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Una historia de rock alicantina

Martes.24 de abril de 2018 158 visitas Sin comentarios
El Salto. #TITRE

La cultura del rock ‘n’ roll se extendió rápidamente por la provincia de Alicante gracias a la difusión de los medios, la apertura de salas y su interconexión territorial.

Pablo Serrano

No saber tocar, pero sí tener mala hostia y montar un grupo, poder salir de fiesta de bar en bar a un precio económico hasta que amaneciese, ver tribus urbanas en todo su apogeo o vivir directos como los de los Ramones. Son sólo algunos de los aspectos que caracterizaron a la provincia de Alicante desde los tempranos años 80 hasta los 90. Tapados, al menos mediáticamente, por la Movida Madrileña, en la periferia del país empezaba entonces a surgir un movimiento juvenil y cultural como nunca antes se había visto. A lo largo de la provincia, la cultura rock’n’roll estaba bien presente: desde pioneros grupos de punk ilicitanos y alicantinos, hasta garitos imprescindibles en Alicante o la Vega Baja, pasando por la quema de un coche en un concierto de Ramones. En la terreta hay una historia olvidada, incluso desconocida, que merece ser rescatada. Varios de sus protagonistas aún siguen hoy predicando con la palabra.

Todo era un reflejo de la explosión cultural tras la caída de la dictadura y del contexto social y económico: enorme laxitud en los horarios de los bares, nacimiento de afters, lo barato que era todo, la ausencia de controles de alcoholemia y sobre todo, muchas ganas de absorber y vivir todo lo musical que había y todo lo que estaba por llegar. En 1983 sale a la venta Punk ke? Punk (DRO), el primer recopilatorio de punk español, en el que están incluidos dos proyectos ilicitanos: Urgente —formado por Chispa y Efectivo, de Torrellano, con un sonido de clara herencia del punk 77— y PP Tan Solo, que grabó el tema que abría dicho disco, "Quiero ser guitarra de Siniestro Total", en Madrid, utilizando una caja de cartón para la batería. Cosas del espíritu Do It Yourself y una pequeña muestra de que la falta de medios de la época no era óbice para no sumarse al movimiento.

Fanzines y rock en Alicante

Del del fuck’zine L.A.M.F. número dos, editado entre 1985 y 1987.
Por su parte, Urgente participaron con dos temas: el pequeño himno "Radio Alicante muerta" y "Dispuesto a matar", ambos con ese espíritu punk rebelde y de choque generacional con lo anterior que tan bien representaron en los primeros 80 Eskorbuto y La Polla Récords. Enviaron una maqueta a Radio 3 —como PP Tan Solo— y voilà. Aquel recopilatorio les pilló muy jóvenes. Chispa hace memoria de su visita al estudio: “nos llevamos un whisky que no nos atrevimos ni a beber a la hora de grabar”, explica entre risas, y asevera no sentirse pionero por participar en aquel trascendente recopilatorio. “Simplemente estaba en el momento, fuimos unos cuantos grupos que coincidimos al hacer algo”, señala con total normalidad.

Durante esos años, Urgente compusieron otros buenos temas con ese espíritu incendiario y con olor a cántico para guardar en el imaginario colectivo, aunque solo se haya quedado en el imaginario de quienes lo vivieron. También recibieron cierto apoyo de Jesús Ordovás, que utilizó una canción suya como sintonía de su programa Diario Pop. Por otra parte, en este seminal recopilatorio, en el que se encuentra a unos jóvenes y sorprendentes Seguridad Social, y que también fue inspiración en países latinoamericanos, participaron los alicantinos Carne de Psiquiátrico, con los que tocó el ilicitano PP Tan Solo, que hizo lo propio también con Urgente.

El apoyo de Radio 3 a través de Jesús Ordovás era importante. Como señala Chispa, cuando estalla el punk en 1976, en la zona apenas había punks: “Era una época dura. No había ningún sitio donde ir, ninguna emisora que escuchar. En 1979 y 1980, tras la explosión de los Sex Pistols, el punk llegó a todas partes”. Chispa destaca con humor que había poca gente, así que, cuando se encontraba a alguien en Alicante o Murcia con ínfulas punk, había que aprovechar: “te encontrabas a un menda con imperdible y decías ‘venga, voy a decirle algo’. Después, en los primeros 80, cuando ya se comercializa, el sistema lo absorbe y ya podías ver a los punks en 1981”.

Destaca del punk que lo vivió como algo muy generacional, cultural. “No tenía nada que ver con las peleas, eso es macarrismo que vino después”, apunta. Incluso cuando llegaron formaciones como Cicatriz o RIP señala que “entendieron el punk como meterse con todo, vale bien, pero no como espíritu generacional”. Señala que estaba todo muy controlado, “les metieron la heroína y se lo cargaron, luego se vio que la gente iba al País Vasco porque parecía que el punk era ir a destrozar las cosas y no”.

Cuando estalla el punk en 1976, en la zona apenas había punks: era una época dura. No había ningún sitio donde ir, ninguna emisora que escuchar. En 1979 y 1980, tras la explosión de los Sex Pistols, el punk llegó a todas partes

En 1979, él y Efectivo empezaron a comprarse instrumentos y a utilizar latas de tomate y un tambor de banda municipal que tenía Chispa de tocar en Torrellano. De nuevo a tocar con lo puesto, lo importante era la actitud. Lamenta que después hubo mucha pose impostada y, desde entonces, se ha utilizado el término punk de forma gratuita, pervirtiéndolo. En cuanto a PP Tan Solo, ha colgado la guitarra. Recuerda que tocaba más por divertirse, se lo tomaba como un hobby. Le propusieron grabar desde Dro y envió la maqueta. “Fui a Madrid y me grabaron tres canciones. En esa época apenas tenía grupo”. Después entró a participar en otros grupos como los propios Urgente con los que ya colaboraba, Carne de Psiquiátrico sobre todo y otros proyectos como Replicantes.

Por su parte, Chispa sigue en pie con su actitud punk militante intacta, implicado en su proyecto 300 MC RAM, un nombre inspirado en los metros de cable que utilizó ETA para poner una bomba a José María Aznar. Una actitud, la del punk ‘puro’, que se vivía más a finales de los 70: “no teníamos ni puta idea de tocar pero teníamos mala hostia”. Cuando iban a discotecas a proponer conciertos, les miraban como bichos raros, pero sabían que había un choque generacional y que les iban a dejar un recuerdo imborrable. “Mis padres me decían: ‘¿Dónde vas a salir vestido así? Te van a fusilar’”, comenta entre risas.

Unos años duros que luego dieron pie a unos 80 bastante salvajes. “Era el auge de todo”, como dice PP Tan Solo. Algo en lo que coinciden multitud de veteranos que vivieron aquello, como el ilicitano Pito Karcoma, que también tocaba. Agitador y fanzinero, primero jevi y que después se pasó al rock radical vasco. “Aquí llegó un tipo, el Ñoño, que se había ido a Madrid a hacer la mili. Entonces baja con una cinta y nos dice: ‘Estos se llaman La Polla Records’. Nos pone el primer disco y nos quedamos con la boca abierta. Le pegaba un repaso político a todo. Era la Biblia en pasta”, recuerda. Así fue como se radicalizaron los jevis en Elche, o cómo muchos se pasaron al punk radical.

La expansión del r’n’r en la provincia

Eskorbuto y La Polla empiezan a escucharse en Elche en pubs como Sota Terra sobre 1983 y 1984, en lo que se conocía como ‘la calle del ritmo’, recuerda Agustí Rocamora, veterano y mod de la época. Entonces, la gente bebía y fumaba en la calle sin ningún control. “Había un ambiente muy rocker en la ciudad, venían mods de Alicante, rockabillys de Murcia, había punks, jevis… La juventud ahora está más homogeneizada”. Además, al tratarse de Elche, había un contexto social y económico que también atravesaba esta explosión cultural. Con el peso de la industria del calzado, muchos jóvenes trabajaban en la fábrica, donde se cobraba semanalmente. Como todo era más barato, eso sumado a las miles de pesetas semanales que ganaban, la situación era ideal para fundírselo en los bares.

Antes el turismo era diferente. Llegaba a Alicante gente de Alemania o Francia y se encontraban con rock’n’roll hasta altas horas, fumando, bebiendo, metiéndose de todo… era flipante

Todos esos rockabillys iban a Terepop —donde empiezan a escucharse grupos como los Fuzztones— o Jolibert, y vestían un calzado muy concreto: los Boogies. Paco Díaz, que trabajaba en una fábrica de zapatos, vio en Elda unas hormas típicas de ese calzado. Como eran zapatos muy caros o había que irse a Londres para conseguirlos, hizo un modelo propio para vender luego a 2.500 pesetas a los rockabillys. Iba a los almacenes retaleros para utilizar las sobras de las pieles de fábricas y las llevaba a la fábrica de un amigo. Cuando allí se acababa la producción, ponían el teflón de la horma para las Boogies ilicitanas. Y así es como contribuían a las vestimentas de aquélla época, y un ejemplo de cómo actuaba la influencia de la industria del calzado en la cultura de la época.

Cuando llegan los punks, dice Pito, “empieza a funcionar, el sistema ve que la cosa se va de madre y crea la Nueva Ola; es cuando viene la Movida, los hijos de papá, el pop y Alaska”, explica con desdén. Mientras, algunos jevis y punks se repartían estopa mutuamente en uno de los pubs clásicos de la época —primero pop y luego para jevis—, el Hipogrifo; después llegaba la policía a repartir porrazos a todos por igual porque empezaron en esa zona a construir viviendas más modernas, y nadie quería allí a “la chusma”, como menciona Pito. Pasada la resaca, en los 90 abren lugares como el Ripper, abierto por el hermano de Chispa, Juan Carlos. Como recuerda Agustí, allí se juntaban los outsiders de la ciudad. Iban los rockers, mods, jevis e incluso gente del hip hop que llegaba. A la vez, en el Terepop se organizaban los conciertos eléctricos, con gente como Black Carcoma o 300 MC RAM.

Eran tiempos más frenéticos. Y los conciertos eran algo irregular, dependiendo del local. Igual que en Alicante, aunque más a finales de la década se apoyó mucho más la música en directo desde las instituciones, como indica Gerardo García, dueño de Blue Velvet, una de las tres tiendas de discos fundamentales hoy en la capital —junto a Naranja y Negro, y Music Passion—. Es también una época en la que en la radio sonaban mucho el rock y el pop. “Cualquier cosa era de mucha más calidad que hoy, también los pubs alternativos”, señala Gerardo. No solo estaba Radio 3, también programas televisivos como La Bola de Cristal y, sobre todo, La Edad de oro, con una apuesta incluso transgresora para la época, con Paloma Chamorro al frente. “Allí podías ver de todo”, explica otro clásico, Tito Ramone, dueño del mítico Cure Anti Disco Bar (1988-2014). La de Tito, que es de Aranda de Duero, es una historia típica. Lleva asentado 30 años en Alicante y, como tantos otros dueños de locales emblemáticos, tiendas de discos o pubs de entonces o actuales, vino de fuera, de rebote por el clima.

Tito evita caer en aquello de “todo tiempo pasado fue mejor”, pero había más efervescencia. “Podías tocar en institutos u otros espacios”, apunta Gerardo. Había festivales de punk y r’n’r en los Maristas, conciertos organizados por la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) como el de Urgente y Carne de Psiquiátrico en 1983, o juergas y otros tantos conciertos en salas como ZZ Rock con clásicos como Morticia y los Decrépitos. Cuando llegó de fuera gente como Tito, había todo un nicho de mercado por cubrir, y pronto se extendieron por el Barrio, en Alicante, lugares como Guerrera, el mítico Supporters —garito que ha cerrado recientemente y que a fecha de la elaboración del reportaje seguía abierto—, el Gaztetxe o el Payés —actual Mono—, que, como era un sitio más rojo, fue criticado por algunos en modo antiyanki por pintar en el bar la bandera de EE UU. “Era el logo presidencial de los Ramones”, comenta Tito entre risas.

En aquellos años coinciden la difusión musical en radio y televisión, la facilidad para hacer cosas nuevas, vinilos para quien se lo podía permitir e intercambio de casetes, una forma mucho más colectiva de consumir la música. Empiezan a salir grupos en Alicante como Los Mengueles, SS, La Cripta, Germen en Elche… “De mi instituto, el Figueras Pacheco, ha salido gente como Pili Perkins —que firmó por Subterfuge—, Los Jorobados, Difteria, Crayfish —su grupo de hardcore—... Nos gustaba tocar, no había pretensión y los que la tenían se pegaban una hostia”, recuerda Gerardo. Tras aquello llegaría la explosión del grunge, con la fiebre festivalera y una ingente hornada de grupos.

“Antes el turismo era muy diferente, la gente repetía”, asevera Tito. “Llegaba a Alicante gente de Alemania o Francia y se encontraban con rock’n’roll hasta altas horas, fumando, bebiendo, metiéndose de todo…, era flipante. La gente iba de bar en bar y después quien quisiera podía empalmar con los after que empezaban a abrir, dice Tito. "Con mil duros tenías un fin de semana con todo y no había que soplar en controles para ir a otros sitios”, esgrime, lo que hacía que la gente se hiciera recorridos por la provincia, ya fuera repentinamente para coger algún disco específico que alguien traía de importación o para cambiar a otro de los puntos neurálgicos.

Asimismo, cuando las autoridades intentaban acabar con el ambiente, se protestaba de forma rápida. En una ocasión se formó una famosa manifestación espontánea nocturna cuando el Ayuntamiento decidió que había que cerrar a las 3 de la madrugada, con el consecuente cabreo de la parroquia rockera. Por tanto, una zona en ebullición a la que también bajaba gente de la Movida, como Eduardo Benavente o Ana Curra. Incluso Alaska estuvo empadronada nueve años en Elche porque tenía un novio allí.

Los supervivientes de la Vega Baja

De turismo llegaban también grupos como los Meteors, uno de los clásicos del psychobilly, que veraneaban en Santa Pola y que tocaron por toda la provincia; en cada población había algo germinal. En esas andanzas, entre Maná Maná, Camelot Santa Pola y otros lugares, se conocen dos jóvenes con inquietudes: José Ballester, el ‘Pana’, que abrió La Gramola de Orihuela, y Toni Manresa, que hizo lo propio con el TNT de Cox. Actualmente son de los pocos locales que aún quedan vivos de aquella época y que siguen apostando por conciertos de rock ‘n’ roll, garage o punk. Grupos como Fleshtones, los primeros Cynics o ilustres como los Fuzztones pasaron por La Gramola; por TNT The Dictators, Sex Museum, La Banda Trapera del Río…

En lo que se refiere a Orihuela, no había mucha pasión por el rock ‘n’ roll, “ni entonces ni ahora”, señala Pana, pero La Gramola se fue convirtiendo en un punto neurálgico al que se acercaba gente de Murcia, Elche, Villena o Elda —algunos siguen siendo fieles treinta años después— para vivir de cerca esa explosión rockera. Lo mismo pasó con TNT de Cox. La necesidad de buscar esos sitios en las pedanías y en la Vega Baja en los que encontrar ambiente rocker hace que poco a poco se vayan tejiendo redes de colegas entre poblaciones. Y ese público fue fundamental para las salas y para vertebrar el rock’n’roll en la provincia.

Ante la dificultad de montar conciertos, Pana se quitó la espina haciendo de promotor por la provincia con grupos como los Meteors, Lagartija Nick o The Jaybirds. Aguantó diez años hasta que pasó una enfermedad grave de hígado. “Yo he puesto mi vida en esto”, asegura entre risas. Estuvo 12 años sin beber. “Aguanté, se me regeneró todo y eso me dio fuerza para seguir y reflexionar por qué estoy en esto”, explica. Cuando entró en la actual sala, se dedicó de lleno a los conciertos.

Confiesa orgulloso que en la actual sala ha cumplido 50 años, “y te puedo confirmar los estragos que hizo la droga, veo a amigos o conocidos y algunos se han quedado colgados. En Euskadi fue el caballo, algo más cañero y drástico, pero aquí funcionaba la química, y sus resultados vienen a largo plazo”. Mirando en perspectiva la situación, analiza: “Si piensas en toda la gente que se ha quedado atrás, drogas y accidentes, en la mitad de los 80, luego los after, las rulas, la mescalina… aquello era un infierno”, comenta entre nostalgia y humor. Tantos años en activo dan para mucho.

Hedtrip en La Gramola

Concierto del grupo Hedtrip en la sala La Gramola, en Orihuela (Alicante).
Toni recuerda con cariño una llamada de 1995 del mánager de Mano Negra para tocar en TNT: “No tenía claro si seguía dormido o me estaban gastando una broma. Fueron dos días de auténtica locura. Se quedaron unas 500 personas en la calle sin entrada, pero a mitad de actuación salieron a la calle a tocar unos cuantos temas, y fue algo sublime”. No hubo ningún altercado, al contrario que con el mítico concierto de los Ramones en El Raal, municipio limítrofe con Orihuela. Fue en la sala Snoopy, con Bebe sin Sed como teloneros, que al final no tocaron. Un concierto que lógicamente congregó a todos los rockers de Murcia y Alicante, que abarrotaron la sala. Agustí, Pana, Chispa o Tito, que vendió entradas para el concierto, entre ellos.

Aquello fue un desastre. El aforo de la sala era de 2.000 personas, pero fuera había otras miles. Alguna gente llegó a entrar, pero solo al final del concierto y desde el fondo. “Yo vi cuatro canciones al final”, recuerda Pana. Parece que adelantaron la hora, así que eso, junto a la célebre puntualidad española, la pésima organización, la dificultad de llegar a la barra o no poder entrar, acabó por cabrear a la masa. A la salida se organizó una estampida con gente sin pagar las consumiciones. Alguien, con un extra de cabreo encima, quemó el coche del dj, Juanjo, que era uno de los organizadores del concierto. Junto a Javi, su hermano, eran los djs de la discoteca Maná Maná. Luego los llevaron a Límite en Santomera donde todo salió normal.

Según Pana, había gente que realmente lo vivía, pero también otra que solo pasaba el rato. “Algunos eran figurantes, y, como quedamos cuatro, el resto no tiene mucho que contar”. También coincide con Gerardo y los ilicitanos en que la gente no era consciente de la efusividad que se estaba viviendo, la actitud y la facilidad para organizar todo, o el propio ambiente juvenil que existía. En el recuerdo también de la Vega Baja, grupos como Que Se Joda el Mundo en Cox, Garrote Vil en Rafal (post-punk), Los Reactores en Torrevieja (punk), en Orihuela Los Atónitos o Capitán Flynn (heavy), la explosión hardcore a principios de los 90 con Derrota, Fuerza de Lucha, Bazooka…

La necesidad de buscar esos sitios en las pedanías y en la Vega Baja en los que encontrar ambiente rocker hace que poco a poco se vayan tejiendo redes de colegas entre poblaciones. Y ese público fue fundamental para las salas y para vertebrar el rock’n’roll en la provincia

Hay un hombre clave y que es común a todas estas historias. Fernando Gisbert, ‘el Metálico’, sirvió como nexo de unión para muchos de ellos y supuso un punto clave del rock‘n’roll en toda la provincia. Actualmente está en Bilbao y lleva 30 años vendiendo chupas de cuero. Las ha estado vendiendo en Londres, Berlín, Nueva York… Era una de esas personas que se iba a Londres y se traía la música.

Abrió en Alicante la sala La Tercera Ola. “Tiraba un montón de conciertos”, recuerda Tito. Con él empezó Pana: “el primer concierto en el que hice algo de dinero en mi época como promotor fue con él, con los Meteors. Es una pieza fundamental en el rock’n’roll de esta zona”, explica. Ese fue, precisamente, el primer concierto al que fue Gerardo. En Elche, además, abrió la tienda Metallic’KO —en honor a un EP de los Stooges—, una cuarta planta en la que, además de ropa, también se podía beber cerveza y organizar algún concierto. Como dice Agustí, “ese tío ha hecho muchísimo por el rock’n’roll en Elche”.

Son episodios que formaron parte de la cultura de la provincia de décadas anteriores, olvidados, y que muestran que siempre hay vida más allá de Madrid. Sin embargo, en opinión de Fernando Rayos X, diseñador rock’n’rollero que vivió los 90, esto no fue algo masivo. “En Elche, por ejemplo, tampoco había tanta movida. Lo vemos con el tiempo y parece que había mucho, pero eran varios bares y núcleos de gente haciendo sus cosas. Estaban puteados porque, si en los 90 en Elche se abrían tres garitos de r’n’r, luego se abrían 20 comerciales”. También opina Chispa que no existía una escena, al menos de punk. Pero qué duda cabe de que al menos sí había más actitud, frescura y ganas de nuevos proyectos.

Mucho de esto se ha perdido. Quizá es cosa de los medios de comunicación, “que han alienado” —dice Gerardo—, de las nuevas tecnologías y el ‘me gusta’ de Facebook —dice Tito—, que simplemente había personas que no lo vivieron con intensidad —como propone Pana— o que la gente empezó a formar familias y cambiaron las generaciones, como dicen Paco Díaz o Chispa. Este último, además, asegura que “la gente nueva tiene que olvidarse del punk, no se puede estar mencionándolo continuamente. Tienen que montarse las historias de su propia generación, su revolución, por eso respeto el rap, porque querían cambiar las cosas. Ahora entras a un centro comercial y tú eliges disfrazarte de jevi, de mod, de punk o de lo que quieras”.

¿Qué queda de aquella época, de aquellos puntos neurálgicos? Lugares como La Gramola y TNT; la herencia de rock‘n’roll que ha perdurado de aquellos tiempos, bien representada en las tres tiendas de discos de Alicante, en festivales como el Fuzzville o el Funtastic —ambos de Benidorm—, y en grupos contemporáneos que han bebido de aquello desde diferentes estilos: garageros, punks o rock’n’roll. Ejemplos como Futuro Terror, Ultrazorras, Los Deformes, Las Infrarrojas y otros tantos. También el trabajo de veteranos como el propio Chispa, que sigue con 300 MC RAM o de Rober Perdut —quien fuera vocalista de Los Fiambres—. No existe quizá la efervescencia de entonces, pero siempre hay algún fanzine, algún recopilatorio como Punk Alacant, grupos con ganas de autogestionarse sus cosas, o el nacimiento de proyectos que beben de esa época. Porque, como se suele decir, el rock’n’roll nunca muere.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/music...