de ellos es sin duda el de la brutal teocracia saudí, reñida desde hace mucho tiempo con el dictador libio, y que presionó -en gran potencia- a unos EEUU muy renuentes y muy debilitados y cuyos intereses energéticos están desde 1945, fecha del pacto del Quincey, en el Golfo pérsico, no en el norte de África. El otro “interés” directamente político tiene que ver con la Francia de Sarkozy, claramente fuera de juego en su tradicional “patio trasero” (en este caso, sí, el norte de África) después de su apoyo a las dictaduras de Ben Alí y Moubarak y los escándalos de dos de sus ministros, beneficiarios de tratos de favor y regalos por parte de los regímenes derrocados. Era una oportunidad única -un regalo- para recuperar el terreno, repenetrar con fuerza en una región muy desconfiada y convulsa y represtigiarse al mismo tiempo a los ojos de los árabes revolucionarios y de sus votantes franceses.

Algunos intelectuales de izquierda argumentaron en su momento que la intervención otánica era un mal menor, una forma de impedir la masacre anunciada por Gadafi (“Entraremos en Bengasi como Franco entró en Madrid”). ¿Qué opinión te merece esta posición que, como sabes, no ha dejado de generar discrepancias en la mayoría de los ámbitos de la izquierda?

No podemos saber si hubiera habido o no una masacre; en eso tiene razón Pepe Escobar. Lo malo es que la única manera de averiguarlo era de algún modo permitirla. Por todo lo que sabemos de Gadafi, por lo que ya había hecho, por sus propias declaraciones, no sé si podemos éticamente considerar el pretexto humanitario un simple “pretexto”. Digo lo mismo que antes con la propaganda y la verdad. Para la OTAN fue un pretexto, claro, pero lo cierto es que objetivamente su intervención, que también ha producido víctimas civiles por las que habrá que pedir cuentas, salvó muchas vidas en Benghasi la noche del 18 de marzo. Treinta tanques y veinte lanzamisiles fueron detenidos por los bombardeos a las puertas de la ciudad, donde ya habían provocado en pocas horas -según reporta el periodista Gabriele del Grande- 94 muertos. Si la artillería de Gadafi hubiera entrado en la ciudad, como hizo en Misrata, el número de muertos habría sido altísimo. En cuanto a lo que habría sucedido de haber sofocado a sangre y fuego Gadafi la rebelión, hay que valorarlo también en términos regionales, en el contexto de la Primavera Árabe, que habría sufrido un retroceso, si no un colapso, casi inmediato. Para Túnez habría sido, desde luego, una gran desdicha. Gadafi siguió apoyando a Ben Ali y a los Trabelsi tras su derrocamiento, amenazó a los tunecinos -a los que acusó de echar drogas en el café de los buenos jóvenes libios- y, según algunas fuentes, preparaba un plan de desestabilización, a través de mercenarios, para restablecer al dictador en el poder. Puede decirse que los rebeldes libios salvaron la revolución tunecina, lo que puede parecernos poco importante, desde luego, si seguimos considerando que las revoluciones árabes, como no son marxistas, no sin ni revoluciones ni nada. Pero yo, sinceramente, me siento muy aliviado.

Se ha esgrimido también el siguiente argumento: también Sadam Hussein fue un tirano, un gobernante autoritario, incuso criminal, y toda la izquierda se posicionó en contra de la invasión de Irak. Por lo tanto, lo mismo debería haber hecho en el caso de Libia. ¿Qué opinión te merece esta aproximación?

Es un paralelismo absurdo. Ya he apuntado algunas de las diferencias -Chomsky ha señalado otras-, pero la más importante me sigue pareciendo ésta: la intervención contra Iraq, al margen de la ONU y amparándose en mentiras, no se produjo en medio de una gran revuelta popular local y regional contra las dictaduras árabes. Cuando hablan los pueblos, las izquierdas saben bien a quién tienen qué apoyar. Las izquierdas árabes, que han celebrado la caída de Gadafi sin dejar de advertir contra los peligros de la intervención, nos han señalado el camino.

¿Ha habido o no habido intervención sobre el terreno de tropas o servicios occidentales?

Parece que ha habido algunos grupos de apoyo logístico -sin duda los ha habido- y los periódicos rusos han denunciado, sin confirmación, la presencia de algunos soldados qataríes y saudíes camuflados entre las milicias rebeldes. Lo que sí está confirmado (ver, por ejemplo, el artículo de Piovesana, el periodista de Peace Reporter: http://www.rebelion.org/noticias/af...) es el retorno a Libia, para incorporarse a los combates, de miembros del Grupo Combatiente Islámico Libio, formados en Afganistán. Desde luego, al contrario que en Bagdad, nadie ha visto tanques estadounidenses -o franceses o ingleses- en las plazas de Trípoli. Y lo que ha sido decisivo en la victoria final, más que la participación de tropas extranjeras, ha sido la batalla de Gebel Nafusa. Cito a Angelo del Boca, historiador del colonialismo italiano y biógrafo de Gadafi: “Ha sido realmente decisiva. Como ya he mencionado varias veces en el Gebel Nefusa hay árabes y bereberes, históricamente enfrentados unos con otros, pero que se han unido esta vez. No hay que olvidar que los bereberes en Libia han estado siempre del lado del poder. Cuando la presencia italiana estaban con los italianos contra los resistentes. Este ha sido un elemento decisivo. Lo confirma la información que recibo directamente del disidente Anwar Fekini, que ha participado en la resistencia en el Gebel, y que desde hace días me insistía en que la situación había cambiado mucho desde el punto de vista militar. A pesar de la falta de armas pesadas los rebeldes del Gebel habían llegado a 50 a 60 km de Trípoli. Luego, en los últimos días habían podido capturar tanques, armas pesadas para poder acecarse y entrar en la capital libia. Las rebeliones siempre han empezado en el Gebel, también durante la presencia italiana. Cuando los italianos desembarcaron en Trípoli en octubre de 1911, no fueron los turcos quienes resistieron contra ellos, sino los montañeses del Gebel que bajaron a caballo desde los montes, llegaron a Trípoli y causaron aquella matanza de 550 soldados italianos en Sciara Sciat. Los jóvenes rebeldes de hoy pertenecen a las mismas familias de los rebeldes de hace cien años. Desde este punto de vista, los insurgentes de Bengasi, que lidian todavía con una profunda división interna, poco tienen que ver con la operación final de la caída de Trípoli”. Sobre las relaciones entre árabes y bereberes y la rehabilitación por parte de los rebeldes de la lengua bereber, prohibida durante 42 años, invito a leer, por lo demás, los artículos del periodista vasco Karlos Zurutuza (http://www.rebelion.org/noticia.php..., http://www.rebelion.org/noticia.php...).

¿Qué papel ha jugado Turquía, que no olvidemos es miembro de la OTAN, en todo el proceso?

Turquía es miembro de la OTAN, pero también juega sus propias bazas como subpotencia regional. Lo estamos viendo estos días, siguiendo la estela de Sarkozy y Cameron en Libia, pero sin coincidir con ellos y después de visitar Egipto y Túnez. Es verdad que tenemos que ser prudentes porque, como recuerda bien Miguel León (http://rebelion.org/noticia.php?id=...), contradiciendo en este caso a Pepe Escobar, es difícil saber cuánto hay de autoconciencia de neopotencia y cuánto de maniobra por vía interpuesta para facilitar un reordenamiento blando de Oriente Próximo. Cualquiera que sea el caso, el nuevo papel de Turquía -impostado o sincero- demuestra que, tras la Primavera Árabe, nada puede manejarse de la misma manera, y esto incluye también a Israel.

El gobierno de Venezuela, que intentó algunas mediaciones, se ha mantenido muy crítico de la intervención otánica y también de los rebeldes, además de lanzar más de una proclama favorable a Gadafi. ¿Cómo valoras esta posición?

Como un error catastrófico. El presidente Chávez no ha comprendido que las revoluciones árabes las está haciendo el mismo pueblo que él defendió en Venezuela después del “caracazo” de 1989. Primero guardó silencio sobre Túnez y Egipto y a continuación pasó, no a denunciar la intervención de la OTAN, lo que hubiera sido justo, sino a declarar su amistad y apoyo a Gadafi, gran héroe anti-imperialista que daba su merecido a los mercenarios de los yanquis. Chávez era un ídolo en el mundo árabe después de que Venezuela cortara relaciones con Israel en 2007. Los manifestantes palestinos sacaban su fotografía en las marchas y los jóvenes tunecinos, en la única concentración permitida por Ben Alí en enero de 2008 (precisamente para apoyar a Palestina), gritaban “Chávez presidente”. Todo eso se ha perdido. Hoy Chávez es “el amigo de Gadafi”. Se ha desperdiciado una ocasión histórica para poner en contacto las dos zonas más anti-imperialistas (y más amenazadas por el imperialismo) del planeta. Peor aún: el apoyo a Gadafi ha permitido una identificación falaz entre el régimen libio y la democracia venezolana, lo que sólo beneficia a los que quieren erosionar los procesos emancipatorios de América Latina. ¿Por qué lo ha hecho? Los intereses comunes como miembros de la OPEC no son suficientes para explicar la actitud del gobierno venezolano; prefiero buscar una explicación más honrosa. La que se me ocurre -después de pensar larga y dolorosamente- tiene que ver básicamente con la ignorancia de lo que ocurre en estas tierras, tan lejos de América Latina, y con la virtud a veces destructiva -cuando se hace política- de la “lealtad personal”. Por una vez, Chávez ha actuado como Aznar y Berlusconi, dando razón a los críticos que le reprochan “personalismo” y “caudillismo” y debilitando también por eso el proceso revolucionario que él puso en marcha y que sigue siendo imprescindible para el mundo civilizado.

¿Quienes componen el Consejo Nacional de Transición? ¿Qué opinión te merece este Consejo? La Unión Africana, si no ando errado, no lo ha reconocido. Uno de los portavoces de ese Consejo, hablando de las pocas ciudades que siguen siendo leales a Gadafi, ha declarado: “A veces para ahorrar derramamiento de sangre, tienes que derramar sangre, y mientras más rápido lo hagas, menos sangre se derramará”.

Sobre los rebeldes se ha escrito tanto y en Rebelión hemos publicado tantos artículos y tan detallados que me conformaré con enumerar de nuevo la variada filiación de sus miembros: jóvenes abrumados por la “miseria vital” (como en Túnez y Egipto, los primeros en manifestarse pacíficamente); militares desertores de primera hora en Bengasi; oportunistas del régimen gadafista; liberales educados en EEUU, algunos próximos a la CIA y todos ellos pro-occidentales; e islamistas vinculados al Grupo Islámico Combatiente Libio, que se suman más tarde a la revuelta, pero que juegan un papel determinante por su preparación y disciplina. Del CNT sólo forman parte, que yo sepa, los oportunistas, los liberales y los islamistas, lo que demuestra ya la intención (como, por otra parte en Túnez y Egipto) de dejar fuera a los chabab que sacrificaron sus vidas por derrocar la dictadura. Pero debo decir sinceramente que no veo muchas diferencias entre este gobierno provisional y el de Túnez o Egipto, donde los oportunistas del antiguo régimen, los militares y los liberales gestionan por el momento la vida política. Nadie esperaba que los rebeldes libios fueran socialistas, desde luego, y en todo caso me parece significativo señalar que las primeras divisiones y diferencias entre islamistas y pro-occidentales dentro del CNT apuntan dos detalles “inesperados” para los que han visto desde el principio una “conspiración neocolonial” en la rebelión libia. La primera es la resistencia firme y mayoritaria a una intervención terrestre de la OTAN e incluso a una tentativa de tutelaje neocolonial.
Cuando Ismail Salabi, comandante de Bengasi, dice que no van a permitir que “una minoría dirija el nuevo destino de Libia” o cuando Abdelhakim Belhaj, comandante de Trípoli y también islamista, denuncia a la CIA como responsable de su encarcelamiento y tortura bajo la dictadura de Gadafi, no es pura palabrería (http://www.alquds.co.uk/index.asp?f...). Saben que la mayor parte del pueblo libio, islamistas o no, están de su lado. Al mismo tiempo, cuando estos mismos líderes islamistas hablan del “Estado civil” y de la “democracia” no lo hacen para tranquilizar a la OTAN sino a los chabab que han participado en la Rebelión, conscientes de que en el mundo árabe la hora de Al-Qaeda y sus afines ha pasado. Saben que si el islamismo quiere gobernar Libia tendrá que cambiar su discurso (como en Túnez o en Egipto) y aceptar nuevas reglas de juego. Por supuesto, la posibilidad de que haya enfrentamientos, incluso armados, y todo acabe en un gran caos inducido no se puede desdeñar. Pero lo que en todo caso demostraría eso, una vez más, es que los rebeldes nunca han sido títeres de las potencias occidentales.

Se habla también de limpieza étnica, de la ininterrumpida limpieza étnica perpetrada por los “rebeldes” (según parece las gentes de Cirenaica tiene prejuicios históricos arraigados hacia los africanos subsaharianos).

Hemos hablado del trato que Gadafi infligía a los subsaharianos en las cárceles del desierto. El racismo, desgraciadamente, forma parte de la cultura de la dictadura y por lo tanto se ha manifestado en los dos bandos. Pero me gustaría añadir algunas citas de Gabriele del Grande, tomadas de las crónicas que ha escrito después del 23 de agosto desde Trípoli, y que demuestran -si creemos su testimonio- que no se trata, ni mucho menos, de una “ininterrumpida limpieza étnica” y que además la “caza del mercenario” (que no del negro) empieza a estar bajo control. Del Grande, que ha denunciado también abusos, agresiones y linchamientos de negros por parte de los rebeldes, me parece un testigo plenamente fiable. Así comienza su larga crónica, que puede ser leída en italiano en http://fortresseurope.blogspot.com/: “A finales de agosto los periódicos de medio mundo han alertado de la “caza al negro” en Trípoli, de los abusos y las redadas. La realidad, sin embargo, es diferente, más compleja y al mismo tiempo contradictoria. Ha habido excesos, algún arresto de más era inevitable con una armada popular de miles de jóvenes y chiquillos todavía bajo el shock de la sangre vertida en la batalla que ha liberado Trípoli al precio de centenares de muertos. Esas violencias y esos excesos hay que condenarlos. Pero el relato no termina aquí”. Durante su estancia en Trípoli, Del Grande visitó centros de detención provisionales y hospitales donde se atendía a los partidarios de Gadafi heridos, blancos y negros, libios o extranjeros (sobre todo chadianos y nigerinos). Del Grande recoge innumerables testimonios y confesiones que vale la pena leer, pero su conclusión es más o menos la que se refleja en estas líneas: “Muchas de las personas con las que he hablado, milicianos del régimen y presuntos mercenarios, fueron heridas en el frente y se encuentran ingresadas en los hospitales de Trípoli, donde pude verificar que recibían el mismo tratamiento médico reservado a los partisanos libios. Con la diferencia de que, después del tratamiento, irán directamente a la cárcel, en espera de juicio. Quien pruebe su inocencia será liberado, como les ha ocurrido ya en estos días a muchos prisioneros -libios y africanos- injustamente arrestados y que han encontrado testigos dispuestos a exculparlos. Quien sea hallado culpable de haber matado puede ser condenado a muerte. Y aquí sí debemos preocuparnos mucho. Porque en este momento de caos, el riesgo de errores judiciales y de sentencias sumarias con insuficiencia de pruebas es elevadísimo”.

Te hago ahora algunas preguntas sobre opiniones vertidas por algunos autores y algunas fuerzas políticas. Gilbert Achcar, por ejemplo, ha escrito recientemente: “[…] hemos visto cómo las fuerzas de Gadafi, bien armadas, bien entrenadas y bien armadas desde hace tiempo, fueron capaces de llevar a cabo una ofensiva tras otra, a pesar de estos varios meses de bombardeos de la OTAN, así como la dificultades y el costo en vidas humanas que ha pagado la resistencia, primero para asegurarse Misrata, mucho más pequeña que Bengasi, y después para romper el bloqueo del frente occidental antes de entrar en Trípoli. Cualquiera que, desde lejos, cuestione el hecho de que Bengasi hubiera sido totalmente aplastado no tiene decencia, desde mi punto de vista. Decirle a un pueblo sitiado, desde la seguridad de una ciudad occidental, que son unos cobardes -porque a eso equivale cuestionar si se estaban enfrentando a una masacre- es una indecencia, simplemente”. ¿A ti también te parece una indecencia?

Sí, me parece una indecencia. No estamos hablando de los revolucionarios de Sierra Maestra, entrenados para vencer o morir, sino de jóvenes sin adiestramiento militar -y niños, ancianos y familias enteras- que se defienden como pueden de una agresión feroz y que piden ayuda a las Naciones Unidas, no a la OTAN, al mismo tiempo que declaran expresamente su rechazo de cualquier intervención terrestre. ¿No hay algo indecente en despreciar a esa gente?

Siguiendo las secuencias de los hechos, ¿qué posiciones debería haber tomado la izquierda en tu opinión? Por ejemplo, aun aceptando las consideraciones de Achcar, la resolución de la ONU, ¿no merecía ninguna crítica?

Merece todas las críticas y desde el principio. Su redacción viola la carta fundacional de Naciones Unidas permitiendo la intervención de la OTAN y autorizándola a ir mucho más allá de la “exclusión aérea” reclamada. Y su aplicación viola incluso la resolución misma, ya bastante permisiva. En cuanto a cuál debería haber sido la posición de la izquierda, imagino que te refieres a la izquierda europea y latinoamericana. La izquierda árabe aceptó desde el principio la necesidad de afirmar al mismo tiempo el apoyo a los rebeldes y la denuncia de la intervención de la OTAN. No era un ni-ni, como pretenden algunos anti-imperialistas muy alejados del terreno, sino un Sí a los rebeldes. Un Sí a los rebeldes que implicaba una posición obvia (no a Gadafi) y otra contradictoria (no a la OTAN). Hay que confiar en que, a partir de ahora, el sí a los rebeldes coincida enteramente con el no a la OTAN.

Achcar también ha apuntado: “[..] lancé una campaña con dos demandas inseparables: ¡Paren las bombas! ¡Manden armas a los insurgentes!”. ¿Armas para los insurgentes? ¿Qué insurgentes son estos insurgentes? ¿Puedes darnos alguna informaciones básicas? No parece que sus últimas actuaciones sean muy razonables ni justas.

¿Qué insurgentes son ésos? Los insurgentes realmente existentes, a los que ya hemos descrito antes, apoyados por la mayor parte del pueblo libio. En cuanto a sus últimas actuaciones, imagino que te refieres a los linchamientos de mercenarios y ya hemos hablado también de ello. Con independencia de que siguen siendo abusos muy pequeños por contraste con los crímenes de Gadafi -algunos de los cuales también se están descubriendo en estos días-, no debemos ser tolerantes en ninguna dirección y tenemos que reclamar que todos los responsables de crímenes de guerra o crímenes contra la humanidad, con independencia de su bando, sean juzgados. Se dirá que es una ingenuidad, pero si todas las palabras incapaces de introducir efectos reales en el mundo son ingenuas, entonces son ingenuas la mayor parte de las denuncias anti-imperialistas. La misión de la izquierda debe ser la de denunciar todos los crímenes y, si no son tratados por igual, tendremos entonces que denunciar una vez mas las hipocresías, los dobles raseros y las manipulaciones de los gobiernos y las instituciones internacionales.

Te copio ahora una aproximación de Pepe Escobar: “Llamadla la guerra FOL; la guerra R2P (como en “responsabilidad para proteger” el saqueo occidental; la guerra Air France; la guerra Total); en todo caso los FOL lo pasaron increíblemente bien alardeando de su victoria. El Gran Liberador Árabe, el presidente neo-napoleónico Nicolas Sarkozy, exultaba alegría: “Nos hemos alineado con el pueblo árabe en su aspiración de libertad”. Bahreiníes, saudíes, yemenitas, para no hablar de tunecinos y egipcios, tienen derecho a sentirse desconcertados. Sarko agregó: “Se salvaron decenas de miles de vidas gracias a la intervención”. Incluso los “rebeldes” hablan de que hay por lo menos 50.000 muertos, y la OTAN sigue adicta a un salvaje desenfreno de bombardeos. El emir de Qatar por lo menos admitió que Muamar Gadafi en fuga no podría haber sido derrocado sin la OTAN. Pero agregó que la Liga Árabe podría haber hecho más; de hecho lo hizo, suministrando una votación fraudulenta que abrió la puerta para la Resolución 1973 de la ONU redactada por ingleses, franceses y estadounidenses”. Su posición parece mucho más crítica aunque inicialmente Escobar pareció centrar sus críticas en Gadafi y su gobierno.

Respeto y admiro muchísimo a Pepe Escobar, uno de los más brillantes analistas del mundo, y entiendo perfectamente sus críticas a la OTAN y su vigilancia atenta a los rebeldes, pero no puedo dejar de expresar mi perplejidad ante su cambio de opinión. El 24 de febrero, por ejemplo, escribía: “Lo que Gadafi hará es ir a Bengasi en busca de venganza. Por tanto, es hora ya de que los manifestantes se apoderen allí de unas cuantas armas pesadas y preparen una estrategia para una resistencia organizada. Puede que tengan que resistir durante algún tiempo, la única solución posible para evitar un baño de sangre es que las Naciones Unidas afronten la situación y declaren una zona de exclusión aérea, que podría causar estragos en la decisión del régimen de enviar mercenarios e incluso abortar una posible ofensiva contra Bengasi” (http://www.rebelion.org/noticia.php...). La verdad es que recuerda bastante las posiciones de Achcar y no acabo de ver qué ha ocurrido después de inesperado para modificar tan radicalmente su opinión sobre Gadafi y sobre la legitimidad de la revuelta libia.

Por su parte, Guillermo Almeyra, que se ha mostrado muy crítico respecto “a los despistados de siempre de una izquierda ma non troppo, habituados a adorar gobiernos que bautizan como progresistas” ha escrito: “La principal fuerza de este colonialismo europeo-estadounidense es la heterogeneidad del Consejo Nacional de Transición (CNT) y la despolitización y falta de dirección, así como de proyectos revolucionarios democráticos en el sector más avanzado del mismo, así como la total ausencia de instituciones estatales mediadoras debido a la concentración del poder en manos de Kadafi y de sus hijos y presuntos herederos. De modo que la caída del gobernante –dada la imposibilidad actual de los colonialistas de enviar tropas y de poner gobernadores propios– llevará a una guerra de bandas entre los agentes de las diversas potencias, los diferentes grupos presentes en el CNT y las tribus (que controlan diferentes unidades militares). Se cruzarán las vendettas y será difícil formar un gobierno que convoque a elecciones parlamentarias, dada la carencia de partidos y de vida democrática. Además, con respecto a la OTAN, una cosa es el CNT y otra muy diferente la voluntad de sus seguidores en la oposición a Kadafi”. ¿Te parece razonable esta aproximación? ¿Es probable que suceda lo que apunta Almeyra?

He apuntado esa posibilidad más arriba y, desde luego, coincido con Almeyra en que, respecto de la OTAN, una cosa es la posición de la cúpula del CNT y otra muy distinta la de los que han participado en la liberación de Libia, islamistas y no islamistas. Una posición parecida -en cuanto a la posibilidad del caos- la sostiene Alberto Pradilla en un artículo muy recomendable: http://www.rebelion.org/noticia.php.... Yo soy ligeramente más optimista. El petróleo, fuente de discordia, puede tener también un efecto “civilizador”. Al contrario que en Túnez o en Egipto, donde había un aparato institucional y organizaciones civiles, Libia era una gelatina por encima de la cual flotaba, como el espiritu de Dios en el Génesis, la voluntad schmittiana de Gadafi. En Libia hay que empezar desde cero. En un interesante artículo, en el que por cierto se relativiza desde el terreno el papel de las tribus en el país, Mohammed Bamyeh concluye de esta manera esperanzadora: “Así que de una situación en la que las instituciones del Estado estaban mínimamente desarrolladas pasamos al surgimiento del modelo de revolución más institucionalmente desarrollado del mundo árabe. La aparente excepción libia no radica sólo en la violencia y el derramamiento de sangre. El ejemplo de este gran pueblo que se organiza, que se levanta en medio de la resistencia espontánea y sin miedo a la violencia estatal, desmiente las quejas occidentales sobre la supuesta "ausencia de sociedad civil" en Libia. De la misma manera que tanto diplomáticos occidentales como comentaristas han sufrido para determinar el carácter exacto de este movimiento, han pasado por alto su elemento más importante y esclarecedor: que representa no tanto una ideología concreta como el rotundo renacimiento de las, por largo tiempo, reprimidas tradiciones civiles de la Libia moderna. Por lo tanto, viniendo de la más desesperada de las circunstancias, la revuelta de Libia ha dado el mayor salto hacia adelante de todas las revoluciones árabes hasta la fecha” (http://www.jadaliyya.com/pages/inde...)

Atilio A. Boron, por su parte –“Libia: socios del horror”- ha escrito recientemente, a principios de septiembre: “Días atrás el corresponsal del periódico londinense The Independent estacionado en Trípoli dio a conocer una serie de documentos que el mismo había hallado en una oficina gubernamental abandonada con toda premura por sus ocupantes. Ese material arroja una luz enceguecedora para quienes creen que para oponerse y condenar el criminal ataque aéreo de la OTAN sobre Libia es necesario enaltecer la figura de Gadafi y ocultar sus crímenes hasta convertirlo en un socialista ejemplar y ardiente enemigo del imperialismo. La oficina en cuestión era la de Moussa Koussa, ex Ministro de Relaciones Exteriores de Gadafi, hombre de la más absoluta confianza de éste y, anteriormente, jefe del aparato de seguridad del líder libio. Como se recordará, ni bien estalló la revuelta en Bengazi Koussa defeccionó y se marchó sorpresivamente a Londres. Pese a las numerosas acusaciones que existían en su contra por torturas y desapariciones de miles de víctimas, el hombre no fue molestado por las siempre tan alertas autoridades británicas y poco después se esfumó. Ahora se sospecha que sus días transcurren bajo la protección de algunas de las feroces autocracias del Golfo Pérsico. La papelería descubierta por el corresponsal del Independent ayuda a entender porqué”. ¿Te parece justo este comentario?

Justísimo. Y quiero agradecer desde aquí a mi admirado Atilio Borón la valentía de su posición. Es una de las voces más autorizadas de América Latina y es para mí un gran alivio compartir con él líneas de análisis que han sido tan mal comprendidas, cuando no duramente rechazadas, en algunos sectores de la izquierda bolivariana y latinoamericana.

Te pregunto ahora por una declaración reciente de la Secretaría de política internacional del PCE que lleva por título: “Libia: una guerra colonial por el dominio económico y militar”.

Este comunicado torpísimo del PC se ajusta a la perfección al marco de análisis que he tratado precisamente de denunciar como injusto, eurocéntrico y mecánico. Me limito a citar un pasaje de un artículo mío que acabo de publicar en el Gara: “El otro error en el que ha incurrido un cierto sector de la izquierda tiene que ver precisamente con su esquematismo o, mejor dicho, con su monismo. Los pueblos y las izquierdas árabes, jugándose la vida sobre el terreno, han comprendido enseguida la imposibilidad de escapar a la incomodidad analítica si querían derrocar a sus dictadores. Han sabido que había que afirmar muchos hechos al mismo tiempo, algunos contradictorios entre sí. En el caso de Libia, esos cinco o seis hechos son los que siguen: Gadafi es un dictador; la revuelta libia es popular, legítima y espontánea; la revuelta es enseguida infiltrada por oportunistas, liberales pro-occidentales e islamistas; la intervención de la OTAN nunca tuvo vocación humanitaria; la intervención de la OTAN salvó vidas; la intervención de la OTAN provocó muertes de civiles; la intervención de la OTAN amenaza con convertir Libia en un protectorado occidental. ¿Qué hacemos con todo esto? Podemos dejar a un lado la realpolitik, acudir al realismo y tratar de analizar la nueva relación de fuerzas en el contexto de un mundo árabe en pleno proceso de transformación. O podemos afirmar Un Solo Hecho -monismo- y someter todos los demás a sus latigazos negacionistas. Así, si sólo afirmamos la intervención de la OTAN, con sus crímenes y amenazas, nos vemos enseguida obligados, por una pendiente lógica que nos aleja cada vez más de la realidad, a negar el carácter dictatorial de Gadafi y afirmar, aún más, su potencial emancipatorio y anti-imperialista; a negar el derecho y espontaneidad de la revuelta libia y afirmar, aún más, su dependencia mercenaria de una conspiración occidental. Lo malo de este ejercicio de Monismo es que deja fuera precisamente los datos que más importan a los pueblos árabes y a las izquierdas árabes y los que más deberían importar a los anti-imperialistas de todo el mundo: la injusticia de un tirano y la reclamación de justicia del pueblo libio”. Este Monismo lleva a efectos ópticos muy injustos y al deseo de que las cosas sean distintas de como son; y estas dos cosas llevan finalmente a la manipulación de los datos. Una menor, pero que me ha llamado la atención desde el principio, tiene que ver con la presunta filiación monárquica de los rebeldes (luego todos se volvieron de Al-Qaeda). Para deslegitimar la revuelta popular, una y otra vez los monistas se han referido al uso por parte de los rebeldes de “la bandera monárquica”. Es un absurdo. A los regímenes de Moubarak y Ben Ali se podía oponer la bandera nacional porque no era obra suya. La bandera de la “jamahiriya” era la bandera de la dictadura y frente a ella, los rebeldes han enarbolado la de la independencia colonial; es decir, la bandera nacional. “La cuestión de la bandera izada en las zonas liberadas, la de la independencia, no es una señal de retorno al pasado”, dice el periodista comunista libio Farid Adley, y sigue: “Esa bandera no es propiedad del exrey Idriss o de la cofradía sanussita. Yo habría usado la bandera roja, pero ni yo ni mi generación pintamos nada en esta revolución. La corriente monárquica en la oposición es absolutamente minoritaria y enarbolar la tricolor, con la estrella y la media luna en blanco, no es un apego al pasado, sino un claro rechazo al régimen”. Esta cuestión, aclarada hace ya seis meses, no ha impedido a los monistas seguir manipulando la realidad, en este caso y en otros más serios.

Editor de Axis of Logic, Lizzie Phelan es, según parece, uno de los pocos periodistas independientes que han soportado con éxito la tormenta de los bombardeos de EE.UU./OTAN de Trípoli y la invasión de la ciudad por los mercenarios. Informó desde el interior del Hotel Rixos y luego se mudó al cercano Hotel Corinthia, todavía en medio de furiosas batallas entre fuerzas del gobierno y los mercenarios de la OTAN. Escapó de Libia en un barco de pesca que la llevó, junto con otros, a Malta, a principios de esta semana. En su primer informe desde su partida de Libia, señalaba cosas como las siguientes: Este baño de sangre no corresponde a la narrativa de una “Libia libre” en la cual los civiles son “protegidos”, pero en una atmósfera semejante cargada de la avidez por control a cualquier precio, es casi imposible que los que están en el terreno sean honestos en cuanto a las imágenes ante sus ojos, mientras permanezcan en territorio en manos de los rebeldes. Un joven rebelde armado que llevaba la bandera francesa sobre su uniforme de campaña apareció detrás de mí y me preguntó de dónde era. “Londres” respondí. “Ah Cameron, amamos a Cameron”, sonrió con una amplia sonrisa. Me obligué a sonreír; incluso una crítica a mi propio primer ministro dejaría traslucir deslealtad hacia los nuevos gobernantes de Libia”. ¿Cuál es tu impresión sobre la situación que describe Phelan?

En primer lugar, corregirte cuando hablas de combates entre “fuerzas del gobierno y mercenarios de la OTAN”. He creído dejar claro que se ha tratado de una revuelta espontánea y legítima y, si hemos de hablar de mercenarios, más allá de los enrolados en el ejército de Gadafi, entonces quizás convendría invertir los términos y hablar de los “aviones mercenarios” de la OTAN al servicio de los rebeldes. Lo digo sólo por provocar, aunque, si se trata de fidelidad a la realidad, esta expresión es un poco más correcta que la que empleas.

Gracias por la corrección.

En cuanto a la frase del joven rebelde es muy de lamentar. Estoy seguro de que si les hubiesen ayudado los cubanos -si ello hubiera sido posible, que no lo era- los jóvenes rebeldes adorarían a Fidel. ¿Y no hemos sido siempre muy comprensivos con aquellos palestinos que, tras la revuelta de 1936, pensaron por un momento en jugar la baza de Hitler contra los ingleses, que eran sus opresores? ¿Y con los independentistas indios que, durante la segunda guerra mundial, vieron en los fascistas japoneses a unos “liberadores”? Por no hablar de Lawrence de Arabia, peón del imperialismo británico, amado por los árabes que luchaban contra el imperio otomano. O de nuestros propios republicanos españoles durante la guerra civil, que imploraron la intervención de Inglaterra y Francia, potencias capitalistas responsables ya entonces de innumerables crímenes coloniales. En todo caso, y como he dicho antes, de la frase de ese joven, que parece la típica frase del nativo de la Medina que quiere agradar al turista, yo no sacaría conclusiones precipitadas y generales.

Finalizo con una pregunta de política-cultural: ¿cómo debería apoyar el avance democrático y socialista en Libia la izquierda europea?

Tenemos pocos medios para apoyarlos en lo que realmente necesitan: financiamiento de locales, periódicos, cadenas radiofónicas, etc. Como sólo podemos mandarles palabras, que éstas sean al menos razonables y que, de algún modo, impliquen que hemos escuchado previamente las suyas. Sería bueno, en este sentido (en Túnez y Egipto ha comenzado a hacerse) que se establecieran marcos de diálogo entre las izquierdas mediterráneas, como forma de abordar problemas que, como demuestra el 15-M, son comunes a ambas riberas (también lo son los problemas relativos a una tradición de organización partidista cuestionada por las propias revoluciones). Al mismo tiempo, examinemos hasta dónde hemos llegado nosotros y cuánto nos queda aún por hacer antes de pretender darles lecciones. Hace unos días he estado en Argentina, participando en un encuentro sobre las revoluciones árabes y quiero acabar aquí con las mismas palabras con las que cerré mi intervención en Buenos Aires: “la tarea es inmensa e incierta, pero nadie puede desdeñar lo que se ha conseguido. Por primera vez en la historia los pueblos árabes -acostumbrados a asistir pasivamente a cambios de gobierno decididos en conflictos palaciegos y sin su intervención- han sido capaces de levantarse, tomar conciencia de su poder y derrocar a sus dictadores, cómplices además de las potencias neocoloniales. Démosles tiempo. Nosotros, los europeos, nos hemos tomado cientos de años para llegar donde estamos, que no es mucho, cada vez más lejos de los valores universales que decimos defender. Concedamos al mundo árabe al menos dos décadas para que decida a su modo el camino hacia la libertad y la democracia”.

http://www.rebelion.org/noticia.php...


Ver editorial de Tortuga: El ataque a Libia en seis actos y un epílogo

Más info:

Leonor en Libia: Sobre el artículo de Santiago Alba "Libia el caos y nosotros"

¿Ha triunfado la izquierda en Libia? Preguntas sin respuesta sobre una guerra cruel e irracional

  • Aconsejo leer estos artículos en voz alta intercalando frases en chiquitistaní (jor, finstro duodenal, cobarde, pecador...). Serán igual de patéticos, pero quedarán más divertidos.

    Hay que decir que en la entrevista Alba Rico introduce un giro que deja todas las palabritas de Chiquito de la Calzada convertidas, por comparación, en versos de Fray Luis de León: lo de que ’Ronald Reagan era gemelo de Gadafi’. Todo el argumento de Alba Rico no es más que manipulación lingüística -es curiosa la bronquita que echa al entrevistador por no llamar a las cosas como él cree que hay que llamarlas-; pero la comparación en cuestión ya supone un completo abandono de la realidad y de la exposición de hechos reales en nombre de los lemas ingeniosillos y de la conversión de la realidad en una película de buenos y malos.

    Hace poco me encontré con la reseña que el servicio de lectores del Opus Dei hizo de una obra de denuncia de las masacres del ejército guatemalteco: http://www.opuslibros.org/Index_lib...

    A mi parecer, los del Opus y Alba usan una retórica sorprendentemente similar a la hora de reprochar el ’esquematismo’ de quienes denuncian crímenes.

    • Es pena esta posición de Santiago Alba, escritor tan lírico y/o tan lúcido en otros artículos, y hablando de otros temas. Tengo la sensación de que es un caso de encastillamiento por orgullo. Dado que al principio defendió alguna tesis que iba en esta dirección, al recibir censuras todo ha sido huir hacia delante sacando toda la argumentación (sobre todo histórica y geoestratégica, disciplinas en las que no se distingue más que cualquiera) para defender numantinamente el argumento. Qué se le va a hacer, así somos las personas.

  • Hay un chiste que dicen que circulaba entre comunistas en los tiempos de la Guerra Fría: "¿Cuál es la diferencia entre desgracia y catástrofe? Si se cae un avión y mueren cien personas anónimas, es una desgracia, pero no una catástrofe; si se cae un avión y mueren todos los miembros del Comité Central del Partido Comunista, es una catástrofe, pero no una desgracia".

    Argumentos como los de Alba Rico parecen no haberse dado cuenta de la diferencia. Es verdad que la caída del gobierno de Gadaffi no es una desgracia; pero de ahí no se sigue que lo que tiene de apuntalamiento del poder de la OTAN no sea una catástrofe (sin entrar en las muchas desgracias que la OTAN ha producido).

  • Enlace: Libia, la retórica de la simplicidad.

    Santiago Alba Rico se queja de la retórica. En cambio, esto debe ser lo que propone como argumentación rigurosa:

    No deja de ser curioso que una parte de la izquierda se haya unido de pronto al coro occidental de la “guerra contra el terrorismo” y “la barbarie criminal de Al-Qaeda”. Gadafi utilizó ese mantra para hacer un guiño a sus hasta entonces aliados al principio de la rebelión; y lo siguen usando la UE y los EEUU para impedir cambios democráticos en Siria o Yemen. Al-Qaeda puede hacer mucho daño, sin duda, a las revoluciones árabes, y por eso occidente no deja de alimentar su fantasma, pero si algo han demostrado precisamente esas mismas revoluciones es que el discurso islamista radical tiene muy poco apoyo entre los jóvenes árabes. Una encuesta del Pentágono confimaba hace algunos meses, en efecto, que Ben Laden goza del mismo crédito en el mundo árabe que los propios EEUU; es decir, bajísimo.

    Es muy probable que si hace 20 años se hubiera dejado gobernar al islamismo en los países árabes (recordemos el golpe de Estado en Argelia contra la victoria electoral del FIS) hoy los árabes serían mucho más laicos. Y es probable también que los islamistas acaben gobernando en algunos de los países donde triunfe la democracia. También quizás en Libia. Pero ese islamismo se parecerá mucho más al del AKP turco que al de Ben Laden. Y, como no tendrá soluciones para los problemas económicos y sociales del mundo árabe, ni para el problema palestino, habrá que confiar que en unos años los árabes se librarán también de él. Entre tanto, es nuestra solidaridad, y no nuestra suspicacia, lo que nos demandan.

    Por esa regla de tres, podríamos haber dicho que los ataques de la OTAN contra el gobierno de Gadaffi no eran necesarios, dado que como ese gobierno "no tendrá soluciones para los problemas económicos y sociales del mundo árabe, en unos años los árabes se librarán también de él. Entre tanto, es nuestra solidaridad, y no nuestra suspicacia, lo que nos demandan". Aunque, quizás por ’librarse de él dentro de unos años’, Alba Rico entiende una nueva intervención de la OTAN con el lema ’La OTAN no paga a traidores’. Por cierto, fiel a su costumbre, Santiago Alba Rico omite que Libia está en África.

  • Interesantes enlaces. - La ’libiaración’ y sus figurantes.

    1): http://eurasianhub.com/2011/08/25/l...

    Pura y simplemente, el relato lineal de la caída de Trípoli en manos de los rebeldes –si es que es así- desafía toda lógica, y apela a la credulidad del telespectador. Cada vez que hacen su irrupción en los telediarios, podemos ver a una colección de personajes vocingleros, como si salieran armados de un after hours: desmadejados, claramente descoordinados entre sí y con una necesidad compulsiva de malgastar munición ante las cámaras, como si la regalaran. Un veterano experto en asuntos militares escribió, hace pocos meses, que el UÇK de los albaneses de Kosovo, allá por 1999, era como el Afrika Korps de Rommel comparado con las bulliciosos rebeldes libios, lo cual ya es decir. Dado que es inverosímil pensar que tales fuerzas, y además en número escaso, hayan roto el empate estratégico que se vivía en la Guerra Civil libia, y eso en unas 48 ó 72 horas, resulta lógico pensar que es otro el factor explicativo real.

    Fácil es imaginar la respuesta: quien ha hecho el trabajo duro y eficaz, quien está ganando la guerra y ha entrado en Trípoli, ha sido la OTAN, reservando a los rebeldes libios el papel de figurantes. La contribución ha sido triple. Por un lado, muy importante, las toneladas de bombas arrojadas en las 20.000 salidas de las fuerzas aéreas de la OTAN participantes en la operación.

    ... En segundo lugar, la OTAN ha suministrado armas a los rebeldes, una somera instrucción, y mucha coordinación. Esto último, sobre todo: a partir de la información obtenida, por los medios de inteligencia OTAN sobre el terreno, el diseño de los planes de operaciones, y hasta el manejo de las unidades rebeldes (las que haya) ha sido asunto del estado mayor de la Alianza Atlántica.

    En tercer lugar, el protagonismo (más que simple colaboración o apoyo) de unidades de fuerzas especiales de países OTAN y árabes amigos: el 22 Regimiento SAS británico, el 2ème REP (Régiment Étranger de Parachutistes), buzos del DINOPS de la Legión Extranjera, soldados de la Jordan’s Royal Special Forces, expertos en combate urbano y asalto a posiciones fortificadas, así como fuerzas especiales de Qatar, trasladadas desde Bengasi.

    El protagonismo de fuerzas de la Alianza Atlántica es de tal calibre que de hecho convierte a la Guerra Civil libia en una contienda entre las OTAN y el régimen de Gadafi... Pero, ahora mismo el resultado de la importancia que ha cobrado la OTAN en la guerra contra Gadafi supone que el Consejo Nacional Transitorio (CNT) del nuevo régimen libio, goza de muy escasa o casi nula credibilidad, lo cual va a complicar enormemente la normalización social y política de Libia, una vez haya terminado la guerra, cosa que de momento no ha sucedido entrando ahora en una mera segunda fase. Contribuye a esta falta de credibilidad el hecho de que el CNT esté gobernado por lo que podríamos denominar un selecto grupo de grandes traidores al gadafismo... La cosa es tan relevante que a veces casi parece haya estado teniendo lugar una guerra civil entre los mismos gadafistas. Que a su vez ya ha vivido un conato guerra civil dentro de la guerra civil...

    2: http://eurasianhub.com/2011/08/26/l...

    Hace pocos meses, cuando comenzaba la guerra civil, el veterano periodista Paco Audije intentó ponderar una actualización del factor tribal en la política y la sociedad de Libia. Documentándose aquí y de allá, le quedó un reportaje convincente, que terminaba por recordarnos un dato significativo: Libia carece de constitución alguna desde 1977, “así que no hay marco legal de referencia y todo acuerdo nuevo tiene que basarse en las estructuras verdaderamente existentes: las tribus aparecen como una referencia inmediata” –opinaba el experto Hans Peter Mattes, del Instituto Alemán de Estudios Globales.

    De otra parte, si la contienda ha producido ya unos 20.000 muertos, va a ser difícil soldar fracturas en los aparatos administrativos o de seguridad. Una guerra civil es una cosa muy seria, y más en una sociedad en la cual los vínculos de parentesco tienen tanto peso, dado que la tendencia es a intentar cuantificar y compensar las pérdidas de una manera u otra, y muchas veces en base a la violencia, sin lo cual no puede haber una reconstrucción efectiva del estado y la sociedad. Ésta es la primera guerra civil entre libios y los ajustes de cuentas han sido numerosos, aunque ahora resulta políticamente correcto no aludir a los cometidos por los rebeldes: costará muchos años pasar página...

    ... Ahora toca creerse y hacer creer que la guerra ha terminado y que Libia, un enorme país de casi 1.800.000 km2 (más de tres veces España) está bajo su control. De hecho, en Trípoli han vencido, o podrían estar cerca de conseguirlo; pero no parece que hayan convencido mucho. De manifestaciones multitudinarias, nada o muy poco, para lo que es una enorme ciudad de dos millones y medio de habitantes. Calles vacías, más bien. Y es que aún contando con el tradicional escepticismo de las poblaciones capitalinas, Trípoli ha sido, en buena medida, creación de Gadafi. Y si la revuelta de febrero no cuajó, por algo sería.

    3): http://eurasianhub.com/2011/08/29/l...

    Hasta ahora, la prensa occidental, y una parte de la “izquierda aturdida”, junto con la derecha prepotente han saludo a la Primavera Árabe como un genuino levantamiento de masas, sino incluso como una verdadera revolución. Sin embargo, con el discurrir de los meses ha quedado claro que en algunos países los movimientos de protesta han sido acallados y hasta aplastados –el ya célebre caso de Bahrein-, mientras que en otros ni siquiera se ha querido considerar que sus regímenes sean candidatos a irse por el fregadero de la historia. Por último, en Egipto la revuelta de la pasada primavera no ha llevado todavía a un cambio real de régimen.

  • Libia, año cero

    21 de octubre de 2011 20:15

    Enlace: Libia, año cero

    Ayer, Gadafi no llegó a testificar ante nadie, y eso le va a suponer réditos políticos post mortem, aunque su silencio ya no revelará los trapos sucios de los que eran sus amigos en Occidente o sus antiguos lugartenientes convertidos ahora en demócratas de fantasía.

  • ¿Solidaridad con Siria?

    5 de noviembre de 2011 10:10, por Crates diqueseco

    Enlace: Acusamos.

    Éste es un enlace a una campaña contra la última pijadilla de los intelectuales de izquierda de spanish state: un manifiesto en el que sacan sus egos a relucir con ocasión del posible ataque a Siria.

    Aunque no comparto la campaña, me parece adecuado darla a conocer en este hilo. Entre otras cosas, como testimonio del comprensible hartazgo al que nos conduce una cultura desmovilizada y desmovilizadora como la que domina hoy en Europa.

    No creo que los personajes mencionados en este pasquín sean mercenarios. En realidad, si escribiesen o suscribiesen las cosas que escriben por ser mercenarios, me sentiría más tranquilo; el problema es que me consta que algunos las suscriben de buena fe y/o porque no dan más de sí. Vaya tropa...

    Hace unos años, cuando leí el libro de Jean Bricmont Imperialismo humanitario me pareció simpático pero simplista; hoy me parece que se quedó corto en sus denuncias.

    He dicho que no comparto la campaña, sobre todo por una razón: insultar a estos personajes puede ser divertido, pero lo malo es que la gente de las sectas antisistema nos los merecemos. (A mayores, porque no estoy de acuerdo con la cita de Lenin del antefinal del pasquín: los horrores de una guerra son mucho peores que lo que pueda hacer cualquiera de estos personajillos o activistas afines. Y en cuanto a la cita de una famosa novela de ciencia ficción al final del pasquín, me parece contribuir a la ceremonia de la confusión).

    Para quien quiera seguir informado, en esta web aparecen cosas curiosas: http://eurasianhub.com/

    (Vaya comentario me he marcado; me parece que no doy mucho de sí).

    • ¿Solidaridad con Siria?

      5 de noviembre de 2011 10:46, por Pablo

      La verdad es que el manifiesto encabezado otra vez por Santiago Alba es más que prescindible. Dice tremendas obviedades como que las tiranías son malas y que molan los cambios pacíficos y democráticos. Imagino a Alba Rico como promotor del manifiesto, por ser quien lo encabeza. También por tener motivos para ello: Le viene bien juntar a tanta firma ilustre en un escrito que no se va muy lejos de los que escribió con ocasión de la guerra de Libia y por los que tanta cera –a mi entender de forma justa- recibió. Supongo que esa pueda ser la intención. Lavar aquello con esto nuevo, más suave y firmado de forma más amplia y potente. Y aunque al final del escrito afirman que no quieren ser coartada de una nueva acción militar de la OTAN, la redacción (inoperancia internacional… nos resistimos a aceptar que nada pueda hacerse frente a lo que está ocurriendo en Siria, que la pasividad y el silencio amparen los crímenes que se están cometiendo en Siria) queda lo suficientemente ambigua para venir a decir que si al final la actuación militar occidental se produce, será culpa del gobierno sirio y será en beneficio del pueblo. Como en Libia. Porque llama la atención que a tanto “intelectual” junto, aparte de lamentarse por lo mal que va todo en Libia, lo mal que lo hace la ONU, la inoperancia occidental y esas cosas, no se le ocurra –y encabece activamente- una propuesta noviolenta o pacífica de solidaridad internacional con el pueblo sirio.

      Lo dicho, un texto entre prescindible y directamente chungo. La verdad es que no entiendo algunas de sus firmas entre las que reconozco gente que creía tenían una visión más crítica de las cosas como Taibo, Javier Couso, Agustín Velloso etc.

      • ¿Solidaridad con Siria?

        5 de noviembre de 2011 13:46, por Crates

        Puestos a elocubrar, a mí me parece que mucha gente crítica hace un balance global positivo de estos cambios porque, según he leído por ahí, están debilitando a Israel... Pero vamos, es un supuesto, sólo faltaba que me pusiera yo a dar las explicaciones que no dan estos personajes.

        Aquí veo el mismo problema que veía cuando hace unos quince años se esperaba que los grupos anti-guerra apoyásemos una intervención humanitaria en Bosnia. Podríamos conceder -que es mucho conceder- que un bombardeo sobre Bosnia tendría, como mal menor, algún efecto positivo. Pero una cosa es pensar eso y otra pensar que tenemos que "apoyarlo", como si a quien lo va a llevar a cabo estuviera a nuestro servicio. Una inundación catastrófica que, por ejemplo, desmantelase al ejército serbio también sería un mal menor capaz de salvar vidas de civiles y no se me ocurre que debieramos firmar un manifiesto ’apoyándola’. Pues bien, las preocupaciones éticas de la gente importan tanto a las instituciones globales como a las lluvias torrenciales. Si bombadean a los malos, no lo harán porque sean malos, sino por sus razones contrarias a las nuestras. Ya que tenemos cabezas pensantes, me parece qué estarían mejor ocupadas dedicándose a investigar y denunciar las causas de esas instituciones que a pedirles que sean más majas.

      • ¿Solidaridad con Siria?

        5 de noviembre de 2011 13:53, por Crates

        En el fondo, en este manifiesto sus iluestres firmantes se limitan a dar ejemplo sobre lo que hay que aprobar y lo que no hay que aprobar. Y eso, para gente a la que le interese algo más que irse a la cama con la conciencia tranquila, es algo totalmente estéril. Me trae sin cuidado lo que apruebe o deje de aprobar Alba Rico, que no es más que un particular como lo somos la mayor parte de la gente que tenemos preocupaciones éticas; lo que me interesa es lo que puedo hacer -y lo que puede hacer Alba Rico-, y sobre tema tan interesante ese manifiesto tan mono guarda silencio.

        • ¿Solidaridad con Siria?

          5 de noviembre de 2011 14:09, por Pablo

          Pues eso, que esos intelectuales que llenan ya 20 líneas a letra pequeña de un listado denominado "primeras firmas", podían ejercer de las cabezas pensantes que presumen ser y aportar aunque fuera alguna propuesta. ¿Para qué si no sirve ser un "intelectual de izquierdas"?

  • La barbarie cotidiana, por José Luis Gordillo. Enlace: http://www.mientrastanto.org/boleti...

    Leer la prensa se está convirtiendo, cada vez más, en un acto de puro masoquismo.

    Abres el periódico y te das de bruces con la noticia del asesinato en Yemen de un tal Anuar El Aulaki. A esta persona, dice el diario, la ha matado la CIA mediante el expeditivo método de pegarle un pepinazo con un mísil lanzado desde un avión no tripulado. Así pues la CIA califica a una persona como terrorista y a continuación la mata, sin más. Los redactores de la noticia presentan a El Aulaki como el jefe de Al Qaeda en Yemen, básicamente porque así lo ha caracterizado Obama y los periodistas serios y rigurosos no cuestionan nada de lo que diga el señor emperador. Pero ¿y si hubiera habido una equivocación y solamente fuera el cocinero del jefe de Al Qaeda?, ¿o el portero de su casa?, ¿o uno que simplemente pasaba por ahí? Algo perfectamente posible tratándose de un asesinato ejecutado sin juicio y sin pruebas.

    Suspiras y te acuerdas del reciente asesinato extrajudicial —real o simbólico— de Bin Laden y de la publicidad que se le dio, así como de las 350 personas que han sido asesinadas por aviones no tripulados desde 2009, esto es, desde la llegada de Obama a la cúpula del poder imperial. Por eso rememoras también el yes we can, la obamanía y el Premio Nobel de la Paz que le dieron a Obama por haber pronunciado dos o tres discursos ambiguos sobre el desarme nuclear y la necesidad de rehacer los puentes de diálogo con los países musulmanes.

    Unos días después lees que altos cargos de la administración norteamericana han declarado que, según sus investigaciones, el gobierno de Irán ha organizado un complot en Washington para asesinar al embajador de Arabia Saudí. El señor emperador apostilla rápidamente que eso va a tener serias consecuencias para Irán. ¿Un complot iraní en Washington?, ¿cuáles son las pruebas que inculpan al gobierno iraní?, ¿ha examinado un juez independiente e imparcial esas pruebas?, ¿se le ha permitido al gobierno iraní defenderse de esas acusaciones?, ¿se trata de otro montaje de los servicios secretos estadounidenses?, ¿y se puede llegar a perpetrar una nueva matanza a partir de unas acusaciones sin fundamento de los responsables del poder ejecutivo de EE.UU.? Pues claro que se puede y a ninguno de nosotros nos extrañaría porque ya estamos muy acostumbrados a ello. Al fin y al cabo, llevamos diez años de guerra contra el terrorismo justificada en acusaciones semejantes, empezando por la versión oficial sobre la autoría del 11-S que es la mentira más grande jamás contada y que mucha gente se cree todavía a pies juntillas.

    Sigue la lectura de la prensa a modo de cilicio: “Sirte agoniza entre los ataques de la OTAN y el cerco de los rebeldes”. ¿Pero la OTAN no había intervenido en Libia para proteger a la población civil? Menuda tomadura de pelo, menuda pantomima criminal: la OTAN mata a los civiles de Sirte por su bien, para protegerles. Al cabo de pocos días leemos que, tras el linchamiento de Gadaffi, Carmen Chacón —la ministra mejor valorada en las encuestas, por cierto— anuncia el final de la misión en Libia porque considera que ya se han alcanzado todos los objetivos perseguidos por la OTAN. Es decir, que la misión consistía en matar a Gadaffi y en sustituir su régimen por otro totalmente subordinado a los intereses petroleros y geoestratégicos de las potencias occidentales. ¿Qué deben pensar ahora los diputados del grupo verde del parlamento europeo, o los de ERC o ICV, sobre su apoyo a la intervención militar “por razones humanitarias”? ¿Y los afamados intelectuales e investigadores por la paz que, de buena fe, escribieron artículos justificándola? En los días posteriores al linchamiento de Gadaffi se muestran muchas imágenes de su cadaver y del de su hijo, seguidas de otras en las que se ve la cara de satisfacción de Hilary Clinton en el momento en que es informada del asesinato del dirigente libio. La alegría de la Clinton debe ser, sobre todo, por aquello de que los muertos no hablan.

    Todo lo anterior, por desgracia, no es excepcional: se ha convertido en el pan nuestro de cada día desde hace demasiados años. La manipulación intensiva y el autoritarismo ideológico han pasado a ser una práctica habitual de las oligarquías estadounidenese y europea. Y con gran éxito entre la población, todo hay que decirlo. Todavía resuenan en mi cabeza las carcajadas de un amigo jurista tras comentarle que también Sadam Hussein, Bin Laden o Gadaffi tenían derecho a la presunción de inocencia y a un juicio con garantías, como los tuvieron los acusados en los procesos de Nuremberg y Tokio.

    En 2007, Wesley Clark, el general norteamericano que dirigió el ataque de la OTAN contra Yugoslavia en 1999, declaró en un programa de televisión que, poco después del 11-S, cuando ya había comenzado el ataque a Afganistán, un amigo suyo que trabajaba en el Pentágono le explicó que el gobierno de EE.UU. había decidido atacar a siete países en los años posteriores. Éstos eran Iraq, Líbano, Libia, Siria, Somalia, Sudán e Irán. Clark añadió que la razón principal de ese programa belicista era la necesidad de garantizar el acceso al petróleo de Oriente Medio.

    De los siete países mencionados ya han atacado a tres (Líbano fue atacado por Israel —de facto, el 51 Estado de EE.UU— en el verano de 2006). El programa desvelado por Clark, pues, se va cumpliendo de forma inexorable y sólo se frenará si existen movilizaciones populares antibelicistas. Pero éstas únicamente serán posibles si existe un espacio sociocultural de contestación que esté convencido, en primer lugar, de que ha empezado ya la lucha desesperada por el control de los recursos escasos y, en segundo lugar, que el bloque más agresivo de los países que participan en esa lucha es el occidental, constituyendo por ello la principal amenaza a la paz y la seguridad del mundo. Si esta crisis desemboca en una gran conflagración militar, como ya ocurrió con la crisis del 29, se deberá antes que nada a las políticas belicistas de los gobiernos de la OTAN.

  • Suscribo este comentario que ha aparecido en el hilo del manifiesto ’Acusamos’.

    Nos pasamos la vida desenmascarando... yo no le veo mucha utilidad. "Vivimos el imperialismo humanitario, o sea la caída de las máscaras" (Luis Britto García, http://luisbrittogarcia.blogspot.com/). Las máscaras se caen solas, nuestro cometido debería ser más bien poner en evidencia lo que ocurre y prepararnos para lo que viene, en vez de dar tanta importancia a tal o cual personaje. Siempre que se agudizan las cosas se produce una decantación; ellos lo llaman pretenciosamente "división de la izquierda", pero no hay tal (izquierda, digo, y menos división).

  • Festival del humor -Santiago Alba Rico escribe un buen guión para el gran Chiquito de la Calzada-: Neocalifato, democracia y socialismo

  • "¡Qué cabritos los habitantes del mundo real, con sus actuaciones contradictorias! Con lo bien que podrían vivir si tuvieran como única ocupación redactar manifiestos de buen rollo".

    En esto entrecomillado se viene a resumir la última perla del festival del humor: http://www.rebelion.org/noticia.php...

  • En uno de sus típicos artículos en chiquitistaní, referido al golpe de Estado en Egipto, Santiago Alba Rico nos planta que "no le gusta dibujar alas de mariposa a los cocodrilos". Supongo entonces que cuando le pintó alas de mariposa a la intervención de la OTAN en Libia, o lo hizo a disgusto o creyendo que la OTAN no es un cocodrilo.

    Enlace: http://www.aporrea.org/medios/a1720...

  • "Esta petición merece ser analizada en detalle, porque resume muy bien todos los errores de la corriente principal del pensamiento de izquierda hoy, y a la vez ilustra y explica por qué ya no hay una Izquierda en Occidente". - Jean Bricmont: http://www.rebelion.org/noticia.php...

  • Santiago Alba Rico ha enloquecido

    26 de octubre de 2013 15:40

    Eso sí, delira en chiquitistaní. Ustedes dirán, si no: http://www.rebelion.org/noticia.php...