“Educación para la Ciudadanía” versus “Formación del Espíritu Nacional” - Tortuga
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“Educación para la Ciudadanía” versus “Formación del Espíritu Nacional”

Sábado.8 de diciembre de 2007 1537 visitas - 1 comentario(s)
Dos caras de una misma moneda con que comprar un poco más de control social #TITRE

Volvemos a traer el artículo a la página principal, ya que ha sufrido un añadido en su parte final (Apostillas del autor para los lectores de la Comunidad Valenciana), y además el tema está de actualidad. Nota de Tortuga.


Ramón Carratalá Sevila

Con la implantación de la asignatura de "Educación para la Ciudadanía" el Estado recuperará el instrumento de control social que perdió cuando se suprimió la asignatura de "Formación del Espíritu Nacional" instituida por el franquismo.


No existe ninguna duda sobre cual es el objetivo último de la asignatura, ya que ha sido reconocido unanimemente por todos los cargos públicos que la han propuesto y defendido. Se trata de proveer al sistema educativo de una herramienta para adoctrinar a los niños e imbuirles unos valores convenientes, para convertirles en "buenos ciudadanos democráticos" completamente integrados.

Y además, los alumnos deberán ser evaluados en cuanto a la interiorización de dichos valores. ¡No basta con que conozcan la ideología del sistema; sino que están obligados a asumirla -o fingir lo que resulte conveniente-! De hecho, se ha anunciado repetidamente que se perseguirá la objeción de conciencia; y se ha abierto expediente al colegio con la tasa más alta de objetores (que no dejan de ser cuatro gatos frente a la masa del alumnado, tal como pasaba en los primeros tiempos de la objeción al Servicio Militar), por haber facilitado y amparado a dicha objeción.


Los defensores de la asignatura pretenden adoctrinar a los niños en un sentido; y la mayoría de los opositores quisieran evitar dicho adoctrinamiento, para poder llevar a cabo su adoctrinamiento en otro sentido.

¡Pero ni unos ni otros ponen en cuestión la conveniencia de adoctrinar y de imbuir valores! ¡Todos consideran que, puesto que sus propios valores son los buenos, es bueno "per sé" el inculcárselos cuanto antes a los demás!


Sin embargo a mí, como noviolento, me rechina la imagen de procurar acceder a mentes moldeables (cuanto más tiernas mejor) para formarlas a mi antojo, según mis propias creencias, valores o necesidades.

Me gustaría ir construyendo un mundo nuevo. Pero quisiera "lo mejor que se pueda conseguir en cada momento"; incluso más allá de lo que mi estrecha mente sea capaz de imaginar o crear; y por encima de mis propias ideas, que pueden ser en alguna medida equivocadas o caducas. No quiero obtener clones míos; quiero contribuir a educar ciudadanos mejores.
Y desde mi ideología creo que, para conseguir una sociedad de personas libres y respetuosas, tenemos que empezar por enfocar la educación desde la libertad y el respeto a los educandos (el fin debe de estar contenido en los medios como el fruto en la semilla).


Los medios de comunicación institucionales no son tanto un instrumento para transmitir lo que conviene a una ideología determinada, como lo que convenga en cada momento al poder establecido (independientemente de la ideología de la que éste proceda); siendo rarísimo el que se logre un auténtico servicio público que informe y sirva a los ciudadanos con independencia de los intereses del poder -o de las tendencias intrínsecas del sistema-. Y así RTVE sirvió en su momento a los intereses o ideas franquistas; después a los de la "transición política"; después a la UCD; después al PSOE; después al PP; y así sucesivamente... Pero sobre todo sirve (al igual que todos los medios de comunicación de masas) al modelo social imperante (el entretenimiento vacuo y el consumismo como forma de vida; el circo de la exaltación de la superficialidad, del vivir a través de los otros, y de cualquier emoción primaria negativa impactante -incluida la violencia gratuita más obscena-, con un regodeo en ello hasta la nausea; la recurrencia a los estereotipos, los lugares comunes, las ideas prefabricadas y el pensamiento políticamente correcto; etc.).

De igual modo, por encima de todo, las asignaturas de este tipo siempre han cumplido históricamente una única función: persuadir de la bondad del sistema, relativizar sus defectos, trasmitir los valores más convenientes al poder dominante (inclusive la creencia en una falsa historia o en unos mitos), y conformar personas que contribuyan a la perpetuación del "statu quo".

Es una herramienta clásica de todos los sistemas autoritarios de cualquier signo, que ambicionan perpetuarse y desean evitar el ser cuestionados.


Evidentemente, siempre existe la posibilidad de que existan "profesores majos", o de que se convierta en un arma para un nuevo poder emergente. Pero ello no constituye normalmente ninguna amenaza real -o suficientemente seria- para el sistema en sí, sino que "hace girar la rueda"; y acaba pesando más la inercia de "lo que hay" (la ideología y valores dominantes de cada sociedad en cada época histórica).

De momento, si se analizan los textos de "Educación para la Ciudadanía" -así como los contenidos y enfoques de los cursos de formación especializada para el profesorado-, los valores subyacentes reflejan ideologías muy diferentes (incluso antagónicas). Parece que puede ser posible, por ejemplo, impartir la asignatura para difundir modelos de ciudadano según el pseudo-ideario preconizado por el PSOE; pero también modelos de tipo anarco en la línea de un comunismo libertario revolucionario de carácter combativo; o en la línea de un "humanismo eclesial" de carácter cristiano conservador o renovador. Pero todos ellos coinciden -con un estilo más o menos discreto y un mayor o menor ardor militante- en cumplir con el objetivo de "instrumento de propaganda"; y alguno roza el terreno del lenguaje panfletario o la formula del "catecismo" (que fue antaño utilizada no solo por las iglesias, sino también por muchas otras confesiones ideológicas o filosóficas).

Y lógicamente, con el tiempo se irán tomando las medidas oportunas para una normalización-estandarización de los enfoques y contenidos que lime lo que vaya resultando demasiado contradictorio o estridente respecto a lo "políticamente correcto". De hecho, algunos defensores de la asignatura ya apuntan la conveniencia de que la Inspección actúe a medio plazo para ir sacando del sistema docente a ciertos manuales, o profesores, con enfoques que "podrían" abusar del amplio margen de interpretación y aplicación que inevitablemente cabe en el texto ministerial.


En el extremo opuesto, en 1981, el movimiento de noviolencia del Estado Español se planteó (y así se llegó a reflejar formalmente en las discusiones y actas de una asamblea en Valladolid) la necesidad de proponer una "Pedagogía desde la noviolencia" que formase individuos capaces y libres para pensar por sí mismos; y de abandonar los enfoques de "Educación para la Paz" que pretendieran inculcar nuestros propios valores e ideología. Pero se tuvo muy poco éxito en trasmitir dicho espíritu (e incluso hubo muchos militantes incapaces de asumirlo); y lo que se acabó difundiendo en los colegios de forma masiva fue una versión edulcorada y piadosa que, más que aportar alternativas prácticas de cambio, puede que haya contribuido a reforzar las tendencias sociales dominantes.


Como suele ocurrir constantemente, el debate respecto a la asignatura de "Educación para la ciudadanía" se está realizando en falso por ambos lados. Muchos posicionamientos son partidistas y demagógicos; o se utilizan argumentos espureos; o se entra en enfrentamientos más propios de una “batalla de verduleras” que del debate político. Pero casi nadie se ocupa de lo verdaderamente importante...

Se debate sobre si los niños pertenecen a la sociedad (según los defensores de la asignatura) o a sus padres (según los detractores); pero tal vez debería reclamarse mejor en su defensa, que los niños no son una propiedad privada de nadie, sino que tienen el derecho a que se les faciliten los medios para que puedan llegar a contruirse a sí mismos como adultos libres, autónomos y responsables.


Apostillas del autor para los lectores de la Comunidad Valenciana

En cuanto a la actual situación en la Comunidad Valenciana (curso 2008/2009), no puede caber la menor duda en cuanto a que la norma de que se impartan las clases en inglés se ingenió como una maniobra legal destinada a obstaculizar la asignatura. Por tanto, para bien o para mal, dicho subterfugio debe de ser valorado y afrontado como una mera arma política de boicot, más o menos loable o criticable. Y carece de sentido el discutir la norma en otro sentido; o valorarla como si fuese una medida educativa acertada o catastrófica. En todo caso, se puede criticar sus consecuencias colaterales; y censurarla si parece un medio inaceptable para lograr el fin que se propone, si genera simultáneamente perjuicios totalmente innecesarios e injustificables, que constituyen un daño desproporcionadamente mayor que el que los que se oponen a la asignatura creen evitar.

Se puede coincidir en un mismo fin sin hacerlo en los motivos. Así, por ejemplo, la lucha por cambiar el régimen franquista situó de un mismo lado a los partidarios de las alternativas más dispares y contrapuestas. En este caso, parece difícil dudar que los políticos del PP más sinceros que han impulsado la norma tienen unos objetivos últimos absolutamente diferentes de los míos; y que los menos sinceros se mueven por intereses meramente partidistas. Quienes forman parte del bando liderado por el PP, o por el PSOE, no están verdaderamente en contra, o a favor, de una asignatura de este tipo. Sólo la atacan, o defienden, en la medida en que circunstancialmente consideran que puede ser un instrumento en contra de sus intereses, o para servir a éstos. Los auténticos noviolentos están siempre en contra del uso de la violencia… Al contrario de los violentos, que la consideran justificable —o no— dependiendo de que sirva a sus valores e intereses, o que favorezca a los del contrario.

En este artículo, independientemente de las posibles coincidencias circunstanciales con uno u otro bando, se está plateando una crítica radical a la asignatura. Se está defendiendo un punto de vista que es absolutamente contrapuesto al de quienes en el fondo consideran a los estudiantes como una mera propiedad de sus padres, o al de quienes actúan tratándolos como un bien propiedad del Estado (dos posturas que ahora combaten en bandos enfrentados, pero que coinciden en la falta de respeto por los estudiantes y en el deseo de reservarse para sí un pretendido derecho a reproducir los propios valores e ideas).

A la hora adoptar cualquier postura es necesario analizar muy a fondo todos los aspectos de la cuestión; afrontarla actuando con franqueza; y evitar el sumarse a banderías, tomando partido por unos u otros de forma superficial. ¡Ojalá que al hacerlo defendamos los derechos de los estudiantes y no nuestros intereses o simpatías!