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¿Por qué cada vez hay menos abejas?

Martes.8 de mayo de 2007 3506 visitas - 1 comentario(s)
Tortuga Maya #TITRE

La polinización es, con mucho, el servicio más importante que nos prestan estos insectos

Las abejas y el medio ambiente

Jesús Pérez Gómez
El Ecologista

Varios factores, entre los que destacan la climatología adversa y el uso de pesticidas prohibidos en otros países de nuestro entorno, han ocasionado en España una fuerte mortandad de las abejas. Además de las pérdidas en la producción de miel y otros productos apícolas, la principal consecuencia de esta fuerte reducción del número de abejas es la escasa polinización tanto de cultivos como de especies silvestres, lo que tiene nefastas repercusiones económicas en muchos cultivos y en cuanto a la biodiversidad de nuestros montes.

A lo largo de la historia la relación de las abejas con la humanidad ha sido muy fructífera, sobre todo para nosotros. Los primeros indicios en la Península Ibérica se recogen en la Cueva de la Araña (Valencia) hace más de 8.000 años, donde aparece pintada una mujer con un cesto recogiendo panales silvestres, con algunas abejas volando a su alrededor, y a un adolescente que sube con otro cesto a la espalda para ayudar. También es conocido el uso de los productos de las colmenas en el antiguo Egipto, volvemos a encontrarlo citado en las tablillas de Sumer y en las pinturas de las tumbas y templos egipcios de hace unos 4.000 años.

En nuestros días se va pasando del uso casi exclusivo de la miel como ayuda contra catarros y procesos gastrointestinales al descubrimiento de otros productos de las colmenas, que no por más desconocidos tienen menos importancia en sus usos medicinales o curativos: el polen como complemento nutricional, la jalea real, el propóleo (ese gran antiséptico natural), la cera y el veneno de abeja. Hoy podemos hablar de un gran futuro en apiterapia y cosmética natural para estos productos.

El verdadero valor de las abejas: la polinización
Pero si queremos apreciar verdaderamente la importancia de las abejas no podemos quedarnos en valorar los productos que extraemos de las colmenas y olvidarnos de lo que realmente es su valor fundamental, la polinización. De las aproximadamente 9.000 plantas diferentes que hay en la Península Ibérica las abejas visitan no más de 300, unas para recoger néctar, otras para recoger polen y otras para recoger propóleos.

Para estimar en su justa medida el trabajo de polinización de las abejas debemos decir que para conseguir una carga de néctar de su buche una abeja necesita visitar entre 1.000 y 1.500 flores, pudiendo hacer una media de 10 viajes diarios. Si consideramos una colmena media de 50.000 pecoreadoras, durante una floración de 20 días habrán visitado mil millones de flores. Para conseguir un kilo de polen, se necesitan aproximadamente 60.000 viajes.
En términos crematísticos, en 1983 la CE valoró en 6.500 millones de euros el valor producido por las abejas a través del incremento de las producciones agrarias. La FAO ya estableció en los años ochenta un valor económico de la polinización estimado en 20 veces el valor comercial de los productos obtenidos de la colmena.

En diferentes estudios realizados en Francia, Italia y Estados Unidos para los principales cultivos se ha llegado a establecer la incidencia económica de los insectos en general y de las abejas en particular, considerando como valor ampliamente aceptado que las abejas representan el 85% de la fauna polinizadora de las plantas cultivadas. En experiencias realizadas en Norteamérica se han alcanzado aumentos del 600% en la producción de plantaciones de cerezos por la introducción de colmenas en estos cultivos.
Aunque no disponemos de estudios, podemos extrapolar estos datos relativos a cultivos a los entornos naturales ya que, como todos conocemos, son los néctares de las plantas silvestres los que forman parte muy mayoritariamente de las mieles que habitualmente consumimos.

En Estados Unidos se ha reducido notablemente la cabaña apícola en los últimos 50 años, pero hay un retroceso más acusado en la última década debido a la varroosis, enfermedad de la que hablaremos más abajo. Los agricultores buscan desesperadamente a los apicultores para polinizar las grandes extensiones de almendros de California, donde se estima que son necesarias más de un millón de colmenas cada año. En Florida pasa otro tanto con los cítricos, ya que tienen muy claro que las abejas pueden mejorar hasta un 60% la producción cada año.

En la Comunidad Valenciana, sin embargo, se sigue prohibiendo la instalación de colmenas en las plantaciones de cítricos, como consecuencia de la mala planificación en las plantaciones de los mismos.

Llega la varroosis

A mediados de los años ochenta llega a nuestras colmenas una nueva enfermedad, la varroosis, producida por un ácaro de unos 2 mm de tamaño que se reproduce en las mismas celdillas donde nacen las larvas de abejas, impidiendo su normal desarrollo, produciendo malformaciones en su metamorfosis, además de favorecer la propagación de diversas enfermedades víricas. La consecuencia de esta enfermedad es la muerte de las colmenas en un periodo inferior a 12 meses si no se tratan convenientemente.

La varroosis es un problema muy grave para los apicultores, pero no sólo para ellos. La llegada de esta enfermedad ha supuesto la desaparición de todos los enjambres naturales que vivían en troncos huecos, cavidades de rocas, etc., lo que ha supuesto la desaparición de un gran número de colmenas silvestres que cumplían una importante función polinizadora en nuestros montes y espacios naturales.
En estos momentos institutos de investigación como el IBRA en Gran Bretaña están realizando campañas para la conservación de los polinizadores silvestres, abejas, abejorros, etc., con la protección de la flora silvestre de los bordes de los caminos y los setos de división de los campos de cultivo. Al mismo tiempo, se promociona la utilización de pequeñas colmenas para abejorros con la publicación de libros donde se explica su construcción y uso.

En nuestro país ya existe alguna experiencia pionera en la instalación de colmenas en jardines públicos en la ciudad de Alcoy y en Parques Naturales de Valencia para ayudar a la polinización de la flora silvestre.

Prohibidos en Francia, permitidos en España

En 1999 un estudio sobre la producción de miel de girasol en el oeste de Francia realizado por la Cooperativa France Miel, mostró una caída del 50% en la producción de este tipo de miel desde el año 1994. Este descenso coincide con la puesta en el mercado del insecticida sistémico Gaucho, en 1993, cuya molécula activa es el imidacloprid, que se usaba para el tratamiento de semillas de girasol y maíz. Tras su prohibición en 1999 fue sustituido por el producto comercial Regent cuya molécula activa es el fipronil. Este descenso de producción se acrecentó con el aumento de las superficies tratadas.

Estas moléculas son productos que actúan sobre el sistema nervioso central y tienen un fuerte poder insecticida. Los síntomas que se detectaron en las colmenas de abejas eran el despoblamiento de las mismas por la muerte de las pecoreadoras en los campos de cultivo y la desorientación de las abejas, lo que les impedía la vuelta a sus colmenas, y finalizando con la muerte de las colmenas en poco tiempo.
Otro dato preocupante es la permanencia de estos productos en el suelo. Se ha llegado a detectar estas sustancias dos años después de su utilización en los cultivos. El problema no es sólo para las abejas, sino también para la rica -e importante- fauna de los suelos.

Para el Dr. Colin del Laboratorio de Patología Comparada de la Universidad de Montpelier “el procedimiento de recubrir semillas con un insecticida supone un grave problema para el medio a causa de la dispersión de moléculas altamente tóxicas en agua, aire y tierra. Pero incluso, este riesgo se extiende a las personas que podrían encontrar estas toxinas en la leche de los animales alimentados con silos de maíz Regent o en el agua de riego o de consumo”•.

Ya en España, desde Galicia -diciembre de 2004- se denunciaba la desaparición de abejas de las colmenas por el uso masivo en pequeñas parcelas de cultivos hortícolas y frutícolas de Confidor, cuya molécula activa es, como en el caso del Gaucho, el imidacloprid. Este problema no ocurría en las colmenas de zonas de montaña.

En 2005 la mortandad se ha extendido por grandes zonas del Estado español: se ha denunciado la pérdida de entre el 40% y el 50% de las colmenas de muchos apicultores (en algunos casos las bajas son aún mayores), y hasta el momento se está hablando de la posibilidad de una enfermedad multifactorial sin tener muy claro cual es la causa real de este gravísimo problema.

El uso de los pesticidas antes comentados no está prohibido en España, y se van teniendo cada vez más datos de su uso en el tratamiento de semillas. Por eso no es de extrañar que, en marzo pasado, las organizaciones agrarias se manifestaran delante del Ministerio de Agricultura para, entre otras cuestiones, denunciar una mortalidad significativa de la cabaña apícola y despoblamiento de las colmenas con mayor incidencia en determinados territorios.

Aunque todo parece indicar que esta mortandad no responde a una única etiología y sí a una confluencia de factores -climatología muy adversa de esta última temporada, con temperaturas extremas y escasas lluvias, uso de determinados insecticidas sistémicos, patologías, desarrollo de resistencias de los patógenos frente a determinadas moléculas farmacológicas, etc.- se exigía el estudio de la incidencia de algunos fitosanitarios sistémicos sobre esta grave situación al objeto de restringir o prohibir su uso.

Y, al mismo tiempo, esta concentración pretendía transmitir a la sociedad la imprescindible labor medioambiental que desempeña la cabaña apícola en el mantenimiento de la biodiversidad, del equilibrio ecológico y su aportación en la producción final agraria mediante la polinización que realizan las abejas en el medio natural. La apicultura es una actividad imprescindible y necesaria.

Según comentaba el responsable del Sector Apícola de COAG, “sin la presencia de apicultores no podría desarrollarse la polinización entomófila que si bien debería ser llevada a cabo por otros insectos, como consecuencia de la presión demográfica y por la ejercida por el propio hombre, queda casi en exclusividad en manos de la cabaña apícola mantenida a su vez por los apicultores. El principal producto de las colmenas es la polinización, la cual es imprescindible para el mantenimiento de la biodiversidad y el equilibrio de los ecosistemas. La miel puede importarse, pero la polinización no”.

Para terminar, como hemos podido ir viendo, las abejas son un magnífico indicador de la salud medioambiental. Su salud y desarrollo dependen del cuidado que realicemos de nuestro entorno natural. Las abejas seguirán siendo imprescindibles para la polinización de cultivos y de las plantas silvestres. En nuestras manos está el acabar con las agresiones que en estos momentos sufren y sólo con el desarrollo de una agricultura, una ganadería y una industria más respetuosas con el medio ambiente podremos conseguirlo.

Jesús Pérez Gómez es apicultor y miembro de Ecologistas en Acción

Tomado de Rebelión

Otra teoría que hemos encontrado en Internet