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El Constitucional ordena volver a investigar si un etarra detenido en 2002 sufrió torturas

Miércoles.23 de abril de 2008 572 visitas Sin comentarios
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Más abajo, "Denuncia de torturas de Alberto Viedma en 2002"

El Alto Tribunal ampara a Alberto Viedma porque la investigación se cerró cuando aún había "sospechas razonables" de que el delito existió

AGENCIAS - Madrid

El Tribunal Constitucional ha amparado al etarra Alberto Viedma Morillas, condenado a 30 años de cárcel por el asesinato del subteniente del Ejército Francisco Casanova, y ha ordenado a los Juzgados de San Sebastián que reabra la investigación que archivó en 2003 para determinar si éste sufrió torturas durante su detención, que se produjo un año antes. La Sala Primera del Alto Tribunal señala que, aunque se emprendió con prontitud una investigación judicial, ésta se cerró cuando persistían aún "sospechas razonables" de que el delito se había cometido y "medios aún disponibles para despejarlas".

Viedma, quien fue detenido el 28 de febrero de 2002 por la Guardia Civil y reconoció ante el juez haber asesinado también al portavoz de Unión del Pueblo Navarro en Pamplona, Tomás Caballero, en mayo de 1998, presentó un escrito en el que denunciaba torturas y que terminó siendo investigado por el Juzgado de Instrucción número 14 de Madrid. Un año más tarde se acordó el sobreseimiento de la denuncia por carecer de verosimilitud, debido a que Viedma, "una vez en Madrid y en sede judicial, se negó a ser reconocido por el médico forense", lo que según el juez "hubiera podido aclarar la realidad de las torturas" en el momento oportuno.

La Sala Primera del Constitucional entiende que la denuncia presentada por el etarra no fue investigada por el Juzgado de una forma "eficaz". La sentencia, de la que ha sido ponente el magistrado Pablo Pérez Tremps, considera que el archivo se produjo sin que se hubiesen practicado todas las diligencias "relevantes" para determinar si hubo o no torturas.

La resolución judicial, que cuenta con el voto particular del magistrado Jorge Rodríguez Zapata, alude a la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y a dos recientes sentencias del propio Constitucional. El Alto Tribunal entiende que si existe una sospecha "razonable" de tortura y que si ésta es "disipable", deben "tomarse en consideración las circunstancias concretas de cada caso, siendo preciso atender a la probable escasez de pruebas existente en este tipo de delitos".

La resolución señala que Viedma fue trasladado a un hospital al inicio de su detención por sufrir "un malestar y mareo generalizado", apreciándose un "eritema leve en zona superior derecha de la espalda" y una "taquicardia de 96". Añade que el detenido denunció signos físicos en la nuca y la espalda a consecuencia de las agresiones que atribuyó a agentes policiales y que le fue recetado un medicamento sin especificar la causa.

Diligencias sin practicar

El Alto Tribunal considera también un "error" que se archivara la causa con el argumento de que Viedma no aclaró qué diligencias faltaban por practicar, ya que propuso las declaraciones de los agentes que intervinieron en su detención, la suya, la del abogado de oficio que le asistió, la del médico forense que le atendió y la de la médico que le observó en Pamplona.

Para el Constitucional, no es "determinante" el hecho de que Viedma se negara a ser reconocido en sede judicial. "De ser ciertas las torturas, esa renuncia pudo deberse a una voluntad condicionada por la intensa intimidación previa o por el miedo a verse sometido de nuevo a la custodia de sus agresores", añade. Así, el Constitucional dice que la "falta de credibilidad" que el juez atribuyó a la denuncia podría haber sido desmentida o corroborada por el testimonio del detenido y añade que el parte médico del hospital era "susceptible" de aclaración a través del testimonio de la médico que le reconoció.

Diario El País


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Denuncia de torturas de Alberto Viedma en 2002

Torturaren Aurkako Taldea

CDDT - Agencias (Para Kaos en la Red)

Jueves 28 de febrero a las 7.15 de la mañana entra la Guardia Civil al piso, tiran la puerta abajo con mazas. Me identifican e inmediatamente me bajan para abajo, no me enseñan la orden de detención, no me dejan vestirme, lo justo ponerme los zapatos. Me meten en un coche y durante el trayecto al cuartel de Pamplona comienzan los golpes...
- Los golpes lo recibí en la cabeza, nuca y en los testículos...

En las dependencias de la Guardia Civil en Pamplona, nada más llegar y meterme en el calabozo, se presentaron dos guardias civiles con un teléfono móvil, diciendo que era mío y que lo pondría en funcionamiento. Yo les insistía en que no era mío y que no sabía de quien era, entonces se pusieron como locos a gritar y a golpearme y amenazarme:

- Los golpes me los daban con las manos, los recibía en la cabeza, en la nuca, estómago testículos y tirones de pelo.

- Me amenazaban con pegarme un tiro, mientras me colocaban una pistola en la cabeza.

- Me amenazaban con ponerme la bolsa, con los electrodos y con la bañera.

Desde las dependencias de la Guardia Civil en Pamplona, me llevaron al hospital porque me encontraba muy nervioso y mareado. En el hospital, me miró una médico y me sacaron análisis de sangre. Durante la espera del análisis, me llevaron a una habitación donde permanecí con tres guardias civiles unos 40 minutos. Durante ese tiempo siguieron amenazándome y humillándome. Al cabo de los 40 minutos vino la médico y me dijo que los resultados de los análisis habían salido bien, que todo se debía a los nervios, y me dio una pastilla.

Del hospital me llevaron al cuartel de Pamplona, al llegar allí me tomaron las huellas y me sacaron las fotografías. En el cuartel permanecí unas tres horas más o menos. Al cabo de aquel tiempo me montaron en una furgoneta camino a Madrid. Durante el trayecto, estuve esposado a la espalda con las esposas muy prietas, sentado con la cabeza tocando las rodillas y mirando al suelo todo el tiempo. Por lo demás el trato en el viaje fue normal.

Llegamos a las dependencias de la Guardia Civil en Madrid y empezó el gran calvario: me sacaron de la furgoneta, me pusieron unas gafas de tela negra que no se veía y me llevaron al calabozo. Durante los interrogatorios me pusieron la bolsa, me golpearon, sufrí presiones psicológicas, insultos, humillaciones y amenazas:

- La bolsa me la pusieron unas cuantas veces, no me acuerdo el número, pero unas 8 veces. Cuando me la ponían, primero me sentaban en una silla con apoyabrazos, me ponían los brazos contra los apoyaderos, me ponían una tela de espuma alrededor de los brazos y me los ataban con cinta aislante contra el apoyadero. Cuando me ponían la bolsa, tenía la sensación de que me ahogaba, no podía respirar, parecía que me moría, a veces lo deseaba. Como tenía las manos atadas y no podía defenderme con las manos, rompí alguna bolsa con los dientes.

- Los golpes lo recibí en la cabeza, en la nuca, estómago, testículos y patadas en la parte trasera. Los golpes me los daban con las manos, con los pies y con periódicos bien prietos y enroscados en la cabeza, con mucha fuerza.
En un momento se me pusieron la nuca y la espalda roja. Se asustaron, y llamaron a otro que sería el jefe. Me preguntó que si era alérgico a algo, me dijo que si me veía un médico no se me ocurriría decir que era de los golpes, que le dijese que lo tenía ya en la calle. Después se andaban con mucho cuidado en golpearme en aquella zona del cuerpo.

- Cuando me torturaban psicológicamente, ellos estaban encapuchados en algunos interrogatorios y en otros me colocaban a mí las gafas de tela negra que no se veía.

- Los gritos eran constantes, aquello parecía una habitación de locos, pegaban golpes en las paredes, en el suelo... Parecían bestias, mi cuerpo temblaba, me daban sustos y sentía miedo, pánico.

- Me amenazaban con ponerme los electrodos y con la bañera.

- Me ponían una pistola en la boca y me decían que disparara “si tenía huevos”.

- Me decían que habían detenido a mi madre y que la estaba torturando por pasarme no sé qué información de su trabajo.

- Me decían el nombre y los apellidos de amigos y me decían que estaban detenidos.

Los interrogatorios eran muy largos y muy duros. En todos ellos estuvieron los mismos guardias civiles. Al principio eran preguntas y más preguntas, golpes y más golpes hasta contestar lo que ellos quisieran sin yo saber. Había momentos en los que pedía que me pondrían los electrodos para que creyeran que no sabía nada, aquello era irresistible.

No me dejaban descansar. Entre los interrogatorios me obligaban a permanecer de pie durante horas y horas. A veces me dejaban sentarme diez minutos, pero al paso de ese tiempo me obligaban a permanecer de nuevo de pie.

- Me obligaron a firmar 20 folios en blancos, y me amenazaban que si no hablaba iban a poner la declaración que ellos quisieran en aquellos folios firmados.

- En todos los interrogatorios estuve escuchando los gritos de dolor y sufrimiento de Anika, Eneko y Jorge. Aquello era un infierno.

- No pude dormir nada.

- Me dieron algo de comer pero no comí nada. Solo bebí un poco de agua.

- Había momentos en que estando en el calabozo, no me podía mantener de pie, me quedaba dormido. Apoyaba la frente contra la pared, porque si no me caía. Había otros momentos en que las manchas de la pared se movían, y yo alucinaba.

- El médico forense me vio unas cuatro veces. Siempre era el mismo. No me acuerdo con que frecuencia de tiempo me visitó. No me enseñó el carné, pero tampoco se lo pedí. El lugar donde me visitaba era una habitación pequeña, donde había una mesa, dos sillas y un lavabo con un grifo. No le relaté al médico forense las torturas, porque cuando me llevaban a aquella habitación, los guardias civiles me amenazaban. Me decían que me llevaban al médico del cuartel de la Guardia Civil y que no se me ocurriese decir nada. Y como no me fiaba y estaba aterrorizado, no creía que era el médico forense, por lo que cuando me visitaba le decía que me encontraba bien.

La declaración que presté ante la Guardia Civil con abogado de oficio, no sé ni cuando ni cómo fue, porque me hicieron un montón de pruebas. Me llevaban a una habitación y me decían que estaba declarando, así innumerables veces, y luego me decían que era una prueba. Todas las pruebas me las hacían para obligarme a aprender la declaración que ellos querían a base de torturas. Declaré lo que ellos me habían obligado a aprender.

El traslado a la Audiencia Nacional fue normal, y una vez en los calabozos de la Audiencia el trato fue normal. Me negué a declarar ante el juez, lo único que le dije fue que había sido torturado, cogí y me fui. Antes de trasladarme a la Audiencia Nacional, me subieron en tres ocasiones a la habitación, y me amenazaron que si no declaraba lo que ellos decían me iban a tener otros cinco días más allí.

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