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La Maragatería arde contra el ejército: 40 años de incendios y explosiones en la sierra leonesa

Martes.20 de septiembre de 2022 311 visitas Sin comentarios
Los vecinos de la sierra leonesa llevan varias décadas viviendo entre explosiones y los fuegos que provocan las maniobras militares. #TITRE

Por Alfredo Pascual

El 23 de febrero de 1981 sucedieron varias cosas en España. Una de ellas fue la mayor expropiación de suelo de la democracia: 6.100 hectáreas rurales al suroeste de Astorga, en León. El Ejército de Tierra, que llevaba varias décadas usando la zona para hacer maniobras de modo informal, obtuvo aquel día el visto bueno del Gobierno para instalar allí un campo de tiro de artillería. El entonces ministro de Administración Territorial, Rodolfo Martín Villa, natural de la zona, prometió a los vecinos que los beneficios de tener al ejército desplegado en El Teleno superarían con creces los problemas que pudieran causar.

Sin embargo, Martín Villa no estaba preocupado por sus paisanos. Intuía, y los datos de migraciones así lo atestiguaban, que el monte leonés pronto quedaría abandonado. "En los años anteriores, muchos vecinos de la zona se habían marchado a ciudades mayores, así que Martín Villa estaba convencido de que en poco tiempo no quedaría nadie en la Maragatería, pero se equivocó", dice a este periódico María Luisa Rodríguez, alcaldesa de Luyego de Somoza entre 1999 y 2011. "El Gobierno tenía la seguridad de estar expropiando un pedregal sin valor alguno, a pesar de que ninguno de los vecinos quisimos vender", continúa la vecina.

Mientras usted lee estas líneas, el monte de la Maragatería todavía humea. El pasado 23 de agosto, un relámpago cayó en el campo de tiro de El Teleno y desató un incendio forestal que ha quemado 4.000 hectáreas. Nadie pudo entrar a sofocarlo, porque el espacio está repleto de obuses sin detonar que se han ido acumulando con los bombardeos de varias décadas. Ni siquiera los helicópteros de la UME pueden lanzar agua, ya que tendrían que entrar en el radio de una potencial explosión. De modo que vecinos, bomberos y militares, una vez más, han tenido que esperar al fuego en los límites del campo de tiro, cruzando los dedos para que, cuando llegue hasta ellos, no se haya descontrolado por completo.

"Aquí los incendios son distintos al resto: son muy grandes —porque no podemos atajarlos en su origen— y vienen con fuegos artificiales. Hay decenas de obuses que nunca llegan a explotar y, cuando se queman, montan un espectáculo tremendo, nos retumban hasta las paredes", dice la exalcaldesa.

Desde que se abrió el campo de tiro, la hemeroteca contabiliza más de 10 de incendios forestales que partieron de las instalaciones militares, si bien los vecinos apuntan que la mayor parte de los fuegos no han llegado a la prensa. "Los incendios en El Teleno han sido una constante en los últimos 40 años. A veces son pequeños fuegos que se sofocan rápido, y otras se van de las manos y acaban en la prensa, pero, vamos, que no nos cabe duda de que es el Ejército de Tierra el primer interesado en que su campo de tiro arda cada cierto tiempo", dice Alberto Aranda, presidente de la junta de vecinos de Priaranza de Valduerna, que linda con el campo de tiro. "Quemarlo es una forma barata, rápida y segura de sacar todos los proyectiles que tienen sin explosionar".

Preguntado por este periódico, el Ejército de Tierra dice que no le constan las denuncias y que, por tanto, no hace declaraciones. No obstante, la preocupación del Gobierno se demostró en la visita de la ministra de Defensa ayer, en la que no solo descartó el cierre del campo de tiro, sino que atribuyó los incendios a la acción del cambio climático.

Teleno
La sierra de la Maragatería arde una vez más. (EFE)

El Ejército ha establecido varios cortafuegos en torno al campo de tiro con los que controla en gran medida la expansión de los incendios, pero hasta los movimientos de tierras generados por las explosiones causan graves perturbaciones a los vecinos. "Aquí toda el agua de la zona se obtiene del río Duerna a su paso por el campo de tiro. Como es una zona escarpada, caen a menudo cenizas de los incendios y otras tierras en las balsas de agua, así que nos quedamos sin agua potable cada dos por tres", dice María Luisa Rodríguez. "Ahora hemos estado tres meses sin agua", continúa Aranda, "porque se dañaron las bombas y el Ejército no ha dado permiso para ir a arreglarlas hasta hace 15 días. Y ahora, con todo recién instalado, habrá que volver a cambiarlas por este incendio, y otros meses sin agua. Es así continuamente".

Vivir entre obuses

Los vecinos en torno al campo de tiro, unos 2.000 distribuidos en seis pueblos, están hartos de vivir en una zona de conflicto. Son personas de campo que han tenido que familiarizarse a la fuerza con el aspecto de una espoleta, la deflagración de una granada o el rugido de un tanque para echarse rápidamente a un lado. Denuncian que la zona no ha podido explotar la belleza natural del entorno por medio del turismo, dado que se pasan el invierno "escuchando zambombazos" y la carretera está llena de carteles fluorescentes que avisan de que se está transitando por un área militar. "Y ahora podemos darnos con un canto en los dientes, porque hasta hace unos años se disparaba por encima de los pueblos. De repente escuchabas ’fiuu’ y veías un obús de artillería pasando por encima de tu cabeza", dice la exalcaldesa.

Precisamente fue Rodríguez, durante sus años en la alcaldía de Luyego, quien consiguió que se dejase de disparar sobre sus cabezas. Fue necesario llegar hasta José Bono, exministro de Defensa, para que se tomasen medidas. "Le escribí porque, cuando estaba en Castilla-La Mancha, se opuso personalmente al campo de tiro de Cabañeros. De hecho, ahora es un parque nacional", dice la exalcaldesa. "Él no sabía nada de lo que estaba sucediendo aquí y se preocupó mucho. Conseguimos no solo que no disparasen desde larga distancia, sino también que nos arreglasen las carreteras, que se destrozan con el paso de los tanques y camiones, pero con el paso de los años dejaron de hacerlo".

El cese del fuego no solo vino por la acción de Rodríguez. Meses antes, un obús explosionó en el aire, unos metros encima de un autobús lleno de escolares en Boisán. "Aquello fue un susto de primera magnitud. Pudo haber sido una tragedia que ni quiero imaginar, pero afortunadamente no hubo que lamentar ningún herido", relata la exalcaldesa.

A lo largo de los años, la convivencia con los obuses y el material militar ha dado lugar a una larga lista de incidentes. En diciembre de 1985, Pedro Alonso, un niño de 14 años, fue a dar un paseo al monte con su hermana de 12. Se encontró un obús y lo cogió, solo porque sus padres se lo tenían prohibido. El artefacto estalló y Pedro falleció delante de su hermana menor, que ha tardado décadas en superarlo. Poco antes, en el verano de 1977, el herrero de Luyego corrió la misma suerte con un proyectil que creía explosionado. Dejó a cuatro huérfanos y a su esposa esperando el quinto. "A esta mujer, cuando exigió una compensación por el incidente, se le dijo que mejor se quedase callada. Estábamos todavía en el franquismo y, si ahora se andan con pocas chiquitas, imagínate antes", dice uno de sus familiares.

Aves y romanos

En torno al monte Teleno, el más alto de León, hay vestigios de la minería del oro de los romanos. Por los cronistas e historiadores romanos se conocen algunos de los pueblos prerromanos que habitaban estos valles y montañas, así como algunas de sus ciudades y castros. Tres grandes núcleos articulaban el poblamiento de los valles de los grandes ríos, así como de la actual Maragatería. De ellos, solo Asturica, la capital de los astures, está documentada. En algún paraje en el entorno de la actual La Bañeza, en un emplazamiento aún desconocido, tuvo que asentarse Bedunia, la gran ciudad de los bedunienses. De igual modo, en el valle del Uerna, ahora río Duerna, tuvo que disponerse Argentolium, ciudad de los orniacos, de la que se tiene constancia por las fuentes escritas y que algunos autores ubican en el entorno de Miñambres de la Valduerna.

"No podemos entender cómo en una zona que está llena de asentamientos romanos se deja tirar obuses. Aquí podríamos tener bien de interés cultural, que fomentase un turismo de nivel... Pero se ve que preferimos seguir probando armas", lamenta la exalcaldesa. Además de su interés arqueológico, toda el área es una zona de protección especial para las aves. "En toda esta zona no se puede cazar un ave porque están protegidas, pero se ve que los animales no sufren por el fuego de artillería y los tanques, cosas del ejército", dice Alberto Aranda. "Pero qué le vamos a hacer, con el ejército hemos topado. Los laboratorios ni siquiera quieren analizar las muestras de agua de la zona cuando se enteran de que vienen del campo de tiro, esa es nuestra situación y lo que le interesamos a los poderes públicos".

Fuente: https://www.elconfidencial.com/espa...

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