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De piratas y ratas

Miércoles.7 de mayo de 2008 277 visitas Sin comentarios
Javier Pérez de Albéniz #TITRE

Tenían razón aquellos que anunciaban una recesión económica, que amenazaban con la crisis. Ya han llegado los malos tiempos. Caen las ventas, se hunde el mercado de la vivienda, los empresarios son muy pesimistas... Hace años, las consecuencias de este fenómeno hubiesen sido fácilmente predecibles: las ratas abandonan el barco y los piratas se quedan solos. Pero los tiempos han cambiado, y la macroeconomía ya no es lo que era. Después de compartir durante tantos años las bodegas de los buques dedicados al robo y al saqueo, roedores y filibusteros han unido sus fuerzas y se han convertido en una misma especie.

He llegado a esta conclusión el pasado 1 de mayo, día del trabajo. Y es que cuando creía que mi asombro había alcanzado un límite histórico, con los fichajes simultáneos de Eduardo Zaplana y David Taguas por empresas privadas, y con contratos millonarios, leí en ’El País’ una noticia que dinamitó mi capacidad de sorpresa: Gueto Nounce, pescador nacido en Seychelles del Playa de Bakio (el barco español secuestrado en aguas del cuerno de África), cobraba 170 euros al mes. Los pescadores españoles del mismo barco tenían un sueldo de aproximadamente 1.200 euros que, dependiendo del volumen de pesca, habitualmente superaba los 2.000 euros.

No he escuchado esta noticia microeconómica en ningún informativo de televisión. Y por supuesto no he visto ningún reportaje en el que se analice esta explotación salvaje, estas condiciones laborales lamentables. Eso sería periodismo. Televisiones, periódicos y radios han entrevistado a los pescadores españoles, y han confirmado que los somalíes desnutridos que empuñaban rifles AK-47 para conseguir algo de comida eran piratas, "pero no de los de parche en el ojo y la pata de palo" (La Sexta). No será fácil, con la información que ahora tenemos, encontrar el nombre adecuado para los armadores españoles que contratan a pescadores africanos con sueldos de esclavo. O para los políticos que medran en lo público para llevarselo en lo privado. O para los abogados que desde sus despachos de Londres gestionan los fondos reservados españoles. O para los presidentes que piensan que pagar rescates en Euskadi sólo sirve para reforzar ETA (y financiarles nuevos atentados), mientras consideran que pagar rescates a piratas de Somalia es una excelente gestión de su gobierno.

Los viejos piratas han pasado a la historia. Anclados a sus patas de palo, amorrados a sus barriles de ron, estos nostálgicos bucaneros no han sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Se niegan a entrar en política, no quieren hacerse con un grupo mediático (ni siquiera un miserable canal de TDT), siguen repartiendo el botín a partes iguales, prefieren enterrar el arcón a abrir una cuenta en Barbados... Son unos románticos, unos perdedores condenados a desaparecer.

Los nuevos piratas de diseño, esos que se han fusionado con las ratas para conseguir el control del barco económico, no dejan de advertirnos de la llegada de la crisis. Una crisis que apenas les afecta: si hace falta se pasan a la piratería privada, y siempre encontrarán pescadores que tengan que conformarse con 170 euros al mes.