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¿Por qué pararnos en el Estado Islámico cuando podríamos bombardear todo el mundo musulmán?

Miércoles.19 de noviembre de 2014 73 visitas Sin comentarios
George Monbiot, Sin Permiso. #TITRE

Bombardeemos el mundo musulmán –todo entero- para salvar la vida de sus gentes. ¿No es con certeza el único rumbo moral coherente? ¿Por qué pararnos en el Estado Islámico (EI) cuando el gobierno sirio ha asesinado y torturado a tantos? Al fin y al cabo, este era el imperativo moral del año pasado. ¿Qué es lo que ha cambiado?

¿Qué tal si acribillamos a las milicias chiíes de Irak? Una de ellas seleccionó en junio a 40 personas por las calles de Bagdad y las asesinó por ser suníes. Otra masacró en agosto a 68 personas en una mezquita. Ahora hablan sin tapujos de “limpieza” y de “borrado”, una vez que se haya derrotado al EI. Tal como advierte un alto responsable político chií, “estamos en proceso de crear grupos radicales chiíes de Al Qaeda equivalentes en su radicalización a la Al Qaeda suní”.

¿Qué principio humanitario enseña que haya que pararse ahí? Este año fueron masacrados 2.100 palestinos en Gaza, entre ellos gente que había buscado refugio en escuelas y hospitales. ¿No exigen estas atrocidades a buen seguro una guerra aérea contra Israel? ¿Y cuál es la base moral para negarse a liquidar Irán? A Mohsen Amir-Aslani lo ahorcaron allí la semana pasada por llevar a cabo “innovaciones en la religión (sugiriendo que la historia de Jonás en el Corán es más simbólica que literal). ¿No es cierto que esto debería inspirar acciones humanitarias desde el cielo? Pakistán está pidiendo bombas amigas: un anciano británico, Mohammed Asghar, que sufre de esquizofrenia paranoide, está, como otros blasfemadores, esperando su ejecución después de haber declarado que es un santo profeta. Uno de los guardias de la cárcel ya le pegó un tiro en la espalda.

¿No es un deber urgente hacer que Arabia Saudí salte por los aires? Lleva decapitadas 59 personas este año, por delitos entre los que se cuenta el adulterio, la hechicería y brujería. Hace mucho que representa una amenaza bastante mayor para Occidente que la que supone el EI. En 2009, Hilary Clinton advirtió en un memorándum secreto que “Arabia Saudí sigue siendo una base de apoyo financiero crucial para Al Qaeda, los talibán….y otros grupos terroristas”. En julio, el antiguo jefe del MI6 [la Inteligencia británica], Sir Richard Dearlove, reveló que el príncipe Bandar Bin Sultan, hasta hace poco jefe de la Inteligencia saudí, le dijo: “No queda mucho en Oriente Medio, Richard, para el momento en que literalmente se diga ‘que Dios ayude a los chiíes’. Más de mil millones de suníes ya están hartos de ellos”. Al apoyo saudí de las milicias extremistas suníes en Siria durante la permanencia en su cargo de Bandar se le culpa de modo general del rápido ascenso del EI. ¿Por qué emprenderla con la sucursal y dejar intacto el cuartel general?

Los argumentos humanitarios aireados en el Parlamento la semana pasada podrían utilizarse, si se aplican de manera consistente, para hacer fosfatina el conjunto de Oriente Medio y Asia Occidental. Gracias a estos medios, se podría acabar con todo sufrimiento humano, y liberar a la gente de estas regiones del valle de lágrimas en el que viven.

Acaso sea éste el plan: Barack Obama ha bombardeado ya siete países en gran medida musulmanes, citando en cada caso un imperativo moral. El resultado, como se puede ver en Libia, Irak, Paquistán, Afganistán, Yemen, Somalia y Siria, ha supuesto la erradicación de grupos yijadistas, del conflicto, del caos, del asesinato, de la opresión y la tortura. El mal ha sido borrado de la faz de la tierra gracias a los ángeles destructores de Occidente.

Ahora disponemos de un nuevo blanco y de una nueva razón para dispensar nuestra piedad desde los cielos, con un horizonte semejante de éxito. Sí, la agenda y las prácticas del EI son repugnantes. Asesina y tortura, aterroriza y amenaza. Tal como dice Obama, es una “red mortífera”. Pero es una entre muchas redes mortíferas. Lo que es peor todavía es que una cruzada occidental parece ser exactamente lo que el EI quiere.

Los bombardeos de Obama ya han unido al EI y Yabhat Al Nusra, una milicia rivial afiliada a Al Qaeda. Más de 6.000 combatientes se han sumado al EI desde el inicio de los bombardeos. Muestran las cabezas de sus enemigos ante las cámaras como cebo de sus planes bélicos. Y nuestros gobiernos son tan idiotas como para tragárselo.

¿Y si los bombardeos tienes éxito? Si – y se trata de un gran Si – logra inclinar la balanza en contra del EI, ¿luego, qué? Luego empezaremos a oír hablar una vez más acerca de los escuadrones de la muerte chiíes y el imperativo moral de destruirlos también a ellos…y a todo civil que se cruce por el camino. Los blancos cambian, la política, no. No importa la pregunta, las bombas son la respuesta. En nombre de la paz y la conservación de la vida, nuestros gobiernos libran una guerra perpetua.

Mientras caen las bombas, nuestros estados se hacen amigos y defensores de otras redes mortíferas. El gobierno norteamericano se niega todavía – pese a la promesa de Obama – a hacer públicas las 28 páginas censuradas de la investigación conjunta del Congreso sobre el 11 de septiembre, que documentan la complicidad de Arabia Saudí en los atentados en los EE.UU. En el Reino Unido, la Oficina de Grandes Fraudes comenzó a investigar en 2004 las acusaciones de cuantiosos sobornos pagados por la empresa de armamento BAE a ministros saudíes e intermediarios. Justo cuando iban a hacerse públicas pruebas vitales, intervino Tony Blair para detener la investigación. Presuntamente, el príncipe Bandar era el mayor beneficiario. La Oficina de Grandes Fraudes estaba investigando una acusación según la cual había recibido, con la aprobación del gobierno británico, 1 millón de libras en pagos secretos de BAE.

Y se dice que todavía continúa. La semana pasada, Private Eye [semanario satírico y de investigación londinense], recurriendo a un dossier de grabaciones y correos electrónicos, alegaba que una empresa británica ha pagado 300 millones de libras en sobornos para facilitar la venta de armas a la guardia nacional saudí. Cuando alguien dentro de la compañía filtró la noticia de estos pagos al ministerio de Defensa británico, éste, en vez de actuar, alertó a sus jefes. Tuvo que huir del país para evitar acabar una cárcel saudí.

No hay soluciones buenas que puedan en ponerse en práctica mediante la intervención militar del Reino Unido o los EE.UU. Hay soluciones políticas en las que nuestros gobiernos podrían desempeñar un papel menor: apoyar el desarrollo de estados eficaces que no se atengan al asesinato ni las milicias, levantar instituciones cívicas que no dependan del terror, contribuir a conseguir salvoconductos y ayuda para la gente que se encuentra en situación de riesgo. Ah, y dejar de proteger, patrocinar y armar redes mortíferas bien seleccionadas. Cuandoquiera que nuestras fuerzas armadas han bombardeado o invadido países musulmanes, han hecho que empeorase la vida de los que allí viven. Las regiones en las que nuestros gobiernos más han intervenido son las que más sufren a causa del terrorismo y la guerra. Lo cual no es ni casual ni sorprendente. .

Pero nuestros políticos aparentan no aprender nada. Insisten en que matar más resolverá de modo mágico conflictos de profundas raíces, y van desperdigando bombas como si fueran polvos mágicos.

George Monbiot es uno de los periodistas medioambientales británicos más consistentes, rigurosos y respetados, autor de libros muy difundidos como The Age of Consent: A Manifesto for a New World Order y Captive State: The Corporate Takeover of Britain, así como de volúmenes de investigación y viajes como Poisoned Arrows, Amazon Watershed y No Man’s Land.

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón