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Iraq: 151.000 cadáveres

Miércoles.16 de enero de 2008 587 visitas Sin comentarios
Guerra Eterna (Cosas que hacer en sábado cuando no estás muerto) #TITRE

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Ideas y comentarios de las crisis de Oriente Medio. Por Iñigo Sáenz de Ugarte

151.000 cadáveres

El ataque duró sólo diez minutos, pero no fue una simple escaramuza. Dos bombarderos B-1 y cuatro cazas F-16 lanzaron el martes 21 toneladas de explosivos sobre objetivos situados en Al Jabour, una zona rural en el límite sur de Bagdad. Algunos lo han comparado con una versión algo más reducida de la campaña de “shock and awe” con la que los norteamericanos iniciaron la invasión de Bagdad. Evidentemente, los portavoces militares lo denominaron un “ataque selectivo” contra “objetivos de Al Qaeda” que evitó infligir “daños colaterales”. ¿Cifra de bajas entre los miembros de Al Qaeda? Desconocida. ¿Cifra de bajas civiles? Ninguna. Desde luego.

La marea de fuego cayó sobre depósitos de armas y explosivos de los terroristas, según la versión oficial. “No supone en absoluto una escalada en los combates de Irak”, dijo el coronel Terry Ferrell. 21 toneladas no alcanzan el nivel de “escalada”. Es sólo un día más en la guerra de Irak.

Hace tan sólo cuatro semanas, el Ejército anunció a través de Radio Sawa, una emisora financiada por EEUU, que había eliminado los últimos vestigios de presencia de Al Qaeda en Al Jabour y otra localidad cercana. Por tanto, los habitantes que habían abandonado el pueblo por miedo a los combates podían volver tranquilamente a sus casas.

Confíemos en que se hayan tomado su tiempo para hacer las maletas. Los iraquíes ya saben que creerse los comunicados oficiales puede ser un pasaporte rápido hacia la otra vida.
Esta semana hemos conocido también las conclusiones de uno de los mayores estudios realizados sobre el número de muertes en la guerra. La Organización Mundial de la Salud y el Ministerio iraquí de Sanidad estiman que entre el inicio de la invasión del país y junio de 2006 murieron entre 104.000 y 223.000 personas, siendo 151.000 la cifra más probable. Se trata de víctimas de la guerra, ya que no se contabilizan las muertes por causas naturales o por accidentes.

La estimación del estudio es muy inferior a la publicada por la revista científica The Lancet en 2006, que cifró los muertos en 600.000. Los dos informes se han hecho con una metodología similar y ambos cuentan con limitaciones inevitables a la hora de precisar una cifra que nunca podrá conocerse con exactitud. El responsable del departamento de Salud en la zona occidental de Bagdad cree que la cifra real es algo superior a las conclusiones del informe de la OMS. En cualquier caso, el recuento se detiene en junio de 2006, cuando aún quedaban seis meses para terminar el que fue el año más sangriento de la guerra, cuando como mínimo morían 3.000 personas cada mes.

Hablar en pasado de las consecuencias de esta carnicería que iba a traer la democracia a Irak es un error flagrante. Los últimos meses del 2007 han traído un descenso de la violencia, que en líneas generales se retrotraído al nivel de 2005. Por entonces, Irak no era un destino turístico muy solicitado.

Pasada la época de las mentiras, en EEUU se ha impuesto la de los mitos. La clase política y periodística se siente inmensamente aliviada con la evolución, aunque ya no engendra monstruos en sus especulaciones sobre Irak. Pocos hablan de victoria y, conscientes de que sus fuerzas militares no dan más de sí, sólo aspiran a ir neutralizando los peores efectos de la guerra, retirar quizá a unos 100.000 soldados en un periodo de dos años, y dejar a los iraquíes como regalo un reducido número de bases permanentes, dotadas de sus McDonalds, boleras y barbacoas, como legado de su aventura imperial.

EEUU nunca dejará de tener una cabeza de puente en Oriente Próximo con la que seguir protegiendo a las dictaduras árabes, en especial si gestionan una inmensa bolsa de petróleo.

El último mito que manejan los medios de comunicación es el de la reconciliación entre chiíes, suníes y kurdos. Se suponía que la escalada militar norteamericana iba a servir para crear un escenario político menos violento que permitiera a las fuerzas políticas iraquíes restañar las heridas de la guerra y establecer un consenso básico sobre el futuro.

La joya de ese acuerdo debía ser la ley del petróleo, que repartiría con justicia los ingresos de su exportación entre todas las comunidades del país. Ese pacto debía haberse comenzado a discutir en el Parlamento en diciembre de 2006 y aún está por llegar. El botín es demasiado suculento. Ahora hasta el Pentágono sabe, según un informe de diciembre, que “la corrupción en la industria petrolífera continúa siendo un problema significativo a todos los niveles”.

Lo único que ha conseguido EEUU es aprovechar el violento enfrentamiento entre los mayores grupos de la insurgencia con Al Qaeda para formar una red de milicias suníes integrada por decenas de miles de hombres armados. Ha sido un dinero bien invertido. A fin de cuentas, la mayoría de esos milicianos son antiguos insurgentes de la provincia de Anbar.

Resignados a la evidencia, EEUU ya no pretende ganarse “los corazones y las mentes” de los iraquíes, sino como mucho engordar sus bolsillos. Las milicias suníes se aprovechan de este giro para preparar la próxima guerra, la que les enfrentará a los partidos y milicias chiíes que gobiernan el país.

La cifra de 151.000 cadáveres se va a quedar muy corta.