Dos personas detenidas y encarceladas una noche en Alacant por hacer nudismo en una playa - Tortuga
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Dos personas detenidas y encarceladas una noche en Alacant por hacer nudismo en una playa

Viernes.15 de junio de 2007 4013 visitas - 3 comentario(s)
Correo Tortuga - Bleda #TITRE

Descripción literaria de los antecedentes, la detención y la noche en el calabozo, a cargo de una de las dos personas represaliadas (respetamos su ortografía) Nota de Tortuga.

Todo comenzó una tarde soleada; en la primera semana del mes de Mayo. Hacia ya bastante calor aunque no demasiado para ser la que se suponía “primavera del año más caluroso del siglo XXI”.

Eran las 15:30 y en mi movil un mensaje de mi amiga Eva me proponía: “ola spro k sts muy bien ahora k ace buen tiemp podriams ir algun dia a 1 playa nudista bsts cielo.muak”

Guiado por mi instinto, el calor y las ganas de vivir me puse en camino. Anduve por el campo unos 6 km. hasta el primer teléfono que encontré para quedar con mi amiga esa misma tarde.

A las 18:00 me planté en la estación de autobuses de Elche, no sin antes patear un par de km. más por calles ilicitanas. Una hora más tarde y más cansado llegué a la estación de buses de Alicante, donde me esperaba mi amiga con un bolsito playero.

Después de preguntar los horarios de autobuses para Arenales (la playa nudista más cercana) decidimos quedarnos en Alicante; porque ya no nos daba tiempo de ir y volver ni tampoco nos apetecía quedarnos a dormir allá.

Paseamos por la explanada; sin prisas, disfrutando de la tarde; cogidos de la mano o de la cintura; charlando, mirando, sintiendo: viviendo conscientes el maravilloso momento.

Un encuentro casual; más alegría; otra gran amiga que
trabaja en un puesto jipi; “la Flavia de Elche”;
besos, abrazos, palabras...recuerdos, planes, ilusiones...
Continuamos caminando y llegamos a la playa del
postiguet (sobre las 19:30).

Sin hablarlo ni pensarlo; de modo natural la cruzamos
y nos dirigimos a la parte más alejada y desierta.
Llegamos a la última cala con arena; más allá solo hay
rocas. Sobre la arena apenas un par de parejas tomando
el sol; nadie en el agua; Toda la cala para nosotras.
Dejamos nuestra ropa en la orilla y nos bañamos. El
agua está caliente y cristalina; nos metemos por lo
menos 20 metros y apenas nos cubre por la cintura. No
hay olas, hay algas y alguna piedra; a unos metros de
nosotras hay un banco de peces que a penas se mueven.
No nos temen; apenas nos movemos. Es un momento
mágico; en un instante con los ojos cerrados consigo
sentir todo lo que me envuelve; el agua, los peces, el
cielo...pese al sonido de los coches y otros ruidos
urbanos. Despertamos; ella tiene frío; nos abrazamos;
corremos, jugamos; apuramos los últimos rallos de sol
que se esconden tras los edificios.

Una media hora más o menos estuvimos en el agua. Al
salir; la sorpresa: dos policías que se acercan. Que
mala espina...Todavía no nos habíamos vestido del todo
cuando nos asaltan;

- Buenas tardes
- Buenas
- Les han denunciado por exhibicionismo.
- Pues nosotros no hacemos de eso. Solo nos bañamos
desnudos.
- Si pero había menores delante.
- ¿Delante a 50 metros?
- Pues tendremos que detenerles.
- ¿Por qué?
- Porque les han denunciado. Acompáñenme al coche.
- ¿es necesario? ¿No basta con que nos identifiquen?
- A ver denme el carnet y (levantando la voz)
acompañenme al coche.

Todavía descalzo comienzo a caminar junto al policía
mientras Eva acaba de vestirse y el otro policía habla
con personas que hay junto a una torre de cuerdas a
unos 30 o 40 metros de donde estábamos.
Como veo que la cosa va poniéndose seria y que nos
llevan a comisaría necesito expresar mi indignación
ante todo este atropello:
- ¿Quién es el hipócrita que nos ha denunciado? ¿Ese?
(digo señalando hacia las cuerdas)
- No señales. ¡¡no ves que está con sus hijos!!
- ¿Entonces ha sido ese quien nos ha denunciado?
- A ver: pon las manos en la espalda. Sus ojos se
encienden de rabia; como si hubiese matado a su madre
o algo peor; y antes de darme tiempo a reaccionar ya
me había esposado la mano que señalaba al hipócrita.
- vale, vale; tranquilo, esto es innecesario.
- mira, esto va a ser por las buenas o por las malas.
¡¡Trae la otra mano!! (Pero antes de que pudiera
hacerlo ya me la estaba retorciendo y esposando junto
a mi otra mano).
- ¿pero qué hacéis? Dejadlo!! El no ha hecho nada...
Decía mi amiga Eva casi llorando.

Con las manos esposadas a la espalda y todavía
descalzo; el policía me cogió por el pescuezo
obligándome a caminar agachado hasta que llegamos al
coche patrulla.

- Vale, vale; estoy tranquilo; esto es innecesario!!
- Yo decido lo que es necesario; a mi no me hacen falta
motivos para hacer lo que hago.
Un tío que estaba mirando desde el paseo dijo:¡¡No te
resistas hombre; que es peor!!
- será gilipollas (pensé) cómplice del sistema-tarugo
aborregado... Y entonces lo entendí todo: Estábamos
siendo parte del burdo teatro que lleva a cabo esta
absurda sociedad para justificar la existencia de los
cuerpos represores como el de la policía y la guardia
civil. Yo era el malvado librepensador desmoralizante
que no respetaba las normas y ponía en peligro la
moral y la fe en las normas de los
ciudadanos-borregos; ese comportamiento libre y sin
miedo debía ser castigado en público para disuadir a
otr@s; para ejemplificar y educar con el miedo a la
represión.

En el coche patrulla me di cuanta de lo indefenso y
vulnerable que estaba y sentí en propias carnes toda
la impotencia y la rabia que otras personas me habían
contado. En aquel momento podían habernos hecho
cualquier cosa y no podríamos hacer nada por
impedirlo. Pedí a Eva que me pusiera las botas. Ella
lo hizo muy cariñosamente. Todavía tenía los pies
doloridos por el arresto(me dolieron los talones casi
una semana) pero ya me sentía mucho más seguro. Por un
momento pase mucho miedo; pero comprendí que eso era
parte de su juego; y que por lo tanto tenerles miedo
es solo hacerles más fuertes. Comencé a aceptar lo que
nos estaba pasando. Me serené; me centré y decidí
sacar provecho de aquella experiencia que todavía
ahora me sigue pareciendo totalmente injustificable;
pero siempre podemos aprender y enriquecernos de
cualquier experiencia.

Llegamos a comisaría; era casi de noche. Al parecer
estábamos detenidos y teníamos que permanecer allí
hasta prestar declaración (al día siguiente). Lo que
significa que nos iban a secuestrar por una noche.
Sentados en el banco de uno de los pasillos de la
entrada empecé a temblar. No sentía miedo ni frío; más
bien era una especie de ansiedad. Curiosamente
intentaba calmar y tranquilizar a mi amiga; tomando su
mano; pero en ese momento no podía transmitir
seguridad porque no me encontraba nada seguro. Poco a
poco me fui calmando; aceptando; respirando.

El otro policía que nos detuvo nos estuvo acompañando
en todo momento; parecía más honrado que su compañero.
Llegó a decirnos que si por el fuera nos dejaría en
libertad; pero que el otro policía no quería y el
denunciante quería mantener la denuncia.

Al parecer el denunciante es un guardia civil que
estaba en su día libre. Para más coña resultó que el
poli “txungo” que nos detuvo es el más macarra del
cuartel (como no; con la cabeza rapada y cuerpo de
armario).-un inspector bromeó con el acerca de
nosotros y refiriéndose a mi dijo “no sabes con quien
te has metido”-.

Nos pasan a las celdas; nos requisan todas las
pertenencias incluidos los cordones de los zapatos;
nos registran; cacheándonos y nos hacen bajar los
pantalones y ropa interior. Otra vez me siento violado
y humillado; totalmente forzado y vulnerado en lo más
sagrado de mi integridad. Esto lo hicieron en una
celda vacía y con la puerta abierta. Primero me
registró a mi un policía y después a ella una policía.
(conste que soy nudista; me siento a gusto desnudo;
pero no me gusta que me inspeccionen el cuerpo sin mi
consentimiento; ni vestido ni desnudo).

Todo es muy legal; el trato muy impersonal; muy
distante. A continuación nos meten en las celdas; a mí
en una de chicos; a ella se la llevan a otra (supongo
que de chicas).

En mi celda hay solo dos personas; los dos árabes. Uno
está tumbado y no habla. El otro; un hombre de mediana
edad (Mustafá); con voz serena y mirada sincera me
cuenta su historia:
había estado antes en prisión y ahora le habían jugado
una mala pasada para que volviese a la cárcel; pero
según él tenia cuartada...

Me ofrece parte de su cena mientras yo le cuento mi
historia; él me dice que no me preocupe; que no me
pasará nada. Allí dentro me siento seguro junto a él.
Poco después me traen la cena (más galletas; un zumo y
una natilla).

La noche es muy larga. Con una colchoneta y una manta
sobre el duro suelo; en una habitación de 3X2 metros
sin ventanas ni luces de ningún tipo intentamos dormir
tres personas; pero no es fácil. En alguna celda
próxima alguien grita pidiendo la hora. Recuerdo (de
textos leídos sobre presos) que no saber la hora es
una de las maneras de desorientación a las que juegan
en las celdas de las comisarías. Es desgarrador
escuchar los gritos de otros presos. Por suerte
siempre he tenido un buen reloj biológico.

A eso de la 1 de la madrugada traen un africano;
probablemente negro (por su tono de voz). Creo que el
tío ha venido voluntariamente y no sabe que lo están
deteniendo. Cuando lo meten en la celda no quiere
coger colchoneta ni manta. Al poco tiempo grita
pidiendo una manta. No se la dan. Pasa más de una hora
gritando y luego deja de pedirla y comienza a insultar
a los carceleros; pero éstos no le hacen ni caso; me
da la impresión de que están muy lejos y no se enteran
de todo esto.

En mi celda todo está tranquilo, los tres dormimos o
al menos lo intentamos. Recuerdo la meditación; la
relajación, la visión tántrica de las cosas... pero
pronto escucho algo que me da muy mala espina; los
guardias pronuncian el nombre y apellidos de mi amiga,
acompañado de: “bueno, está en su derecho; si ella lo
ha pedido...” Silencio; me acerco a la puerta; solo
escucho silencio entrecortado por los gritos del
africano(a quien no hacen ni caso). Me tortura la idea
de que le estén haciendo algo a mi amiga; me consume
la impotencia de saber que no puedo preguntar por ella
y aunque lo haga no obtendré respuesta. Solo puedo
confiar en la honestidad de los carceleros...

Después de un rato me tranquilizo; recuerdo que Eva es
diabética y probablemente pediera un médico que le
suministre insulina...Aun así no me quedo tranquilo.
Comprendo entonces el enorme tormento que supone estar
preso; el no saber ni tener posibilidad de comunicarte
y enterarte de las cosas te desintegra; te desespera;
te vuelve paranoico, te hace enfermar mental, física y
espiritualmente.

La noche pasó muy lenta. Fue una sutil agonía la que
me llevó al sueño; calculo que sobre las 6 de la
madrugada. Con los primeros rayos del sol me
despierté; tal vez por algún grito de otro preso
preguntando la hora. Me tranquilizó mucho oír toser a
Eva. Cualquier cosa que pasara por la noche ya había
terminado.

Comienzo a pensar en mi declaración; en cada pequeño
detalle del suceso; en la conveniencia de mencionar la
brutalidad de mi arresto (al final no lo hice)...de
pronto me asalta el recuerdo de que había quedado con
mi familia (madre, padre y hermanas) para comer;
incluso era yo quien debía hacer la comida...Menuda
casualidad más inoportuna...

Comienzo a pensar lo que iba a decir al carcelero para
que nos llevasen a declarar y nos soltaran de una vez.
“Le diré que soy cocinero y tengo que ponerme a
trabajar a las 11” (en realidad no era mentira).
Pensando en esto me entran unas ganas de mear
terribles. Entonces llamo a los guardias para ir al
wc. Las limpiadoras me dicen que están cambiando de
turno. Así que tengo que esperar casi una hora para
poder mear.

Mustafá y yo hablamos para pasar el rato; mientras, el
chico que no habla nos mira con cara de preocupación.
Yo enseño a Mustafá a contar los compases del ritmo
flamenco y el me enseña palabras en árabe; reímos;
damos palmas; cantamos...esto nos alivió muchísimo la
estancia; en una situación así relacionarse es
fundamental.

Al poco nos sacan de la celda; meamos y nos llevan a
fichar; dedo por dedo; fotos de lado y de frente;
echar una firmita y antecedente policial creado.
Al fin veo a Eva en un pasillo, le toco fugazmente la
mano y le pregunto como ha pasado la noche. Me dice
que por la noche la llevaron al hospital y que la
trataron muy bien. Claro; a pesar de todo los policías
también son humanos y no todos son unos cabrones
desalmados (aunque con el tiempo...)

Después de ficharnos nos cambian de celda a una más
grande. Aquí somos ocho personas; siete son árabes;
cuatro están completamente desquiciados; con la mirada
perdida; andando de un lado al otro de la celda sin
rumbo. Me doy cuenta entonces de que ninguno de ellos
es culpable; sino solo diferentes; incomprendidos;
desheredados; perdidos; solos; y sobretodo sin dinero.
Media hora más tarde escucho como sueltan a Eva; me
acerco a la puerta; al instante me sueltan a mi. Nos
llevan a declarar; con la emoción ni me despido de
Mustafá; solo puedo decir ¡¡Salud!! A uno de mis
compañeros que me mira con envidia desde la celda de
la que yo acabo de salir.

El policía que nos toma declaración se disculpa por
haber tardado tanto en sacarnos. Supongo que siente
que aquello (secuestrarnos) es una terrible
injusticia. Es un hombre de mediana edad; corpulento y
de pelo cano; nos presenta a nuestro abogado de oficio
y nos toma declaración por turnos.

Como ironía final el abogado (un chico de unos treinta
años y una corta melena relamida con raya al lado)
tararea el “cara al sol” durante la declaración. Por
suerte ya hemos contactado con un abogado afín a
nosotras que se ha ofrecido a defendernos de manera
altruista.

Bueno; todavía está pendiente el juicio; y no sabemos
como acabará; pero esta es mi denuncia y quería que lo
supierais. A mi esta experiencia me ha servido para
muchas cosas, he aprendido sobre mi; sobre mi
comportamiento y sobre los centros de secuestro y
desintegración de las personas. Me reafirmo en lo que
ya antes opinaba de esta parte del sistema y gano
fuerza y energía para luchar contra él (a mi manera).
Espero que a vosotros/as que habéis leído esto os
halla hecho sentir cuanto menos un poco de lo que yo
he sentido; para así poco a poco, por contagio; ir
cambiando el sentir del resto de la sociedad.

Un abrazo muy fuerte a todos y todas.
Salud y libertad para todo el planeta.

Dani