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Guillermo, toda la vida en su bar

Jueves.24 de mayo de 2018 181 visitas Sin comentarios
Fallece a los 88 años el fundador del establecimiento conocido por tener la mejor ensaladilla de Alacant. #TITRE

pepe soto

Ha muerto a los 88 años Guillermo Macía Durá, referente de la hostelería alicantina y fundador del bar Guillermo, abierto desde el 31 de agosto de 1956 en una esquina de las calles Pintor Velázquez y Juan de Herrera.

Guillermo ha pasado la mayor parte de su vida detrás de una barra, para atender a la clientela con cervezas bien tiradas, salazones y embutidos exquisitos y, posiblemente, para echar en un platito la mejor ensaladilla rusa del planeta. Pocas vacaciones y discretos lujos para un alicantino entregado a su tierra y a sus costumbres. Su bar es sexagenario.

Hijo de un cochero llegado de Xixona que transportaba pasajeros por Alicante en un carruaje tirado por dos caballos que cada día estacionaba a las puertas del Casino, Guillermo Maciá Durá, vecino de la barriada de Carolinas, soportó las crueldades de la guerra civil. Los bombardeos se sucedían día tras día. "Muchas noches me quedaba a dormir en el refugio porque estaba algo delicado", asegura. Guillermo sufrió paludismo en plena contienda. No olvida el maldito 26 de mayo de 1938, día en el que aviones fascistas italianos lanzaron una despiadada tormenta de bombas sobre el Mercado Central. Estaba sentado en un pupitre de la academia de don José Varó. Al estridente y cruel sonido de las sirenas, maestro y colegiales buscaron un refugio cercano. Sólo tenía ocho primaveras.

Al año siguiente, el hambre y la pobreza le obligaron a buscar trabajo. Se colocó como aprendiz en la barbería de Gadea, situada en la calle San Fernando, donde recibía escasas propinas de clientes tan pobres como la guerra. Dos años más tarde cambió de oficio y trabajó como freganchín en el Bar Nacional, donde, además de sueldo, tenía comida y un sencillo, aunque limpio uniforme.

A los 14 años se empleó como barman en el Bar Consuelo, de nuevo en la zona del Mercado Central. Allí atendió al personal durante 14 años, incluidos los 20 meses metido en los hangares y barracones del viejo aeropuerto de Rabasa para atender a la patria.

El 1955 se casó con Paquita. La pareja se instaló en la calle Pinoso, donde nació su hijo Guillermo. El joven camarero se enteró de que Pedro Galiano quería traspasar su taberna ´El Pelaílla´, en un cantón entre las calles Pintor Velázquez y Juan de Herrera. Pidió prestadas 100.000 pesetas a la Caja de Ahorros del Sureste para pagar el traspaso. Hecho: Guillermo en la barra y Paquita en la cocina. Comenzaron a trabajar muchas horas y demasiados días. Y, además, criando niños en un bar o tienda de venta de licores, refrescos y un escaso variado de alimentos. El salazón y, sobre todo, la ensaladilla fueron sus especialidades, como también las comidas caseras.

Ahí comenzó su mejor historia: el Bar Guillermo, algo más que un bar, tasca o restaurante. Diferente. Sin complejos: hay lo que hay. El templo de la ensaladilla, de los salazones y, al tiempo, una casa de comidas de ajustado precio. Allí crecieron Guillermo, Paco y Juan Carlos, sus progenitores.

El destino, además, le envió tres importantes vecinos: las gentes que compran y venden en el mercado; locutores, técnicos y periodistas de Radio Alicante y directivos y futbolistas del Hércules, todos establecidos en un trocito de la calle Pintor Velázquez, al lado de la taberna. Muchos periodistas fuimos medio pensionistas con crédito hasta fin de mes.

El negocio que ya lo gestiona su hijo Paco. Pero hasta hace unas pocas semanas, a eso de las nueve de la mañana, el viejo Guillermo se sentaba en su mesa para ilustrar las ensaladillas y, después, despojar cáscaras de quisquillas, gambas y cigalas. Al mediodía se marchaba a su cercana vivienda a descansar al lado de Paquita.

Su vida se apagó en pocas jornadas.

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