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¿Herbívoros salvajes contra incendios forestales?

Viernes.27 de julio de 2012 314 visitas Sin comentarios
Artículo de Benigno Varillas, con un comentario al pie #TITRE

Pues no. Los incendios no se apagan en invierno, desbrozando el monte con recursos públicos, ni aumentado la asignación en los presupuestos generales del Estado y de las autonomías para extinguirlos una vez se enciende el fuego. Se apagan 40 años antes de producirse, con una política del territorio coherente con nuestra climatología y nuestros ecosistemas.

Si en lugar de arder Valencia, hubiera sido arrasada por una riada fruto de la rotura de una presa, todo el mundo estaría preguntando por el nombre del ingeniero que la construyó para que desempolvara el proyecto y ver qué fallos estructurales y estratégicos hizo para que se produjera el desastre.

Exactamente lo mismo cabe pedir para explicar porqué arde España cada verano. Los ingenieros que plantaron esos pinos que arden —cuyos nombres queremos se publiquen cuanto antes, ya que ellos son los máximos responsables— cometieron fallos que deben identificarse para que no se repitan.

Ignoraron las características ecológicas y sociológicas de España. Se dedicaron a plantar pinos y eucaliptos en masas continuas haciendo creer que, el que la mitad de España fuera un pinar, era recuperar la naturaleza perdida por siglos de quemas y pastoreo.

Es cierto que el rural español y los terratenientes de la Desamortización, fueron arboricidas natos. Pero quienes les frenaron tras la Guerra Civil, y ejecutaron el plan nacional de reforestación franquista, tenían la misma fobia neolítica a la vegetación y a los ecosistemas silvestres que aquellos a los que combatían. Lo que hicieron fue desbrozar y sustituir la vegetación natural por ordenados, densos y extensos cultivos de pinos y eucaliptos en hileras, que cubrieron más de tres millones de hectáreas de los 50 que tiene España.

Se debía haber promovido una ganadería combinada con la reforestación

No respetaron el crecimiento del bosque en mosaico, alternando las masas boscosas con grandes pastizales, paisaje que requiere un país de climatología con estrés hídrico en verano, para que a la menor chispa en días de viento —y en España hay como 700 rayos que cada año provocan incendios, sin falta del cerillazo que tanto abunda— no arda mucho más de lo que rodea el lugar donde se origina el incendio.

Pero lo que sobre todo no hicieron, fue algo tan elemental como que si plantas o dejas crecer el monte, como se ha hecho en las seis últimas décadas, y no cuidas que los herbívoros coman la vegetación en zonas alternas con la masa boscosa, esta queda condenada a finalizar su ciclo consumida por el fuego. Pero no como lo haría en condiciones naturales, quemando solo pasto seco y pequeños bosquetes, sino ardiendo medio país, de golpe.

El paisaje en mosaico que evita los grandes desastres del fuego se consigue con herbívoros que sieguen a diente la potencial masa combustible, no dejando que la vegetación crezca más allá de donde esta se escapa a la acción de los herbívoros salvajes, o al hombre le interese, en el caso de los herbívoros domésticos.

Problema. Los 30 millones de herbívoros domésticos que hay en este país ya no le pastan entero por falta de pastores, y los herbívoros salvajes que están proliferando, aunque los cazadores dejaran de mermarlos, no pueden con la vegetación porque son especies de talla mediana. Tenemos herbívoros salvajes que cumplen en parte la función desbrozadora de cabras y ovejas, pero no la de vacas, caballos, mulas y asnos.

El paisaje en mosaico lo heredamos de la acción de los fuegos naturales unida a la acción desbrozadora de uros, caballos salvajes, cebros y bisontes, los cuatro grandes herbívoros salvajes europeos que no solo comen vegetación como lo hacen corzos, ciervos, jabalíes y rebecos, sino que tienen el peso necesario para impedir por pisoteo que el matorral crezca. Pero los grandes herbívoros salvajes europeos han desaparecido de España en los últimos siglos, cazados por su carne hasta la extinción.

El ingeniero que nos hizo el diseño de “la presa forestal” hace 40 años debía haber promovido una ganadería combinada con la reforestación, y si la ganadería extensiva y trashumante dejó de tener sentido económico y fue sustituida por la estabulada, debería haberse preocupado de que los montes españoles tengan uros, caballos salvajes, cebros y bisontes. Sustituir a estos por mano de obra que en invierno limpie el monte no solo es un dislate, practicado en los últimos años de gasto disparatado, que ahora nadie puede pagar, sino que, además, es una quimera por la magnitud faraónica de la tarea.

Herbívoros salvajes, unido a un manejo inteligente del fuego, con quema controladas y tala, en una primera fase, de las masas de cultivos de pinos y eucaliptos, así como del monte autóctono que se haya desbocado, hasta dejarlo en rodales aislados, sería lo razonable. España es en su clima más África que Europa. La sabana arbolada rebosante de vida salvaje es más parecida a una dehesa que a un bosque cerrado [1].

Fuente, "El país" de 24 de julio de 2012: http://elpais.com/elpais/2012/07/12...

[1Benigno Varillas propone dos soluciones para recuperar los bosques: una que no tendría sentido económico -promover la ganadería extensiva trashumante- y otra que sí tendría sentido y que se propone como solución en el título del artículo -liberar herbívoros en la naturaleza, en plan parque natural-. Para mí la que sí tiene sentido en muchos sentidos -y también en el económico- es proponer la ganadería trashumante. la ganadería al aire libre.

Ya sé que el noventa por ciento de las personas no lo ven así, pero eso me parece signo de una enfermedad social: esta sociedad es capaz de alimentar a los ejércitos y a las policías empleando a jóvenes en paro, pero no es capaz de alimentar un proyecto de utilidad social como la recuperación de la ganadería rescatando del paro a esos mismos jóvenes y a otros tantos y tantas a quienes hoy sólo se les ofrecen empleos infamantes.

Se dice que la ganadería al aire libre es un trabajo que la gente rechaza por duro; pero también es duro el entrenamiento militar y que te puedan reventar las tripas en alguna guerra a miles de kilómetros de tu hogar, creo que no hay color si es que a alguien le dan a elegir entre esas dos durezas. Se dice que la ganadería al aire libre no puede sobrevivir como actividad económica privada; pero si ha habido recursos para organizar y mantener un ejército, sin duda les podría haber para financiar y coordinar una recuperación ordenada de la ganadería al aire libre. Se dice que cada vez hay menos gente que conozca el oficio de ganadería al aire libre: pero aunque habría dificultades, la gente que ha llegado a aceptar que la instruyan para el asesinato organizado aceptaría esta otra instrucción.

Aparte de todo lo anterior: la ganadería es una actividad hermosa y la preparación para la guerra es una cosa horrible. Parece normal que no atraiga a la gente mientras sea una actividad económica con riesgo de arruinar a quien la adopta; pero yo la defiendo como servicio público respaldado y garatizado por la sociedad. Los beneficios sociales de ese servicio público son evidentes -para quien encuentre empleo en él y para el conjunto-; los beneficios del ejército no se ven por parte alguna ni para quien encuentra empleo en él. Incluso la minoría de sádicos que puede preferir el ejército encontraría los mismos incentivos económicos en este servicio público y se la podría consolar con ellos.

Gastos militares para fines sociales, ganadería al aire libre como proyecto social (Crates).