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Memoria de Gonzalo Arias con la verja cerrada

Miércoles.9 de enero de 2008 2213 visitas - 2 comentario(s)
Ahora que se conmemoran veinticinco años de la apertura de la Verja de Gibraltar, nadie parece recordar el compromiso de Gonzalo Arias Bonet (Valladolid, 1926) que, siguiendo otros ejemplos no-violentos como el de José María Cuervo, emprendió desde 1973 a 1982 diversas acciones contra aquella frontera cerrada a cal y canto. #TITRE

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Le había marcado el pensamiento de Gandhi y el de Martín Luther King, aún bajo el franquismo, llegando a pasearse por el Madrid de 1968 con un cartel que exigía elecciones libres, por lo que fue condenado por un delito contra las leyes fundamentales:

«En el contexto español de aquellos años, la noviolencia se me aparecía como el mejor desafío pacífico a la dictadura. Convencido de que para poder hablar de la noviolencia con verdad es preciso vivirla de alguna manera, me esforcé por combinar la teoría con la práctica», rememora ahora.

Y no quedaría ahí la cosa. En 1971 participó en la llamada Marcha a la prisión, en apoyo a los pioneros de la objeción de conciencia, una iniciativa internacional que partió de Ginebra y que tendría que haber llegado a Valencia de no ser porque la policía española les detuvo nada más cruzar los Pirineos. Sus primeros libros inspirados en la noviolencia hubieron de publicarse o en el extranjero (Los encartelados) o en impresas clandestinas en España (La no-violencia: ¿tentación o reto? y El proyecto político de la no-violencia), Tras denunciar públicamente las torturas policiales, bajo el mandato a Carlos Arias Navarro, empezó a interesarse por la situación de Gibraltar, «para reclamar la rectificación de la errónea e inhumana política de hostigamiento hacia los gibraltareños». En 1979, llevó a cabo incluso un salto colectivo de la Verja, del que dio cuenta en un informe publicado junto con Jorge C. Torres y Manuel Tinoco: todos ellos y varios activistas más fueron inmediatamente detenidos, entre ellos varios miembros de su familia numerosa.

El poder político de la época le suponía un agente al servicio de la Pérfida Albión y se preguntaba de donde sacaba sus ingresos: «Desde 1968 (año en que renuncié a mi puesto permanente en la UNESCO) hasta la actualidad, mi fuente principal de ingresos ha sido el trabajo de traductor temporero para diversos organismos de las Naciones Unidas», puede leerse ahora en su web.

«Mi interés por la cuestión de Gibraltar me llevó a trasladar la residencia familiar a La Línea de la Concepción, donde hemos vivido de 1980 a 1997», rememora a propósito de Casatuya, una humilde vivienda en el polígono de El Zabal, rodeada de un huerto en el que acamparon los participantes en la VII Marcha Internacional Antimilitarista que, durante el verano de 1982, condujo a prisión a 80 pacifistas por intentar representar el estallido de la bomba de Hiroshima y Nagasaki en una plaza de La Línea de la Concepción. A juicio del subgobernador civil del Campo de Gibraltar, el ucedista Salvador Camino, se trataba de una medida cautelar para evitar que tanto pacifismo interfiriera con el desarrollo del Trofeo Ciudad de La Línea.

Aquel 15 de diciembre de 1982, Arias no apareció en las fotografías estelares de prensa. Tras la apertura de la Verja, Arias no olvidó a Gibraltar: de hecho, en 1984, promovió la Operación Pajarita de Papel, con el propósito expreso de llevar literatura española a los colegios del Peñón, prácticamente desabastecidos de la misma desde antes del bloqueo de la frontera. En aquella ocasión, la principal objeción vino por parte de las autoridades gibraltareñas que no comprendieron demasiado bien aquella iniciativa y pensaron que se trataba de una conspiración del imperialismo español para lograr la osmosis cultural del Peñón.

Después de aquello y de algunos otros escarceos gibraltareños, Arias se dedicó al estudio e investigación de las vías romanas de la Península. Así, en 1987 publicó el Repertorio de caminos de la Hispania romana, y ese mismo año reanudó la publicación de El Miliario Extravagante, una revista sobre esa misma cuestión que ya había iniciado en 1963. Su último libro se titula La historia ramificada y acaba de aparecer: «Tras mi muerte en una catástrofe atómica producida en Gibraltar, y tras mi grito de rebeldía contra un Dios que permite el holocausto de los humildes, me es revelado que la historia no es lineal, sino que tiene incontables ramificaciones», reseña él mismo.

Veinticinco años después de que la Verja de Gibraltar dejara de estar cerrada, tampoco vendría mal que Gonzalo Arias dejara de estar en el olvido.

  • Memoria de Gonzalo Arias con la verja cerrada

    10 de enero de 2008 00:27, por Pablo

    Como miembro activo que fui del extinto Moviment d’Objecció de Consciència d’Elx, recuerdo con cariño la visita que Gonzalo nos hizo hace más de una década con motivo de unas charlas sobre noviolencia que habíamos convocado en el seno de una Feria Alternativa en Elx.

    La experiencia de un par de días con él fue muy enriquecedora y valió mucho la pena. A mí me pareció una persona excepcional.

    Todavía seguimos difundiendo algunos de sus libros, y puedo decir que concretamente "Noviolencia, tentación o reto" fue una de las primeras obras que leí cuando comenzaba a enterarme de que había unos señores muy radicales que se llamaban insumisos... Ese libro fue uno de los que me abrió los ojos y me animó emprender el camino de la noviolencia y de la desobediencia civil que tantas satisfacciones me ha proporcionado.

    Desde este artículo le doy las gracias a Gonzalo por el camino que nos abrió, y le mando un fuerte abrazo.

    • Memoria de Gonzalo Arias con la verja cerrada

      30 de abril de 2008 01:08, por RAFAEL

      Gonzalo Arias forma parte de nuestra memoria colectiva. En Puerto Real y allá por el año 1973 también sembró la semilla tanto de la No violencia Activa como de la Disidencia. Recuerdo a Gonzalo retirando un crucifijo del salón parroquial para que no hubiese problema con los Testigos de Jehová que no se querían sentar a debatir en presencia del crucifijo.
      Su librito "Los encartelados" causó furor entre los que por aquella época teníamos 18-20 años. Algunos incluso llegamos a pintar en las paredes del pueblo aquello de "VIVA EL GENERAL TRANCO"