Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Capítulo Primero - Tortuga
Administración Enlaces Contacto Sobre Tortuga

Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Capítulo Primero

Viernes.14 de enero de 2011 1822 visitas - 24 comentario(s)
Félix Rodrigo Mora #TITRE

La consideración con voluntad de verdad de los cambios acaecidos en el último medio siglo es de axial importancia para pensar y planear la transformación integral suficiente (revolución) del vigente orden de dominación. El inmovilismo mental se suele manifestar como aferramiento contrarracional a, sobre todo, tres momentos de la historia: mediados del siglo XIX, cuando las teorías proletaristas fueron formuladas; los años 1936-37 y los decenios 60 y 70 del siglo XX.

En “La democracia y el triunfo del Estado”, libro de reciente aparición, preconizo la necesidad de otorgar prioridad al presente y futuro, teniendo las experiencias del pasado, así como las teorías o sistemas doctrinales entonces enunciadas, como expresiones de un tiempo concreto e irrepetible, más que como verdades eternas. En su particularidad poseen, cierto es, elementos más o menos significativos de verdad general, pero ésta también tiene que tomar cuerpo en elahora, lo que demanda su reflexión a partir de lo real concreto.

La temporalidad es la sustancia última del ser, y la concreción el modo como éste se manifiesta.

Pero algunos entienden que existen ciertos principios, o esencias más allá del tiempo (quizá sería mejor denominarlas, con Platón, ese gran reaccionario, Ideas), que orientan imperiosamente nuestro pensar y actuar, de manera que, ante ellas, la realidad, en tanto que lo existente fuera y con independencia de la mente pensante, no cuenta. Al tratar cualquier asunto, procuran sobre todo ser fieles a los principios, esto es, a las formulaciones abstractas que se tienen por tales, en vez de, sin más, ocuparse de comprender y transformar la realidad desde la realidad misma, con exclusión de apriorismos y axiomas, de universales atemporales y “verdades” eternas.

El par Estado-capital no usa tales lucubraciones, pues su modo de existencia es dinámico y cambiante, no doctrinario ni aferrado a principios eternos, de tal manera que preserva su esencia a través del cambio. Es un aspecto que le diferencia de anteriores modos de dictadura política, y que le otorga una capacidad enorme para reorganizarse y reforzarse, para seducir y servirse de fuerzas políticas que se dicen “antisistema”, para adecuarse a las nuevas condiciones y prosperar en ellas.

Es ineludible que quienes deseamos crear una sociedad libre, autogobernada y autogestionada, aprendamos (“Del lobo, un pelo”, dice el aforismo) esa capacidad del orden constituido para ser concreto, evolucionar e incluso mutar, para reforzarse por medio de la alteración periódica de sus formas de existencia. Los credos proletarios formulados a mediados del siglo XIX son comprendidos por muchos como sistemas cerrados y estáticos, organizados en torno a unos principios inmutables, invulnerables a la experiencia, los hechos y la práctica, quedando por tanto, condenados a no renovarse, a petrificarse.

Hasta ahora, la auto-trasformación fortalecedora más importante que ha realizado el Estado ha sido el par revolución industrial-revolución liberal, en los siglos XVIII y XIX. Pero los cambios que introduce en la segunda mitad del siglo XX, tras la II guerra mundial, y bajo la batuta de la potencia entonces convertida en hegemónica, los EEUU, son de una significación similar, con la particularidad de que prestan una notable atención al dominio mental e ideológico de las multitudes, para crear una sociedad, la actual, caracterizada por el conformismo total tanto como por la incapacidad e impotencia múltiples de sus integrantes.

Las innovaciones entonces estatuidas (algunas ya estaban siendo introducidas desde comienzos de la centuria), simplemente enumeradas son: la llamada “sociedad de la información y el conocimiento”; el Estado de bienestar en su expresión madura; la liquidación de las prácticas convivenciales con imposición del egotismo; la universidad de masas; la sociedad de consumo; el hedonismo forzoso y obligatorio; una versión refinada de la dictadura constitucional, parlamentaria y partitocrática; el amoralismo de masas; el orden neo-colonial; la tecnificación general; una concentración del capital sin precedentes; la revolución agrícola; la alteración radical de las formas concretas del trabajo asalariado; el desarrollo muy rápido del capitalismo en numerosos países del Tercer Mundo; la incorporación de la mujer al orden neo-patriarcal por el feminismo de Estado; la mundialización; la emigración multitudinaria a los países ricos; la rebeldía juvenil y el juvenilismo, la militarización general y la instauración del Estado policial.

Estas veinte medidas (hay más, quizá de menos calado pero también formidables) han proporcionado al Estado y al capital un poder nuevo y colosal, así como una forma incomparablemente más efectiva de ejercerlo, también porque muchos (en especial, los devotos del falso radicalismo de los años 60) ven en una buena parte de ellas algo así como una revolución positiva, de la que está a punto de emerger la sociedad ideal...

Ante esas alteraciones en los procedimientos y formas de dominación, o se produce una actualización de quienes resisten y combaten al statu quo o bien éstos quedarán como meras reliquias del pasado (lo que está ya muy cerca de suceder) o, peor aún, convertida en el ala izquierda de la socialdemocracia.

Una consideración ateórica, esto es, meramente experiencial reflexiva, de la práctica histórica para lograr una sociedad nueva en los últimos 150 años ofrece un balance negativo. La escuela marxista ha fracasado con rotundidad, creando en todos los casos un orden social todavía peor que el pre-revolucionario. El progresismo estatolátrico y socialdemócrata ordena ahora el tipo de partido político que, en todos los países europeos, con más eficacia defiende los intereses estratégicos del ente estatal y el capital. Los movimientos de los años 60, que tanto derroche de retórica seudo-revolucionaria solían hacer, son en el presente elementos sustantivos de la mejora, actualización y vigorización del orden dictatorial en curso. Las vanguardias, el situacionismo y lo extravagante presentado como “antiburgués” están demandando una revisión escéptica. Sobre la actuación del anarcosindicalismo en la guerra civil persisten puntos determinantes de oscuridad, con el agravante de que la guerra, y con ella las transformaciones revolucionarias entonces realizadas, terminó en derrota. Las revoluciones antiimperialistas han resultado ser un fiasco formidable. El movimiento “antiglobalizador”, el último de aquéllos por ahora, sólo ha sido un delirio de estatolatría alentado desde ciertos aparatos mediáticos.

Todo ello ha despojado de credibilidad la idea misma de compromiso político, acción social y revolución. En los países emergentes del Tercer Mundo, cientos de millones de personas confían en un rápido desarrollo del capitalismo para mejorar sus condiciones de vida. En EEUU y la UE el “radicalismo” residual en curso se ha hecho adorador compulsivo del ente estatal, y todo lo espera de un Estado de bienestar aún más desarrollado. Por tanto, el conformismo y la confusión, la apatía y la irresponsabilidad, dominan. La fe en un “derrumbe” del capitalismo por motivos medioambientales o energéticos es sólo un pobre recurso emocional. Tales son los hechos, a los que se ha de tener el coraje de mirar de frente. En efecto, nunca como hoy ha sido tan débil el factor consciente, que es la causa primera de revoluciones, pues éstas no “vienen” sino que se preparan con el desenvolvimiento de la conciencia.

Vivimos pues, nos guste o no, un periodo histórico en que la averiguación de nuevas convicciones y nuevas vías para la transformación de la sociedad y del individuo es la cuestión más urgente y la tarea principal. Ello demanda la superación analítica de las viejas doctrinas y formulaciones, en lo que tenían de acertado antaño pero que hoy ya no se adapta a las nuevas realidades tanto como en lo que desde sus orígenes poseían de equivocado. Además, su parte verdadera y positiva, tan valiosa, exige una actualización audaz.

En este complejo, y necesariamente largo, proceso de adecuación del sistema de ideas propio de la revolución a las realidades del siglo XXI (y a las experiencias, fracasadas, del pasado), muchas creencias arraigadas deberán ser examinadas críticamente y desechadas. Ello ha de crear tensión, confusión y conflicto. En “La democracia y el triunfo del Estado” me he visto obligado a considerar distanciadamente bastante casos particulares, así como numerosas formulaciones y teorías, de antaño.

Esperemos que nadie se sienta molesto u ofendido por ello, ni como colectivo ni como individuo. Cualquier cambio a mejor exige rupturas, y éstas son a menudo difíciles y dolorosas, pero sin adecuar nuestra concepción de la transformación social a un mundo que ha sido modificado de manera formidable y múltiple nada podemos hacer. Es imprescindible, insisto, que el debate sea sereno, de larga duración y dirigido a la determinación de la verdad concreta para, desde ella, innovar y renovar.

La meta estratégica es hacer una revolución que funde una sociedad libre, que permita la recuperación de la esencia concreta humana y que origine un estilo de vida civilizado negador de la barbarie en curso.
Félix Rodrigo Mora

http://www.alasbarricadas.org/notic...


Ver también: Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Introducción

  • Llama mi atención el hecho de que artículos en esta línea, de los cuales hay una buena muestra en esta web, nunca despiertan comentarios críticos hacia sus postulados. Y de hecho los análisis y propuestas suelen ser nada ambiguos, afilados como cuchillos, siempre muy taxativos.

    Mucha gente de izquierda cuando opina, conociéndolos algo, sobre escritores en esta línea (Félix Rodrigo, Miquel Amorós, la revista Ekintza Zuzena…) suele torcer el gesto y concluir con un comentario despreciativo del tipo “estos anarcoprimitivistas flipados que nos quieren llevar a la vida del paleolítico”.

    Pero no termino de leer ni de escuchar nunca críticas mínimamente fundadas y con voluntad de entrar en debate. Y la verdad es que a mí sí me convence bastante esta línea de pensamiento.
    Saludos.

  • Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Capítulo Primero

    18 de diciembre de 2010 07:11, por Crates

    Reflotamos...

    Llamará la atención de P. que estos artículos no susciten comentarios críticos en Tortuga, pero no creo que eso sea un problema; el problema sería en todo caso que susciten pocas consecuencias prácticas.

    No estoy seguro de que artículos de este tipo no hayan suscitado debate. Los artículos sobre feminismo de Prado Esteban Diezma, que yo recuerde, tuvieron bastantes comentarios y dieron lugar a que se publicasen artículos que aportaban matices a lo presentado en el artículo inicial. Otra cosa es lo que pensemos del debate.

    En cuanto a este artículo, yo no veo que haya en él nada sobre lo que polemizar. No vale la pena entrar en la retórica filosófica que acompaña a la argumentación (“cada quién piensa como puede”, que decía el otro), y en cuanto a la conclusión, es tan inobjetable como vacía, inobjetable por vacía. ¿Que todos tendríamos que ser mejores? Pues claro. ¿Qué se puede objetar a eso?

    Y si vamos a otros artículos de Félix Rodrigo Mora… Yo soy (hoy) prácticamente abstemio y detesto a muchos de los escritores y cineastas a los que detesta ese autor, ninguna de las dos cosas me parecen especialmente meritorias. La parte positiva de sus artículos, no seré yo quien la ataque – no creo que lleguemos a ninguna parte fuera de comunidades autogestionarias y que busquen la autosuficiencia; la parte negativa, la solidez de sus presuntamente demoledoras denuncias, pues creo que es mejor no enjuiciarla en abstracto, sino dejar que la practique la realidad en general – y en particular, la evolución de esas comunidades que buscan la autosuficiencia. El tiempo y la discusión a su compás dirán si es bueno para esas comunidades seguir las advertencias de Rodrigo Mora y de quienes piensan como él, o si, por el contrario, esas advertencias no son más que expresión de una mitología moralizante en blanco y negro que hace de la necesidad virtud (al presentar la inexistencia de patrimonio público o la desconexión respecto al mismo como algo positivo) y que en nada ilumina los obstáculos reales a los que se enfrentan tales proyectos. No me importaría nada estar equivocado al pensar lo segundo – o al pensar que leer a Marx sigue siendo útil.

    En todo caso, bastante alejado estoy hoy de las discusiones al compás del tiempo como para encima discutir al compás de interné.

    • Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Capítulo Primero

      18 de diciembre de 2010 07:50, por Crates

      Llama la atención que alguien como Félix Rodrigo Mora, que denuncia con tanto entusiasmo y supongo que acierto las campañas de desmoralización promovidas desde "el poder" y capitaneadas por diversos escritorzuelos y cineastas multipromocionados, haga suyo sin pestañear uno de los lemas que con más insidia destilaron estos personajes y sus monaguillos desde los suplementos a colores del periódico ’El País’: "La escuela marxista ha fracasado con rotundidad, creando en todos los casos un orden social todavía peor que el pre-revolucionario", frase que a lo mejor es hasta una cita literal inadvertida de Antonio Muñoz Molina.

      Otro punto de vista, sin duda tecnófilo y desarrollista y centralista y todas esas lindezas, incluida esa tan divertida de ’estatolátrico’, es el de Sergei Kara Murza, como podéis leer en esta en esta entrevista que se publicó en ’El viejo topo’ como promoción de un libro del que es coautor, "El libro blanco de Rusia": http://www.elviejotopo.com/web/arch...

      Unas pocas citas:

      En los años setenta había -en la Unión Soviética- lo que se llamaban mercados cooperativos. Por ejemplo, el precio de la carne era un cincuenta por ciento más alto que en el comercio estatal. Siempre había, era más o menos como un supermercado con altos precios. La gente se quejaba no de que no hubiera suficiente abastecimiento, sino de que era molesto comprar, porque todo desaparecía rápido en las tiendas estatales. La gente lo compraba todo. En algunos momentos entrabas y no había
      ciertas cosas que querías. Esto no se
      reflejaba en el consumo, porque de todos
      modos uno siempre compraba. Hoy sí encuentro lo que busco, mañana no… Los bienes básicos normalmente
      existían en suficiente cantidad. Lo que
      faltaban eran otras cosas: jamón, queso…
      Había apariencia de escasez... Yo
      creo que era un efecto psicológico, aunque no por eso menos importante. Los viejos que gobernaban no le prestaban
      atención a ese efecto, su tipo de mentalidad era aún un poco campesina. Miraban cómo comía la gente y como comía
      bien, pensaban que el jamón era un capricho. Pero no era así, la gente necesitaba también el escaparate. En casa tenían todo lo necesario, pero querían también el escaparate.

      Creo que la derrota de la Unión
      Soviética ha sido la derrota de un gran proyecto, es la derrota de la izquierda universal. No hemos podido llevar esta carga y caímos. La izquierda no encontrará otra inspiración ni otro
      discurso hasta que reflexione profundamente sobre lo que ha pasado en la Unión Soviética y sobre porqué esta misma izquierda recibe la catástrofe soviética
      (quiere decir su desmantelamiento - Crates) casi con aplausos. Este ha sido un gran error existencial de la izquierda europea.

      No estaba estudiada ni entendida la naturaleza de la economía
      soviética, sólo ahora empezamos a entenderla. No encajaba
      en los modelos de la economía política basada en la idea de intercambio, de compra - venta. Pertenecía a una clase de economía cuya metáfora era la familia. En la familia cada uno aporta lo que puede y todo se comparte. La madre, si hace una empanada no se la cobra a sus hijos. No importa cuánto gana uno u otro. Todos deben cooperar, participar. Aplicar a esta economía, de golpe, las leyes leídas en los manuales de la economía de mercado simplemente destruyó el tejido productivo. Estos reformadores hasta hoy aún no lo han entendido. Desde los años setenta añoraban la eficacia económica de la economía de mercado, pero no tenían en cuenta la realidad de la economía soviética. El conocimiento cabal de ésta última se ha ido con los viejos, con la anterior generación, a quienes les parecía un sistema tan natural y lógico que ni siquiera intentaron la explicación y descripción de esta economía. Ellos llegaron con la racionalidad del comunismo campesino y en los años treinta la industrialización partía no de un dogma teórico, sino de las realidades naturales, climáticas, geográficas, históricas, culturales… de la tierra. Creían que eso era normal y que la gente siempre lo iba a ver así.

      La base cultural anterior era el comunismo campesino comunitario de los años veinte y treinta, y esto con la urbanización se desvaneció, no funcionaba. Hacía falta crear un discurso racional. Mucha gente se sentía oprimida con la vida soviética sin entender muy bien porqué. Lo que realmente necesitaban era el perfil
      de consumo internacional, de consumo material y cultural que se ha impuesto en la sociedad moderna y urbana. Querían
      disfrutar de la vida igual que en Occidente. No estábamos tan desarrollados como para montar la sociedad de consumo, pero nadie lo explicaba. Los viejos no entendían
      siquiera las causas de este malestar general de los jóvenes, y la gente creyó la propaganda de que el capitalismo es bueno porque evita los sufrimientos masivos. Y se podrían comprar unas botas o cualquier otra cosas… Es así como vamos a mejorar
      el sistema, les decían, con la Reforma. Se mantendrán todas las estructuras que protegen a las masas del sufrimiento,
      y a la vez los lujos a la occidental serán accesibles… Este es un mito elaborado ya con la ayuda intelectual de Occidente.

      Ha habido un robo, pero con cooperación entre el ladrón y el robado. Como la gente no había pagado nada por lo que
      le robaron (el patrimonio de la Unión Soviética), esta propiedad robada en realidad no existía, no es legítima en la conciencia de nadie, ni siquiera en la de los propietarios.

      De propina para los interesados en ’Borracheras no’ -no he podido leer el libro de ese título, a lo mejor este texto está citado allí, sería lo suyo-. Tomados del libro de Roy Medvedev "La Rusia post-soviética", Paidós, 2004.

      "En 1985 el índice de mortalidad en Rusia se moderó, especialmente en hombres y niños, y aumentó la longevidad media. En 1990 esta tendencia empezó a cambiar siguiendo una dirección inversa, y en 1992-1993 la nación rusa vivió un desastre demográfico, pues el índice de mortalidad empezó a superar claramente al de natalidad... Sólo en los años de hambruna de 1932-1933 y de terror estalinista en 1937-1938 el pueblo ruso sufrió semejantes pérdidas en tiempos de paz. La naturaleza artificial de esta catástrofe demográfica es evidenciada por el hecho de que el más brusco aumento del índice de mortalidad no se produjo entre los niños y los ancianos, como ocurre cuando un país sufre un descenso repentino del nivel de vida por motivos económicos, sino entre los hombres en edad de trabajar (p. 161)".

      "La prensa rusa culpa casi unanimemente al excesivo consumo de bebidas alcohólicas, especialmente vodka... De acuerdo con las estadísticas internacionales no existe un vínculo directo entre el nivel de alcohol consumido y la duración media de vida. (Pero) en los países occidentales el reconocimiento de que el alcoholismo dañaba la salud pública dio como resultado un incremento sistemático de los impuestos en la venta de bebidas alcohólicas... En la URSS, de 1970 a 1982, el mayor consumo de alcohol estuvo relacionado con los ingresos, en líneas generales, cada vez más altos de la población, Pero en 1985 Gorbachov, en vez de aplicar el acreditado método de subir los precios, decidió reducir drasticámente la producción y la venta de vodka, vino e incluso cerveza... (p.162)"

      Por contra; "A principios de 1992, el presidente Yeltsin... introdujo una completa libertad... sin precedentes... en todas las formas de venta de bebidas alcohólicas. Ningún otro país del mundo ha disfrutado de esas condiciones en la venta de alcohol... En 1992-1993 el poder adquisitivo del salario medio bajó aproximadamente a la mitad, pero en relación con el precio del vodka AUMENTÓ más de tres veces . Esto respondía a un intento deliberado por parte del gobierno de promover el consumo de alcohol poniéndolo al alcance de las capas más pobres... El resultado sorprendió fuertemente a todos los observadores occidentales: en Rusia apenas se registraron disturbios sociales graves cuando las propiedades estatales fueron redistribuidas y puestas en manos privadas (p. 165)...

      En 1995, después de la fase más enojosa de la reforma económica, el gobierno ruso intentó poner orden... El vodka había cumplido su papel social reduciendo la combatividad de la población durante el periodo más duro de las reformas... y ahora había que reestablecer la anterior función del alcohol como fuente de ingresos para el presupuesto estatal (p.166).

      Medvedev añade datos que muestran la probabilidad de que el aumento de la mortalidad fue causado por las reformas, perdida de servicios, etc; el alcohol no fue una causa, sino un anestésico.

    • Bueno, cuando echo en falta cuestionamientos críticos con respecto a esta línea de pensamiento es porque creo en esa máxima de “el mejor desprecio es no hacer aprecio”. En privado sí llego en ocasiones a escuchar esas críticas si sale el tema, pero son tremendamente superficiales y se expresan desde un desconocimiento y prejuicio casi total. En mi opinión la falta de confrontación que cito tiene que ver con cierto tipo de estrategia poco consciente de ninguneo de una teoría que –de ser más o menos cierta- obligaría a revisar de forma total la propia teoría y praxis. Es lo que propone FRM al final de este escrito. Precisamente es más fácil hallar en internet debates políticos muy sesudos pero que carecen de estas implicaciones o exigencias prácticas con carácter inmediato. No sé si me estoy explicando.

      Por otra parte discrepo con respecto a las conclusiones a las que llega Crates tras su lectura del artículo. No me parece un escrito retórico y de conclusión vacía. El concepto de estatolatría no me resulta gracioso sino muy oportuno para definir la actual deriva de la “izquierda” en pleno. Este corto artículo resume en muy pocas líneas quizá la tesis más importante que Félix Rodrigo trata de divulgar en amplias publicaciones: de cómo es el antidemocrático liberalismo burgués reunido en torno a su cristalización política –el estado- quien ordena y determina el mundo que vivimos hoy. Y de cómo el sistema económico es mera herramienta transitoria de aquel. No creo que sea tesis baladí, y más teniendo en cuenta que se da de bruces con la forma predominante entre la citada izquierda actual de comprender la realidad y la política.

      Efectivamente está bien citada por Crates la frase sobre los fracasos totales del marxismo. No es la única frase con ese formato en el artículo, y ni mucho menos en los escritos de FRM. Y de hecho en mi opinión este es el gran error de Félix Rodrigo y de otros pensadores en su línea: la rotundidad simplificadora que al final acaba siendo doctrinaria. Leyendo sus escritos mi sensación es la de estar ante un pensamiento valiente, lúcido, enormemente revelador y lleno cabezas de puente para empezar a meterle mano a la realidad. Un pensamiento con el que me siento más que de acuerdo. Sin embargo de vez en cuando van apareciendo afirmaciones tajantes, conclusiones igualmente taxativas no suficientemente argumentadas sobre aspectos complejos y que tal como se expresan no dejan lugar a las matizaciones, dudas o relativismos. Hay numerosos detalles así que a lo largo de la lectura minan la confianza y siembran la duda. Aunque FRM y algún autor más abonado a este estilo harían bien en tomar nota y hablar con un poco más de prudencia e incluso humildad en algunas ocasiones, creo que tal circunstancia puede incluso ser tomada entre nosotros/as como una ventaja para afilar nuestro sentido crítico y nuestra opinión propia al enfrascarnos en la lectura.

      Volviendo a las tesis puestas sobre la mesa, la secuencia, creo que planteada en forma convincente, acerca de los momentos en que el sistema liberal se apropia de la sociedad, supone una vuelta a los principios anarquistas anti-estado más antiguos y puros. Y creo que tal cosa no viene mal cuando, como ya decía antes, tales principios parecen actualmente arrumbados por la marea pro “lo público” que llega a afectar no solo a la socialdemocracia y el comunismo marxista (que siempre fueron estatólatras) sino también a sindicatos que se dicen anarquistas como la CGT, en ocasiones a la propia CNT, y a multitud de personas y colectivos que enarbolan la identidad libertaria.

      Voy a poner algo de mi cosecha, en línea con lo dicho en el artículo. Si retrocedemos al momento de la formulación de la teoría anarquista en el siglo XIX vemos que la mayoría de autores, siguiendo de alguna forma la herencia de la Ilustración (por cierto que ésta es muy denostada por FRM), estaban fundamentalmente preocupados por la falta de libertad y de democracia real. Esta realidad de concentración de autoridad percibida como tiranía era vista asimismo como la causa de las desigualdades materiales.
      Como sabemos Marx y Engels dieron la vuelta a la tortilla y concluyeron que era justo al revés: la historia de la humanidad es la pugna por poseer la riqueza y los medios para producirla.
      Esta pugna crea las clases, la lucha entre ellas y determina el orden político más o menos tiránico, pero que en todo caso es consecuencia, “superestructura”. La propuesta de Marx-Engels, como también sabemos de sobra, triunfó mayoritariamente entre los elementos revolucionarios y fue la que pudo ser ensayada históricamente de forma más amplia, tanto en sus formas leninistas como en las socialdemócratas. Este rodillo de la mayoría, junto a la propaganda de su supuesto cientifismo en detrimento de sus teorías competidoras, obtuvo el efecto de arrinconar paulatinamente la cosmovisión anarquista, circunstancia que llega a nuestros días y que se ve reflejada en hechos como los citados en el anterior párrafo.

      Hubiese sido más que interesante ver qué hubiera pasado con la formulación de la teoría anarquista y con el mismo movimiento obrero si no hubiesen existido Marx y Engels. En cualquier caso el situarse mayoritariamente en la visión puramente materialista de la Historia supuso dejar de contemplar otras realidades también pertenecientes a lo humano y a lo social. Y el efecto más indeseado de todo lo anterior es que desde principios del siglo XIX hasta nuestros días los agentes revolucionarios han tratado de acabar con el sistema económico capitalista, concentrando en él la mayoría de sus energías y esfuerzos, mientras la construcción y perfeccionamiento del mayor sistema de dominación política que ha visto la Historia –el estado liberal-democrático que conocemos hoy- (como tal se pueden comprender también en ciertos modos los experimentos leninistas) ha podido avanzar y consumarse invisible sin apenas oposición. Esta podría ser otra de las teorías –implícitas- del artículo.

      La teología cristiana define lo peor de la naturaleza humana en las llamadas tentaciones mesiánicas, que están expuestas en este texto:

      Evangelio según san Mateo 4:1-11

      1 Entonces fue llevado Jesús por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. 2 Y, habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre.3 Y acercándose el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. 4 Pero él respondió, diciendo: Escrito está: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Le llevó entonces el diablo a la Ciudad Santa, y, poniéndole sobre el pináculo del Templo, 6 le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues escrito está: “A sus ángeles encargará que te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie contra una piedra.” 7 Le díjo Jesús: También está escrito: “No tentarás al Señor tu Dios.” 8 De nuevo le llevó el diablo a un monte muy alto, y mostrándole todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9 le dijo: Todo esto te daré si de rodillas me adoras. 10 Le dijo entonces Jesús: Apártate, Satanás, porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás y a El solo darás culto.” 11 Entonces el diablo le dejó, y llegaron ángeles y le servían.

      En este orden son tres: la tentación de la riqueza, la tentación del prestigio y la tentación de la dominación o poder. Tanto el marxismo como el anarquismo y, supongo, cualquier ideología parten de antropologías previas. La antropología anarquista y con ella FRM, ponen el acento de la explicación de los males que aquejan a la especie humana, en la proliferación del instinto negativo de acaparar poder, autoridad; en el ansia de dominación de una minoría que acaba haciéndose con el control de la sociedad e instaurando un sistema perpetuo de dominación con mecanismos obvios como las policías, cárceles, ejércitos y otros no tan obvios como medios de comunicación, sistema educativo, parlamentarismo e incluso sistema económico liberal. Por su parte el marxismo obvia por completo esta pulsión y entiende fundamental y determinante en el orden social el afán de poseer bienes materiales. No puedo entender cómo la visión materialista del marxismo ha conseguido todos estos años imponerse frente a otra que, por lo menos, parte de razones psicológicas primarias del mismo orden.

      No voy a ser tan buenrrollista como para colocarme en medio. A mí la visión del secuestro de la libertad me resulta más clarificadora que la del secuestro de la propiedad. Pero yo creo que el análisis materialista de la realidad que presenta el marxismo debería ser en parte integrado en el discurso de la “revolución democrática, axiológica y civilizadora” (subtítulo del libro citado por FRM en su artículo). Desde luego no, en cualquier caso, para entender y asumir como compatibles y complementarios activismos en línea de defender el estado del bienestar y cosas así, como creo recordar que decía Crates de algún modo en algún otro escrito.

      Salut.

      • Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Capítulo Primero

        24 de diciembre de 2010 09:00, por Crates buenrollista

        Salvando las distancias de nivel de los participantes, que son muchas, este debate me recuerda el que produjeron las Federaciones Nacionales de Industria en la CNT de los años treinta. Entonces y ahora, me parece un error obstruccionista convertir lo que debería ser una mera cuestión práctica en una lucha de principios y en ocasión para lanzarnos truenos filosóficos unos sobre otros.

        Queda muy mono y muy radical y hasta muy autoexigente arrugar la nariz cuando leemos ‘defensa del Estado de bienestar’, y si a eso que leemos lo llamamos ‘estatolatría’ y si nos ponemos puros y dignos agitando alguna variante del Libro Rojo de Mao ante quien comete la vulgaridad de hablar de ello nos podemos divertir bastante, pero por el camino nos podemos olvidar de que lo mejor es enemigo de lo bueno y ponernos a escalar montañas cuando lo práctico es rodearlas.

        Al viejo lema de los ‘gastos militares para necesidades sociales’ se le pueden hacer algunas críticas y acusarlo de que puede cobijar cosas que no nos gustan –ONGs y tal-, pero me parecería excesivo afirmar que, ya que propone una transferencia de dinero y que habla de sociedad, se trata de un lema corrompido por los valores monetaristas de esta sociedad y que además defiende a la sociedad contra la libertad del individuo. Pues algo parecido me parece oír cuando vemos un signo de decadencia imparable las más modestas reivindicaciones de servicios públicos.

        Si en el debate que he citado al principio todos los contendientes estaban de acuerdo en que había que orientarse a la apropiación de las “riquezas sociales” detentadas arbitrariamente por la burguesía, la diferencia empezaba, pienso yo, en la determinación de que lo que había que contar como riqueza social. Ahora creo que pasa algo parecido, de modo que hay quien piensa que la riqueza social a recuperar es tan sólo la inherente al individuo sometido y alienado, aplicada desde una ruptura radical con lo anterior, y quien piensa que eso también incluye bienes, fuerzas productivas y servicios ya existentes en esta sociedad. Me parece que el lenguaje de la estatolatría puede conducir a plantear esto como una cuestión excluyente y a zanjar a priori –diciendo, como se decía y dice contra las Federaciones de Industria, que ‘reproducen el capitalismo’, etc.; en mi opinión, creo que hay que adoptar un punto de vista más empírico y de retroalimentación entre teoría y práctica, no sea que nos purifiquemos tanto que el individuo emancipado acabe debilitado.

        Al hablar de ‘Estado de bienestar’ puede confundirnos centrarse en lo de ‘Estado’ y menospreciar lo de ‘bienestar’. A quien tenga un lenguaje filosófico que le lleva a hablar con desprecio de lo de ‘bienestar’ quizás le parezca que no hay gran pérdida en esa confusión, pero los animalillos que no hemos alcanzado esas profundidades de autoexigencia nos lo pensamos mucho antes de tirar las cosas, y dentro de lo malo nos parece que reciclar o reutilizar una botella de Coca-Cola es mejor que destruirla. El que haya que destruir el Estado no significa que haya que destruir la riqueza social que pone a su servicio, y el que el Estado ponga esa riqueza al servicio de sus fines no significa que, por sí misma, se identifique con esos fines.

        El capitalismo se alimenta de sus crisis, y, si he entendido bien a David Harvey, parte de su alimentación incluye destruir bienes y servicios para revalorizar el capital que los reconstruye. En este contexto, desentenderse de la conservación y mejora del patrimonio público es ponerse de parte del capitalismo.

        Es cierto que solicitamos muchos servicios públicos desde una posición de individuos debilitados y sin autonomía, y que tales servicios pueden ser en realidad una anestesia de nuestra debilidad. Las decisiones sobre los servicios públicos serán mejores si se adoptan por personas integradas en comunidades autosuficientes, capaces de frugalidad y autocontrol, etc. Pero la virtud principal de esas comunidades debe verse en que permitan emanciparnos de la dependencia del capitalismo para la satisfacción de nuestras necesidades, no de la dependencia de los servicios colectivos. La virtud de estas comunidades es que nos permitan romper con las dependencias que nos llevan a consumir croquetas congeladas de panga envueltas en plástico y cobradas por semiprostitutas en una superficie comercial; pero que tengan que existir o no grandes comedores colectivos no es una cuestión que esas comunidades tengan que planteársela como cuestión de principio, sino como cuestión práctica. Las líneas de tren de alta velocidad son un producto del capitalismo, pero la suspensión de los objetivos de producción que les han hecho necesarios no indica que no se les pueda encontrar otra utilidad. Puede que sí, puede que no: un movimiento alternativo se fortalecería –en caso de existir- afrontando estos debates con sentido práctico y sobre datos y programas.

        La moralidad de las comunidades autosuficientes siempre será superior, incluso en un mundo de abundancia. La inexistencia de energías que hagan eterno el progreso tecnológico, no reconocida durante años, las hace además necesarias, capacitadotas de justicia. Ahora bien, la cuestión de si hay alguna alternativa a los combustibles fósiles a los que nos hemos hecho adictos, o de si estas presuntas alternativas son ilusiones renovables, no la resolveremos con lecturas sobre la revolución de los valores a la hora de maitines, antes de salir a hacer las labores del huerto del monasterio abolidor de la división del trabajo a fuerza de ignorar problemas. Las universidades serán entidades despreciables en muchos aspectos, pero en ellas están los recursos que pueden ayudarnos a resolver disyuntivas como ésta; pretender que una gran proyecto industrial de abastecimiento renovable es en sí mismo una amenaza a la libertad es despreciar la capacidad de juicio crítico y autodefensa de las comunidades.

        Se da el caso de que hoy en día uno de los principales obstáculos a la defensa de los servicios públicos es el propio personal que trabaja en ellos, pues muchas veces es favorable a una privatización que, cree, le beneficia –en la sanidad se pueden encontrar muchos ejemplos-. Así que defender los servicios públicos será adoración del Estado, pero los servidores públicos resultan no ser adoradores del Estado, sino mercenarios. Éste es otro punto contra una línea de crítica que, tal y como lo veo, no hace más que pinchar en hueso bajo hermosas palabras. No sé si nos merece la pena sacrificar a las hermosas palabras el que la mayor parte de la gente que hoy está en el punto de mira del imperialismo sean ‘adoradores del Estado’ según esa línea de crítica, o considerar con los ayatolahs que la destrucción del Estado en Iraq es una buena cosa porque libra a los iraquíes de su dependencia del Estado y les pone en el camino de la espiritualidad perdida.

        Aunque vaya usted a saber, porque en todo este comentario no he hecho otra cosa que arrugar la nariz al leer ‘estatolatría’.

        • Mucha gente de izquierdas suscribe la teoría anticapitalista. Es decir, el capitalismo es un sistema económico ominoso que despoja a la mayoría de la humanidad –o a la clase llamada proletariado- de la riqueza y los medios para producirla, con unas consecuencias terribles de numerosos órdenes. Por ello debe ser suprimido. Aquí vienen las diferencias de propuesta, ya que al menos en el plano teórico habría varias formas de hacerlo. La gran mayoría de personas que suscriben estos principios saben sobradamente que por muy en contra del sistema capitalista que están, viven en él, y así normalmente trabajan por cuenta ajena, guardan sus dineros en el banco, ahorran, domicilian allí sus nóminas, piden sus créditos, hacen su compra en grandes superficies etc. A pesar de estas cosas a casi nadie de las personas citadas les parece bien, por ejemplo que haya rescates del los bancos con dinero público, ni estarían dispuestos a que su colectivo político fuese subvencionado y patrocinado, por ejemplo, por una importante compañía de seguros o de hidrocarburos. Esto es porque aunque se está de forma amplia más que resignado a vivir en el capitalismo, no se pierde de vista –al menos en teoría- su maldad intrínseca y su carácter destructivo.

          En mi opinión la construcción política que supone el estado debería ser concebida con la misma opinión negativa que el sistema capitalista. Por su carácter liberticida, y por ser la otra imprescindible cara de la moneda del sistema económico. Sin embargo la izquierda “revolucionaria” a lo largo del siglo XX, al tiempo que ha ido perdiendo filo en su deseo y capacidad de combatir el sistema económico, mucho más deprisa ha ido perdiendo de vista la peligrosidad del estado como centro y concentración de poder y ha ido sucumbiendo a diferentes cantos de sirena que lo pintaban como susceptible de ser fácilmente orientable hacia el servicio de la mayoría. Es lógico que tal cosa haya pasado ya que nos hemos movido en décadas de fuerte desarrollismo industrial y tecnológico que han proporcionado a la gran mayoría en los países de occidente una capacidad de consumir completamente inédita. El aparato propagandístico del poder ha sabido jugar muy bien sus cartas para convencernos de que esas mejoras en las condiciones de vida de la gente se debían al impulso del estado como coordinador del crecimiento y redistribuidor del beneficio. Precisamente la propaganda franquista insistió muchísimo en estas ideas.

          Y el resultado es el que tenemos. No es que carezcamos por completo de libertad, pero lo cierto es que no disfrutamos de mucha, y ella se encuentra siempre controlada por la institución estatal que es la que abre y cierra la mano según le conviene. No es que carezcamos por completo de bienes materiales; al contrario consumimos en general con un nivel incluso insostenible medioambientalmente. Pero lo cierto es que nuestra capacidad de adquirir se encuentra controlada por el capital, que también abre y cierra la mano según le conviene (con ayuda de su brazo ejecutor, el estado). Por ejemplo ahora la está cerrando.

          Es verdad que a veces es mejor rodear las montañas que escalarlas, pero no es menos cierto que hay montañas que no pueden ser rodeadas y toca ascenderlas si se quiere ir al otro valle. Porque escalar es más cansado y difícil que rodear, bien es cierto y puede ser toda una tentación dedicarse a dar vueltecitas por unos lados y otros de la montaña a ver como está el terreno sin pasar nunca al otro lado, ya que hay muchos obstáculos (ramblas, ríos, zonas pantanosas…), en lugar de afrontar el sacrificio y esfuerzo que nos lleve realmente a la meta.

          Años de keinesianismo y socialdemocracia han reducido a la casi totalidad de la izquierda europea a la búsqueda estéril de atajos que no existen. El nuevo mito, el nuevo “El Dorado” es que es posible construir un estado realmente democrático y garante de la justa redistribución de la riqueza. Y los reflejos mitológicos que nos deslumbran son los beneficios reales que recibimos de él en forma de sanidad, educación, carreteras… Tan cegados estamos que nos olvidamos de que esas contraprestaciones podríamos obtenerlas sin el estado y que de hecho las que él nos da son compensaciones mínimas de lo que nos quita. Amén de que la decisión de dar mucho o poco nunca es nuestra sino suya.

          Naturalmente en mi afán anti-estado no estoy proponiendo la destrucción pareja de los concretos bienes-servicio que actualmente éste administra. Es claro que todo lo que valga la pena habrá de ser mantenido y recuperado, nunca destruido. No se trata de destruir el estado y en su lugar poner una especie de nada. Se trata, como decía Abad de Santillán, de superarlo creando realidades mejores. Tampoco sirven como ejemplo situaciones como las de Iraq o Somalia, en las que el poder se ejerce con mecanismos paraestatales mafiosos que no son sino una copia empeorada del modelo, útil para la destrucción del tejido social y el robo masivo de riqueza en esos lugares. Y como botón de muestra sirva citar a Somaliland, zona del norte de la antigua Somalia mayormente exenta de conflicto bélico y piratería y autogobernada desde hace 20 años por una federación más o menos horizontal de los clanes tribales de la región, los cuales han constituido una especie de estado –con sus defectos grandes- pero bastante más democrático que el nuestro y, sin duda a causa de ello, no reconocido por país occidental alguno ni nombrado en los medios de comunicación.

          Volviendo a nuestro ámbito geográfico, hoy el menor de los problemas, a mi parecer, es que se recorten unas cuantas prestaciones públicas. Y en consecuencia tendremos que tener no poco cuidado en que nuestra defensa de esos servicios para que no sean destruidos no nos lleve a aceptar las reglas del juego del sistema. Porque al final, encima de que somos pocos e inocuos, estaremos dando la batalla justo en el terreno que la propia institución desea: el del cómo y en qué cantidad se administran las cosas y no el de quién debe ser realmente quien administre. Yo creo que igual que “hay que aprender a vivir sin capitalismo” y hay gente que hace algunas cositas en esa línea (se me ocurre la cooperativa integral, o las plataformas de soberanía alimentaria) también hay que aprender a vivir sin estado. Y hay que tener claro que igual que son sustituibles los bienes concretos que nos proporciona el capitalismo, también lo son los servicios que nos da el estado (por ejemplo la educación por empezar por algo claramente posible amén de urgente). Insisto, no se trata de destruir los servicios existentes, sino en todo caso lo que habría que hacer sería recuperarlos. Y una vez en manos directas de la gente ver cuales valen y cuales no, cuales necesitan ser reformados y cuales no.

          Me disculpo por no tener tiempo por ahora para leer el amplio documento de David Harvey propuesto por Crates, pero creo que su teoría de

          “la acumulación por desposesión, que considera como un proceso de colonización de nuevos yacimientos de recursos para los capitalistas: desde los servicios de agua, electricidad, vivienda o salud, hasta la apropiación de los más diversos recursos naturales y el despojo de millones de pequeños propietarios y comunidades en todo el mundo, de manera que todo trabajo y todo recurso sea para enriquecer al capital”

          no afecta a la argumentación que llevo trayéndome entre manos por ahora. En mi opinión, y como ya decía más arriba, el sistema capitalista es algo mutante que está generado por el centro de poder político. Ambos poderes van de la mano, el político y el económico, en una magnífica simbiosis. Si el poder político entiende que su sistema de concentración económica se encuentra en peligro arbitrará la fórmula necesaria para subsanar el problema. Desde luego la “acumulación por desposesión” es una de esas fórmulas. El centro de poder político agrupado en torno al estado no tiene inconveniente en desprenderse de parte de la riqueza que controla y contribuir a la expropiación de particulares si ello ayuda a prorrogar un poco más la duración del capitalismo. En otros momentos utilizará la fórmula contraria (el keynesianismo), y si nada funciona hará una profunda reforma del sistema económico, el cual quizá deje de ser capitalista y se convierta en otra cosa. Pero el poder seguirá estando donde está, y prueba de ello es que hay instituciones que nunca cambian de manos, tales como la policía y el ejército.

          Por último, podemos debatir sobre posibilismo. Se dirá que la aplicación a la realidad de las teorías que estoy defendiendo en este comentario, y que están en línea tanto con lo dicho antes, como con lo que plantea el artículo “llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones”, es poco menos que imposible dada la sociedad que tenemos hoy. Cierto, no parece fácil superar el estatismo-capitalismo a base de ir convenciendo una a una a las personas de la sociedad para que se unan a alternativas que lo sean a ambas cosas. Por ello tanta gente concentra sus esfuerzos teóricos y prácticos –y Crates parece estar en esa línea- en defender al menos unas cuantas líneas de flotación tangibles. Pero se me ocurren dos objeciones:

          1.- Como decía arriba, es el estado quien abre y cierra la mano a la hora de conceder beneficios sociales y económicos. Y lo hace en función de sus conveniencias. Muchas conquistas que parece que lo sean de las luchas del movimiento obrero (jornada de ocho horas, derecho a prestación por despido, protección laboral etc.) son más bien concedidas por el propio sistema, que prefiere en ocasiones tener más o menos satisfecha a una amplia capa de población que le haga de colchón amortiguador ante elementos más peligrosos, que fruto del pulso obrerista. En el caso español precisamente se confirma bien esta teoría cuando vemos que muchos de estos beneficios laborales se crearon en pleno franquismo tras una guerra vencida por los capitalistas, y con cualquier tipo de sindicalismo del todo desactivado e incluso perseguido. Según formas de ver las cosas este principio lo podríamos aplicar también al fin del servicio militar obligatorio, que se produjo, año arriba año abajo, cuando el resto de países occidentales apostaron por la profesionalización total de sus fuerzas armadas. Por el contrario, si el estado no quiere no habrá tu tía, y nos podremos quedar roncos pidiendo la disminución de los presupuestos militares, la no aplicación de reformas laborales o que no se aumente la edad de jubilación. A la reforma laboral francesa le han hecho incontables huelgas generales estos meses, y ha ido palante. Y no nos olvidemos que todas estas luchas se dan en planos más o menos secundarios bastante alejados del meollo del sistema, por lo tal el estado tiene un gran margen de recular sin problemas y de aplazar sus movimientos si se ve en exceso apretado.

          2.- En línea con lo antes dicho, estas luchas que no son radicales, puesto que no apuntan a raíz alguna sino a meras consecuencias, tienen el peligro grande de actuar de pararrayos absorbiendo hacia la inocuidad energías que podrían ser más transformadoras dirigiéndolas a otra parte. Por ejemplo, se me ocurre, a desobediencias civiles masivas de algunas instituciones, a la negativa de tributar, a la sustitución de prestaciones públicas por mutualidades obreras con ese dinero no tributado etc.

          Por ello, conscientes de nuestra pequeñez actual y de que somos muy muy pocos brazos para tanta mies, no desperdiciemos energías en fines posibilistas que, pareciendo plausibles, ni siquiera lo son en el fondo. Es mejor que cualquier paso que se dé, cualquier energía que se invierta, por pequeña que sea, se emplee en la dirección adecuada. Sin prisas, pero sin pausa. Solo así nuestro esfuerzo podrá ser pedagógico, crear referentes auténticos y despertar conciencias verdaderamente informadas, lo cual es el paso previo imprescindible para cualquier movimiento transformador que realmente aspire a acabar con la actual tiranía política y económica. Movimiento que hoy no se ve por ninguna parte entre tantas capas de colectivos enfrentados a partes minúsculas del sistema (como el antimilitarista) al tiempo que están resignados con el todo.

          Pd. Por cierto, estupendos los enlaces sugeridos en el mensaje anterior. Feliz año nuevo, feliz mundo nuevo.

          • Bueno, dejaré aparte el supuesto de que la mayor parte de la gente de izquierda comparte ‘la teoría anticapitalista’, ya que pienso que el analfabetismo político actual se plasma en bastante despiste sobre estos asuntos, y los medioletrados como el que suscribe tampoco es que veamos mucha luz ni tengamos mucha respuesta teórica que echar al zurrón. Apartado ese punto, debo decir que agradezco la extensísima respuesta que Pablo dedica a mi exposición, pero que a mi juicio (quizás por ser obtuso) seguimos donde estábamos: en un debate que se planteó con mucha más claridad en los años treinta dentro de la CNT con motivo de la propuesta de Federaciones Nacionales de Industria, y que dividió a la fauna de los posibilistas como Juan Peiró y la de los radicales como García Oliver o, en aquella época, Abad de Santillán. Si el compromiso del personal fuese análogo al de aquéllos años, hoy tendríamos ese debate en el contexto de las organizaciones de trabajadores y no en una pantalla digital: mis simpatías estarían en esto (como en casi todo) con Peiró y no con los proponentes de la gimnasia revolucionaria –sus sucesores, por cierto, parece que compartís una noción un tanto deportiva de la política revolucionaria, en términos de records y proezas variadas (“educamos sin estado, a pulso, guau”, etc.)

            Bromas aparte, y por muchas vueltas dialécticas que le demos, para mí está claro que, entonces como aquí, hay un desacuerdo en lo que contamos como riqueza social a recuperar por la clase trabajadora (o, simplemente, en lo que contamos como clase trabajadora) y que ese desacuerdo no es cosa a resolver intelectualmente entre dos personas o entre las que tengan la paciencia de leer este intercambio, porque no es ni momento ni lugar. Ahora bien, ni en las propuestas de Félix Rodrigo Mora ni en las de su mentor más o menos reconocido, Iván Illich, ni en las muchas gentes desconexionistas y demás que tiran por el mismo camino, en ninguno de ellos he encontrado argumentos que justifiquen ese desdén por principio hacia las movilizaciones contra la privatización o desmantelamiento de los servicios públicos. Cosa distinta es que en el fondo, más allá de la letra, simpatice con la música de esta línea de pensamiento en la medida en que todo amigo de la libertad y de la liberación ha de simpatizar con la formación de comunidades igualitarias y tendentes a la autosuficiencia – mientras más comunidades haya de éstas, más limpieza habrá en el debate sobre qué estructuras superiores no son prescindibles.

            Igual que podemos aludir a la falta de manos como para desperdiciarla en luchas ‘pararrayos’, podríamos decir que no hay tantas manos como para desperdiciar el pájaro en mano de ciertas movilizaciones por cientos volando de cooperativas integrales ideales. La falacia por asociación –sin entrar en la verdad del dato- del tipo ‘el franquismo concedió’, etc.-, no me impresiona, porque también podría incurrir en una segunda falacia por asociación afirmando que esa falacia por asociación prospera entre los ideólogos derechistas de telemadrid cuando están en la labor de desacreditar a los sindicatos, y así no acabaríamos; si entrásemos en la verdad del dato, podríamos hablar mucho de muchas cosas sobre los costes de la ‘concesión’. Yendo a argumentos de más enjundia, mucho menos me impresiona esa atribución de nuestros males a una especie de ente omnímodo enemigo de la libertad que actúa contra las libertades de manera conspiratoria, etc.; porque me parece que ahí sustituimos el análisis del capitalismo como sistema integrado con una base material por una especie de mito conspiratorio sobre una voluntad abstractamente enemiga de la libertad que a mi corto entender explica menos que los análisis económicos y sociológicos –hoy tan inhabituales- de la dinámica del capitalismo y de los intereses contradictorios que la ponen en marcha e inercias que la estabilizan – para el caso, el de Harvey.

            Mire usted por dónde: soy incapaz de menospreciar el antimilitarismo (incluso reducido a aquello tan ingenuo de ‘gastos militares para necesidades sociales’) como una lucha parcial. Es verdad que sabiendo bien las habas que cocemos entre el antimilitarismo organizado, no diré ahora que tenga mucho optimismo sobre sus éxitos futuros. Pero contaré por un momento un cuento de lechera. Tras años de lucha, la adecuada sinergia entre distintas luchas y la debilidad del bloque neoliberal por circunstancias internas produce un cambio que, sin ser para satisfacción de todas las fantasías antisistema, es cambio: gracias al triunfo electoral del Movimiento Al Socialismo, inspirado conjuntamente por el PCE, la Federación de Ateneos Repúblicanos y los Verde Sandia, se proclama la III República Española Federal y I Bolivariana Ibérica – a la espera de la unión con Portugal. En la nueva capital de la República –Amayuelas del Medio- se encuentra Fernando Davo, presidente de esa III República; gracias a la insistencia de años de los antimilitaristas no derrotistas, ha abandonado su querencia por el modelo de la República Popular de Corea y decide que la prioridad de su gobierno no es obtener la bomba de megatones. Convencido de las doctrinas del transarme que conoció en un añejo número de la revista “Mambrú” asume que una política de defensa para España pasa por el logro de la soberanía alimentaria, y concibe un medio para lograrla. Todos los recursos dedicados a la defensa militar pasarán a un ambicioso plan de reformas estructurales para obtener esa soberanía alimentaria (algo distinto a PAC, subvenciones a empresas, etc.), y parte de ese plan incluirá, junto al inevitable proteccionismo, una nueva oferta pública de empleo: en vez de ofertar a la juventud incorporarse al ejército o a la policía, se les ofrecerá incorporarse, como trabajadores comunitarios, a la rehabilitación del medio rural. Conseguiría así adhesiones a la reforma que no tienen por qué ser ideológica, pero que el joven sin salida laboral encontrará menos desagradable que jugarse el tipo en países lejanos o enfrentándose a la gente de los barrios, y cubriendo un objetivo social: primer paso para lograr además una valoración social de esa gente joven, aportándoles una estima social y por tanto autoestima que no les daría su reciclaje como mercenario, y que puede ser el primer escalón para un mejor entendimiento personal. Las plazas serán muchas, dado que se priorizarán las técnicas que exigen mucha mano de obra.

            Como he dicho, un cuento de la lechera. Pero un cuento de la lechera que no vincula la transformación social a que toda la población –no sólo la que tiene vocación para ello- se ponga a hacer ejercicios espirituales, que plantea un escenario que se puede resumir en preguntas sencillas para esa población a la que despreciamos como ‘no concienciada’ -¿prefieres ligar tu sustento a relanzar (con colchón social) la economía pasiega o a que te destripen en Afganistán?-. Como digo, ‘con colchón social’: no es lo mismo alentar a ejercer la okupación rural en total desprotección en un medio ya bastante deteriorado y en plan paracaidista que con garantía de servicios y de rentabilidad y de beneficios para la gente que ya habita esas zonas; esa garantía exige una escala superior a la local, llamémosla estatal o con otra palabra si lo de estatal nos da alergia. (Anoto: cuando hablo de garantía de servicios, hablo también de otro cantar, una enseñanza pública que no se base en una separación abstracta entre trabajo manual e intelectual).

            Un cuento de la lechera, aunque no un escenario despreciable para un antimilitarismo ambicioso; un cuento de la lechera, y no veo que los distintos radicalismos desconexionistas sean razones suficientes para romper el cuenco sobre nuestras cabezas, saboteando el cuento antes de que haya (re) comenzado.

            No sé si esto suscitará nuevas respuestas, pero no garantizo que responda a las nuevas respuestas – y no porque no me las tome en serio, precisamente por lo contrario.

            • Cierto que no va muy lejos esta reflexión entre solo dos personas, y más aquí en este rincón lejos de miradas que pudieran tomar nota en cualquier sentido. Pero, consciente de que no es tanto pretender concluir nada sino poner sobre la mesa, al menos en mi caso, dudas e inquietudes que realmente me importan, no puedo resistirme a la tentación de seguir poniendo por escrito lo que se me ocurre tras leer la última aportación de Crates.

              Comienzo con una pequeña puntualización sobre Iván Illich, citado por Crates como mentor de Félix Rodrigo Mora, y de quien sin embargo éste dice:

              “Con sus proposiciones pragmáticas y populistas, fáciles y anticulturales, Illich lleva el agua al molino de las tendencias institucionales actuales que desean asestar un golpe definitivo al saber auténtico, para que sea sustituido por los subproductos comunicacionales y espectaculares. Es la televisión, junto con “la Red”, y no la vida, las que están sustituyendo a la escuela, y eso, diga lo que diga Illich, resulta ser un cambio a peor. Este autor, en definitiva, forma parte de un reformismo ingenuo en lo intencional pero temible en lo objetivo, pues sus buenas intenciones –que no pueden ser puestas en duda- culminan siempre alentando la tendencia fundamental de nuestro tiempo, la del cambio regresivo permanente, como procedimiento de robustecimiento continuo del poder de los dominadores.”

              Claro que si Illich resultaba a Crates un tremendo rupturista, qué decir entonces de FRM, para quien aquél es solo reformista.

              Decía en el primer comentario que lo que a mi juicio pierde a esta gente (vamos a llamarles los “rupturistas” por entendernos) y los encierra en un ultra gueto, es a veces su extremismo afirmativo, que no entiende de términos medios, matices circunstanciales que relativicen, de caminos paralelos ni de nada que se le parezca, que casi nunca ve nada a salvar en nada ni en nadie y que, en ocasiones, predica con lenguajes apocalípticos. Ignoro si los García Oliver y faístas en general fueron realmente tan así –me refiero a la actitud- en aquellas polémicas. Por mi parte, como también he dicho ya, estoy de acuerdo con el grueso del análisis y tesis aunque me siento incómodo con esta rigidez que comento. Pero evidentemente sería un error desechar, como se hace en general con los “rupturistas”, la teoría principal por cuestiones menores. Al principio del hilo decía Crates que no encontraba gran crítica que hacer a las tesis obvias contenidas en el artículo “Llevamos un mundo…”

              Y precisamente el foro comenzó con mi queja de que estas teorías tan contundentes frecuentemente obtuvieran como respuesta el mayor y más indiferente de los silencios. Con la excepción de Crates, en Tortuga así sigue sucediendo. Y en cualquier caso Crates tampoco ha entrado en una disección y refutación de lo afirmado por FRM en este artículo. Cosa que no critico, ya que concuerdo con él en que esta no es ni la forma ni el sitio. Lo que sí ha hecho Crates, si no estoy entendiendo rematadamente mal todo, es nombrar sus reticencias más o menos generales con respecto a los “rupturistas”, su sensación de que no hay caminos claros ni recetas exitosas, y su apuesta por contemplar una combinación de medios transformadores de signos distintos que no tienen porqué estar enfrentados ni excluirse entre sí. De alguna manera aquí más que enfrentar, lo que hemos hecho es presentar y comparar sucintamente un par de formas de ver las cosas. Bueno es, naturalmente.

              Si nos ponemos a entrar en la discusión de cada una de las afirmaciones que se van poniendo sobre la mesa para explicar una y otra visión, la posibilidad de extender ramas discursivas y digresivas sería infinita. Se puede poner en tela de juicio mi afirmación sobre conquistas obreras durante el franquismo. Pero desde luego no menos que la afirmación “cuento de la lechera” de Crates de que son posibles ciertos cambios en la sociedad si determinadas personas acceden al poder. Al margen de que el hecho de que tal cosa suceda en un país occidental, a tenor de las circunstancias que se dan hoy día, está tan lejano y resulta tan utópico como cualquiera de las propuestas que he venido poniendo sobre la mesa, es que incluso me resulta imposible casi matemáticamente, por razones de diseño del sistema político que tenemos, explicar las cuales sería irse por una de esas largas ramas digresivas.

              Responderé sin embargo a un argumento de Crates que me interesa sobremanera:

              “Yendo a argumentos de más enjundia, mucho menos me impresiona esa atribución de nuestros males a una especie de ente omnímodo enemigo de la libertad que actúa contra las libertades de manera conspiratoria, etc.; porque me parece que ahí sustituimos el análisis del capitalismo como sistema integrado con una base material por una especie de mito conspiratorio sobre una voluntad abstractamente enemiga de la libertad que a mi corto entender explica menos que los análisis económicos y sociológicos –hoy tan inhabituales- de la dinámica del capitalismo y de los intereses contradictorios que la ponen en marcha e inercias que la estabilizan– para el caso, el de Harvey.”

              Claro que es fácil fijarse en el carácter pretendidamente científico de un análisis del sistema económico. Al fin y al cabo hablamos de riqueza mensurable, de materia a la cual le es de aplicación la ciencia matemática.
              Analizar las relaciones humanas en clave de apropiación/reparto de la riqueza posibilita la construcción de bonitos edificios de ciencia económica que luego se trasladan a la política. Ahí radica la soberbia del cientifismo marxista. Sin embargo tratar de la apropiación/reparto del poder político en clave social se vuelve, como dice Crates, “abstracto”. No hay nada tangible que medir y a lo cual aplicar fórmulas matemáticas. Todo es pura teoría social, y como se sabe la sociología, al igual que la psicología, solo son ciencias en cierto sentido. Pero creo que se hace necesario volver a algo que ya expliqué más pausadamente unos comentarios más arriba. Podrá parecer poco científico y mal asiento al que agarrarse esa “especie de ente omnímodo enemigo de la libertad que actúa contra las libertades de manera conspiratoria etc”, pero la realidad es que con entes omnímodos o sin ellos no creo que haya duda en que se produce un fenómeno de arrebato de libertad a las personas de la sociedad, que acaba produciendo fenómenos de concentración de poder en pocas manos. Por la misma regla de tres podríamos decir que el arrebato de propiedad material que acaba concentrándose en pocas manos mediante el capitalismo obedece a la existencia de un “ente omnímodo enemigo de la justicia que actúa contra la igualdad distributiva de manera conspiratoria”. Porque una cosa es conocer, estudiar y hacer leyes sobre los mecanismos y otra es conocer las causas primeras (o últimas) que ponen a circular las inercias. Y en ambos casos comparados el porqué no es matemáticamente mensurable y apela a pulsiones de la naturaleza humana.

              Porque el anticapitalismo de inspiración marxista lo explica todo en último término en virtud del bien poco matemático concepto de la secular “lucha de clases”. Sin embargo “burguesía” y “clase obrera” no hacen referencia a diferencias numéricas, raciales o biológicas –ni siquiera son compartimentos estancos-, sino que son meras abstracciones para diferenciar a los individuos, ya organizados entre sí, que (nadie explica del todo bien porqué) se han apropiado de riqueza ajena y buscan conservarla, de aquellos que han sido despojados y sufren la “necesidad histórica” de recuperar lo que “en justicia” les corresponde. O sea, que estamos en las mismas; debe haber alguna explicación no solo matemática de porqué las cosas son como son.

              Y pues eso, creo que las visiones están bastante bien explicadas. Me parece de mucha utilidad la conversación y, si no hay más respuestas, quedo agradecido a Crates por la oportunidad e mantener este diálogo. Salut.

              • Voy a permitirme particpar comentando dos cuestiones acerac del artícvulo y sus comentarios. una sobre el contenido, la otra sobre el continente. Me gustaría que reflexionarais un poquito sobre las dos.

                Contenido. Estoy bastante de acuerdo en todocl oq dice el autor del artículo, quitando desde luego aquello de: La escuela marxista ha fracasado con rotundidad, creando en todos los casos un orden social todavía peor que el pre-revolucionario. En cualquier caso no ha fracasado, ha sido derrotada; ycomo ejemplo el caso de la URSS con las interesantísimas aportaciones que al respecto Crates hace en ssu comentarios que, aq quizá él no lo hace con esa intención, pero sí es posible obtener esta lectura. Quiero decir, que de esos y otros datos, es posible desprneder cómo en gran parte no ha sido un model osocial fracasado sino derrotado. y la derota viene dsed fuera...aunque tb desde dentro, ya que es dificil qeu los ciudadanos luchen por mantener algo que no acaban de considerar suyo debido a que no han tenido una participación clara en su desarrollo. De ahí q resulte fácil que con un poco de vodka, se dejaran despojar de todo el patrimonio colectivo de un país, ya que es más que probable que nunca se sintieran propietarios de él, otrogándole su proipedad a las élites burocráticas.
                Al decir que estoy de acuerdo en la mayor parte del artículo, creo que además de ser bástante sincero soy muy objetivo, ya que en mi caso no he leido apenas nada del autor.
                No estoy de acuero con Crates en que está vacío, ahora bien, hace falta que además de decir lo que está pasando y lo que no funciona y lo qeu hay que actualizar; se diga cómo hacerlo. Es nuestra pregunta del millón.
                En cuanto al cuento de la lechera del último comentario de Crates (auqneu me he perdido un poco, y de ésto hablaré en la cuestión del continente) pues sí, si al menos he entendido medianamente, contado así es efectivamente el cuento de la lechera. Pero yo siempre he matenido que no es posible ese cambio social sin la participación de las personas y, lo que es más importante sin su concienciación. Si en las pr´ximas elecciones generales por una extraña enefrmedad contagiosa, el 80 % de los votasntes lo hiciera por IU, no sería posible llevar a cabo cambios importantes, ya que los votanmtes no l ohan hecho con plena cocniencia del compromiso que adquieren.
                Ahora bien, un aumento del peso político en las instituciones por parte de esta organización (si realmente se mantiene con ideas de izquierdas y carGos que tiren adelante co nellas con valentía), sí es posible ir creando un pco más de esa cocneincia en la ciudadanía. y no sólo por el mayor acceso a los medios (de todod tipo no me refiero sólo a medios de comunicación) que da el poder, sino por la pocibilida y capacida de crear pequeñas cosas y apoyar nuevas ideas de las que, sobre todo a Pablo le gustan, y que depués de nuestros debates hemos considerado esenciales que existan y se conozcan, paar que la gente las tome cmo ejemplos a seguir y de los quec particicpar.

                No pretendo qeu esat cuestión sea la solución. No va a desembocar en una revoución social, pero creo qeu puede ser un pequeño paso y desde luego lo que nunca va a ser es un paso atrás. A lo mejor a partir de ahí el cuento de la lechera puede ser un poquito más real.

                Con todo ésto yo me sigo empeñando en que es posible unificar (auqnue bajo mínimos) lo que dice el autor, con lo que dicen Pablo y Crates, junto a lo que digo yo en referencia al poder político en su faceta institucional. Aq sigais si nestar de acuerdo, creo que bajo mínimos, pero es posible unificar los distintos criterios.

                Continente. Para mí es una cuestión de vital importancia que seais breves en los artículos y en los comentarios, epro ante todo más que breves claros. Y con claros no me refiero a lo contraro de confusos, sino a inteligibles....para tod@s. Y con ésto aprovecho para relacionarlo con mis postulados acerac de la falta general de inteligencia.

                A ver. De verdad creeis que el artículo y vuestros comentarios (sobre todo los de Crates) están al alcance de que los puedan leer y entedner la mayoría de la gente? Por que si e así, vivís en un mundo de ilusión, y lo digo sn pretender ofender, pero rservado a una pequeña élite intelectual de la qu formais parte.

                Pongo la mano en el fuego a que´más de un 50% de las personas a las que se le deiar a leer, abandonarían el artículo en el primer párrafo, y no por falta de interés, sino por falta de entendimiento.
                No se puede escribir para sabios en un mundo de personas "normales". Sabios hay pocos, zoquetes unso cuantos más y el resto ni una cosa ni la otra. No hay que escribir para zoquetes, epro tampoco para sabios, pq entonces vuestra inforamción se covierte en ininteligible.

                Continuamnete leo artículos de mucha gente lista que me da la impresión de que sólo escribe paar escucharse a sí misma (como los parlamentarios del PP y del PSOE en el Congreso, que sólo hacen retórica a ver quien cuadra mejor sus frases pero sin decir nada de verdad) o en cualquier caso para una pequeña élite de "listos". Así, nunca nos leerán más que cuatro.

                Auqnue sobre este tema me gustaría decir más, prefiero no aburrir y dejarlo para otra ocasión, sólo espero que quiene lean este comentario lo tengan en cuenta y reflexionen sobre ello.

                • Un punto breve sobre lo divulgativo. En un hilo de debate el problema no es el de la divulgación o la no divulgación, sino el intercambio entre gente que, como en el texto por el que empezamos, se sitúa en ciertas alturas teóricas a las que "ha renunciado esta sociedad hedonista": muchas veces los textos intercambiados son largos y abstrusos no porque sean ’no divulgativos’, sino porque como decía aquel ’te escribo una carta larga porque no he tenido tiempo de escribir una más corta’.

                  Una cosa son estas discusiones y otra las campañas de propaganda, si es que hay que hacerlas. Incluso estas discusiones se pueden hacer en un plan más sencillo e incisivo -como las de acratasaurio que he subido alguna vez, que a lo mejor es FRM con pseudonimo- aunque curiosamente no han suscitado ningun comentario (ver el artículo ’Refugiarse en lo individual’).

                  De todas formas, con la oposición entre lo didáctico y lo abstruso a veces se comete cierta autocensura que quizás no sea necesaria. Incluso en sus colaboraciones periodisticas Marx y Engels tendían a un estilo bastante elevado, y, si no queremos centrarnos en alemanes que son bastante complicados desde la cuna, podríamos irnos a ejemplos tan mediterráneos como el de Pi y Margall, cuyos escritos se tragaban muchos de nuestros antepasados aunque el primer párrafo fuera denso. Quizás lo primero que habría que reivindicar es tiempo para pensar, aunque para eso quizás habría que pensar...

                • No es por iniciar un debate, pero... ¿los cambios importantes que se están llevando a cabo en Venezuela y desde Venezuela se deben a que el gobierno bolivariano tienen el apoyo consciente del 80% de la población? Ya que hablamos de tratar con realismo el acceso a las instituciones, creo que hay que tener en cuenta que hay posibilidades intermedias (para llegar a hacer política institucional) entre el apoyo masivo -que quizás haría innecesarias las instituciones- y el ser una secta marginal; se trata de saber aprovechar las coyunturas.

                  • Aquí el problema está en la mayor. Reconociéndole alguna pequeña cosa mejor en relación a lo que tenemos aquí, mi opinión es que el estado venezolano imita los defectos de nuestras "democracias" en un 99’9%. No creo que sea un ejemplo que nos sirva para esta discusión, salvo para reflejar quizá las diferentes aspiraciones y/o esperanzas que podamos tener cada cual.

                    • Desde luego el desacuerdo está en la mayor, pero no empezaremos o reiniciaremos aquí ese debate. En todo caso me refería a la observación de Fernando que parece dar por descontando que una fuerza de izquierdas sólo puede llegar al poder apoyada por una mayoría absoluta y además muy concienciada; sin darse esas circunstancias, pero sí un viento favorable ampliado por errores y debilidades del enemigo, tenemos hoy muchos gobiernos de izquierdas en América Latina.

  • Respondo aquí al comentario de Fernando, abriendo el hilo.

    Una puntualización sobre el continente. Estoy cien por cien de acuerdo en lo que dice Fernando de que es imprescindible utilizar un lenguaje pedagógico. Pero distingo varios momentos. En este momento trato de aclararme yo mismo en diálogo con unas pocas personas de mi entorno, entre las que estás tú mismo, Crates y otras. Ya sabes que ha habido una conversación privada precedente a ésta. Hay otras privadas que son directas y no virtuales entre la gente de Tortuga. El motivo de ampliar la conversación a este espacio de la web por mi parte no tiene que ver con comunicarse de forma amplia con mucha gente, sino con abrir el debate a alguna persona anónima más a quien pudiera interesar. En esta fase de análisis y elaboración creo que es bueno utilizar todos los recursos intelectuales de los que cada cual disponga, que para eso están, y eso es lo que estoy intentando hacer.

    Un segundo momento, cuando se tiene más o menos claro un análisis de la realidad y una propuesta para el trabajo político sobre el terreno, sería crear textos que fueran lo suficientemente profundos y amplios para comunicar los aspectos principales de la teoría, pero que tuviesen una redacción sintética y asequible tanto en el lenguaje como en la presentación. Por ahora no encuentro textos así entre la producción de los, denominados por Crates “rupturistas”, y me parece una carencia enorme.

    Por último hay que desarrollar también materiales divulgativos mucho más sencillos aún para utilizarlos sobre el terreno.

    En los temas antimilitaristas que tenemos claros desde hace tiempo podrá comprobarse que el Grupo Tortuga tiene gran cantidad de escritos: artículos, manifiestos, materiales gráficos… que utilizan lenguajes directos y asequibles a cualquier persona. A veces incluso la acusación es la contraria: que se cae en lo panfletario, lo cual también es indeseable.

    Y bueno, de las otras cosas ya hemos hablado y, como decía arriba, estoy convencido de que las diferentes ideas puestas sobre la mesa que, la verdad, yo no veo tan conciliables como vosotros, al menos sí sirven para enriquecer el pensamiento de cada cual.

    Y enhorabuena por el libro de las recetas, que parece que algún seguidor va a tener.

    • Estoy de acuerdo,una cosa son artículos para difusión amplia y otra discusión entre nosotros. Lo malo es que a veces se confunde lo primero con la segunda.
      El propio artículo que da pie a estos comentarios me parece un ejemplo digno. Los dos primero párrafos están escritos de tal manera que roza la pedantería literaria. Luego va mejorando aunque a vecs se recurre a la misma retórica.

      Se puede decir lo mismo y ser mucho más humilde con las palabras, porque a veces parece que se escribe únicamente para oirse uno a sí mismo, o para que lo examine el comité de sabios.

      Con el máximo respeto, creo que Crates como muchos otros, también pecan de ello en sus artículos. El problema es que el artículo mencionado no se lo puedo enviar a muchas personas porque tras el primer párrafo dudarían, y tras el segundo dejarían de leer. Así nunca de enterarán de la misa la mitad. Sin embargo es probable que sí lo leyeran si estuviera escrito de manera más sencilla y asequible.

      Acabo de ver en youtube 8 minutos de intervención de Arcadi Oliveres y (salvando las distancias, ya que no es lo mismo escribir que hablar)dice de manera sencillísima y clara verdades como puños que cualquiera entenderá con poco esfuerzo.

    • Bueno, yo tampoco las veo tan conciliables. Pero sí que creo que las divergencias de críterio entre gente más rupturista y gente más posibilista no debe de llevar a una competencia entre ambos sectores, ni verse como un defecto; insistiendo cada uno en lo suyo, pueden acabar abriendo varias vías de agua en el sistema que a la larga confluirían en mejorar las condiciones de todas y todos -pienso yo, pero sé que pensando así pienso como la lechera del cuento. Sería bueno tener una mentalidad abierta, no para perder la propia identidad, sino para estudiar qué oportunidades abren a las luchas propias las luchas planteadas desde otros criterios.

  • Diferencias entre Félix Rodrigo Mora, J. Ellul y Los Amigos de Ludd: http://felixrodrigomora.net/CARTA%2...

  • Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Capítulo Primero

    11 de enero de 2011 12:40, por Jose crevillent

    Mi experiencia ensayística con Felix rodrigo mora es la lectura de su libro "El triunfo del Estado y la Democracia", libro denso donde los hayan. Es una lectura difícil por lo denso de su contenido y por la profusión de citas que emplea. Pero aun así su lectura es muy interesante por que desmonta punto por punto la revolución liberal que nos ha llevado al mundo actual en el cual vivimos. Puede que su libro sea complejo de leer y aun más de asumir por que no deja títere con cabeza, empezando por liberales y pasando a todo los elementos estatolátricos. Que su lectura sea compleja el mismo Félix defiende, en alguna presentación que ha realizado, sea así por que tiene que ser un estudio lo más objetivo, documentado y objetivo posible, por eso esta construido de una forma tan académica, para desmontar los ataques que sus posibles detractores puedan hacerle. Aparte una defensa contra el estado, algo tan consolidado tanto en la izquierda como la derecha, se necesita una obra densa y abundante que argumente y desarrolle a través de múltiple documentación histórica y de otras obras que apoyen el trabajo de Félix contra el estado. Otra cosa es que los demás podamos hacer críticas a esa obra para mejorarlo y poder hacer nuestros propios escritos para públicos que no lee libros tan densos.

  • Al hilo de un debate que ha surgido de rebote por ahí arriba criticando los artículos que no son didácticos y "para que lo entiendan hasta los zoquetes", refloto.

    Cuando decimos que es muy importante publicar materiales que los entienda todo el mundo y que no sean ’elevados’, me surge una pregunta: ¿no estamos dando más importancia a vendernos como si fueramos una marca comercial, en vez de a pensar qué queremos decir y a quién se lo queremos decir?

    ¿No estamos olvidando que, en la comunicación entre personas, son tan importantes los actos como las palabras y los escritos?

    • En mi caso la razón de emprender estos debates es precisamente la de intentar averiguar qué realidad colectiva podríamos y deberíamos emprender para tratar de empezar a meterle mano al orden vigente desde algún sitio. Precisamente porque creo, como ya argumenté largamente en la otra discusión, en la fuerza testimonial y capaz de mover a reflexión y cambio de los hechos por encima de todo. Y efectivamente la pedagogía, las palabras adecuadas, las campañas de propaganda si se les quiere llamar así, cobran sentido cuando están dedicadas a transmitir, explicar y divulgar hechos realmente existentes y no simples teorías críticas.

      • La verdad es que me he salido un poco del tema, pero es que he recordado otro debate que tuvimos hace tiempo.

        Cuando hace unos años salió la noticia de que se permitiría acceder al ejército a personas con baja puntuación en test de inteligencia, practicamente todo el mundo caímos en la tentación de hacer leña de ello para cuestionar el ejército profesional. La leña pasaba casi siempre, a veces literalmente, con criticar el que se permitiría que la "gente deficiente" pudiese llevar un arma. La cosa daba para hacer muchos chascarrillos que todo el mundo "entendía facilmente", y hasta ’El jueves’ se hizo eco de este tipo de mensajes.

        Pero en mi opinión entrar en ese tipo de ’críticas’ fue un error: aceptábamos así los criterios con los que el sistema escolar define a la ’gente desechable’ y en vez de solidarizarnos con las personas a las que no se les deja practicamente otra salida que la integración en cuerpos armados, lo que hacíamos era compartir una crítica engreida a los mismos. Sin duda ese tipo de sátiras suscitarían muchos elogios, pero también serían signos de que descuidabamos un sector clave.

        Ahora bien, ¿qué sería lo más eficaz ante este hecho, como alternativa a la sátira? ¿Materiales dirigidos a la gente en general, materiales dirigidos a la gente obligada al reclutamiento por su exclusión social, o materiales dirigidos a los responsables de un sistema escolar que acaba condenando a muerte a sus desechos? Difícil pregunta, pardiez: pero creo que demuestra que hasta los temás más sencillos se pueden complicar, y que a lo mejor sería más útil partir de estos casos prácticos, que tienen mucha miga pero están pegados a la realidad, que no de grandes síntesis teóricas.

        En mi opinión, eso tan ingenuo de "Gastos militares para necesidades sociales" ya da mucho de sí para hacer una propuesta de transformación en la cual podamos relacionarnos con otras luchas y sensibilidades, y es un punto de partida sencillo e inteligible -de hecho, habrá sido el banderín de enganche de mucho antimilitarista-; pero tiene el problema de que desde puntos de vista como el de FRM tiene difícil una plasmación que no sea ’estatólatra’.

        • Pues todo es verlo claro, pero en aquel momento creo que el público al que dirigimos el mensaje era “la gente en general”. Con esas rechiflas sobre el nuevo coeficiente intelectual exigido para entrar en el ejército, y que rozaba el bordeline, lo que tratábamos de expresar era un dibujo del ejército que quedaba retratado no solo como una institución machista, homófoba, violenta, patriotera y todas esas cosas que siempre fue y que aún no ha perdido por mucho que se esfuerzan en darle barniz, sino además como el ámbito de la estulticia por excelencia. Mostrándolo así se trataba de hacer una antipropaganda que tuviera un efecto disuasorio entre la gente con dos dedos de frente que se estuviese planteando ingresar allí. De hecho esa forma humorística de criticar la institución militar fue una constante desde los años 70 hasta la actualidad. ¿Fue equivocado? Yo diría que en general no. Fíjate qué tono hubiera tenido la insumisión si la denuncia del Servicio Militar Obligatorio se hubiera hecho exclusivamente a base de los serios e infumables discursos que inundaban los panfletos y fanzines de la época.

          Puede ser que no dispusiéramos de un discurso adecuado en fondo y forma a cada persona susceptible de ser reclutada, pero creo que en general hubo bastante variedad de mensajes y se le echó mucha imaginación a la cosa. Otro tema sería entrar en análisis causales más finos, como los que tú planteas y que son los que laten en todo este diálogo. Claro que pienso que nuestra acción política no se puede limitar a la edición y divulgación de discursos, por muchos y versátiles que estos sean. El discurso, sea intelectual o sea divulgativo no servirá para nada si no actuamos sobre las causas de los fenómenos que pretendemos cambiar. Y no voy a repetir la propuesta sobre el cómo, que ya está sobradamente dicha me parece.

          Por otra parte no estoy mucho de acuerdo en que el trabajo contra el gasto militar haya sido un gran banderín de enganche del antimilitarismo. En mi opinión lo que atrajo gente a este movimiento social fue la impecabilidad ética y lo novedoso de la desobediencia civil practicada con la insumisión (antes) y con la acción directa noviolenta (ahora). De hecho en la actualidad si bien todos los grupos antimilitaristas trabajamos de forma importante el tema de los gastos militares, son los grupos que practican ADNV los que mantienen un cierto activismo y una pequeña renovación. Yo creo que de toda la vida, y en este contexto de “reducto” actual lo que mueve a la gente es lo intenso, lo verdadero y lo radical (en el buen sentido de auténtico). Por supuesto habrá que seguir diciendo que el gasto militar es un escándalo; pero es uno más entre muchos escándalos, y no es causa sino consecuencia. Así que habrá que denunciarlo como consecuencia, como dato evidente de que el sistema en que vivimos está podrido desde sus cimientos a su tejado. Creo que esa forma de hacerlo no tiene porqué caer en reconocimientos de la institución estatal. Creo que este es un discurso que podemos y debemos pulir. Es decir: decimos no al gasto militar no para pedir que el gobierno lo dedique a otra cosa, sino que decimos no al gasto militar como ejemplo evidente de que si seguimos dejando la sociedad en “esas” manos todo lo público, sea dinero, sea personal o sea lo que sea, va a estar al servicio de la injusticia.

          • Bueno, no es que esté en desacuerdo precisamente con la "forma humorística de criticar la institución militar": me he referido a ’El jueves’, pero ’El jueves’ en sus mejores tiempos -y ’El papus’, y Asterix (1), y tantos- facilitó muchas vocaciones antimilitaristas -por hablar sólo del papel, si hablamos de grupos musicales el recuento sería infinito-. Sin embargo, en este tema de ’los bordelines’ asociado a ’la estulticia’, creo -repito- que hemos patinado y hemos mostrado síntomas de darle la espalda a la realidad (tanto ’el jueves’ como nosotras y nosotros). Si no recuerdo mal, Charles Chaplin decía que reirse de la caida de una marquesa y reirse de la caida de una criada cargada de platos son cosas distintas, y que reirse de lo segundo es una muestra de sordidez; me parece que lo mismo puede decirse de estos chistes.

            En cuanto a lo del lema ’gastos militares para necesidades sociales’, me he referido a ello como un banderín de enganche. Por algun sitio hay que empezar, y creo que en primer lugar es uno de esos temas ’bolsa de cerezas’, que si lo sacas de la bolsa salen los demás enganchados, y en segundo lugar es un tema que tiene que ver con aspectos cuantitativos de aquello contra lo que estamos luchando, a la hora de tratar beneficios y pérdidas -admito que con la perspectiva de ’decrecimiento’ que hemos ido adoptando en los últimos años, quizás habría que cambiar lo de ’gastos militares para necesidades sociales’ por ’gastos militares para ahorros sociales’-. Creo que hay que empezar por lo sencillo y lo objetivo, y lo complicado, si existe, se dará por sí solo.

            En cuanto a la sociología del antimilitarismo existente y de los más efectivo para hacerlo atractivo, es un tema en el que no soy capaz de intervenir. Por otro lado, sería entrar en un debate de ’tu palabra contra la mía’ discutir sobre lo que atrajo o dejó de atraer. Pero sospecho que si no medimos sólo las cosas en términos de grupos que se siguen reuniendo sino de sensibilidad social, si no medimos las cosas sólo en términos de grupos que resisten sino de cabecitas pensantes por ahí perdidas que pueden cambiar las cosas, el tema de los gastos militares es una de las causas de la existencia y persistencia de tales cabecitas, y una de los temas en los que pueden coger impulso para extender el contagio antimilitarista. No hay que confundir la salud del movimiento con la salud ’activista’ de los grupos de los que formamos parte (o la mala salud de los grupos distintos), ni hay que confundir la salud con el culturismo.

            Creo que los grupos antimilitaristas y de ADNV son insustituibles y expreso aquí toda mi admitación y reconocimiento por los que siguen existiendo. Pero añado además que, a veces, el que un grupo no "resista" y se disuelva puede ser, en su caso concreto, más una muestra de salud que de enfermedad. Creo que clasificar como simples ’abandonos’ los grupos que han dejado de formar parte de nuestras redes es aventurado, y dar por descontado que esa desaparición es siempre negativa, también: para hacer efecto, algunas pastillas tienen que disolverse...

            (1) Ahora me caerá una bulla por mencionar a un tipo que daba tantos puñetazos como Asterix.