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Quintas, quintos y cervezas

Jueves.21 de diciembre de 2006 2170 visitas - 1 comentario(s)
José Miguel Lorenzo Arribas #TITRE

Artículo original

A los Quintos de Ultramar. Se libran con sustitutos embarcados. Colegiata 17, 2º.

Sustitutos legales. Toledo 26, pr[incip]al.

Estas frases, que hoy suenan un tanto crípticas, corresponden a sendos anuncios de los que se podían encontrar diariamente en la prensa madrileña, y por extensión en la del resto de España, a finales del siglo XIX o principios del XX, junto a propaganda de la marca de café «La Compañía Colonial», promesas de curación de la blenorragia en dos días, las famosas píldoras del Dr. Blaud (para «Enfermedades de las jóvenes. Anemia, Clorosis, u Opilación»), o el reconstituyente vino Defresne. Así se lee en el Heraldo de Madrid del martes 11 de enero de 1898, en un ejemplo aleatorio, pues tales anuncios fueron el pan nuestro de cada día durante muchos años.

Quinta, palabra que proviene directamente de la homónima latina, es un adjetivo ordinal (la que sigue a la cuarta) que se sustantivizó en sus dos géneros gramaticales a raíz del procedimiento arbitrado desde 1704 para cumplir el Servicio Militar: tenían obligación de cumplirlo uno de cada cinco jóvenes varones en edad militar, y de ahí la denominación, que no estuvieran exentos de antemano por muy diversas causas. En el sorteo reglamentario, que se celebraba el primer domingo de abril, los desafortunados que sacaban la bola negra eran declarados soldados. Las blancas, eximían de la obligación. Hasta la suspensión del Servicio Militar, muchas fueron las modificaciones introducidas en el procedimiento, pero las palabras perduraron: «quintos» y «quintas», añadiendo una de las acepciones más populares de estas palabras, polisémicas de por sí, sobre todo la segunda. Por extensión, y dada la periodicidad anual del espantoso trance, una ‘quinta’ se convirtió en el «[c]onjunto de personas que nacieron en el mismo año», a modo de lo que hoy denominaríamos promociones, y «ser quinto de alguien» pasó a significar haber nacido en el mismo año.

En las dos céntricas calles de Madrid nombradas, Colegiata y Toledo, por tanto, diversas empresas se dedicaban a hacer negocio de la angustia de las clases menos favorecidas que veían cómo el sistema de quintas les arrebataba un hijo varón para alimentar de carne de cañón los ejércitos patrios que sostenían las penúltimas y desastrosas guerras coloniales que libraba España fuera del ámbito de la metrópoli.

El alma popular reflejó en el folclore el dolor que la acertadamente llamada «contribución de sangre» suponía año tras año, bien sublimando el sentimiento («ya se van los quintos, madre, / ya se va mi corazón»), o diciendo las verdades del barquero en máximas que, a la postre, han quedado como refranes: «Hijo quinto sorteado, hijo muerto y no enterrado» o «Quintado mareado, piel y huesos sorteados», o como soberbias letras de siguiriyas flamencas, como aquella que cantara el gran Enrique el Mellizo allá por 1894 en el Teatro Eslava de Cádiz: «Qué vergüenza más grande / me has hecho pasar: Peír limosna, mangar de puertecita en puerta / pa’ tu libertá». Pero con ello salvó a su hijo Antonio.

El cumplimiento del Servicio Militar como rito de tránsito y afirmación de la virilidad dio origen a las extendidas por doquier «fiestas de quintos» (en algunos sitios, como en la provincia de Lérida, también con su correspondiente femenina, las «fiestas de apolonias», subrayando el papel subordinado de las mujeres), y las ubicuas e invariables pintadas en frontones, paredones de iglesias o de sitios principales con que cada nueva hornada se felicitaba: «Vivan los quintos del...» figurando el año en cuestión.
En esas fiestas, acorde al papel sublimador de la masculinidad, corría el alcohol. En su formato más extendido, los «quintos» (los mozos), y el resto de celebrantes, bebían a su vez «quintos», en este caso de cerveza, vocablo que aquí caso hace alusión a la medida de capacidad del recipiente: una quinta parte del litro, lo que cabe en el tradicional botellín, es decir, el contenido de la popular caña.

Las quintas levantaron enormes protestas, entre las que destacó la que dio principio a la Semana Trágica de Barcelona, ante el embarque de soldados para la guerra de África. Más recientemente, el movimiento antimilitarista provocó con su actitud la suspensión del Servicio Militar Obligatorio en España. Entre los muchos lemas y eslóganes, uno hizo especial fortuna entre la juventud: aquel que decía: «Quintos sí... pero de cerveza», para mostrar la negativa de los jóvenes a cumplir con la otrora llamada «prestación de sangre». No querían soldadesca, imaginario de la muerte. Preferían cerveza, asociada a la fiesta y la buena vida en comunidad, volviendo a unir distintas acepciones del «quinto»

Hoy ya no hay quintas ni sorteos de quintos.

Afortunadamente, quedan quintos de cerveza, que mitigan la sed, combaten el calor y propician la conversación amena. Algo hemos avanzado arrinconando ciertas realidades, y con ellas, las palabras que las describen, en los libros de historia y los diccionarios especializados.

  • Quintas, quintos y cervezas

    2 de enero de 2010 14:27, por Norah

    Excelente información :). Gracias, he conseguido hacer mi trabajo de historia.