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Dos artistas navarros exponen en la Ciudadela de Pamplona una instalación de denuncia de la industria de armas

Sábado.29 de diciembre de 2007 1255 visitas Sin comentarios
Cada 47 segundos muere una persona por arma de fuego, tiempo utilizado por los artistas para sumar casquillos a su obra #TITRE

Aldunate y Murillo denuncian el tráfico de armas en ’9mm’

LA INSTALACIÓN SE PUEDE VER HASTA EL 27 DE ENERO EN EL HORNO DE LA CIUDADELA

FERNANDO F. GARAYOA

PAMPLONA. Los artistas navarros Patxi Aldunate y Alfredo Murillo presentan en el Horno de la Ciudadela, desde ayer y hasta el próximo 27 de enero, una instalación en la que reflexionan sobre el tráfico de armas y la industria que lo genera.

El más peculiar de los edificios que conforman la Ciudadela pamplonesa ofrece al espectador una montaña con casi 1.000 kilos de casquillos de bala sobre la que Aldunate y Murillo han colocado un dispositivo que, a lo largo de 47 segundos, recrea los sonidos que produce un arma cuando se recarga hasta finalizar con un impactante disparo. Alfredo Murillo y Patxi Aldunate, al margen de sus trayectorias individuales, llevan trabajando conjuntamente desde hace tres años, un proceso que ha culminado en instalaciones como Dogeatdog , también realizada en el Horno de la Ciudadela el pasado año, y la presente 9mm. Un trabajo en común marcado por un lenguaje común, con connotaciones de denuncia social o reivindicativa, que "busca lo mínimo para intentar contar más", apuntó Murillo.

La instalación que ahora presentan en Pamplona, que ya ha sido expuesta en Castellón y Gernika, surgió "cuando llegó a nuestras manos un material con una carga visual muy fuerte como son los casquillos de balas. Lo primero que hicimos con ellos fue un stop gigante que nos llevó a reflexionar sobre el tráfico de armas y sobre cómo diferentes empresas, tanto públicas como privadas, se enriquecen con la venta de armas a países del Tercer Mundo en conflicto. Una reflexión que nos llevó a crear esta montaña de balas para el Horno, un espacio en el que ya expusimos nuestra anterior instalación y que creímos muy adecuada para ésta", explicó Alfredo Murillo.

En cuanto a la cifra de 47 segundos elegida como intervalo para sumar un casquillo más a la montaña , ésta no ha sido elegida al azar. "Cada 47 segundos muere una persona en el mundo por arma de fuego, directa o indirectamente, bien sea en un conflicto, por suicidio, atraco o atentado terrorista. Este intervalo de tiempo nos pareció adecuado para utilizarlo como si diéramos la vuelta a un reloj de arena, ya que cada 47 segundos, la máquina situada encima de la montaña recrea los sonidos de un arma al cargarse y disparar, para posteriormente soltar un casquillo más sobre el citado montón de casquillos. Creemos que de esta manera es una obra simbólica muy fuerte, con una gran carga, con una ejecución simple para que la toda la fuerza recayera en el mensaje. Esta obra también es, en cierta manera, una conclusión del trabajo que llevamos realizando desde hace tres años", matizó de nuevo Murillo.

Por su parte, Patxi Aldunate quiso recalcar que el marco que acoge su nueva instalación, el Horno de la Ciudadela, "es inigualable porque necesitábamos un espacio circular y, además, lo tétrico y lúgubre de este espacio ayuda mucho a la obra". En cuanto al significado y el mensaje de la obra, Aldunate apuntó que "he estado reflexionando sobre ella y creo que podemos decir que esta instalación está basada en hechos reales, y eso es lo que le da toda su fuerza y valor. Por otra parte, que esté basada en hechos reales no quiere decir que sea noticia, y este hecho es el que a mí me parece triste; que una persona muera cada 47 segundos no sea noticia ni motive a nadie para poner freno a esta situación. Así, en tanto en cuanto esta obra sirva para concienciar o para que este dato sí sea noticia y que de alguna manera consigamos llevarlo a la prensa, aunque sea por un breve espacio de tiempo, para nosotros será satisfactorio. Si lo conseguimos, habremos echado un granito más a la conciencia de la gente para que recapacite sobre todo este tema". "Hay que tener en cuenta que cada casquillo de la montaña representa una víctima, algo que el que contempla la instalación se da cuenta cuando suena el disparo y cae el casquillo. Y es que con los casquillos nos ha sucedido la paradoja de que la gente se acerca a ellos como con morbo, porque en cierta manera es atractivo, ya que por una lado está la muerte y por otro no se es consciente que detrás de cada casquillo hay un muerto, con un historia detrás, con una familia o un conflicto", matiza Alfredo Murillo, que, además, recalca el hecho del color dorado de la montaña, "un color que simboliza el enriquecimiento de los que fabrican armas o de los gobiernos que se lucran con los impuestos de estas empresas mientras que por otro lado proponen planes de paz".

Finalmente, Aldunate destacó la emotividad que supuso la instalación de esta obra en el aniversario del bombardeo de Gernika, que curiosamente uno de los pocos edificios que respetó fue la fábrica de armas que había en dicha localidad.

Diario de Noticias de Navarra