Lo fueron a buscar a su casa cuando salía de la mina. Hicieron falta cinco hombres para esposarle (en realidad no hicieron falta, pero allí estaban). No les importó que estuvieran delante su mujer, su madre y sus cuatro hijos de entre 2 y 13 años. No les importó nada. Se lo llevaron a rastras por el camino que va de Tiraña a La Bahuga. Se lo llevaron con los ojos vendados y hasta le quitaron los pantalones. Muerto de miedo se agazapó junto a otros hombres cuando por fin lo dejaron en paz. (...)