La gente no quiere saber la verdad de las cosas.
Cuando les cuentas una verdad como un tren de mercancías, que choca
contra sus creencias y sus mitos, resulta que se pone a defender sus mitos con uñas y dientes, como si los hubieran creado ellos...
Prefieren seguir engañados, aún a sabiendas de que lo están: Cualquier cosa que perturbe la paz de vivir en el engaño colectivo, es vista como un ataque frontal a uno mismo.
Es triste, pero es así...
Pero con la estrategia "Virgencita que me quede como estoy", resulta que cada vez vamos a peor...
¡Cuidadín amigos tortugos!
(NO hay nada (...)