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De albañil e inmigrante ilegal en la Comunidad Valenciana, a director del periódico "Al Masae" en Marruecos

Lunes.30 de julio de 2007 1083 visitas Sin comentarios
La historia de Rachid Niny #TITRE

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Por ALI LMRABET

Fenómeno. En su vasto despacho, que se asoma a una selecta avenida de Casablanca, Rachid Niny, el director del diario Al Masae (La Tarde), mira fijamente un cuadro colgado en la pared. Es en realidad una serie de fotos de una viejacasona de montaña. Rachid Niny, «el editorialista más leído de Marruecos» según un periódico francés, nos explica cómo ese cuadro ha llegado hasta aquí.

¿Acaso por la irresistible fascinación de este llanero por las alturas? ¿O porque esa casona se asemeja a las torres árabes que vigilan los vastos claros del país valenciano donde residió un tiempo.

De inmigrante clandestino a fenómeno periodístico. En pocos meses, su, diario ha pasado de vender 20.000 a 90.000 ejemplares. «Pronto alcanzaremos la cifra simbólica de los 100.000», pronostica este joven director nacido hace 37 años en Ben Slimane, una localidad de la llanura de Casablanca.

Con su eterna gorra enroscada sobre la cabeza, Niny se aisla cada mañana para redactar su crónica cotidiana. El suelto, escrito con genio y humor, disecciona la vida política y social de su país y arremete contra las hipocresías de todo tipo.

En las grandes avenidas de Casablanca, los voceadores de Al Masae aseguran que los lectores compran el diario por la crónica de Niny, pero el éxito de esta publicación tiene también que ver con sus informaciones de primera mano.
El actual ministro de Justicia, Mohamed Bouzoubaa, lo sabe. Hace unas semanas Al Masae reveló la implicación de su hermana en una millonaria estafa inmobiliaria que ha provocado la intervención directa del presidente argelino.

Pero Niny no fue siempre «el editorialista más leído de Marruecos». No hace mucho, este exitoso director era un harrag (inmigrante clandestino) en España, uno de esos miles de sin papeles que se estremecen al toparse con el inconfundible tricornio de la Guardia Civil o que huyen ante la sirena de un coche patrulla. Esta otra vida comenzó a finales de los años 90, cuando Rachid desembarcó en Benidorm.

Durante los veranos trabajaba en los concurridos comercios del barrio inglés lavando platos y haciendo de camarero; y cuando el trabajo escaseaba, se iba al campo para recoger naranjas. En Oliva, un municipio de la provincia de Valencia, el futuro editorialista aprendió a diferenciar las variedades y a seleccionar solamente las maduras.

Porque había marroquíes, alemanes y argentinos, la jefa de su cuadrilla, «una mujer redonda, chismosa y con aires de comadrona» -recuerda Niny-, apodó a su grupo «el de moros y cristianos». Pero lo cierto es que lo único que unía a unos y otros eran los campos de naranjos. Los dos grupos no se frecuentaban después del trabajo y no eran iguales ante la comadrona. A los magrebíes se les pagaba menos, tan solo 18 euros el jornal, cuando su trabajo era más laborioso. Además, se les deducía el precio de la gasolina que lo transportaba.

Luego se pasó a la construcción. La paga era ligeramente superior, 24 euros el jornal, pero el trabajo era más duro. Hacía de peón, no tenía vacaciones y no sabía lo que era un día festivo.

Subsistió así lo bastante para que un día se diera cuenta de que el tiempo se había deslizado lentamente a sus espaldas. Sus manos, callosas, se habían hinchado y deformado. Trabajaba para comer, y de España conocía solamente los trasteros de las discotecas, el fango de los campos y el hormigón.

Después de varios años en España, sin demasiadas ilusiones, decidió regresar a Marruecos. «La gente a quien se lo comenté me lo desaconsejó. Para ellos la miseria española era preferible a la marroquí». Sin embargo, su decisión estaba tomada. «Las moscas no pueden convivir con las abejas en un mismo jardín», dijo a un amigo antes de subir al autocar camino de Marruecos. En una parada, se fijó en los restos de una torre árabe y anotó en una libreta: «Los árabes éramos los amos de estos lugares y hoy somos sus esclavos».

DIARIO DE UN ILEGAL: Best seller de sus recuerdos valencianos

En Marruecos comenzó a colaborar con varios periódicos hasta que alguien se fijó en su estilo. Un nuevo diario, Asabah, le abrió sus páginas para una crónica diaria que se convirtió en la más leída del país. Esta crónica, incisiva, humorística y sin concesiones, contribuyó a salvar el periódico del cierre e impulsar sus ventas.

Paralelamente, la publicación de su libro de recuerdos valencianos, Diario de un ilegal, se convirtió en best seller en Marruecos.

Pero la fama y el éxito tienen su precio. El Ministerio de Cultura, dirigido por el socialista Mohamed Achaari, retiró su libro del mercado «porque algunos pasajes incomodaban a sus socios de gobierno».

Un consejero del rey, Mohamed Kabbaj, ejerció fuertes presiones sobre la dirección de 2M para que lo echaran, y Asabah terminó censurando su trabajo. Fue lo que le decidió a lanzarse a la aventura de Al Masae. Lo que pasó luego ya es historia. Una progresión fulgurante de las ventas y la caída en picado de la difusión de varias cabeceras.

Hace unos meses, cuando Al Masae dobló las ventas de su competidor, Asabah, Niny no pudo reprimir una sensación de revancha. Hoy, cuanto más se alza Al Masae en ventas, más celos y odio provoca. Rumores, falsas acusaciones e insultos son el pan de cada día de Niny,
directamente señalado. Él confía en que antes de que termine el verano la cifra simbólica de los 100.000 ejemplares será alcanzada «si antes no nos cierran o nos encarcelan», advierte el periodista marroquí.