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La Barcelona preolímpica, el mariconeo, la contracultura, la libertad y el libertinaje según Nazario

Miércoles.13 de julio de 2016 403 visitas - 1 comentario(s)
La vida cotidiana del dibujante underground (Anagrama) es el primer volumen de memorias de uno de los personajes fundamentales de la contracultura española #TITRE

El talento de este libro se encuentra en las particularidades, en el denuedo por recoger la pequeña historia y en una escritura consonante con la trayectoria del dibujante.

Rubén Lardín

Nazario empieza el primer volumen de sus memorias cogiendo la puerta. Cursado Magisterio se marcha de una Sevilla atávica e inalterable en costumbres y tras pasar por Morón de la Frontera, donde vive la experiencia catártica del contacto con los gitanos flamencos, recala en la prometedora Barcelona de los primeros años 70. Allí, mezclado con otros gualtrapas de talento variable, acabará protagonizando algunos acontecimientos que serán hitos en la historia intestina de un país diminuto: el nacimiento del comix underground, las Jornadas Libertarias del Parc Güell o la primera manifestación por los derechos de los homosexuales en 1977.

La vida cotidiana del dibujante underground (Anagrama) es el primer volumen de memorias de uno de los personajes fundamentales de la contracultura española, un individuo de credo libertario, ideología ácrata y una integridad artística y personal fuera de toda sospecha, entre otras cosas porque en su caso ambas facetas son la misma.
Historia viva

Nazario Luque (Castilleja del Campo, 1944) escribe como dibuja, como es. Viaja por su memoria sin rémoras de academia, discurre en cronología histórica pero llevado por los perfumes del paisaje y al dictado de intuiciones arabescas. También salta si hace falta de un local de transformistas, Las Cuevas, en la entraña del barrio chino; al gazpacho inexplicable de Alejandro, su pareja durante más de treinta y cinco años, hasta su muerte mientras Nazario escribe estas memorias y cuya ausencia le hará desechar el título que les tenía previsto: Un pacto con el placer.

Nazario se escribe en los demás. Pese a su coquetería, se sabe sobradamente legitimado en su obra y ahora se permite escribir sin escribirse, se merodea y trasciende su propia figura para alzarse en cronista social. Así, se da a conocer en los sucesos que reconstruye con precisión y en los agudos perfiles que hace de íntimos como el pintor Ocaña, su inseparable Camilo o el enigmático Mariscal. Frecuentan las páginas, además de un buen puñado de ilustres del lumpen hoy olvidados, otros sospechosos habituales de la escena, condal o no, como Onliyú, Pepichek, Montesol, García-Alix o Miquel Barceló. Mientras, por encima de la Diagonal asoman Terenci Moix o la fotógrafa Colita, entre otras figuras de la burguesía catalana que anhelaron sentirse vinculadas, siempre desde una distancia de seguridad, a aquella Barcelona canalla y tumultuosa, temeraria incluso, que sucedía en primera línea de mar.

El creador de Anarcoma, aquel detective transexual que frecuentó las páginas de El Víbora en los años dorados del tebeo para adultos, pasea su juventud de alcohol a mares y desenfreno erótico y la va viendo extinguirse en la heroína y el sida que se llevará a amigos y conocidos, así como en la especulación de una Barcelona olímpica que arrasaría con todo.

La ruta tiene peajes obligados, del London al Magic o del Zeleste al Café de la Ópera. Nazario nos abre las puertas de la famosa "comuna" de la calle Comercio, en realidad abierta 24/7, nos baja al moro a por kifi y cerámica bereber, nos lleva de vuelta al mítico Canet Rock, a vender fanzines desaforados por los bares o a buscar unas tulipas, mucho tiempo después, que puedan se adecuadas para la casa de su vida en la plaza Real, de la que hoy es albacea y alcaide moral para todos los barceloneses de sentido.
Jardines secretos

El talento de este libro se encuentra en las particularidades, en el denuedo por recoger la pequeña historia y en una escritura consonante con la trayectoria del dibujante de tebeos barrocos y subversivos como San Reprimonio y las pirañas o Purita braga de jierro que un día se reinventaría en pintor de minuciosos bodegones domésticos. En sus brocados literarios, Nazario ofrece pasajes que se adivinan velos de asuntos más complejos, rastrea el morbo en los detalles y encuentra la explicación a su gusto por narrar con precisión aventuras de alcoba en su rigurosa educación de confidencias en confesionarios de la España tenebrosa.

Entre las cuestiones de interés general, esclarece el tormentoso camelo del amor y lo contrapone a la certeza del deseo, cuestiona o precisa nomenclaturas represivas como la de "matrimonio", gay o no gay, y traza audaces relaciones entre los hombres que en su infancia no pudieron jugar con muñecas y los que hoy visten vírgenes en las procesiones. Todo ello, por descontado, mientras se entrega con fruición a las esbeltas pollas de novios magrebíes o pakistaníes, se refiere a chulazos y mariconas y llama a todas las cosas por su nombre de pila.

El resultado es un libro extrañamente emotivo y extrañamente jovial, que maneja el desorden, las risas y los dolores que contiene con esa habilidad que se le conoce al autor en su faceta gráfica para dar un entonado sereno y de sol poniente, de sillería a la fresca y tan terrenal como ingrávido en su hedonismo.

La vida cotidiana del dibujante underground se mantiene en todo momento anclada al tiempo presente y no deja filtrar rastro de nostalgia, algo que el autor refuerza tirando de contrarios, en su aversión declarada a la palabra "ojalá", toda ella impotencia. Y sin que él lo pretenda nunca, sin bailarle el agua a nadie ni tampoco hacer escarnio pero poniendo cuando hacen falta puntos sobre las íes y en general quitando hierro, Nazario ofrece una lección constante en una materia tan devaluada como es la política íntima e irrenunciable, bregando siempre de frente con aquellos códigos morales que de ningún modo le representaron y dando en este primer volumen (esperamos que de varios más) una memoria que no es solo suya sino de la ciudad cambiante o puede que estanca, ya iremos viendo.

El Diario