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La crisis del pacifismo: Guerra Civil española y Segunda Guerra Mundial

Domingo.31 de octubre de 2010 1091 visitas Sin comentarios
Capítulo 15 de “Breve historia de la Noviolencia”, Jesús Castañar Pérez (Cthuchi Zamarra) #TITRE

Otra aportación que le hace ser considerado a Bart de Ligt como pionero de la visión estratégica, sincrética entre las corrientes holística y pragmática fue su posición respecto a la crisis que supuso la Guerra Civil española en el movimiento pacifista internacional. En ese momento hubo una gran enfrentamiento entre ambas corrientes ya que la brutalidad del alzamiento fascista causó una importante crisis en el movimiento pacifista, antimilitarista y noviolento mundial ante la falta de consenso a la hora de si condenar o no la violencia antifascista, plasmada esta vez en la forma de milicias.

A mucha gente le costó mantener el ideal de resistencia noviolenta contra el fascismo y se preguntaban cómo reaccionarían si fueran pacifistas españoles, ante la imposibilidad ética de declararse neutrales. El activista español, José Brocca, fundador en 1932 de la primera sección española de la IRG, la Orden del Olivo, respondió con su actitud de no participar en combates violentos pero ayudando a la causa antifascista participando en labores
de propaganda y ayuda humanitaria. Fenner Brockway,
entonces presidente de la IRG, abandonó su cargo (y su propia
afiliación a la organización) ante la imposibilidad de mantenerse
en la postura de la IRG de no apoyar la venta de armas a la
República. Otros muchos, entre los que destaca Albert Einstein,
que había apoyado todas las campañas de la IRG, abandonaron
su pacifismo para apoyar la guerra contra el totalitarismo
alemán, japonés, italiano, soviético o español. En este momento
crítico, la posición de Bart de Ligt fue el "rechazo a condenar a aquellos que aceptaron la violencia (de acuerdo con su visión de
que la violencia era preferible a la resignación o la sumisión);
pero creía que la IAMB debía apoyar a aquellos que apoyaban a
la resistencia noviolenta"52, y esta ha sido la postura de la WRIIRG
posteriormente con respecto a luchas armadas
antifascistas, situándose hábilmente entre la corriente holística
que condenaría toda forma de violencia y la pragmática que no
condena la violencia sino que simplemente se preocupa de
buscar los métodos más eficaces para la transformación o
revolución social a veces incluso como forma complementaria a
la lucha armada. Se trata de una postura de consenso, propia de
una gran institución, que permite aglutinar, dentro de una
organización, a los representantes de ambas corrientes que no
son tan distintas entre sí, sino que hacen referencia a diferentes
niveles en los que manejar la noviolencia. El francés Jean Marie
Muller ha recogido así mismo esta propuesta estableciendo una
distinción ya clásica entre violencia en situaciones de injusticia
(la violencia estructural de Johan Galtung), violencia de las
acciones de liberación (revolucionaria) y violencia de las
acciones de represión.

Lógicamente, los esfuerzos de las organizaciones
pacifistas vinculadas a la IRG no pudieron evitar la hecatombe
de la Segunda Guerra Mundial, pero, sin embargo, inspiraron
numerosas situaciones de resistencia noviolenta antes y después
de que estallara el conflicto armado más grande de la historia.

En los años previos, en contexto de aumento del totalitarismo,
y durante buena parte de la misma, se produjeron heroicos
actos de resistencia noviolenta, desobediencia civil contra el
nazismo que se inspiraron en las propuestas noviolentas que se
habían estado debatiendo anteriormente en estos foros
alternativos. Del mismo modo, una vez iniciada la contienda muchos países ocupados desarrollaron formas de resistencia
civil que combinaron a veces formas de acción violenta con
formas de acción noviolenta, siendo los más conocidos la
resistencia de los maestros en la Noruega ocupada., o la masiva
resistencia noviolenta de Dinamarca (donde se combinó la no
colaboración con el sabotaje), e incluso en la propia Alemania
nazi hubo numerosos gestos de resistencia al nazismo. Aunque
no se haya hablado mucho de ello, durante el Tercer Reich
también se registró un elevado número de casos objeción de
conciencia y, sobre todo, de deserción, con resultado en
muchos casos de ejecuciones sumarias por rebeldía,
desobediencia o mero derrotismo, delito considerado como
traición y condenado con la muerte en la fase final de la guerra.

Del mismo modo, en ese contexto bélico, pero muy
lejos de los principales escenarios de combate, se produjo en El
Salvador durante 1944 el espectacular derrocamiento del
dictador Martínez en una progresiva campaña de desobediencia
y no-colaboración. Esta campaña había sido iniciada por
bachilleres inspirados en el entonces pujante movimiento
gandhiano de la India. Ese mismo año, también en
Centroamérica, esta vez en Guatemala, una serie de huelgas y
manifestaciones masivas acababa también con doce años de
férrea dictadura sangrienta de Jorge Ubico, que se tuvo que
marchar a Estados Unidos. Su sucesor Ponce Valdés fue tan
tirano como Ubico, pero fue también rápidamente depuesto
tras cuatro meses de autocracia.

Durante la guerra, cabe destacar la aparición de una
obra editada en los Estados Unidos, Non-violence in an Aggressive
World (1940) (No-violencia en un Mundo Agresivo), del pastor
protestante metido a cuáquero Abraham Johannes Muste.
Muste era entonces director ejecutivo de IFOR, desde donde
posteriormente se convirtió en consejero de Martin Luther King. Más tarde fundaría el Partido de los Trabajadores de
Estados Unidos (Workers Party of the U.S) y al final de sus días
sería un renombrado activista contra la guerra de Vietnam. Suyo
es el famoso lema “No hay camino para la paz, la Paz es el
camino” aludiendo a la necesaria coherencia entre los fines y los
medios de cualquier movimiento político.

Notas

52 Herman Noordegraaf, op. cit pag 98

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