No esperaba menos de una hoja parroquial como El País, del sermoneador o difusor de palabrería sin sentido, confusa y generalmente falsa.
Me parece que las guerras son habitualmente las consecuencias de la imbecilidad humana, de la estupidez humana, de las ansias de someter, dominar, expoliar, etc. que tienen seres humanos que nunca sufren los efectos de las armas de la guerra.
Como de costumbre, se trata a los lectores como a pobres imbéciles profundos de baba, explicándole cosas que ya sabe de carrerilla hasta el propio Perogrullo.
En (...)