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El petróleo y los dos mapas de Sudán

Domingo.2 de marzo de 2008 1636 visitas Sin comentarios
Diagonal #TITRE

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EN LOS ÚLTIMOS 15 AÑOS, SUDÁN HA PASADO DE SER CONSIDERADO UN “ESTADO TERRORISTA” A UN SOCIO DISPUTADO

Sarah Babiker, Madrid

Con un ritmo de crecimiento cercano al 10% y la modernización de la capital, Sudán vive entre los enormes ingresos del petróleo y los conflictos producidos, en gran parte, por su control.

JARTÚM. El lujoso hotel Al Fatih, en Jartum, es el símbolo de la modernización de la capital, donde conviven las tiendas de moda con las infraviviendas de barro
Paseando por Jartum se pueden detectar muchos cambios, y ninguno. En Share’al Matar (avenida adyacente al aeropuerto) han arreglado la carretera, nuevos cafés de moda lindan con la acera polvorienta, donde aún transitan carros tirados por burros que pasan frente a hospitales privados, supermercados llenos de productos chinos, y una enorme tienda de Adidas que abre todo el día por si acaso los hijos de la pujante élite necesitan urgentemente unas zapatillas. Abundan también los licenciados en paro, las familias de desplazados viviendo en estructuras de casas inacabadas y las dudas sobre cómo se repartirá la nueva riqueza. Dicen que la ciudad se encamina hacia un nuevo esplendor, así lo vaticina el crecimiento económico del país (estimado en un 10% para los próximos diez años), las obras faraónicas y los atascos de coches recientemente estrenados. Pero Jartum no es Sudán, es sólo el centro de una inmensa periferia.

Dos mapas

Sudán es presentado como un Estado africano inviable más, identificándose las causas de este mal en enfrentamientos religiosos o étnicos. Así ha sido con el enfrentamiento Norte-Sur, casi continuo desde poco antes de la independencia en 1956, así es ahora ante el enquistamiento del conflicto de Darfur. Dividido en 26 Estados -ficticias separaciones sobre unas 600 etnias, y sobre todo entre la opulencia y la mayoritaria miseria- existen divisiones distintas a la administrativa, la étnica o la religiosa, para entender los avatares de este inmenso país africano: la que lo divide en centro y periferia respecto al acceso al poder y los recursos, y aquella que, bajo desiertos, montañas y sabanas, configura 23 geométricos bloques de explotación petrolífera.

Centro y periferia

En los breves periodos democráticos el poder fue ocupado por los notables pertenecientes al Partido Democrático Unionista y la Umma (partidos históricos sudaneses).
Radicados en Jartum, utilizados en tiempos del condominio angloegipcio como canalizadores del poder, contaban con el prestigio de los clanes como capital simbólico, sobre los que eventualmente se impuso el poder militar, y actualmente un pujante poder económico. Cuando a mediados de los ‘70, Chevron encontró petróleo en Sudán, el Coronel Gaafar Nimeiri lideraba un régimen militar. En plena Guerra Fría había pasado de simpatías filosoviéticas a posturas filoamericanas. Tras romper violentamente con el Partido Comunista Sudanés, inició la islamización, proceso que, junto a la evidencia de que preparaba el reparto con los norteamericanos de los beneficios del petróleo sureño, motivó la rebelión del Sur en 1983 encabezada por el nuevo Ejército Popular de Liberación Sudanés. La instauración de la sharía, junto a la crisis económica, agravada por los reajustes estructurales auspiciados por el FMI a finales de los ‘70, resultó en una rebelión popular en el Norte que forzó la salida de Nimeiri, convocándose elecciones tras un breve interregno militar.

Volverían así los notables de antaño, ineficaces pero al menos previsibles, mientras en el Sur distintas facciones se debatían por el liderazgo de la lucha. En el ‘89, el actual presidente, el militar Omar al Bashir, junto a Hassan al Turabi, artífice de la islamización promovida por Nimeiri, decidieron que la vieja clase política ya había agotado sus oportunidades y dieron un golpe de estado.

Petróleo

Los ‘90 empiezan mal, la guerra persiste, el nuevo Gobierno reimplanta la sharía, las relaciones con los países vecinos son conflictivas. El carismático al Turabi, recurre a la legitimidad religiosa inscribiendo al país en el circuito islamista, creando la conferencia arabo-islámica, activa durante los ‘90 y posicionándose contra la guerra en Iraq. Esta estrategia proporciona una excusa a EE UU para incluir a Sudán en 1993 en la lista de países que respaldan el terrorismo. Chevron había abandonado en el ‘92: la potencia ya no tenía acceso al petróleo del país. En 1998 se hace evidente la magnitud del filón perdido: se dispara la extracción de petróleo por parte de compañías asiáticas, mayoritariamente la CNPC china, pero también por compañías canadienses y europeas. Apartando a Turabi en favor de un sector del partido más pragmático y nacionalista, y aceptando negociaciones con el Sur, al Bashir decide prescindir de la legitimidad militar y religiosa. En tiempos de abundancia, podía sustentarse en el poder económico. Dos interlocutores, el régimen del Norte y John Garang, líder del Movimiento Popular por la Liberación Sudanés y vinculado a EE UU, se dispondrán al reparto de cuotas de poder y de beneficios. Estados Unidos respalda el proceso: estabilidad, moderación religiosa, nueva constitución y previsto referéndum hacían de Sudán un país más apropiado para hacer negocios. Pero al Bashir ya había llamado a la puerta asiática, sus nuevos aliados no le daban ningún motivo para cambiar de bando.

El carácter estatal de la petrolera china o Malasia (Petronas) garantizaba un respaldo político al país. Tras cuatro años de negociaciones en Naivasha (Kenya), el tratado de paz de 2005 apuntaba, mediante los protocolos de Machakos, la readjudicación de los beneficios derivados del petróleo y a la redefinición de los centros y la periferia: el líder del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (ELPS) pasará a ocupar la vicepresidencia. Así la antaño periferia Sur crea su propio centro: acaparado por el Movimiento Popular de Liberación de Sudán (MPLS) -brazo político del SPLA-, adjudicándose EE UU el entrenamiento de su Ejército en espera del referéndum de autodeterminación previsto para 2011. Pero el mapa del petróleo recorre los subsuelos de más periferias y la cuestión de la distribución del poder y sus dividendos queda lejos de zanjarse: prueba de ello es Darfur.

El conflicto de Darfur

En 2008, como consecuencia de la resolución 1769 del Consejo de Seguridad, comienza el mandato de la misión híbrida de la ONU y la Unión Africana en Darfur. Jartum, que sólo había aceptado una misión de la UA hasta ahora, rechaza la participación de efectivos occidentales.
Acusando al régimen sudanés de genocidio, EE UU ha sido el principal precursor de la intervención, vetada durante años por China y Rusia. Si bien el sufrimiento de la población civil ha sido ampliamente documentada por ONG y organismos internacionales, la tenacidad de la gran potencia despierta el escepticismo de muchos observadores: la existencia de petróleo en Darfur, y la frustración estadounidense ante los óptimos negocios que han hecho en el país sus competidores asiáticos abundan en este sentido. Proteger a la población de Darfur, evitando que las potencias se aprovechen del humanitarismo para burlar soberanías y garantizar sus intereses se presenta como un difícil desafío.