El enigma del Dragón - Tortuga
Administración Enlaces Contacto Sobre Tortuga

El enigma del Dragón

Sábado.29 de marzo de 2008 940 visitas Sin comentarios
Bonito relato publicado en Kaosenlared #TITRE

Iktami Devaux

A veces es difícil delimitar las fronteras que separan el estoicismo del fanatismo al pedo, o un profundo sentido del honor de la simple estupidez, pero cuentan que durante los años de apogeo de la dinastía Ming vivía en China un príncipe llamado Fong. Al cumplir los quince años su padre el emperador decidió llevarlo a una campaña exploradora. Cierta noche cuando todos dormían en sus carpas Fong consiguió que Lin, hijo único de su nodriza y compañero de toda la vida, tomara su lugar en la cama por si alguien de la carpa de su padre venía a investigar. Fong salió a buscar a Tang, hija del jefe de la caballeriza. La encontró y no tardaron mucho en caer en un sin fin de maniobras amorosas.

Pero he aquí que mientras Fong retozaba con Tang un pequeño grupo de soldados del campo enemigo irrumpieron en el campamento y sin hacer el menor ruido mataron a un par de docenas de hombres incluyendo a Lin pensando que era el hijo del emperador.

Cuando Fong escuchó todo el tumulto corrió a su carpa y encontró el cuerpo ensangrentado de Lin en la falda de su madre mientras ella gemía de una manera que le hacía sentir hielo en la sangre de sus venas. Fong cayó de rodillas ante Mui y apoyando la cabeza sobre sus pies le dijo: “Pídeme lo que quieras y te lo daré, cualquier cosa, no importa lo que sea”.

En ese momento Mui mantuvo el silencio pero al día siguiente después de los ritos de sepultura de todos los caídos se acercó a Fong y le preguntó si estaba dispuesto a cumplir con su oferta de la noche anterior. Él contestó que por supuesto.

“Bueno”, dijo ella, “esto es lo que quiero. Que me tomes como tu concubina exclusiva y me des tantos hijos como sea posible. Quedarás libre de este acuerdo el día que resuelvas el enigma del dragón”.

Ante la mirada interrogante de Fong Mui sacó una bolsita de cuero de su vestido y volcó su contenido sobre la mesa. Eran fichas parecidas a las del dominó. Las había de cuatro colores diferentes: negras, blancas, rojas y azules. Y dentro de cada color había dos grupos numerados del 0 al 12. la secuencia de números y los cuatro colores parecían ser tempranos precursores de las cartas de póquer. En total eran 104 fichas. Se mezclaban y después se disponían en diez pilas de cinco cada una. Cuatro boca abajo y una boca arriba. El resto se mantenían en la bolsa hasta que el juego quedaba trabado y no había movida posible. Las fichas se iban moviendo de acuerdo al color y a la numeración. El esquema táctico era muy similar a los solitarios que hoy se juegan con naipes.

Fong que era no sólo la persona más inteligente sino también la de máximo ingenio en todo el imperio sonrió para sus adentros y decidió que ni intentaría la solución hasta que Mui quedara embarazada. Y una vez que hubiera dado a luz él sentiría como que la deuda estaba saldada entonces sí se dispondría a resolver el famoso enigma.

Fong había notado que el enigma del dragón era idéntico a muchos que estaban de moda, la única diferencia siendo el número de fichas involucrado y el número de colores. He aquí que Fong se topó contra los límites de la matemática de esos tiempos. Hizo una proyección linear y calculó que si con 25 fichas y un color las chances de ganar eran una en 5 al tener 104 fichas y cuatro colores las chances de ganar serían entre una en ochenta y una en cien. Difícil pero para nada imposible y seguramente en una noche podría resolverlo. En realidad la proyección adecuada era exponencial o como más se conoce: geométrica. Lo que Fong ignoraba era que resolver el enigma del dragón era más difícil, matemáticamente hablando, que encontrar la solución del cubo de Rubik.

La primera noche hizo unos diez intentos sin siquiera acercarse a una solución. Al día siguiente fueron más de cincuenta intentos. En una semana ya se pasaba todo el día intentándolo. Al término del año y coincidiendo con el nacimiento de su segundo hijo sólo había conseguido en un par de ocasiones llegar al 12% de la solución. Quince años después y una docena de hijos más tarde sólo había llegado al 25% de la solución.

Cuando Fong estaba por cumplir los 40 años se encontraba en otra campaña de exploración, esta vez comandada por su hermano menor Bao que se había hecho cargo del imperio tras la muerte de su padre al ver que Fong no servia para nada más que jugar con las condenadas fichas del enigma. A esta altura habían quedado tan gastadas por el constante manoseo que todas las esquinas estaban redondeadas y las marcas de los números habían tenido que ser repuestas un par de veces.

Eran como las tres de la mañana y todos menos Fong dormían. El revolvía y manipulaba las fichas casi sin mirar cuando de repente surgió un juego en que en la primera tirada había conseguido acomodar prácticamente todas las fichas.

En tres tiradas ya tenía acomodadas la mitad del total o sea 52 fichas, algo que nunca antes había logrado. Cabe explicar a esta altura que este juego no era solamente azar, requería un nivel de pensamiento lógico parecido al del ajedrez ya que a veces uno disponía de varias movidas posibles y tenía que elegir pensando en todas las series de movidas subsecuentes que se desprendían de la original en forma fractal y decidir cual era la más conveniente. A través de los años muchas fueron las veces que Fong volvió una jugada para atrás sabiendo que si así lo resolvía no serviría pero esto le daba una idea de si su lógica y estrategia habían sido correctas. El asunto era que la lógica más impecable quedaba aplastada por la distribución totalmente caótica de la próxima tirada. Muchas veces vio una secuencia de brillantes movidas invalidadas por una tirada que no le ofrecía movimiento alguno.

Pero volviendo a esa noche, era como si las fichas se jugaran solas, en ningún momento Fong tuvo que pensar cuál era la movida correcta, surgían de él como por instinto. Cuando llegó a la última tirada y vio por primera vez que la solución era posible, empezó a respirar cada vez con menos intensidad temiendo disturbar la magia que estaba viviendo. Cuando finalmente colocó la última ficha de la tirada y vio que la solución era inminente empezó a vibrar de una manera descontrolada, como si estuviera padeciendo un ataque epiléptico. En pocos minutos llegó al fin y miró por primera vez la solución del enigma del dragón. El calor de las lágrimas de alegría que se deslizaban por sus pómulos era como un bálsamo que aliviaba todo el dolor y frustración acumulados de los últimos años.

Se levantó como un resorte, se llenó lo pulmones de aire y lanzó un grito decididamente cavernícola, un grito que brotaba desde sus más antiguas profundidades, un grito que sacudía los ladrillos de su ser y rajaba las paredes que delimitaban su alma, un grito que terminó despertando a todo el campamento. Salió fuera de su carpa bramando como alguien a quien le han echado aceite hirviendo encima. Entre todo el alboroto se escucharon un par de relinchos nerviosos. Los guardias corrieron hacia donde estaban los caballos y se encontraron con un grupo de enemigos que justo en ese momento se disponían a repetir el ataque sorpresa que años atrás había cobrado la vida de su amigo Lin. Fueron capturados rápidamente y Fong se convirtió en un héroe. Durante la subsiguiente celebración su hermano intentó cederle el trono de emperador pero Fong no aceptó.
Mui supo inmediatamente lo que significaba ese grito y cuando Fong volvió a su carpa notó que se había llevado todas sus cosas.

Cuando él fue a buscarla Mui le dijo: “Tus obligaciones han terminado”. “Eso es verdad- contestó él con una sonrisa que emanaba una total satisfacción de sí mismo -pero ahora comienza lo no obligado, digamos lo voluntario, ya me he acostumbrado a tu presencia, al calor de tu cuerpo, a tus curvas, a tus aromas, a tu esencia . . . no estoy dispuesto a perder lo único que me ha mantenido anclado al mundo todos estos años”.

Ella sonrió y sin decir más nada volvió con Fong de la mano.

Con esa mujer terminó sus días, y a pesar de la diferencia en edades sus muertes fueron separadas por sólo seis meses. Tuvieron 22 hijos y 156 nietos.

Iktami Devaux