Iván Castro, legionario herido en Afganistán: «Lo nuestro es dar la vida por España» - Tortuga
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Iván Castro, legionario herido en Afganistán: «Lo nuestro es dar la vida por España»

Lunes.9 de abril de 2012 4682 visitas - 2 comentario(s)
¿Y los 3.000 euros mensuales que cobran no tendrán nada que ver? #TITRE

Como suele ser lo habitual en estos casos, edulcorado y rancio reportaje de un periódico conservador, que describe la misión bélica de los militares españoles en Afganistán como si fuera el cuento de Blancanieves y los siete enanitos. El compañerismo, el heroísmo, la abnegación, el sacrificio por la patria y todo el resto de la típica propaganda militar que el adiestramiento siembra en la mente de los soldados al tiempo que les prepara para matar a otras personas sin hacerse demasiadas preguntas.

Porque a poco que analizaran algo la situación, estos legionarios podrían darse cuenta de que lo suyo no es dar la vida por España, sino más bien quitársela a los habitantes del país que han ido a invadir por una serie de oscuras razones entre las que “España” no es una de ellas. Si siguieran escarbando un poco más debajo de las capas del adoctrinamiento que reciben, seguramente descubrirían que si no fuera por los alrededor de 3.000 euros mensuales que cobra un soldado de a pié en una de estas misiones de invasión, ni se les pasaba por la cabeza dar su vida por España ni por ninguna otra supuesta causa.

Dense cuenta de cómo los medios de comunicación del sistema abundan en este tipo de distorsiones y en la loa de estas ocupaciones. Porque tampoco son escasos los reportajes sobre, por ejemplo, el heroísmo y abnegación de la policía. En cambio para otros cuerpos similares de asalariados del estado como los inspectores de hacienda o los conserjes no hay reportajes que los presenten dándolo todo por España. Por algo será.

Nota de Tortuga


La guerra en Afganistán: los héroes anónimos


El legionario Castro relata a LA RAZÓN cómo fue herido en Afganistán.

Diego Mazón

MADRID- Iván es un joven casi como otro cualquiera. Vive en un pequeño pueblo de Jaén, es seguidor del Real Madrid («como no podía ser de otra manera»), le gusta correr y jugar al fútbol de vez en cuando, estar con su familia y sobre todo con su mujer Antonia, que está a punto de dar a luz. Iván es «casi» como cualquier otro joven. La diferencia con la mayoría de los que como él tienen 24 años es que es legionario hasta la médula y que el pasado 7 de marzo recibió un disparo cuando combatía con un grupo de talibanes en Afganistán.

El legionario Iván Castro Canovaca, es un tipo alegre, extrovertido. Incluso duda entre bromas si contestar a un paracaidista de honor, fiel al «pique» entre «paracas» y «legías». Pero accede entre «vaciles». Cuando habla de su vida sin uniforme suele acabar con una broma y una risa. Pero cuando habla de la Legión, de su vocación y su misión se pone serio, es parco en palabras, y contundente. Tiene clarísimo todo cuanto supone ser legionario; cristalinas sus servidumbres: España, el Tercio, sus compañeros, su credo y su fe; y tiene una humildad aplastante, la misma que hace que los soldados españoles como él sean tan grandes sin darse cuenta.

Aquel 7 de marzo su sección fue sorprendida por un ataque talibán. Una bala impactó en el inicio de su clavícula, cerca del cuello, atravesó los dos pulmones, rozó la aorta y se alojó bajo su axila izquierda. Él, antes de salir de patrulla, había colocado en su chaleco, en el velcro donde pone el nombre, un «Detente bala», una pequeña imagen del Cristo de la Buena Muerte por un lado y del Sagrado Corazón por el otro. «Parece que hizo efecto, porque la trayectoria de la bala ha sido increíble», dice. De hecho, los doctores que le atendieron aseguran que debería haber fallecido en los diez primeros minutos después del impacto. «Ha sido un milagro», enfatiza. Gracias al «Detente» y al sargento José Moreno Ramos, que corrió 40 metros bajo fuego enemigo para taponar su herida, Iván se recupera hoy de sus heridas en su pueblo. «Me duele aún un poco el pulmón derecho, pero el izquierdo ya está bien», asegura. Él estaba a cargo de la ametralladora. La bala le impactó en los primeros segundos de combate y dice que «al principio no sentí nada, luego un poco de frío en el pecho y la espalda y más tarde no notaba los pies». Pero en esos momentos iniciales lo primero que pensó fue «en seguir combatiendo». De hecho, se incorporó y trató de recuperar la ametralladora. Su binomio, su compañero, le advirtió de que le habían alcanzado, así que se volvió a sentar y sacó un cigarrillo. «Yo estaba tranquilo, no sentí miedo». La adrenalina del combate y la preparación que llevan a sus espaldas sólo le permitían pensar en su misión. Igual que cuando su teniente Ramón Prieto le dijo que no se preocupara, que se volvía a casa a ver nacer a su hija, él contestó que lo único que quería era seguir en su puesto.

Su sargento le puso a salvo y sus compañeros se esforzaron hasta el límite para despachar a los talibanes y que él fuera evacuado en helicóptero. «Cuando me ví en manos de los médicos sabía que no iba a pasar nada, estaba muy tranquilo», recuerda. Hasta que no llegó al hospital norteamericano, al sur, no llamó a su mujer para decirle que «me habían rozado en un brazo, no quería preocuparla». Cuando llegó a Mures, su pueblo, se volcaron y lo recibieron entre cientos de preguntas sobre cómo estaba, cómo había pasado eso, cómo era Afganistán. Él contestaba con paciencia y sencillez. No se siente especial, no cree que sea un héroe, al fin y al cabo, subraya, «lo nuestro es combatir, nosotros damos la vida por España».

Aunque no lo quiera, «el Canovaca» se ha convertido casi en una leyenda. Su comportamiento de aquel día llegó a nuestro país inmediatamente entre la admiración de propios y extraños, pero él insiste en que «cualquier legionario hubiera hecho lo que hice yo, los buenos de verdad fueron mis compañeros que tuvieron un comportamiento majestuoso». ¿Y ahora qué? «Yo me volvía mañana a Afganistán, a Ludina», donde recibió el disparo, «es la vocación, que tira, el deseo de servir». La salud por ahora no se lo permite, así que por el momento, mientras espera a ser padre, se irá el Jueves Santo a Málaga a ver al Cristo de Mena, al de la Buena Muerte, para darle las gracias, entre otras cosas, «porque me tocó a mí y no a mi binomio». Tan normal como relata aquel momento en el que esquivó a la muerte se despide con un «pueh nada» tan andaluz como sencillo y un muchas gracias, quizá sin ser consciente de que el agradecimiento es nuestro, de los españoles, a alguien como él. Un héroe, lo quiera o no.

Legionario desde pequeño

El legionario Castro se alistó hace tres años. «Desde pequeño yo sólo quería entrar en el Ejército, en la Legión. Mis padres me decían que estaba loco, que qué pintaba yo allí», se ríe. Tanta era su vocación que tras estudiar el grado medio de electricidad se apuntó y cinco meses antes de pasar las pruebas de acceso ya se había tatuado el emblema de la Legión y el Cristo de la Buena Muerte en el brazo izquierdo, allí, al lado de donde acabó la bala que casi le mata. Su hermano Mario asegura que desde pequeñito «le gustaba la acción, no podía parar». Antes de irse a Afganistán por primera vez, en 2010, ya le dijo que tenía que sentar la cabeza, que buscarse una novia. «Era bastante ligoncete», recuerda Mario entre risas, pero nada más volver de Afganistán conoció a una amiga común que hoy es su mujer, y pronto la madre de su hija.

Sus compañeros, según su coronel

«Reaccionó de forma ejemplar»
Teniente Ramón Prieto. Jefe de la IIIª Sección.

«Abandona su pozo bajo fuego enemigo para atender personalmente al herido. Su actuación fue determinante para salvarle la vida»
Sargento José Moreno Ramos. Jefe del Tercer Pelotón.

«Suprimió los orígenes de fuego enemigo realizando fuego de Barret y de Fusa»
Cabo 1º José Manuel Gómez Santana

«Realizó de forma precisa fuego de mortero contra dos objetivos. Saltó de su posición, avanzando al descubierto para ocupar mejor posición de tiro»
Cabo 1º José Miguel Gómez Ortega.

«Realizó fuego eficaz contra tres orígenes de fuego enemigo, manteniéndose firme sobre su ametralladora sin cesar en su apoyo»
Cabo Fernando Carrasco Ibriani.

La Razón

  • pues a mi me parece algo bastante vocacional.

  • No me entra en la cabeza como alguien es capaz de criticar a un cuerpo que a pesar de sufrir día a día sigue, dando la cara en misiones INTERNACIONALES para defender los intereses de su país; Ya que aunque España no está involucrada directamente en los conflictos de oriente próximo, necesita el apoyo económico y social de otras naciones, y más teniendo en cuenta que nuestra colaboración en años atrás a sido prácticamente nula. Aparte, el grupo terrorista al que se están enfrentando nuestros compatriotas hoy en día, oprime a su propia nación sembrando el pánico y el caos entre gente inocente a los que se les ayuda con campos de refugiados que nuestro país defiende y abastece. En fin...siento vergüenza de compartir nacionalidad con personas como este periodista que crítica detrás de un ordenador mientras no hace nada por mejorar esta situación ni por ayudar a su patria. ASCO.