Amor y paz. Vietnam causó una revolución cultural. - Tortuga
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Amor y paz. Vietnam causó una revolución cultural.

Domingo.24 de abril de 2005 2161 visitas Sin comentarios
Tortuga Jipi. #TITRE

XAVIER MAS DE XAXÀS - 24/04/2005 La Vanguardia

Mientras marines y vietcongs mataban sin piedad, y los biafreños morían de hambre y guerra, mientras Oriente Próximo se convertía en un polvorín y la carrera de armamentos amenazaba con el holocausto nuclear, mientras checos y polacos desafiaban a Moscú y desde Cuba Ernesto Che Guevara exportaba la revolución a América Latina, mientras los negros estadounidenses luchaban por sus derechos y la televisión transmitía en directo el horror que sacudía al mundo, Mario Savio, un joven estudiante de la Universidad de Berkeley, se quitó los zapatos y se subió encima de un coche de policía. Descalzo para no rayar el vehículo pronunció un discurso que inspiró a la minoría progresista que lideró la revolución cultural más importante del siglo XX.

"Llega un momento -dijo Savio a sus compañeros de Berkeley en 1964- que el funcionamiento de la máquina se convierte en algo tan odioso y que te angustia tanto que no puedes participar, ni siquiera tácitamente, y has de arrojarse a los engranajes, a las ruedas, a las palancas, encima del aparato entero, para lograr detenerlo. Y tienes que decir a las personas que la manejan, a sus dueños, que si no eres libres la máquina no podrá volver a funcionar".

Bob Dylan tocaba The times are a changing y la canción, interpretada muchas veces por Joan Baez, se convirtió en el himno antisistema. Los yippies del Partido Internacional Juvenil, nacido en la Nochevieja de 1967, durante una fiesta en el East Village de Nueva York dominada por la marihuana, unieron su nombre al de negro y palestino para resumir la disidencia que, según el periodista Mark Kurlansky, abría una brecha insalvable entre los americanos que vivían la nueva vida y los desesperados por entenderla.

El sexo, las drogas, la música, la poesía y la resistencia pacífica eran la respuesta de los jóvenes que, después de haber crecido con Auschwitz eHiroshimae n la cabeza, después de haber superado la caza de brujas y asumido la Destrucción Mutua Asegurada, se oponían a "una de las guerras más crueles y sin sentido de la historia", según Martin Luther King.

El napalm El delta del Mekong ardía en las llamas del napalm que fabricaba Dow Chemical, y Eartha Kitt, una cantante negra de cabaret, fue invitada por Lady Bird a un almuerzo en la Casa Blanca que no acabó bien: "Mandan ustedes a lo mejor de este país a que les maten o los dejen tullidos. Se rebelan en las calles. Fuman marihuana y se colocan. No quieren ir a la escuela porque van a arranlite carles de las faldas de sus madres para que les peguen un tiro en Vietnam". Su opinión era la de Mohamed Ali, el campeón del mundo de los superpesados, que perdió su título por ser objetor. "No tengo nada contra el Vietcong", fue su razón para no ir al frente.

Opiniones como la suya se difundían sin que el gobierno pudiera controlarlas, igual que no podía dominar la información que salía de Vietnam. CBS, NBC y ABC emitían en directo vía satéson, desde Japón. Las fotos de la guerra aparecían en diarios y revistas en gran formato. La realidad entraba en casa y Hollywood no podía maquillarla. John Wayne lo intentó con Boinas verdes,una película que el New York Times calificó de falsa y estúpida.A las pantallas, sin embargo, llegaron filmes que nada tenían que ver con la guerra y mucho con la retaguardia. Jane Fonda demostró en Barbarella cómo conquistar a un hombre con sexo, con un sexo rebautizado como amor libre gracias a la píldora abortiva,mientras que Anne Bancroft demostró en El graduado que la seducción no tiene edad. Jim Morri-el cantante de The Doors, era el político erótico con sus pantalones de cuero ajustados, y Janis Joplin decía a sus fans que "mi música no tiene que desmadraros; tiene que haceros follar". Haz el amor y no la guerra se convirtió en más que un lema.

Después de una semana estudiando a Marcuse, el revisionista marxista hegeliano de la gran negativa -"no, eso no es aceptable"- que había conseguido colocar su inicial junto a la de Mao y Marx, después de haber leído La peste de Camus, con el porro en la boca y el ácido listo, los estudiantes hacían novillos los viernes por la tarde para manifestarse, resistir las cargas policiales y hacer el amor.

Allen Ginsberg, el poeta más notable de la generación Beat, recomendaba a todos los mayores de 14 años que probaran el LSD. John Coltrane, Dizzy Gillespie y Thelonious Monk no hubieran tocado igual sin el ácido. Los Beatles, tampoco. Sargent Peppers y el Submarino amarillo son consecuencia de los terrones de azúcar que John Lennon mojaba en LSD. Life aseguró que el rock era la primera música nacida en la era de la comunicación instantánea.

Mahesh Yogi implantó la meditación trascental y los Beach Boys se convirtieron. Las religiones orientales estaban de moda, los hippies se multiplicaban y Ronald Reagan decía de ellos que vestían como Tarzán, llevaban el pelo como Jane y olían como Chita. Vietnam agonizaba y, aun así, Robert Altman le arrancó más de una sonrisa en Mash. El mundo no tenía sentido y la guerra, menos. El anticomunismo radical era tan malo como el comunismo y Jane Fonda se fue aHanoi a conocer a Ho Chi Minh. Un veterano la escupió hace unos días en una librería de Kansas. No le había perdonado su antipatriotismo. Está claro que los tiempos no son lo que fueron.