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“Israel es una sociedad patológica porque no puede mirarse al espejo”

Domingo.14 de octubre de 2007 1896 visitas Sin comentarios
Entrevista a Haim Bresheeth, cineasta y Catedrático de Estudios Culturales y Audiovisuales en la Universidad de East London #TITRE

Diagonal

GLADYS MARTÍNEZ LÓPEZ

Bresheeth, intelectual israelí antisionista, reflexiona sobre la opresión cultural de los palestinos y las vías de recuperación de la memoria a través de la cultura.

DIAGONAL: Usted afirma que en Israel existe una narrativa dominante frente a una narrativa silenciada. ¿Puede darnos algunos ejemplos?


HAIM BRESHEETH:
Israel está lleno de monumentos a la victoria de 1948 sobre los palestinos. Pero un 20% de Israel son palestinos, que han perdido. Esto es un ejemplo de lo insensibles que son los israelíes. Nunca han permitido a los palestinos levantar un solo monumento a sus muertos, ni para 1948 ni para 1967. Ahora, si tienes un país con miles de monumentos enormes a la victoria, son también muy ofensivos para un judío como yo porque son muy militaristas.

Israel es la sociedad más militarista del mundo. Y yo no quiero serlo: toda mi familia fue destruida en el Holocausto por racistas. Cuando eres un niño en Israel creces con todos esos monumentos, así es que el aspecto físico es muy importante porque es muy visible que hemos derrotado a los palestinos una y dos y tres veces... Así es que ¿cómo podemos sentarnos con ellos si han sido derrotados y no existen como seres humanos, sólo como blancos de tiro, refugiados, terroristas, todos esos estereotipos... y no como seres humanos?

Y a nivel cultural, hay películas, poesía, teatro, miles de libros que tratan sobre la derrota de los palestinos. Sólo una pequeña parte de expresiones culturales en Israel tratan el hecho de que fue algo horrible, una opresión colonial. El 99,99% de la población israelí apoya el proyecto colonial. Nunca en la historia de la humanidad había ocurrido esto, por eso Israel no es una sociedad sana; es una sociedad patológica porque no puede mirarse al espejo. Y entiendo por qué no se pueden mirar al espejo: porque lo que ven es terrorífico. Es una imagen terrible de ellos mismos, pero ninguna sociedad puede existir así para siempre.

D.: ¿Cuáles son los cauces culturales usados por los palestinos para recuperar la memoria y la identidad? ¿Cuál es el papel de la Nakba (‘el desastre’, en árabe, hace referencia a la pérdida de la guerra y a la expulsión de 800.000 palestinos en 1948) en el cine y la cultura palestinos?

H.B.: El cine palestino es muy interesante por varias razones. Primero porque es terapéutico, trae la memoria de la Nakba y no como un viaje de odio contra los israelíes: no hay antisemitismo en Palestina ni en el cine palestino, es importante entender esto porque no es obvio. Las películas son terapéuticas porque traen esa memoria que es una imagen del pasado pero también del futuro. Durante años, la Nakba fue eliminada. No podías hablar ni escribir ni tener reuniones sobre ella; los palestinos no tenían derecho a discutir sobre su propia cultura e historia.

El papel del cine y de la literatura de la Nakba es crear un cambio social primero para decir a los palestinos quiénes son, cómo han llegado a estar bajo ocupación, cómo fueron traicionados por otras naciones, cómo fueron vencidos por los israelíes apoyados, como hoy, por naciones muy poderosas. Para conocer también que los israelíes, a pesar de todo, no han conseguido echar a los palestinos de Palestina; echaron a muchos de ellos, pero a pesar del sufrimiento siguen ahí. Lo segundo es que estas películas no van dirigidas sólo a los palestinos, sino también a los israelíes, porque es el modo en que conocemos el dolor del otro: la Nakba y qué significa ser palestino, y ser palestino no significa ser un blanco o un terrorista, sino un ser humano.

Y como Shakespeare nos recuerda en Shylock: cuando nos pinchan sangramos, y ellos también. Lo que el cine palestino hace es dar a ambas comunidades una base para negociar la identidad que no se basa en el conflicto, que se basa en “éste es mi dolor. Entiendo tu dolor pero no deberíamos continuar creando más”. Y mucho de este cine está en hebreo porque habla a los israelíes que quieren escuchar... y ésta es mi historia; no estuve siempre politizado como hoy: los amigos palestinos, el cine palestino, las novelas y la poesía palestina me enseñaron qué estamos haciendo mal.

El papel político, cultural y terapéutico de la cultura palestina es muy importante para nuestro futuro en común. La lucha de Palestina está también relacionada con Sudáfrica, Vietnam, Argelia... y en todos ellos, a pesar del gran dolor provocado por estas batallas, vencieron.

D.: Usted ha denunciado el “terrorismo cultural” imperante contra los intelectuales que critican las políticas israelíes. ¿En qué se plasma?

H.B.: Las consecuencias son que la gente como yo no puede trabajar ni vivir en Israel, por eso me he marchado. Y muchos otros se han ido o están marchándose, porque si hablamos de las constantes opresiones, también nosotros estamos oprimidos: nos quitan el trabajo, atacan nuestra libertad, no podemos hablar. Es más fácil para ellos deshacerse de nosotros que responder a nuestras preguntas. Pero ningún intelectual israelí ha sufrido nunca lo que cada palestino está sufriendo: no hemos sido torturados, no hemos sido puestos en prisión por nuestras opiniones... sino que nos hemos visto obligados a irnos.

D.: ¿Cuál es la responsabilidad de los intelectuales israelíes en la opresión?

H.B.: Los intelectuales son muy importantes para cada país. Era así en Alemania y en Italia durante el fascismo y también en España bajo Franco. En EE UU son intelectuales quienes están escribiendo los informes de apoyo a Bush. Los intelectuales forman parte de cualquier esfuerzo colonial. Lo hicieron en el imperio británico y también en el romano. Ningún imperio puede existir sin intelectuales: tienen que presentar la justificación de las atrocidades, deben sostenerlo en las conferencias, escriben teorías de la raza y por qué está bien que oprimamos a otras razas o a la mujer, esto es lo que hacen los intelectuales. En Israel, escriben la documentación que analiza la demografía y la geografía, para saber dónde poner el muro, por ejemplo: son geógrafos, demógrafos y etnógrafos de la Universidad de Haifa y de la Universidad de Jerusalén quienes trabajan en ello, centenares de ellos durante todos estos años. Entrenan a los servicios de seguridad, a los servicios de inteligencia, al Ejército, a la policía, a los paramilitares, escriben análisis de la cultura que justifica el odio y la destrucción. Todos los intelectuales de Israel están en el Ejército, y no sólo como soldados, sino como intelectuales, desarrollando esos think tanks.

UN BOICOT CULTURAL A ISRAEL

D.: Usted defiende la necesidad de llevar a cabo un boicot académico y cultural contra Israel. ¿Por qué motivo?

H.B.: ¿Cómo derrotamos el régimen de apartheid en Sudáfrica? Propusimos el boicot: las universidades, los artistas, los deportistas, los médicos, los arquitectos, todo el mundo propuso el boicot y nos mantuvimos activos en ello. Y nos dijeron: “Esto no funcionará, no es juego limpio, ¿por qué boicoteáis a las universidades sudafricanas? No todo el mundo en Sudáfrica es racista”. Pero no paramos porque sabíamos que sin una enorme presión nuestros gobiernos nunca harían nada. Ahora no están haciendo nada. Así es que tenemos que tomar la responsabilidad, levantarnos como intelectuales, levantarnos como seres humanos y como seres morales para decir “esto es inmoral, como el apartheid, no aceptamos que esto continúe y boicotearemos a todas las instituciones israelíes hasta que esto se acabe”, y se acabará, como se acabó en Sudáfrica.