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La integración de España en la OTAN

Domingo.5 de julio de 2015 493 visitas Sin comentarios
Correo Tortuga - Francesc Sánchez. #TITRE

Por Francesc Sánchez

Recientemente era noticia en los medios de comunicación la implementación de unos cuantos miles de marines estadounidenses en la base de Morón de la Frontera para su despliegue inmediato en el norte de África. Un plan que se suma a la construcción de un emplazamiento del escudo antimisiles en la base de Rota, base conjunta donde operan los Navy Seals, para su despliegue en donde sea necesario. Esto se produce en un momento de cambio electoral en el país que podría llegar a modificar la relación de España tanto con los Estados Unidos como la OTAN. El texto que tiene entre sus manos trata de esto mismo: de la relación entre Madrid y Washington desde los tiempos de la Dictadura hasta los nuevos tiempos transitivos en los que con la llegada de la democracia España se adhiere a la OTAN, se cuestiona mayoritariamente esta relación, y después de un referéndum consultivo los españoles deciden que el país permanezca en esta organización bajo condiciones, para finalmente integrarse España plenamente en la Estructura Militar Integrada.

La integración de España en la OTAN tenía un claro antecedente en la existencia de unos acuerdos entre Madrid y Washington desde 1953 para establecer en el territorio nacional unas bases militares estadounidenses, que conllevarán una serie de relaciones políticas (progresivo reconocimiento de España a nivel internacional que permitirán salir al país de su aislamiento), económicas (concesión de crédito para que las Fuerzas Armadas compren armamento estadounidense) y sociales (creación de centros formativos y concesión de becas para la élite para estudiar en los Estados Unidos), que se mantendrán durante el resto de la dictadura, y de otra forma hasta nuestros días. Relación entre los dos países que es posible porque se da en un contexto de polarización mundial entre las dos grandes superpotencias, después de la Segunda Guerra Mundial, en el proceso histórico que queda definido por la Guerra Fría.

Este enfrentamiento ideológico, económico, social, y cultural entre el bloque capitalista liderado por los Estados Unidos y el bloque comunista liderado por la Unión Soviética, que ya puso sus bases cuando se iba acercando el final de la Segunda Guerra Mundial en la Conferencia de Yalta, y tras finalizar ésta en el territorio europeo, en la Conferencia de Postdam (tengamos presente también que por estas fechas se produjo el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki que precipitarían el fin de la guerra en el escenario del Pacifico), cristalizó en la esfera militar en la constitución por una lado de la OTAN en 1949, y por otro, en 1955 en el Pacto de Varsovia. La Guerra Fría fue ante todo una pugna política y económica de fondo y de desgaste por controlar e influenciar al resto de países y sumarlos a los bloques, pero también tuvo momentos calientes cuando estas dos concepciones del mundo colisionaban entre si, por poner unos cuantos ejemplos, como fueron los casos de un lado de la guerra de Corea entre (1950-1953), y la guerra del Vietnam (1964-1975), que partirán por la mitad estos países, y de otro la guerra de independencia y después civil en Angola (1961-1975 y 1975-2002) y la guerra de Afganistán (1978-1992); se producían disensiones dentro de un bloque, de un lado como fue la rebelión de Hungría (1956) y la Primavera de Praga (1968), y de otro lado, la protesta contra la guerra del Vietnam en los Estados Unidos y el Mayo del 68 en diferentes países occidentales; o un viraje ideológico hacía posiciones comunistas, como fue la revolución cubana (1959), que años más tarde enfrentó directamente a los dos superpotencias en la Crisis de los Misiles (1962). Paralelamente a esta polarización del mundo, en 1955, se celebró la Conferencia de Bandung, un encuentro de los líderes políticos de los países que hasta hacia bien poco formaban parte de las colonias de las metrópolis europeas, y que ahora que habían logrado recuperar su soberanía, no querían volverla a perder por la formación de los bloques de las dos nuevas superpotencias. Estas naciones se desmarcaron así de Estados Unidos y de la Unión Soviética, y fundaron el Movimiento de los Países No Alineados, promulgando la doctrina del neutralismo positivo, ascendiendo así lo que se llegó a conocer desde entonces como el Tercer Mundo. Sin embargo, estas nuevas naciones no podrán evadirse de la influencia de las dos superpotencias, sirva de ejemplo la Crisis de Suez de 1956, por la que las antiguas metrópolis de Francia y la Gran Bretaña, coligándose a Israel, le declaran la guerra a Egipto: Nasser resistió y presentó el conflicto como una hazaña de un país emancipado contra las antiguas potencias imperialistas pero fue la vinculación que hizo Nikita Krushev con la rebelión en Hungría y las presiones de Eisenhower a Francia y la Gran Bretaña lo que zanjó la cuestión.

Por lo que respecta a la Dictadura franquista, ésta se convierte pues en un socio de los Estados Unidos por la situación geoestratégica de la Península Ibérica, y por el propio corpus ideológico del régimen fascista antagónico al comunismo que promulga al mundo la Unión Soviética. Durante todos estos años de la Dictadura los Estados Unidos querrán asegurar en todo momento el acceso y uso de las bases militares, planteamiento que ante una irremediable muerte del dictador y un cambio de régimen querrán mantener. La Revolución de los Claveles en Portugal, con la presencia de los comunistas en el nuevo gobierno, inquieta a los estadounidenses y éstos querrán evitar a toda costa que España, país donde la oposición más organizada está aglutinada entorno al Partido Comunista de España, siga el mismo camino tutelando los norteamericanos el proceso transitivo. Así pues la integración de España en la OTAN fue una forma de ligar al país a las estructuras internacionales ─en este caso las de seguridad y defensa─ y de garantizar el mantenimiento y uso de las bases estadounidenses. España se había convertido en un inmenso portaviones estadounidense, para mantener, efectivamente, el pulso con la Unión Soviética, pero también para enfrentar las nuevas amenazas en Oriente Medio (tanto las guerras árabe-israelíes pero también la ascensión de la República de Irán) que había que neutralizar para mantener la seguridad energética de occidente.

La Transición en España de la Dictadura a la Democracia a diferencia de lo que sucedió en Portugal no tuvo ruptura si no una reforma que llevaron a cabo los franquistas de mutuo acuerdo con las fuerzas políticas de la oposición. El intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981, con el secuestro de los diputados del Congreso que llevó a cabo el Teniente Coronel Antonio Tejero y el desfile de los tanques en la ciudad de Valencia por orden del Teniente General Jaime Miláns del Bosch, fue un aviso a navegantes que mostró al mundo no solo que en el seno de las Fuerzas Armadas había elementos involucionistas si no también la perentoria necesidad de democratizar a la milicia: así pues el ingreso de España en la OTAN durante el gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo fue primero una garantía de obtener la seguridad y defensa internacional del territorio nacional, que hasta entonces las bases estadounidenses no ofrecían, y después una forma de ligar a los militares a una estructura superior formada ahora sí por países democráticos ─Grecia, Portugal y Turquía se mantuvieron en la OTAN durante años de dictadura─, un primer paso hacia la democratización de las Fuerzas Armadas (es decir la sujeción del la milicia a un gobierno elegido democráticamente), que completaría más tarde el Ministro de Defensa socialista Narcís Serra.

Sin embargo no hay que perder de vista que esa adhesión de España en la OTAN se lleva a cabo desde arriba con un importante rechazo, sobre todo entre la izquierda, tanto a la organización militar como a la presencia estadounidense en el territorio nacional: ese antimilitarismo y antiamericanismo ─este último también entre la derecha─, por el que Washington siempre se había preocupado, quedará neutralizado políticamente durante el primer gobierno del PSOE, primero manteniendo el gobierno a España en la OTAN y después convocando un referéndum en 1986, por el que los socialistas, que hasta entonces se habían manifestado contrarios a la integración de España en la organización militar, pedirán el voto afirmativo para que el país permanezca en la alianza, enfrentándose al resto de la izquierda que quiere la salida de la OTAN y el fin de las bases estadounidenses apostando por ese neutralismo activo ─un sucedáneo del neutralismo positivo que más arriba mencionábamos─, haciendo Felipe González un verdadero plebiscito sobre su liderazgo ─dando a entender que si el pueblo español no aprobaba la permanencia de España en la OTAN dimitiría como jefe del gobierno─, y asociando el resultado a la permanencia en la Comunidad Económica Europea, organización a la que España había ingresado un año antes, en la que todos sus miembros en ese momento formaban parte de la Alianza Atlántica. Una vez superado con éxito el referéndum, produciéndose un vuelco electoral, la integración de España en la OTAN tendrá unas condiciones, como son la de que el país no se integrará en la Estructura Militar Integrada, la prohibición de instalar, almacenar o introducir armamento nuclear en el territorio español, y la reducción progresiva de la presencia militar estadounidense.

Todo esto cambiará a principios de la década de los noventa del pasado siglo cuando, tras la desaparición del Pacto de Varsovia y la implosión de la Unión Soviética, la política de enfrentamiento de bloques entonces desaparece sobre el papel y el rol de la Alianza Atlántica empieza a cambiar: España entonces se integra plenamente en la Estructura Militar Integrada, participando por primera vez en democracia en una guerra (la guerra del Golfo contra el Iraq de Sadam Husein entre 1990 y 1991) formando parte de una coalición internacional liderada por los Estados Unidos, y llega incluso a situar al socialista Javier Solana como secretario general de la organización, participando activamente en operaciones defensivas y ofensivas como lo fueron los bombardeos sobre Yugoslavia en 1999, bajo la doctrina de la ‘guerra humanitaria’ para defender a la población civil albano kosovar acosada por los serbios, en un contexto de guerra civil entre sus diferentes republicas en la que durante una década no solo la República de Serbia cometió crímenes de guerra.

Los Estados Unidos, tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001 sobre el World Trade Center de Nueva York y el Pentágono, invocaron por primera vez en la historia el artículo V del Tratado de Washington, que mantiene que la OTAN debe defender a un país miembro después de un ataque, para emprender una campaña militar sobre los talibanes en Afganistán que dan cobijo a los muyahidines vinculados con Al-Qaeda. La Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad en Afganistán (ISAF) en la que participa España se suma en nuestros días a la operación Ocean Shield que lucha contra la piratería en el Golfo de Adén y el Cuerno de África, y a la operación Active Endeavour en el Mediterráneo contra el terrorismo. Si la guerra contra el terrorismo internacional ha abierto un nuevo campo de acción para la OTAN, el cometido original de la Alianza Atlántica, la defensa de sus países miembros vuelve a estar alza tras los acontecimientos de Ucrania. La revuelta alentada por occidente en Kiev, el posterior golpe de estado, y la guerra civil en la región del Este del Donbass, ha provocado una amenaza real o imaginaria de una Rusia renacida, que interviene militarmente para defender sus intereses (principalmente por el despliegue militar sobre la península de Crimea que posteriormente se independizó de Ucrania para adherirse a Rusia), sobre los países del Este de la Unión Europea (que antes formaban parte del Pacto de Varsovia y que ingresaron todos en la OTAN), sobre todo aquellos como los Países Bálticos, que en su momento formaron parte de la Unión Soviética. Por lo tanto podríamos decir para concluir que cuando muchos con razón pensaron que la OTAN, una vez había desparecido la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia, había perdido su razón de ser, en nuestros días para los que siguen defendiendo su existencia, pueden decir que a la Alianza Atlántica no le faltan razones para mantenerse.

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Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redacción. Memoria. El Inconformista Digital.

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